De un extremo a otro de la geografía mexicana se desplaza Felipe Calderón para inaugurar obras que entrarán en funcionamiento en una o tres semanas, incluso hasta después de que recupere «la bendita condición de ciudadano», al entregar la banda presidencial a Enrique Peña. Lo que es evidente no se cumplió, a tono con la […]
De un extremo a otro de la geografía mexicana se desplaza Felipe Calderón para inaugurar obras que entrarán en funcionamiento en una o tres semanas, incluso hasta después de que recupere «la bendita condición de ciudadano», al entregar la banda presidencial a Enrique Peña.
Lo que es evidente no se cumplió, a tono con la información de Reforma, son los costos de obras como la gigantesca presa e hidroeléctrica La Yesca, en Nayarit, proyectada para una erogación de 800 millones de dólares y terminó su construcción con un gasto de mil 42 millones de dólares.
El de 2006-2012 es un gobierno que a tres semanas de concluir destaca por proyectar un costo y terminar las obras con otro muy superior, lo ejemplifica la Estela de Luz, convertida por la voz popular en estela de la corrupción, sin que se produzcan consecuencias administrativas y mucho menos penales por parte de un gobierno que arrancó y concluye con la promesa de ser «de leyes» y hasta de edificar «un estado de derecho», y fue el que más lo atropelló.
Es suficiente con revisar los juicios de ponentes ajenos al grupo gobernante, como el embajador suizo Rudolf Knoblauch quien habló en el Encuentro Internacional de Defensorías de la «grave ausencia del Estado» mexicano como causa de la indefensión en que ingresan a México los migrantes centroamericanos y son extorsionados por agentes del Instituto Nacional de Migración y también por los polleros, y finalmente secuestrados y hasta asesinados por sicarios del crimen organizado, con la colaboración de agentes del INM y la anuencia de sus corruptos jefes en la podrida institución que dirigió la hoy secretaria general del Partido Acción Nacional como premio a su incompetencia criminal, mostrada en los hallazgos de fosas como las de San Fernando, Tamaulipas.
Lo dice con mayor claridad Alejandro Solalinde a la reportera Sanjuana Martínez: «A Felipe Calderón no le importan los vivos ni los muertos». Y calcula en 10 mil los migrantes desaparecidos en México, pero subraya que para otras organizaciones que se ocupan del tema son 70 mil los asesinados o desaparecidos en el sexenio de la persecución militar y policiaca a la producción, tráfico y venta de drogas ilícitas, cuando los ciudadanos de tres estados de la Unión Americana valoraron ayer la pertinencia o no de la legalización plena de la mariguana. La persecución mexicana sólo es explicable si se toma en cuenta la falta de legitimidad del general de cinco estrellas, su condición de subordinado a la estrategia antinarcóticos de la Casa Blanca para América Latina y sus dogmas religiosos.
Para el director del albergue Hermanos en el Camino «Todo el norte del país es un cementerio lleno de fosas clandestinas en la ruta de estados gobernados por el PRI, donde han muerto la mayoría de migrantes». Augura que el gobierno de Peña Nieto «menos va a invertir en la cuestión forense ni en la localización de miles de personas». Formula una pregunta que responde sin rodeos: «¿Le van a descubrir a Fidel Herrera todos los muertos en su periodo o ahora a Javier Duarte, Egidio Torre, Rodrigo Medina, los Moreira… y a los demás gobernadores?… No, no lo van a hacer, lo van a tapar, lo van a seguir tapando» (Forum en Línea 253).
Además, el michoacano de Morelia está atareado en inaugurar tramos carreteros modernizados o construidos hasta sumar 23 mil kilómetros, con discursos cortos y múltiples referencias al fin de su sexenio, los enormes privilegios de que goza y la nostalgia anticipada porque carecerá de ellos, pero 50 elementos del Estado Mayor Presidencial se ocuparán de él y su familia por el resto de sus días e igualmente gozará de una espléndida pensión.
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