«La política es la verdad.La política es el conocimiento del país, la previsión de los conflictos lamentables o acomodos ineludibles entre sus factores diversos u opuestos, y el deber de allegar las fuerzas necesarias cuando la imposibilidad patente del acomodo provoque y justifique el conflicto.»José Martí.(28 de enero de 1893.- «Ciegos y desleales»). «Hay en nosotros […]
«La política es la verdad.
La política es el conocimiento del país, la previsión de los conflictos lamentables o acomodos ineludibles entre sus factores diversos u opuestos, y el deber de allegar las fuerzas necesarias cuando la imposibilidad patente del acomodo provoque y justifique el conflicto.»
José Martí.
(28 de enero de 1893.- «Ciegos y desleales»).
«Hay en nosotros una cosa que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos».
José Saramago.
«Ensayo sobre la ceguera»
El gobierno y la oposición no practican la verdad en la política, una dura realidad que hay que admitir, pero… deben cambiar, como cambian los tiempos. El cambio es necesario para abandonar la ceguera.
El Gobierno y la oposición de manera deliberada e intencional, establecen condiciones límites para derretir el débil tejido nacional. En esta lógica de la confrontación no interesa cuales son los reales intereses del pueblo y de Bolivia como Estado- nación.
Vivir y/o convivir, en y con las diferencias, es difícil, y en Bolivia, en el plano político-social es una opción no buscada, ni incentivada, por la capacidad psicosociológica de las fuerzas políticas y no políticas. De este modo no se permite articular una identidad nacional.
En los últimos años, la incesante búsqueda ha sido el desencuentro nacional. Bajo la lógica del desencuentro, el resultado es un país fragmentado y con graves exclusiones étnicas.
¿Tiene nuestro país un proyecto nacional? No; pese a disponer de los recursos humanos y naturales para estructurar y ejecutar un proyecto nacional, que pueda manejar mejor su capacidad interna e internacional como Estado. Hasta el presente, no hemos podido lograr este objetivo vital, por lo tanto, este objetivo constituye una asignatura pendiente que desafía al imaginario colectivo y en particular al de las clases dirigentes
La ceguera social y la ceguera política
José Saramago en su libro «Ensayo sobre la ceguera» nos reflexiona sobre lo que constituyen las acciones que impiden la convivencia civilizada por la intolerancia, la falta de amor y solidaridad.
En su novela, relata el drama que surge cuando la ceguera se convierte en una epidemia, por lo cual el gobierno decide aislar a los ciegos, bajo estricto control militar. El oculista que atendió al primer ciego queda también ciego, todos quedaban ciegos sin que medie ninguna causa fisiológica o antecedentes genéticos. Saramago, describe con precisión la convivencia miserable de los ciegos que fueron recluidos en una casa. Sólo la mujer del oculista, que simula estar ciega, observa la crueldad de la exclusión a los ciegos.
El libro narra que la ceguera que secuestraba, se cae, y los ciegos comienzan a recuperar la visión y retornan a sus hogares. La reflexión del libro se sintetiza en la parte final que dice:» Por qué nos hemos quedado ciegos. No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón. Quieres que te diga lo que estoy pensando. Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven»
En nuestro país, la polisemia del relato de Saramago, se asemeja a la práctica política. Los momentos actuales son resultados de un pasado que provoca cada nuevo gobierno; una ceguera temporal. Esta ceguera política y social, alienta un enfrentamiento frustrante para todos y cada uno de los bolivianos. Esta práctica de insistir en la ceguera, es decir de no atender la realidad, establece un laberinto de tortuosas intenciones. El caso de Sánchez de Lozada, con la capitalización. Del MIR, con la habilitación de Paz Zamora, para volver a candidatear, hizo perder la brújula política, para zambullirse en las turbias aguas del divisionismo partidario y la desviación ideológica. El actual proceso de cambio (Revolución en democracia), se encamina hacia la ceguera política y social, de este modo gobierno y oposición están ciegos… «Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven»
¿Vampirismo petrolero?
Aparte del desencuentro étnico, como resultado del colonialismo interno y externo, las propuestas políticas nunca siguen el camino del diseño original. Por un lado, va la búsqueda del voto y por otro, como sabotear ese voto, aún sin haberlo obtenido.
Logrado el triunfo, la tarea vuelve a lo efímero, a olvidar el porqué se luchó, el porqué se desplazó al otro gobierno; se olvida en síntesis la razón del Cambio. Se regresa dianéticamente al rentismo, al vampirismo petrolero (Jesús Silva Herzog). Los vampiros son las transnacionales que se apoderan de nuestro recurso hidrocarburífero y también aparecen los vampiros nacionales en YPFB.
El actual panorama de gestión en materia hidrocarburífera, nos lleva a formularnos estas preguntas ¿tenemos confianza en el futuro? Creo que no. ¿Por qué? Porque la mística y la legitimidad, no pueden desarrollarse en un clima de desconfianza y de permanente manoseo. El daño causado en YPFB afecta la autoestima nacional. El sector Hidrocarburo (Ministerio y niveles superiores) y la empresa (YPFB) que debían recuperar objetiva y subjetivamente el patrimonio y la dignidad nacional, sólo han frustrado y desmoralizado al pueblo.
Luego de una serie inenterrumpida de errores y horrores, se quiere que el ratón cuide el queso, colocando como flamante Presidente de YPFB a Carlos Villegas, ex ministro de hidrocarburos.
Los daños económicos al pueblo boliviano (Estado Nacional) son difíciles de cuantificar, no sólo por el dinero entregado sin ninguna garantía, y que se estima en 35 millones de dólares. El asunto va más allá; el costo emocional y el desprestigio de la izquierda (¿Será de izquierda este gobierno?) que siempre manejó con responsabilidad los recursos naturales, y en el caso específico de los hidrocarburos, las dos nacionalizaciones anteriores: la Standard Oil Company en 1936 y la Gulf Oil Company en 1969, fueron exitosas.
La nacionalización de la Standard Oil dio nacimiento a YPFB, empresa que llegó a contribuir con cerca del 50% del PIB nacional. Permitió salir del marasmo que nos dejó la guerra del Chaco. Se pudo recrear el imaginario boliviano, se devolvió la confianza en que se puede salir de la frustración, de que existe capacidad en el hombre boliviano, en síntesis, se pudo salvar la patria.
En el caso de la Nacionalización de la Gulf Oil Company, luego del regreso de la falta de confianza en el hombre boliviano, con el Código Davenport (1956), eran imperativo recuperar el patrimonio nacional. José Ortiz Mercado, (en una entrevista cuando se recordó los 34 años de nacionalización de la Gulf) decía: «que bajo el Código Davenport, la Gulf pagaba el 11 por ciento por concepto de regalías, también debía tributar el 30 por ciento por utilidades, aporte que nunca se efectivizó pues la transnacional se descontaba las inversiones que realizaba. Además, se le fijó una tasa del 17 por ciento por factor de agotamiento que, a falta de una reglamentación, tampoco pagó. Hoy, las petroleras pagan el 18 por ciento por concepto de regalías, cuando antes de la emisión de la actual Ley de Hidrocarburos tributaban hasta un 50 por ciento.»
Mirko Orgaz, investigador y luchador por nuestros hidrocarburos, estima que» (…) con datos oficiales de ambos países, la planta separadora de líquidos le redituaría al país ingresos por aproximadamente 500 millones de dólares que hoy los aprovecha Brasil con posteriores efectos multiplicadores». Esta percepción, debe valer para sanear YPFB y se reconduzca el actual proceso de Nacionalización, dado que también existe una memoria histórica que no debe perderse en la obsecuencia política.
¿Cual es la sensación actual?
El país vive la sensación de que el momento presente es el peor de su historia. He meditado sobre esta sensación. Quizá ella obedece a lo que psicológicamente se expresa con la frase de que todo tiempo pasado fue mejor.
Ahora cabe preguntar ¿»El Cambio» está en mantener y/o potenciar estos desencuentros? Lo que esta ocurriendo, no es un tema de lucha de clases, quizás lo más grave, está en que se alienta los etnonacionalismos.
La historia es fértil en demostrar que cuando se establece un escenario de lealtades étnicas, frente a las lealtades ideológicas, y las lealtades nacionales (Estado nación) la balanza se inclina a las lealtades étnicas; los conflictos en la ex URSS, y los diferentes conflictos bélicos del siglo XX en Europa nos lo demuestra. Por esto y otros aspectos, hay que formular preguntas ¿Por qué las OGNs europeas alientan los temas étnicos? ¿No son suficientes las lecciones de la historia del corto y sangriento siglo XX? ¿Qué nuevas lecciones se pueden sacar?
¡Quizás debemos cambiar de óptica!, enfilarnos por el análisis en las nuevas formas de dominación (neocolonialismos), sobre el colonialismo abyecto establecer una new age neocolonial.
La situación de nuestro país es difícil, su tejido social es permanentemente saboteado. Las reglas del juego político nunca se definen con nitidez; la ansiedad política se refleja en la sustitución de las ideas por la confrontación desideologizada. La acción política no responde al concepto martiniano de que «Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras».
Gobierno vs. Estado
Comienzo con una pregunta ¿Por qué son recurrentes los temas de lo inconcluso en la construcción nacional de nuestro país? Para dar una respuesta creo acertado recurrir a Ernest Gellner, que en su libro «Naciones y nacionalismo» dice: «Si no hay estado, nadie, evidentemente, puede plantearse si sus fronteras concuerdan o no con los lindes de las naciones. Si no hay dirigentes, no habiendo estado, nadie puede plantearse si pertenecen o no a la misma nación que los dirigidos. Cuando no hay ni estado ni dirigentes, nadie puede sentirse frustrado por no satisfacer las necesidades del principio nacionalista»
También quiero introducir otro aspecto y es el relativo al relacionamiento que tenemos entre bolivianos, o dicho de otro modo, con el otro boliviano, lo cual se puede concretar en lo siguiente: la inmensa energía que emplea el boliviano para destruir al otro boliviano, es realmente uno de los aspectos negativo de mayor significación en la vida nacional, y uno de los escollos más dramáticos para su existencia y su futuro. Esta realidad asentada en el imaginario boliviano, nos lleva a menguar nuestra capacidad de generar capital social, que nos permita acometer las grandes tareas que demandan las transformaciones profundas que requiere nuestro país. Es una demostración de la debilidad del tejido social, que manifiesta un bajo nivel de confianza.
La historia nacional en todo momento nos presenta la debilidad conceptual de diferentes proyectos políticos. Esta debilidad se expresa en que se antepone la figura del líder a las necesidades del país. La consecuencia de esta conducta es que tenemos gobierno pero no Estado. La carencia de políticas de largo plazo, de políticas de Estado, se hace notar en distintos niveles; podemos anotar la carencia de una política en relación a la recuperación de nuestra soberanía marítima frente Chile. Es lamentable que no exista una política de Estado. Todos dicen que es prioridad del gobierno recuperar nuestra cualidad marítima, pero nadie habla que es una política de Estado. Esta inconsistencia se hace tangible con la conducta de cada nuevo gobernante que trae en «su bolsillo el mar», pero en lo concreto el mar está distante como el día que primicialmente realizó la oferta de traerlo en el bolsillo.
¿Cual es el resultado o el negocio como Estado Nacional? ¿Cual es la sensación de los bolivianos? Frustración. ¿Cual es el negocio de Chile? Obtener mayores recursos de agua del Silala. Aparecer frente a la presión internacional, que demanda solución a este tema, que atiende la demanda marítima de Bolivia. También se beneficia económicamente con tratados económicos. ¿Quién gana y quién pierde? No hay que hacer mucho esfuerzo, ni contratar consultorías, para saber que somos los bolivianos los perdedores. ¿Hay culpa de Chile? En parte sí, y en parte no. La mayor culpa es del mesianismo político de nuestros dirigentes, que carecen de seriedad para atender los negocios del pueblo y del Estado boliviano. Se antepone el «éxito» personal, al logro colectivo.
Esta lógica del iluminado, del mesías, no sólo es actual: es patrimonio político de las dirigencias, que a su turno han tenido que asumir la conducción del Estado nacional. Revisando la historia, Herbert Klein, anota que el Presidente Salamanca asumió una acción fanática de su carrera política como principal guerrista en la disputa del Chaco con el Paraguay: «Debemos pisar fuerte en el Chaco»; para señalar más adelante: «Es difícil encontrar una ideología consistente y un programa por los cuales haya creído Salamanca en toda su vida política. Al igual que todas las principales figuras políticas de su época, su estructura de referencia era el clásico liberalismo del siglo XIX, con un vigoroso sentido de gobierno limitado, aunque ésta fue primariamente una expresión usada por todos los políticos desde «fuera» del poder. Sin embargo, cuando llegó al gobierno, tuvo que violar cada uno de estos principios, y a menudo con una crueldad que ni aún sus predecesores habían empleado.»
Al retorno de la democracia lo que se quería era superar las situaciones anteriores y para esa superación era necesario cambiar la conducta política. Sin embargo, parece que esto no ha sido posible. Entre los diferentes actos que nos llevaron a una democracia frágil, está la carencia de procesos electorales transparentes que establecen dudas a la legitimidad y legalidad de los elegidos. Es fácil leer la historia nacional y observar que los padrones electorales han estado al servicio del gobernante de turno. El afán absolutista de quien tomaba el gobierno, era lograr su eternidad e inmortalidad política, por medio de procesos electorales llenos de vicios. Los padrones electorales truchos, demuestran el contubernio antiestético de los funcionarios de los órganos electorales con los órganos del poder ejecutivo y legislativo.
Otro de los dramas democráticos está en la carencia de políticas de fortalecimiento del Estado nacional, que afiancen su institucionalidad; el proceso de capitalización y privatización destruyó la frágil economía pública, dejando al Estado sin el excedente económico que requiere para atender las tareas del desarrollo económico y social.
La debilidad democrática se entendía por la falta de respeto y falta de cumplimiento de la oferta electoral y la ejecución de esa oferta. El respeto a la normativa constitucional, era otra de las fallas conceptuales y metodológicas en la praxis política. La ampliación del mandato y la permanencia en el poder, han caracterizado a todos los gobiernos con excepción del Dr. Hernán Siles Zuazo. ¿Por qué esta actitud? Creo que obedece a una lógica propia del hecho político y a la falla constitucional de no permitir la reelección por una sola vez. Cualquier solución de mayor tiempo, debilita el liderazgo político y establece una conducta negativa.
La sentencia de Ernest Gellner de que si no hay Estado, nadie, evidentemente, puede plantearse si sus fronteras concuerdan o no con los lindes de las naciones, es enteramente aplicable al caso boliviano. Esta ausencia de Estado, impacta con la carencia de dirigentes, porque sin Estado ni dirigentes resulta impracticable el principio nacionalista u otros. En nuestro país se observa esta situación, la cual obedece a la existencia de gobierno pero no de Estado, o muy poco Estado. Esta aseveración, lleva a recordar que precedentemente lo que anoté precedentemente: que el periodo democrático iniciado en 1982, al recurrir al Congreso de 1980, viola los conductos electorales normales, al no ser un gobierno surgido de la voluntad popular sino del contubernio de los dueños del poder. Con tales condiciones precarias, sólo podemos tener una democracia precaria.
En Bolivia, la ausencia de Estado es patética. En cambio la presencia del gobierno, aparece recurrente y con fuerza, a cada cambio de Presidente (gobierno). Toynbee, dice «No podemos razonar considerando lo que sucedería de haber sucedido lo que no sucedió», este concepto, hace entrar en corto circuito a los gobiernos que a su turno asumen dirigir el país. La memoria y el olvido juegan trágicos desenlaces al quehacer político.
En nuestro país, el gobierno aparece en escena con rapidez, pero su tentación es perpetuarse y detentar así un poder omnipresente, más allá de la legalidad y la legitimidad. La presencia de gobierno y la ausencia de Estado, aparece cuando la democracia no obedecer a las reglas de la alternancia por mandato constitucional. Se hacen todo tipo de maniobras, para violar las normas constitucionales. Es notoria la ausencia de políticas de Estado que mantengan el rumbo del Estado nación. Cada gobernante debe hacer cambios, más aun si el cambio es de tendencia política. Sin embargo, lo que sucede es que todo lo que trabajo el gobierno anterior, goza de la extraña cualidad de ser descartable. Así, en la incertidumbre, Bolivia inicia un nuevo gobierno desde cero, en una permanente refundación.
De manera extraña sucede que cada gobierno, viene para quedarse por toda la eternidad. La duración del gobierno es inversamente proporcional a las intenciones de quienes se ilusionan con su permanencia ad perpetuam. Cuando se instaló el neoliberalismo en 1985, el MNR decía que tenía para 50 años. La realidad dio al traste con sus intenciones. Tuvo que alternar el gobierno, y su proyecto estrella, la capitalización, estrelló al país. La nueva permanencia del MNR, sólo duro 10 años. El MIR, que en vez de crear institucionalidad, se aferró al gobierno, canceló su opción de ser el partido de la izquierda boliviana y se convirtió en socio-apéndice de un partido de derecha. El comodín político del neoliberalismo.
Los gobiernos se suceden, las políticas son más gubernamentales, que políticas de Estado. La ausencia de planificación demuestra que la coyuntura determina el modo de hacer política. Keynes dijo «(…) en el largo plazo, todos estamos muertos». Nuestra clase política asume a plenitud esta sentencia que es buena la economía. Confunde los términos. ¿Estaremos frente a un keynesianismo político? ¿Será que la praxis política boliviana es la muerte de la política?
Toda esta forma de gestionar la política, haciendo lo urgente (políticas de gobierno) y dejando lo importante (políticas de Estado) bajan la calidad de la democracia, al no favorecer el debate político. La sociedad civil pierde referencia. La democracia no puede existir sin reconocimiento de la oposición y la oposición no puede existir sin respetar al gobierno.
La subordinación de los poderes al poder ejecutivo (gobierno), es otra característica de la baja calidad democrática. La experiencia de la democracia pactada refleja la falta de transparencia y equilibrio de poderes.
La aplicación de la nueva Constitución se realiza por decretos. El régimen autonómico se esta trabajando por esa vía. ¿Será que se esta asumiendo que ha sido una metida de pata haber aceptado la figura autonómica y haber creado más figuras autonómicas que las que son posible gestionar?
A modo de conclusiones
Quizás sea necesario entrar de lleno, para decir que la formulación del error es la vocación de nuestras clases dirigentes. Pero hay que señalar que no obedece (espero) al desconocimiento, sino, a una voluntad obstruccionista, negativista; lo contrario sería algo mayor, un mayor drama, que se inscribiría es una vocación delincuencial.
Es común para nuestra clase política (gobierno y oposición) pensar que la incertidumbre confrontacional crea condiciones positivas para el cambio. Sin embargo, la incertidumbre confrontacional, como resultado de la experiencia, es lo contrario; en vez de crear comunidad con objetivos y valores compartidos crea más individualismo. Divide en vez de unir. Confrontar en vez de dialogar y concertar. Somos fácilmente manipulados para las políticas fascistas, que se caracterizan por hacer que un boliviano mire a otro boliviano como su enemigo.
Lo que venimos comentando se presenta como una moda muy peligrosa. La experiencia histórica demuestra que una espiral de odio, que se alimenta con el etnicismo, no es otra cosa que racismo. Se sabe como comienza pero no como termina. La experiencia es la fractura ó desaparición del Estado nacional.
Jorge Luís Borges hace notar lo débil que son las posiciones que tratan de establecer diferencias y de caracterizar a un pueblo como elegido; en el cuento «La noche de los dones» dice: «¿Ustedes nunca estuvieron en Lobos? Lo mismo da; no hay un pueblo de la provincia que no sea idéntico a los otros, hasta en lo de creerse distinto. Los mismos callejones de tierra, los mismos huecos, las mismas casas bajas, como para que un hombre a caballo cobre más importancia».
La espúrea gestión del proceso nacionalizador del 1 de mayo del 2006, pone en peligro el paradigma de la izquierda nacional: ser exitoso en la recuperación de los recursos naturales. La demostración práctica está en dos efectivas nacionalizaciones: la Standard Oil Company en 1936 y la Gulf Oil Company en 1969. Ambas, recuperaron y alentaron la construcción del Estado nación. Sólo los adversarios de Bolivia, pueden concebir que el proceso de recuperación de YPFB, sea fallido. El fracaso de YPFB, como entidad gestora de la nacionalización de los hidrocarburos, significa la derrota de Bolivia y los bolivianos. Se debe reconocer los actos de negligencia (modo inocente) de la gestión, así como investigar a fondo la corrupción, lo contrario es trabajar contra la Patria ( ¿Por qué nadie usa esta palabra?). Hay que acabar con el vampirismo en YPFB. Se debe hacer una revisión del Ministerio de Hidrocarburos, Superintendencia del sector e YPFB.
Es hora de revisar lo actuado, estamos frente al semáforo de Saramago (Ensayo sobre la ceguera): «El semáforo había cambiado de color, algunos transeúntes curiosos se acercaban al grupo, y los conductores, allá atrás, que no sabían lo que estaba ocurriendo, protestaban contra lo que creían un accidente de tráfico vulgar, un faro roto, un guardabarros abollado, nada que justificara tanta confusión. Llamen a la policía, gritaban, saquen eso de ahí. El ciego imploraba, Por favor, que alguien me lleve a casa.»
Es hora de acabar con la política de las lealtades étnicas. Bajo la tónica del revanchismo político, nos vamos a quedar ciegos, como señala Saramago. Cuando hayamos perdido nuestra Patria será tarde para los lamentos. Este proceso de cambio se hizo como demanda histórica incluyente. Las opciones políticas eran revanchistas. Por ello el atraso cultural, político, social, económico y tecnológico de Bolivia.