La Revolución Mexicana (1910-1917) fue el movimiento más radical en Latinoamérica antes del triunfo de Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio en Cuba (1959), surgió a causa del descontento popular contra la tiranía de Porfirio Díaz, dictador que detentó el poder con mano de hierro por más de tres decenios, pero cuando empezó […]
La Revolución Mexicana (1910-1917) fue el movimiento más radical en Latinoamérica antes del triunfo de Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio en Cuba (1959), surgió a causa del descontento popular contra la tiranía de Porfirio Díaz, dictador que detentó el poder con mano de hierro por más de tres decenios, pero cuando empezó la revolución, huyó a Inglaterra donde, al poco tiempo murió.
La importancia de la Revolución Mexicana radica en que por primera vez en la historia de México -como de toda Latinoamérica- los ejércitos campesinos desempeñaron un papel protagónico en el proceso de lucha por la libertad y soberanía de su nación, destacándose las figuras de los jefes campesinos Pancho Villa (comandante de la División del Norte) y Emiliano Zapata (líder de los agraristas).
En esta fecha recordaremos a José Doroteo Arango Arámbula, conocido ampliamente como «Francisco Villa» o «Pancho Villa», nació en Durango (Río Grande, México) el 5 de junio de 1878, hijo de campesinos. Tenía 12 años cuando falleció su padre, y tuvo que hacerse cargo de su familia consiguiendo trabajo en una hacienda como peón, pero en 1894 hirió de bala al hijo del patrón tras encontrarlo ultrajando a su hermana menor de edad, fugándose a las montañas donde se une a un destacamento de campesinos encabezados por Ignacio Parra, que se dedicaba a robar ganado y a asaltar a los terratenientes ricos. En 1895, la policía rural logra matar a su compañero de armas, llamado Francisco Villa, es así que Doroteo Arango, toma el nombre y apellido del campesino asesinado.
Al principio de la Revolución Mexicana Pancho Villa encabezó un destacamento de 30 a 40 peones sublevados contra el gobierno de Porfirio Díaz que actuaban en los montes al noreste de la ciudad de Chihuahua, que se autodenominó la División del Norte. Pancho Villa y sus seguidores se apoderaron de las tierras de los terratenientes y las distribuyeron entre los campesinos y soldados.
Pancho Villa ayudó a Francisco Madero a tomar el poder en el país (1911-1913). Tras la muerte de Madero (1913), peleó junto a Emiliano Zapata y a Venustiano Carranza, logrando derrocar al gobierno usurpador de Victoriano Huerta (1913-1914). Sin embargo, Villa y Zapata pronto toman distancia del Jefe Supremo de la Revolución -Carranza-, quien asume el poder (1914-1920). Carranza se rodeaba de personas procedentes de familias ricas, protegía a los terratenientes y ni siquiera pensaba en devolver las tierras a los campesinos, en su estado mayor no había generales peones como en la División del Norte. Por tanto, los jefes campesinos y sus seguidores sabían que no podían esperar nada bueno.
El problema de Villa y sus partidarios fue que no tenían un programa claro, creían que el pueblo podía asegurarse el bienestar combatiendo hasta que los gobernantes realizaran una política en favor de las masas populares. No obstante, no comprendían que la revolución no podría triunfar si no lograban que los obreros se pongan del lado de los campesinos. Por otro lado, el movimiento obrero mexicano recién surgía y sus dirigentes de aquella época -anarquistas y sindicalistas- estaban tan distantes de la comprensión de las leyes de la revolución como los líderes de las masas campesinas. Todo ello favorecía a la burguesía y a los terratenientes vinculados a ella, cuyos intereses representaba Venustiano Carranza.
En 1916, Pancho Villa y sus seguidores, atacan el territorio de Nuevo México (EEUU) dando muerte a 16 norteamericanos, después de que EEUU optara por apoyar a Venustiano Carranza brindándoles tecnología para aplastar a las tropas villistas de la frontera. Por ello, el Presidente de los EEUU, Woodrow Wilson, envió un ejército bajo el mando del general «Black Jack» Pershing (el mismo que comandaría las fuerzas estadounidenses en la Primera Guerra Mundial) para acabar con Pancho Villa. Durante once meses, los diez mil soldados yanquis recorrieron los desiertos del inmenso estado de Chihuahua. Pero Villa pudo librar la captura y burlar a sus perseguidores debido al gran conocimiento que tenía del territorio mexicano y el apoyo decidido que le brindó la población campesina que cuidaba de él.
Transcurren años de combates, choques, batallas, murió el propio Carranza a manos de un traidor. Su compañero de lucha, Zapata, está muerto. Ahora, el presidente provisional es Adolfo de la Huerta (1920), quien le ofrece una amnistía. ¿Qué podía esperar Villa y sus combatientes? Todo el mundo estaba cansado de los horrores de la guerra civil y quiere la paz. Pancho Villa decide que haya paz y entrega las armas, y se retira con sus seguidores a la hacienda El Canutillo que le había regalado el gobierno.
Finalmente, Villa se dedicó a trabajar sus tierras hasta el 20 de julio de 1923, cuando le fue tendida una emboscada cerca de Parral (Chihuahua, México) al ir a visitar a un compañero ex-combatiente de la División del Norte quien acababa de ser padre. Los asesinos se ensañaron con Villa, según la autopsia tenía 13 balas en su cuerpo. Junto con él perecieron su lugarteniente Miguel Trillo, dos integrantes de su escolta, Rafael Medrano y Claro Hurtado, además de su asistente, Daniel Tamayo. Ramón Contreras, miembro también de su guardia personal, fue el único que sobrevivió, a pesar de que perdió un brazo como resultado del ataque. Este cobarde acto contra Villa y sus compañeros de armas más cercanos provocó un hondo dolor e indignación del pueblo mexicano. En 1926, tres años más tarde de ser enterrado, sus restos fueron profanados, cuando un estadounidense violó la tumba en donde descansaban y se llevó a su país la cabeza del jefe campesino como trofeo, dejando una nota que comunicaba del hecho. De esta manera los yanquis se vengaban de Pancho Villa incluso después de su muerte.
El noble sueño de Pancho Villa y Emiliano Zapata de una sociedad más justa y libre sin oprimidos ni opresores no ha sido llevado a la práctica aún en su patria. No obstante, los campesinos mexicanos siguen recordando a sus legendarios jefes, sus marchas, sus combates, su lucha por la libertad y la justicia.
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