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Oaxaca sigue en movimiento y resistencia

Fuentes: Resumen Latinoamericano

Hablan los maestros y las maestras en el Zocalo de la ciudad de Oaxaca. Están debajo de carpas que van de una vereda a la otra, confundidas entre las casas coloniales, algunos turistas que observan, los vendedores ambulantes y delegados sindicales que informan las novedades. De fondo hay cerros, el mercado central y una historia […]

Hablan los maestros y las maestras en el Zocalo de la ciudad de Oaxaca. Están debajo de carpas que van de una vereda a la otra, confundidas entre las casas coloniales, algunos turistas que observan, los vendedores ambulantes y delegados sindicales que informan las novedades. De fondo hay cerros, el mercado central y una historia donde resistencia y represión se enfrentaron.

Para algunos, Oaxaca puede perder cierto encanto con la protesta encabezada desde hace semanas por la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Para muchos otros, la medida de fuerza es la continuación de una lucha que tuvo sus momentos más álgidos y criticos en junio de 2006, cuando el gobernador Ulises Ruiz Ortíz ordenó una fuerte represión contra los maestros oaxaqueños que dejó como saldo varios muertos y presos políticos.

Situación paradigmática la de Oaxaca: donde se asienta una de las organizaciones sindicales más combativas de México, todavía el Partido de la Revolución Institucional (PRI) no puede ser vencido en las elecciones, razón por la cual mantiene vigentes sus métodos de corrupción política. Esto sucede aunque las denuncias contra el gobernador sean constantes y probadas en reiteradas oportunidades.

En la plaza central de el Zócalo, mientras el acampe continúa, se pueden ver documentales sobre el accionar de la policía mexicana contra el pueblo. En una de las películas, un niño avanza por una calle mientras los uniformados reprimen. Las palabras del pequeño en ese momento son claras: «los policías no nos van a cagar más».

Mientras los maestros y las maestras encabezan una nueva protesta, el estado de Oaxaca atravieza una profunda militarización y situaciones críticas como los casos de feminicidio que se acrecientan a diario.

Por eso, el acampe no se resume a un reclamo sindical o de aumento salarial, sino que las banderas colgadas a lo largo de varias cuadras reclaman la libertad de los presos políticos y rechazan la represión y militarización en el municipio de San Juan Copala producida días atrás.

Y si se camina por Oaxaca también se escucha lo que dicen la paredes, escritas por hombres y mujeres que no olvidan a sus muertos. Nadie duda en expresar su dolor con una sola palabra que describe a Ulises Ruiz: asesino es el nombre propio del «mal gobernador».

Pero si la situación de Oaxaca, y de México en general, puede paralizar por la violencia estatal, las políticas neoliberales del presidente Felipe Calderón y el silencio mediático frente a la crisis, también es verdad que las plazas del país están en movimiento, sea en la capital con los trabajadores eléctricos o en tierras del sur, donde los más de setenta mil maestros de la sección 22 del SNTE siempre se encuentran alerta exigiendo lo que les corresponde a ellos y a los que ya no están.