Durante los primeros meses de gestión del gobierno de Mauricio Macri se han formulado algunas premisas que hubiesen hecho las delicias de don Arturo Jauretche. El autor del Manual de Zonceras Argentinas había establecido que aquellos principios con apariencia de axiomas que son las zonceras «cumplen las mismas funciones de un sofisma, pero más que […]
Durante los primeros meses de gestión del gobierno de Mauricio Macri se han formulado algunas premisas que hubiesen hecho las delicias de don Arturo Jauretche. El autor del Manual de Zonceras Argentinas había establecido que aquellos principios con apariencia de axiomas que son las zonceras «cumplen las mismas funciones de un sofisma, pero más que un medio falaz para argumentar son la conclusión del sofisma hecha sentencia«. Lo que sigue es solo una compilación de zonceras de estos nuevos tiempos neoliberales en la Argentina. Pasaré rápidamente a describirlas.
El gobierno tiene errores de comunicación. Esta zoncera aparece cada vez que las medidas económicas se desbordan, excediendo la malla de contención de los medios hegemónicos que las amparan. En el caso del tarifazo de gas, que fue tan desmesurado como para chocar de frente contra la cruel realidad, el propio riñón periodístico y comunicacional del macrismo salió a afirmar que el error gubernamental es la mala comunicación. ¿Cómo comunicar, por otra parte, que el ajuste deben pagarlo alegremente los sectores más vulnerables, ya que a los más concentrados se los premió con quitas de retenciones y devaluación? Sin embargo, los estrategas del gobierno supieron comunicar la idea de cambio expresada en globos de colores en su campaña; saben comunicar que todos los males provienen de la pesada herencia y que todas las corrupciones están resumidas en la década anterior. Pero intentan deslizar una dudosa e inexistente vocación crítica al decir que en su gobierno existen errores comunicativos, para bajarle el precio al impacto nocivo de las políticas económicas y sociales. Por ello, parece ser que el problema no es el tipo de políticas que el gobierno aplica sino la forma de comunicarlas. De manera tal que de la impopularidad de las medidas (inflación, despidos, recesión, caída del consumo popular, endeudamiento externo, paritarias a la baja, aumento de importaciones) tiene la culpa la estrategia de comunicación del gobierno y no su política económica.
La carne de lomo no es del paladar de los argentinos. Dicha en ciertas ocasiones por el presidente de la Sociedad Rural Argentina, esta otra zoncera tiende a justificar el elevado precio de la carne, la eliminación de las retenciones para el sector y su apertura exportadora. La conveniencia de exportar los cortes de carne vacuna más caros a Europa y Estados Unidos -lo cual incrementa drásticamente el precio en el mercado local- obligó al mandamás de la SRA a argumentar que la exportación de carne no afecta el consumo nacional. El hecho de que los cortes más caros -como el del lomo- deben abonarlos los consumidores locales a precios internacionales disparó la zoncera, que tiende a minimizar la baja en el consumo de carne: «como en la Argentina no le encuentran sabor a estos cortes, es más eficiente venderlos en los lugares donde sí tienen demanda«, es decir, en el mercado europeo. Lo que la zoncera elude decir es que la escasez de la demanda local proviene no del sabor del lomo ni de las inverosímiles explicaciones que dio el dirigente rural acerca de las costumbres argentinas, sino de su precio.
El crecimiento económico con aumento del consumo es una fantasía. Según esta zoncera, la clase trabajadora vivió durante los años de gobiernos populistas una ilusión, ya que «le hicieron creer que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior«; en cambio, el gobierno macrista trabaja en una plataforma que generará el desarrollo sustentable, si bien las bondades del modelo tardarán en cosechar sus frutos. Para los ideólogos de esta zoncera es irresponsable el consumo desmedido de los sectores medios y bajos, sólo concebibles en tanto pretextos para alimentar proyectos populistas. Lo verdaderamente responsable debe ser sincerar la economía: léase, transferir gran parte del poder adquisitivo medio y bajo hacia los sectores concentrados. Entonces, ¿en un país desarrollado y sustentable no deben los trabajadores tener altos niveles de consumo? ¿Puede un país crecer con una clase asalariada en constante demanda de consumo? La explicación de esta zoncera es a la vez económica y cultural: por un lado, el neoliberalismo descree del mercado interno como motor de crecimiento, y se caracteriza por orientar la economía hacia el exterior. Y, además, los hijos de la clase acomodada no pueden soportar ver a sus mucamas en los mismos aviones en los que ellos viajan.
Argentina es un país pobre. Esta zoncera está dicha en el mismo contexto que la anterior: los argentinos deben vivir de acuerdo a sus ingresos, asumiendo la condición de pobres. Y está asociada a la idea de despilfarro de nuestros recursos económicos, en especial del manejo de los fondos del Estado. Es hija de la misma cantinela que durante años hemos escuchado: achicar el Estado para agrandar la Nación. Por ser un país pobre, entonces, hay que hacer el sacrificio de pagar todos los gastos de la fiesta populista: resignarse a la disparada de los precios, a la ola de despidos, al padecimiento de tomar deuda externa, a optar entre salario o empleo. Esta zoncera pretende justificar la escalada de medidas económicas del gobierno y la brutal transferencia de recursos. Transferencia que hace a la Argentina aun más desigual de lo que ya era. Incluso, algunos predicadores de la zoncera aseguran que, si no se pagan los tarifazos cuestionados por la Justicia, no hay ninguna posibilidad de que el país crezca y que el sector más dinámico derrame riqueza sobre la sociedad. Ese país pobre del que habla la zoncera ha sufrido en décadas la evasión y la fuga de miles de millones de dólares, dinero que hubiese contribuido a disminuir su pobreza. La paradoja es que quienes fugaron y evadieron han sido, en reglas generales, ¡los defensores de la misma zoncera!
Un compromiso con la transparencia y la verdad. Desde que asumió la actual gestión, el presidente Mauricio Macri hizo público su objetivo de darle transparencia a todos los actos de gobierno, y se comprometió ante el pueblo argentino a decir siempre la verdad. Sin embargo, a poco de andar, la realidad volvió a salirle al cruce: el escándalo Panamá Papers, la omisión de sus millones en Bahamas en la declaración jurada presidencial, la incompatibilidad de algunos funcionarios (Aranguren, Braun, los titulares de la UIF) con sus roles ministeriales, el caso Grindetti, el de su primo contratista de obra pública para las obras del Ferrocarril Sarmiento, solo por mencionar algunas de las irregularidades cometidas en estos meses por el gobierno, desmienten el mentado compromiso. La zoncera lleva implícita una crítica a la administración anterior: como el populismo ha sido corrupto y mentiroso, esta nueva gestión representa el cambio. Sin embargo, el compromiso con la transparencia y la verdad tampoco incluye los acuerdos secretos firmados con Estados Unidos durante la visita del presidente Obama -lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, asistencia en la Triple Frontera, misiones militares en África, fuerzas de seguridad en el Comando Sur, apertura económica irrestricta, etc.- ni las ominosas implicancias futuras de ingresar a la Alianza del Pacífico. La verdad y la transparencia, fuegos artificiales de una ya olvidada campaña electoral, fueron borradas de un plumazo desde el minuto cero de la gestión presidencial de Macri, miembro de una de las familias de contratistas del Estado que más se enriquecieron con él: «sólo un genio de la publicidad -afirmó Horacio Verbitsky- pudo construir una imagen de transparencia en torno de un empresario cuyas compañías aparecen cada vez que se descubre algún negocio dudoso con el Estado«.
La gente a los 65 años puede seguir trabajando. Con la alegre recomendación de que trabajar es beneficioso para los mayores de 65 años, el titular del PAMI inauguró esta zoncera, destinada a justificar la extensión de la edad jubilatoria en la Argentina. Lo cierto es que el Gobierno creará un Consejo de Sustentabilidad Previsional para que en tres años elabore un proyecto de ley que contenga un nuevo régimen previsional. El objetivo: extender la edad jubilatoria que hoy es de 60 años para las mujeres y 65 para los hombres. Para ello, es necesario instalar un argumento que mitigue el impacto negativo de la futura medida: «la medicina le recomienda a la gente que siga trabajando porque es lo que mejor mantiene la mente en forma«, aconsejó el funcionario a cargo de la obra social de los jubilados. Además, sostuvo que es difícil que «antes de los 72 años una persona empiece a tomar algún remedio o tenga problemas médicos«, y concluyó con un remate de antología: «hoy las personas tienen un cuerpo de 70 años al cumplir los 80«. El objetivo del gobierno es elevar los años de aportes para nutrir la caja de la ANSES. Pero existe «un mercado laboral con una gran expulsión y más del 40% de trabajadores en negro«, según expresó el defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino. Con lo cual, de cumplirse eventualmente la reforma para aumentar la edad jubilatoria, se estancaría el ingreso de los más jóvenes al mercado de trabajo.
Es sintomático que, ante el anuncio de cada medida impopular del gobierno, sus funcionarios tengan la necesidad de concebir una zoncera como coartada. Y además, como los públicos -y las generaciones- se renuevan, en estos meses fueron recicladas dos antiguas zonceras que creíamos agotadas en el tiempo: una es la que habla de la lluvia de inversiones, sobre la cual no me extenderé (ver en éste mismo portal mi artículo del 29 de marzo titulado La avidez de los inversores extranjeros, otra zoncera argentina).
La otra es la célebre teoría del derrame: a través de esta memorable zoncera, durante décadas nos dijeron que una economía de mercado con un Estado pasivo tendría tal crecimiento virtuoso que terminaría por beneficiar -utilizando la metáfora del derrame de la copa llena de agua- a los sectores más bajos de la pirámide social. Pero ya hemos tenido oportunidades de comprobar que, como dice Mario Rapoport, «la copa tiene múltiples agujeros casi invisibles por los que partes esenciales del líquido se filtran, a través de la fuga de capitales, alimentando la acumulación de los centros del capitalismo mundial o resguardándose en los paraísos fiscales«.
En los primeros seis meses del 2016 la fuga de capitales rozó los 6.000 millones de dólares, la inversión se redujo más del 4% y el endeudamiento externo (nacional y provincial) creció en forma vertiginosa en 47.000 millones de dólares. ¡Así no hay zoncera que aguante!
Gabriel Cocimano (Buenos Aires, 1961) Periodista y escritor. Todos sus trabajos en el sitio web www.gabrielcocimano.
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