El viernes pasado, un tribunal francés asestó un duro golpe a la biblioteca universal digital de Google con una sentencia que constituye el primer frenazo a los planes del gigante. Ayer, con esa condena en la mano, Hervé de la Martinière, presidente de uno de los principales grupos editoriales franceses, Martinière-Seuil, se presentó ante la […]
El viernes pasado, un tribunal francés asestó un duro golpe a la biblioteca universal digital de Google con una sentencia que constituye el primer frenazo a los planes del gigante. Ayer, con esa condena en la mano, Hervé de la Martinière, presidente de uno de los principales grupos editoriales franceses, Martinière-Seuil, se presentó ante la prensa. Nada de triunfalismo y sí una mano duramente tendida. Si Google se porta bien, nada le estará prohibido en Francia, fue en sustancia su mensaje.
De la Martinière fue el gran triunfador del proceso judicial ante el Tribunal de Gran Instancia de París y, desde esa posición, invitó a Google a «venir a la mesa de negociaciones» que tienen abierta los editores y las instituciones francesas, a propósito de las futuras plataformas de libros digitales, y de los proyectos de bibliotecas on-line.
La condena judicial por «falsificación de derechos de autor» obliga a Google a retirar ya unos 100.000 títulos franceses de su oferta on line, lo que supone «una gran victoria», contó De la Martinière. Pero, como hombre de negocios que es, dejó claro que la batalla de Google contra las letras francesas no es un cuento de hadas. No es la historia de un titán ultraliberal norteamericano llamado Google contra un indefenso bohemio parisino. Es más bien una batalla entre titanes de la industria cultural con dientes acerados, inicialmente en guerra por un mercado llamado libro digital.
De La Martinière aseguró que la sentencia es «una baza para la negociación», y que «Google podrá ser un difusor como cualquier otro», puesto que es un «motor de búsqueda formidable». No obstante, como cualquier actor cultural, deberá someterse a una única condición: «Va a tener que respetar las reglas».
El Edén de los libros
Ayer mismo, varios gigantes de la edición francesa como Gallimard y Flammarion además, claro está, de Martinière-Seuil lanzaron oficialmente su ya aunciada plataforma digital Eden. Estaba en funcionamiento desde marzo y cuenta con unos 3.000 libros digitalizados, que podrían llegar a 7.000 en 2010. «Si Google se instala como un difusor de obras digitalizadas, tendrá su hueco», explicó De La Martinière.
En Francia, se comercializan actualmente de forma generalizada dos modelos de libro digital, el Sony Reader y el Cybook Opus, que permiten descargar obras en varios formatos, procedentes de varias plataformas de venta. FNAC dispone ya de unos unos 36.000 títulos. El célebre Kindle, de Amazon, tiene mucho menos éxito. Al no disponer de acuerdos con los editores franceses, sólo oferta libros en inglés.
Google, mediante sus acuerdos con bibliotecas de todo el mundo, se permitió la libertad de digitalizar millones de libros sin pedir permiso a autores ni a editores. Públicamente, defendió su iniciativa izando la bandera de la «democratización del acceso a las obras».
El argumento puede aguantar, superficialmente, puesto que efectivamente Google Books Search sólo da acceso en muchos casos a porciones de las obras. No cometería ninguna falta sino que actuaría como los chavales que comparten filmes gratuitamente. El problema es que Google no es un desinteresado chaval detrás de una pantalla de ordenador, sino un gigante mundial que bien podría un día monopolizar el saber.
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