Hay varias cosas acerca del movimiento de los Maestros en Oaxaca y de la APPO que quisiera resaltar. A mi manera de ver esto es mucho más que un conflicto laboral, se trata de un verdadero movimiento social de carácter popular que tiene su origen en la pobreza de la mayoría de la población, en […]
Hay varias cosas acerca del movimiento de los Maestros en Oaxaca y de la APPO que quisiera resaltar. A mi manera de ver esto es mucho más que un conflicto laboral, se trata de un verdadero movimiento social de carácter popular que tiene su origen en la pobreza de la mayoría de la población, en la marginación y exclusión social, en el océano de desigualdad de que vivimos, y principalmente, en una sociedad profundamente clasista que considera que quienes tienen dinero y poder lo merecen, ya sea «porque se trata de bendiciones de Dios», «porque los indígenas están condenados a un destino miserable por su propia condición de nacimiento», o simplemente «porque quienes son pobres, marginados y excluidos merecen ese destino porque son flojos, desobligados, borrachos, etc.». Lamentablemente en nuestro país, la mayor parte de los grupos sociales privilegiados piensan así y ese es su único argumento para perpetuarse en el poder, cometer fraudes electorales, saquear las arcas del país, entregar las riquezas naturales y energéticas de la nación a poderosas corporaciones multinacionales, etc.
En México, la minoría que gobierna puede reclamar con justa razón ser heredera del pensamiento conservador que trajo a Maximiliano, «un príncipe europeo de sangre azul» a gobernar y a controlar «a una bola de indios rebeldes» que se sentían con todos los derechos que las entonces recientes y «profanas» Leyes de Reforma les habían otorgado «en contra del derecho canónico más elemental» y que «habían saqueado y robado» todo el patrimonio de la Iglesia que fortalecía «el establecimiento del Reino de Dios en el Nuevo Continente». No por nada recientemente Vicente Fox quiso «enmendar el gran error histórico que había cometido Juárez al promulgar las Leyes de Reforma y decretar la nacionalización del enorme patrimonio eclesiástico», por lo que ha devuelto al clero una gran cantidad de edificios federales, como el Palacio del Arzobispado o el Claustro de Sor Juana, ambos en el centro histórico de la ciudad de México. La misma minoría gobernante también reclama ser heredera de «los valientes soldados de Dios que lucharon en nombre de Cristo Rey en contra de las satánicas leyes emanadas de la Constitución de 1917 y que fortalecían el Estado Laico y le quitaban a la Iglesia el sagrado derecho de encausar por el camino del bien, la verdad y la justicia divina, las conciencias de los niños y jóvenes en las escuelas religiosas». No por nada, Vicente Fox como Jefe del Estado Mexicano se sometió a la autoridad del Jefe del Estado Vaticano, la misma semana en que 27 de esos «mártires de Cristo Rey» fueron «santificados y elevados a los altares para su adoración eterna».
Una gran diferencia entre el Yunque de antes, el de la época del PRI, y el Yunque de ahora, es que el Yunque hasta finales del siglo XX era una organización ultrasecreta, por lo que la mayor parte de sus actividades, incluyendo sus asesinatos, permanecían en la clandestinidad. El Yunque de principios del siglo XXI ha dejado de ser una organización secreta y clandestina que no solo ha ocupado posiciones de poder, sino que ha secuestrado totalmente el gobierno. Ésta es la razón principal que subyace al conflicto de Oaxaca, y por lo que se torna un asunto de gran importancia para el futuro del país. Por un lado se tiene un gobierno de ultraderecha, fanático más allá de cualquier extremo imaginado, y que piensa que «tiene el derecho divino» de gobernar y hacer lo que quiera con el país, sin importar los medios para conseguir tales fines. Por el otro se tiene una mayoría de la población cansada y hartada de esta forma de gobierno, que la ha oprimido por siempre.
La Revolución de 1910 más que un cambio radical en la forma de gobierno, se tradujo en la substitución de un gobierno centralista de hacendados, por un gobierno con una visión más federalista de burgueses que provenían del norte del país, pero las relaciones de dominación y de explotación siguieron sin cambio. En otras palabras, el destino miserable de un indígena chamula, o de uno mixteca o zapoteca, seri o yaqui, no cambió con la Revolución, incluso la discriminación y la explotación se acentuaron. Algo similar ocurrió con el gobierno de Fox. No se trató «del gobierno del cambio», idea que falsamente nos vendieron, sino de un gobierno de continuidad y seguimiento, que profundizó la aplicación de las mismas políticas económicas de los últimos 25 años y que tanto han empobrecido al país, y que solamente han beneficiado a unos cuantos privilegiados cercanos al poder. En México tenemos casi 60 millones de pobres, 25 de ellos en miseria extrema. Una cifra que pone de manifiesto la gran desigualdad que impera en el país es que la fortuna de Carlos Slim de más de 25 mil millones de dólares (cifra del número especializado de la Revista Fortune de este año) supera la riqueza conjunta de esos 25 millones de mexicanos. Es un insulto para cada uno de nosotros como personas y para toda nuestra sociedad que en nuestro país una sola persona tenga más riqueza que 25 millones juntos.
De aquí resulta evidente una conclusión. El problema de la criminalidad en México jamás se podrá resolver con leyes más severas, incluso con la aplicación de la pena de muerte como pretende Calderón. Tampoco se resuelve con más policías o con que patrullas militares resguarden las calles. Es más, si hoy se pudiera encarcelar a todos los criminales del país (bueno, habría que empezar por los banqueros, la familia Fox, Felipe Calderón, etc.), al persistir esta gran desigualdad en muy pocos días tendríamos nuevos criminales en las calles. En otras palabras, el origen de las altas tasas de criminalidad en el país radica en que tenemos unos cuantos ciudadanos que lo tienen todo (el 10% de la población que casi tiene el 90% de la riqueza) y una mayoría que no tiene nada. Hay un gran incentivo a delinquir, a robar a secuestrar, sobretodo porque quienes no tienen nada no encuentran oportunidades ni de estudiar y prepararse mejor (Calderón pretende profundizar la política educativa de privatizar la educación pública, a manera de que sólo pueda estudiar quien pueda pagar por ello. Una forma de verlo es la reducción presupuestal permanente a las universidades públicas, por lo que año con año aumenta el número de rechazados, que tienen cuatro opciones: inscribirse en una universidad privada cuya calidad es variable según lo que pueda pagar, buscar trabajo que seguramente no encontrará, y si lo encuentra será desplazando a alguien «viejo» de más de 35 años, emigrar a Estados Unidos, poniendo en riesgo su vida -más de 30,000 muertes en este sexenio en intentos fallidos de cruzar la frontera-, o delinquir). Tampoco hay oportunidades de buenos empleos, por lo que muchos encuentran que es más fácil o menos arriesgado delinquir, y si les resulta cómodo, permanecen en la esfera criminal.
Volviendo al conflicto de Oaxaca. Resulta un grave problema para el país porque las condiciones que lo generaron no se restringen a Oaxaca, y el ejemplo dado por la valiente lucha del pueblo oaxaqueño contra la cruel represión gubernamental puede extenderse por varios Estados más. Para quienes sostienen que a muchos ciudadanos les resultan molestas las barricadas, el secuestro y quema de camiones, el cierre de calles, el daño a los comercios, etc., merece resaltarse que en un país como México está fue la única forma de hacerse oír. Incluso, ni esta. Para los medios de comunicación cercanos al poder, en especial Televisa y TV Azteca, se trató «de un conflicto menor, restringido a un solo Estado de un país donde impera la paz pública», por lo que muy pocos ciudadanos de otros Estados pudieron enterarse del casi medio centenar de asesinatos cometidos por el gorila (como siempre, que me perdonen los gorilas por esta comparación tan despectiva e insultante para ellos) de Ulises Ruiz, del más de centenar de detenidos y otro tanto que han sido desaparecidos que o bien se encuentran muertos o han sido llevados a cárceles clandestinas. No por nada, este movimiento ha despertado una gran simpatía fuera de México. Ningún organismo social de prestigio a nivel internacional, ni siquiera un solo país, incluso Estados Unidos, ha lanzado un llamado de apoyo y respaldo del gobierno de México para acabar con este movimiento. En cambio, más de 100 ONGs de todo el mundo han repudiado la criminal represión militar del gobierno de México. Se trata de una represión más feroz que la de 1968, porque no es solo contra estudiantes y la autonomía universitaria. Es eso y más. Como resulta evidente, se trata de la lucha de un pueblo armado con palos, piedras y bombas caseras hechas con gasolina y botellas de refresco, contra un ejército armado con tanques, metralletas y cualquier cantidad de armas largas. Por ello califico de valiente la lucha y resistencia del pueblo oaxaqueño, cuyos muertos no le importaron prácticamente a nadie, y tuvo que morir un ciudadano estadunidense, asesinado también por Ulises Ruiz, para que el gobierno federal decidiera quedar bien con el gobierno de Estados Unidos antes que preocuparse por las decenas de mexicanos asesinados por un gobernante excesivamente represor.
Aunque las condiciones que originaron el conflicto no desaparecerían con la renuncia de Ulises Ruiz, el que hubiera (o lo hubieran) renunciado a tiempo pudo haber evitado esta masacre y que el conflicto se extendiera a otros Estados. En mi opinión, la torpeza con la que el gobierno federal manejo este asunto hace que ahora ni la renuncia de Ulises Ruiz evite que este conflicto se extienda. Es algo similar a lo acontecido con las demandas laborales de los maestros, ahora aunque se satisfagan en exceso, ello no elimina que otros grupos sociales se hayan adherido al movimiento y que éste se haya extendido.
Con todo esto quiero decir que el conflicto va mucho más allá de las pérdidas que hayan tenido los hoteles y comercios de Oaxaca, se trata de una verdadera descomposición social que no es exclusiva de Oaxaca. Hace pocos días, el gobierno estatal hizo una marcha para «darle la bienvenida a la PFP», a la que no acudieron ni cien personas. Las televisoras nacionales no se cansaron de repetir entrevistas de comerciantes y gente adinerada que se congratulaba con la llegada de la policía militar, pero ¿quién se preocupa por las causas que subyacen al conflicto, por la miseria de millones de oaxaqueños, de mexicanos, por la falta de oportunidades, por la enorme desigualdad en que vivimos?. Obviamente estos no son problemas que le interesen a las televisoras y casi a ningún medio nacional. Mucha gente reclama «las molestias que le ocasionó la APPO y el perjuicio económico que el movimiento le causó a la ciudad». Pero se trata de la minoría de la población que pierde ingresos con esta situación, pero la gran mayoría oprimida en verdad no tiene nada que perder si la economía de la ciudad queda destrozada, ya que hasta antes del movimiento solo tenían dos opciones o morirse de hambre en México, o emigrar a Oaxacalifornia, Nueva York, Chicago, etc., en busca de mejores oportunidades, siempre y cuando pudieran pagar los más de $40 mil pesos que les cuesta el viaje (incluyendo pasajes, cuota del pollero, comida de casi dos semanas, etc.) y pudieran sobrevivir al desierto, a la patrulla fronteriza (que por acuerdo del Presidente Fox tiene autorización disparar balas de goma con gas pimienta contra los migrantes mexicanos), al Río Bravo, etc.
En medio del conflicto de Oaxaca se encuentran cacicazgos de siglos donde los gobernadores son títeres al servicio de los caciques, o peor aun son caciques mismos. Tal vez la única excepción reciente sea el gobierno de Heladio Ramírez. Sin embargo, los últimos tres gobernadores de Oaxaca cada uno ha sido peor que el otro, más servil, más represor y más corrupto. Si alguien pensaba que no podía haber algo peor que el gobierno del hoy panista y fiel lacayo de Calderón Diódoro Carrasco, se encontró con el infame gobierno de José Murad Casab. Si algún oaxaqueño pensaba que no podía encontrarse con algo peor que eso, enfrenta ahora al gobierno de Ulises Ruiz. Y para empeorar el asunto, el pueblo oaxaqueño no enfrenta sólo a Ulises Ruiz, sino todo el aparato gubernamental del Prian. Como sabemos, en septiembre pasado en Nayarit, la Conago le advirtió claramente a Vicente Fox y al Presidente Espurio que «si cae Ulises el siguiente en caer será Calderón». Con lo que ahora tenemos que el PRI, quien fue repudiado totalmente por los ciudadanos en las elecciones presidenciales del 2000 y del 2006 (8 de cada 10 votantes lo rechazaron en las recientes elecciones presidenciales), que tiene serios conflictos y divisiones internas, es el que impone las condiciones de gobernabilidad del país. Calderón será presidente sólo si el PRI quiere, también si el PRI quiere y se alía al PRD Calderón puede ser sometido a juicio político con lo que cobraría vigencia el escenario del itinerato. Igualmente, la profundización de las políticas neoliberales pretendida por Calderón sólo será posible con el apoyo del PRI en ambas Cámaras. Qué tristeza y tragedia para el país que debido a la Partidocracia que nos gobierna, el futuro de México haya sido secuestrado por esta manada de políticos corruptos.
Otra pregunta ¿por qué muchos medios en México criticaron el cierre de calles y la quema de autobuses y automóviles que hizo la APPO en Oaxaca, y lo magnificaron como un acto criminal, pero contradictoriamente simpatizaron hace menos de un año con los jóvenes franceses que hicieron lo mismo en París cuando protestaron contra el Contrato del Primer Empleo?. Desafortunadamente, tanto en México como en Francia son muy pocas las formas de tener presencia y notoriedad nacional, de hacerse oir, y ésta es una de ellas.
Fox no sólo nos deja un país excesivamente endeudado, con un grave riesgo de quiebra de las finanzas públicas (el monto de la deuda interna es seis veces mayor al del año 2000). En un país acostumbrado a crisis sexenales (tal vez ahora no la vemos porque más que esperar un colapso de las finanzas públicas, lo que se tiene es que las finanzas públicas ya están colapsadas), lo novedoso ahora es una gran crisis social. Éste es el gran legado del gobierno de Fox. Y en un gobierno de continuidad con los régimenes anteriores, no sólo se tuvo continuidad en las políticas económicas, sino también en las prácticas políticas. La enorme corrupción de la familia presidencial es un ejemplo de ello, el fraude electoral es otro. En el caso de Oaxaca está continuidad se dio con el papel del Presidente Espurio en este conflicto. Evidentemente, la decisión de enviar a la PFP a Oaxaca se tomó en acuerdo con la embajada de Estados Unidos, pero principalmente fue una decisión que tomó Calderón y no Fox. El mismo Presidente Fox declaró desde hace más de dos meses que «ya se bajó la cortina», es decir, que ninguna decisión importante sería tomada por su gobierno, y si alguna habría que tomar sería por el Presidente Espurio. Ésta es una práctica común en México, que caracterizó a los 70 años de gobiernos priistas y que no ha cambiado con los panistas y el Yunque en el poder. Un Presidente en México tiene un mandato de seis años, pero su sexenio no abarca del 1 de diciembre del año en que toma posesión al 30 de noviembre seis años después. Los seis años de su mandato abarcaban, en la época del PRI, desde su destape hasta que él mismo destapaba al Presidente que lo sucedería. Ahora los seis años de Calderón abarcan desde que siete personas corruptas lo eligieron como Presidente Espurio de México y hasta que el nuevo Tribunal Electoral a modo que ya eligió el Senado declare al próximo Presidente Electo dentro de seis años. Al fin se tienen instituciones a modo para ello, como el IFE y el TEPJF, y un plan de gobierno transexenal hasta el 2030.
De aquí resulta evidente que el fraude electoral contribuyó al hartazgo de la población. En países como México democracia es sinónimo de sobrevivencia.