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Otro tiempo, otros pactos

Fuentes: Rebelión

En la memoria boliviana medianamente reciente los pactos políticos traen imágenes poco gratas. El accionar de aquellos partidos que se cuartearon lo público -tornándolo privado en varios casos -será lo que muchos recordarán como el tiempo de la democracia pactada. Otros son algo más precisos y le dicen partidocracia a eso que tuvimos desde 1985 […]

En la memoria boliviana medianamente reciente los pactos políticos traen imágenes poco gratas. El accionar de aquellos partidos que se cuartearon lo público -tornándolo privado en varios casos -será lo que muchos recordarán como el tiempo de la democracia pactada. Otros son algo más precisos y le dicen partidocracia a eso que tuvimos desde 1985 hasta el 2003. Ese fue el tiempo de operadores que pasaban por encima cualquier diferencia para entrar a la repartición. No confundamos ni un segundo eso con voluntad democrática, la voracidad partidocrática es una cosa muy distinta.

Hoy corren otros días, no quiero caer en exaltaciones a un nuevo tiempo pero es innegable que el escenario está modificado. No por claridad o desprendimiento de los partidócratas, todo lo contrario, muy a su pesar. Me parece necesario recordar aquellos años justo ahora que vuelan discrepancias tan peligrosas. A muy grandes rasgos ver como andaba el manoseo aquellos años y como viene la mano ahora:

Primero que nada el modo de participar en Bolivia no ha cambiado tan sustancialmente. Son justamente las lógicas de la política tradicional las que están tabeando un proceso que supo soñar con alterar la manera de decidir en el país. Segundo e importante, se pretende consagrar a los procedimientos partidocráticos como una visión acabada de democracia. Ahora claman por consensos cuando antes los consensos eran a cambio de ministerios o maletines. Lo trascendental de este punto es que aquí como sociedad estamos recién abriendo los ojos, consensos de/por las mayorías en lugar de consensos entre/para los representantes/miembros de una elite. Superar esa concepción excluyente es un camino que venimos andando pero todavía queda mucho. En tercer lugar es de lamentar como la impronta por sostener un sistema de privilegios -a título de demócratas, como en los viejos tiempos -viene alentando cualquier posible foco de confrontación. Y los intolerantes venimos a resultar nosotros, los que estamos con el cambio, eso ya es mucho cinismo. Obviamente no puede haber tolerancia, palabrita de mierda, con el entramado de desigualdades que padece el país. Cuarto e innecesario de explicar, vuelan discrepancias muy peligrosas en todo el país pero no vuelan con jet fuel venezolano.

Justo porque corren otros días corresponde agrandar la democracia, extender la política. Al revés también sirve, porque se ha agrandado la democracia es que corren y correrán otros días. Por eso empezamos hablando de cómo se daban los pactos, hay que replantearlos a la altura del cambio que buscamos. Algo hemos andado, ya se sabe, pero falta y lo peor es que aunque estemos por el cambio seguimos siendo presas de las lógicas que queremos abandonar. El pacto en democracia no necesariamente debe dejar de ser una negociación, lo que abandonamos es el carácter privativo de sus protagonistas y de sus beneficiarios. Extendemos la política innovando las formas de decidir y participar y eso inevitablemente pasa por la forma en la que arribamos a acuerdos.

Los retos que le quedan a nuestra democracia son varios. Justamente porque se han abierto el paso nuevos actores es que la agenda de pendientes está llena. Piensen en estas palabras que se vienen perfilando dentro de una futura constitución: descentralizado, autonómico y unitario. Un Estado democrático con esas características es el que se pone en tapete. Obviamente va a tener otros distintivos pero quiero detenerme en estos tres. Los peligros de esas atribuciones los estamos viviendo ahora mismo, prefectos egoístas, ínfulas autonomistas que buscan reestablecer el mando a viejos vividores de la partidocracia, intervenciones desatinadas del ejecutivo por desconocimiento de situación, etc. Si descentralizando alejas a la población de sus propios asuntos la democracia se debilita y si la descentralización se vuelve una argucia para poner en guerra poblaciones estamos peor que ayer. Ahora necesitamos reconciliación con pactos amplios para evitar esa clase de desastres. Ya vimos todos los daños que dejó la partidocracia y los pesares que estamos soportando en estos días por no lograr una actuación diferente a los días de la democracia pactada. Insisto, hace rato que venimos andando un proceso democrático distinto pero es ahora que necesitamos profundizarlo, ese es un acuerdo mayor. Un compromiso distinto a los tradicionales porque sabemos que necesitamos que el cambio sea.