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La escuelita de lita

O cuando el caradurismo se vuelve una estrategia política

Fuentes: Rebelión

El cambio recién comienza… y el matrimonio gobernante, desbarrancado en la mediocridad y en la codicia electorera que lo caracteriza, se apresta a dejar de lado histogramas, cuartiles, deciles, diagrama de barras, medias y correlaciones. El objetivo: mentir mejor los índices de precios al consumidor (IPC). El principal centro de estadística nacional (Indec), ha cambiado […]


El cambio recién comienza… y el matrimonio gobernante, desbarrancado en la mediocridad y en la codicia electorera que lo caracteriza, se apresta a dejar de lado histogramas, cuartiles, deciles, diagrama de barras, medias y correlaciones. El objetivo: mentir mejor los índices de precios al consumidor (IPC).

El principal centro de estadística nacional (Indec), ha cambiado las teorías de la probabilidad y las curvas de Gauss, por la intervención descarada de patotas dedicadas a demoler todo lo que la estadística tiene de ciencia, instituyendo un cambalache en las mediciones de precios, eso si, acomodadas al paladar del matrimonio; porque resulta que el presente inflacionario, que tantos dolores de cabeza les ha dado a los predecesores del kirchnerato, ha llegado para quedarse y expandirse aun más a lo largo del tiempo.

En realidad, este enorme proceso inflacionario, no es en sí mismo lo que preocupa a la familia gobernante. Sólo representará un problema, en caso de que la población le dé un alcance político y comiencen a vislumbrarse los fantasmas de la movilización popular en contra de la carestía de vida y por aumentos salariales. Es decir que se cuestione la política de transferencias de ingresos que con el kirchnerismo ha alcanzado records espectaculares.
 
También preocupa, claro está, el alcance electoral de la inflación que, como se sabe, no es para nada popular, y puede golpear duramente las aspiraciones de poder del matrimonio, en las legislativas del próximo año, justo en el momento en que el kirchnerismo asoma como el principal referente de todos los desahuciados de las jornadas del 2001-2002.
 
El gobierno de Kirchner primero, y de Cristina Kirchner ahora, han hecho de la transferencia de ingresos, por la vía del recurso inflacionario, el leitmotiv de toda su política económica. En esto no se diferencia en nada de sus antecesores; la principal diferencia la encontramos en el conjunto de mecanismos que ha puesto en funcionamiento para que la inflación no se note. Fanáticos de que los índices se les muestren favorables, no tienen escrúpulos en manipularlos públicamente, mientras declaran a la inflación como una sensación psicológica.
 
Impotentes para cambiar la realidad inflacionaria, se disponen a cambiar la percepción estadística de los hechos. Vaya forma de modernizar la política.
 
La escuelita de lita

Los consumidores dicen que la carne subió 20%, el nuevo índice kirchnerista no la tendrá en cuenta. ¿Por qué? Simplemente porque todos aquellos precios que superen el umbral del 15 % no serán registrados en las nuevas mediciones. Cristina Fernández- Kirchner ha instruido a sus técnicos para que se lancen detrás de las ofertas, esto es, si la carne aumenta habrá que comer fideos (siempre y cuando, estos mantengan su precio por debajo del odiado 15 %).
 
Como se sabe, los fideos y la polenta son productos de consumo estacional, cuya demanda aumenta en invierno, época en la cual la mixta de lechuga y tomate resulta un articulo poco apreciado a nivel popular por su bajo nivel calórico. No para el kirchnerismo; el nuevo índice medirá alternativas a todo aquello que suba. De esta manera en invierno habrá que darle al verde, mientras que en verano hay que anotarse con unos suculentos guisos de tallarines.
 
Bien miradas, las nuevas mediciones son una especie de racionamiento estadístico, donde el gobierno le indica a los ciudadanos que pueden comer y que no.
 
El debate en la camarilla gobernante, sobre estas nuevas variables para medir precios, ha hecho de las reuniones de gabinete una especie de ring side donde el novato ministro de economía, Martín Lusteau, se enfrenta casi cotidianamente con el peso pesado «ministro» Moreno, sin que hasta ahora se sepa muy bien que se quedará con el título.
 
Las razones, que todos mencionan como más que obvias, son que el jovencito ve como le serruchan el piso sin contemplaciones, a los ojos vista de su supuesta dama protectora.
 
Que a los agentes del kirchnerismo, los caracteriza su falta de vergüenza, no está en discusión. Pero, lo que acaban de proponerle a la sociedad, explicando, que la nueva forma de medición es importada «for USA», para retraer las criticas de la oposición, tan atada a las políticas carnales con el norte, es el colmo del caradurismo.
 
En realidad la nueva medición es de la escuelita de Lita, la que desde hace años y sin importar que gobierno la alimentara, viene sugiriéndonos a los argentinos que «corramos detrás de las ofertas». Un estimulo, estúpido y encubridor, más en un país que se especializa en hiperinflaciones.
 
¿Inflación de ofertas o de demandas?

Los precios de los cortes más populares al consumidor volvieron a mostrar subas diarias en las carnicerías desde el inicio de la semana que va terminando; las subas, que rondan el 20 por ciento en lo que va de este año, han alejado a muchos de los mostradores, lo que permite incrementar los saldos exportables.
 
Los supermercadistas anuncian un crecimiento en sus ganancias, producto de una inescrupulosa remarcación que representó un aumento del 36,7 por ciento con respecto a igual mes del año anterior. Recordemos que de estos 3.009,3 millones de pesos declarados, el 21% va en forma de impuesto (IVA) a las arcas del estado; 632 millones de pesos, de los que, el kirchnerismo hará uso discrecional.
 
El gobierno, con su nuevo índice para mentir los precios, intenta establecer la teoría de la «sustitución»; esta teoría explica que cuando los consumidores se dan de frente con productos que se han encarecido sustancialmente, los sustituyen por otros más baratos.
 
Visto en la práctica, se trata de una avivada más a las que nos tiene acostumbrados el poder. ¿Con qué sustituye la carne una familia de trabajadores?, no tiene mayor importancia: «los fideos están baratos; que coman fideos o polenta, pero que no nos jodan el índice» declara Moreno, imperturbable.
 
Este tipo de sustituciones pueden transformarse en inacabables: sustituir el boleto del colectivo aumentado, por la sana caminata matinal. El medicamento inalcanzable, por el consejo de una curandera. El seguro del auto, el alquiler de la vivienda, las expensas, la vestimenta, etc. La «sustitución gubernamental» no es otra cosa que la reglamentación estadística de la pobreza.
 
El gobierno se dispone a monitorear, claro que sin monitores, ya que no sacará más los encuestadores a la calle, a los precios por su oferta y no por su demanda, abriendo de esta manera una enorme brecha entre la realidad y la ficción del IPC.
 
Yo transfiero, tu transfieres, él transfiere

Escuchamos hablar con frecuencia de la transferencia de ingresos. Como se traduce esto desde el punto de vista del bolsillo del trabajador. En principio, los últimos acuerdos paritarios que vienen firmando los distintos gremios rondaron el 20 de incremento, esto intenta cubrir las expectativas inflacionarias por todo el 2008, cuando no se han cubierto las del 2007.
 
En 2007, los gremios habían firmado acuerdos cercanos a un 17 %, más algún adicional que las empresas se vieron en la obligación de acordar hacia fin de año con sus trabajadores en medio de una puja que hizo sonar todas las alarmas del gobierno recién ascendido.
 
Los economistas burgueses señalan que la inflación 2007 fue cercana al 24 por ciento. Pero, para el trabajador que tiene la mayor parte de su salario ajustado a gastos en alimentos y vestido, a este calculo interesado, por lo menos se le cayó una sota.
 
La inflación en 2007, superó con creces el 30 por ciento (sobre todo en productos de primera necesidad) que son aquellos hacia donde los trabajadores destinan los mayores porcentajes de sus salarios, un 70% aproximadamente. Es decir, que lo últimos acuerdos paritarios, firmados en este año, de la mano de los Hugos (Moyano y Yasky) han logrado en extraordinario merito de transferir entre un 7 y un 10 % del poder adquisitivo de los trabajadores a empresarios y el estado.
 
Menos los trabajadores, todos ganan con los aumentos de precios: el gobierno matrimonial sigue haciendo caja con el dinero que se recauda del IVA (el más regresivo de todos los impuestos); los supermercadistas con su inescrupulosa remarcación. Los empresarios con la baja del costo obrero en la producción.
 
Es la suba en los precios de los productos vendidos, el principal fenómeno que explica la acumulación de ganancias, no que el expendio de una mayor cantidad de productos. Y esto porque cada vez se necesita más dinero para comprar las mismas cantidades.
 
La nueva medición tendrá en cuenta las siguientes variables:
 
  • Descartará los bienes que aumenten más del 15%.
  • En cuanto a la medicina prepaga, tomará en cuenta únicamente los copagos regulados por el Gobierno, dejando de lado la opción por otras prestaciones.
  • Reducirá la canasta de consumos computada por el INDEC. Los productos que se tendrán en cuenta en las mediciones son aquellos que surgen de los acuerdos con el gobierno. Y que nadie controlará que se cumplan, ya que se suspende el actual relevamiento de los encuestadores.
  • Los acuerdos con supermercadistas tienen para el gobierno una importancia estratégica, en relación al pequeño comercio y esto por 2 razones: 1) porque la emisión de tickes en los supermercados blanquea con mayor facilidad el proceso recaudatorio del IVA. Y 2) porque los acuerdos con las grandes cadenas, establecen que estas envíen información de precios al INDEC, con lo cual el gobierno espera tenerlas como aliadas.
  • Desaparece el turismo como elemento de medición y el mismo criterio, se utilizará también, para con educación privada, que saldrá de la canasta del costo vida, junto a algunas verduras que tiendan a comportarse tan antioficialistas, como el tomate o el morrón en la primavera de 2007.
De última, si todo esto falla y la inflación persevera, el kirchnerismo tiene un plan B. Le pone un numero del 0,4% y listo.