«… hubo prefecto del Beni, que ordenó una matanza inmotivada en la plaza de Trinidad para poder remitir a una compañía del Brasil, de la cual era socio, 250 hombres que nunca regresaron. Hechos de este tipo produjeron el despoblamiento y miseria del Beni»(1) La masacre de Pando es el engendro de una nueva etapa […]
«… hubo prefecto del Beni, que ordenó una matanza inmotivada en la plaza de Trinidad para poder remitir a una compañía del Brasil, de la cual era socio, 250 hombres que nunca regresaron. Hechos de este tipo produjeron el despoblamiento y miseria del Beni»(1)
La masacre de Pando es el engendro de una nueva etapa del centenario proceso de conquista de la Amazonía, donde aparecen invariablemente combinados la inversión extranjera y el servilismo histórico de autoridades locales y nacionales de los países de la región.
El capital internacional llegó a la Amazonía asociado al hambre
En 1872 se inició la construcción de la vía férrea Madeira-Mamoré para transportar la goma boliviana por el Brasil. Su construcción obedecía a los intereses de los terratenientes y a los intereses del imperio inglés, que controlaba el mercado del caucho, las ferrovías y los trenes a nivel mundial.
Para los inversores europeos se trataba solo de la construcción de aproximadamente 370 km; pero pronto terminarían calificándola como un maraña de pudrición, donde los hombres morían como moscas, y sostendrían que aún con todo el dinero del mundo y la mitad de su población sería imposible acabarla. La construcción pasó de un inversionista a otro, arruinando grandes fortuna en el camino. La malaria, la fiebre amarilla, la disentería amebiana, el beriberi, y la tifoidea dieron fin con la vida de aproximadamente 10.000 de los 22.000 trabajadores empleados; más que ninguna otra construcción en los tiempos modernos, incluyendo el canal de Panamá. En cinco años habían avanzado solo 8 km. La selva era tan densa que los topógrafos no podían medir sino cortas distancias a la vez; los trazos del camino eran abandonados a menudo porque topaban con obstáculos insuperables que habían sido camuflados por la selva; las lluvias los inundaban y los ríos de cursos cambiantes se los llevaban. (2)
La vía férrea se terminó en 1912, o sea, después de 40 años, pero entonces, -según dice la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) de las represas del Madera-, ya casi nada más quedaba para transportar de Bolivia a Manaos o Belém. La era del caucho, como toda «era» había pasado. Entre otros nombres, le pusieron la «Ferrovía de la Muerte». Su existencia se debió a que la zona cauchera entre Bolivia, (donde esta el actual Pando), Perú y Brasil, adquirió importancia económica y geopolítica integrándose a la economía mundial por la demanda de caucho de la creciente industria automotriz y eléctrica en los países ricos a fines del 1800.
En esta época, el capitalismo se expandía agresivamente, llegando a todos los rincones del mundo, superando al colonialismo. En el último cuarto del 1800, este avance coincidió con la corriente de El Niño que trajo las peores consecuencias de que se tenga memoria. Por las sequías que causó en 1876-79 y 1896-1902, se estima que el número de muertos por hambre en la India, China y el Brasil fue entre 31.7 a 61.3 millones (3). En Bolivia, el año 1878 fue por la sequía «…el año más aciago y el de mayores calamidades en la historia del país. Aquel año, dice Julio Paz citado por Condarco (4) Cochabamba vio «morir de hambre a centenares de sus hijos».
Brasil fue el más golpeado en Latinoamérica, y la hambruna lanzaría al mercado una gran masa de hambrientos. A partir de 1877, empresarios brasileros con el apoyo del capital americano e inglés financiaron a grandes terratenientes locales que reclutaron 60.000 hombres en el noreste del país, devastado por el hambre, los cuales eran considerados como esclavos. Su misión era, además de la producción de goma, enfrentar a los indios y conquistar los bosques y las orillas de los ríos para el transporte de la goma. Así se inició una era de sumisión para la población del Brasil, Perú y Bolivia.
Se acaparó la tierra para apropiarse del trabajo
El mercado mundial valorizó la Amazonía y la legislación boliviana de 1895 y 96 permitió el acaparamiento de grandes extensiones de tierra, en calidad de estradas gomeras. En 1901 habían pedidas 191.421 estradas pero se habían perfeccionado solo un 15%, lo que era una estrategia para evadir impuestos de explotaciones que estaban en curso. Hasta fines de 1915 se habían concedido 8.915.296 has de estradas gomeras y en 1938, una sola persona, Suarez, había llegado a acaparar 6.800.000 has. (1)
El sistema de estradas, más conocido como barracas, fue establecido por el Estado, incluyendo el parlamento, donde la Casa Suarez tenía su propia brigada. Históricamente, los personajes más poderosos, los del norte y los de las otras regiones, fueron parte del Estado. Esto es que el «maldito centralismo» existía a través ellos y actuaba a su favor, como ocurrió por ejemplo, a través del «decreto barraquero» de 1999 que veremos después.
El grueso de la población nacional que fue a dar a la zona cauchera, estaba constituido por indígenas de las áreas más próximas, como el norte de La Paz y las llanuras de Moxos. Uno de los rastros de su movimiento es la dispersión actual de los tacanas por Pando y Beni. Y de numerosas «tribus bárbaras» o partes de estas, quedan sólo los nombres de algunos ríos. Los demás migrantes venían de La Paz, sobre todo yungas, Cochabamba y Santa Cruz. Esta última, en el albor del siglo XX, se habría vaciado en un 60% de sus habitantes, que se fueron a la zona cauchera (5). También llegaron algunos extranjeros, especialmente de Europa
En lo sucesivo no se produjeron en Bolivia nuevos movimientos demográficos de esta magnitud, excepto la llegada de brasileros pobres, expulsados de las barracas de ese país en los años 70 y la migración de siringueros bolivianos a los centros poblados a fines del 80.
Sobre la situación de los siringueros y los indígenas bastan algunos ejemplos. En1942, el vicepresidente de la Johnson & Johnson, King, que extraía la mayor parte de sus plantas de uso farmacéutico de la Amazonía, decía en un informe de viaje por el área, que de 35 miembros de su tripulación 25 tenían sífilis, 22 gonorrea o la habían tenido y, lo que ocurría en su barco era sólo una pequeña muestra de la situación en tierra, donde además había malaria, tifus y muchos otros males. De los siringueros traídos el último año a la región del Abuná, 10% habían muerto y 20% eran improductivos por las enfermedades. Y un poblado de bello nombre, «Nova Vida», ilustra la mortalidad infantil: 67 niños vivos, 53 muertos (6).
Había un sistema de trabajo común en toda la zona cauchera. A comienzos del siglo pasado, el Juez Dr. Paredes, en el Informe Especial del Comité Selecto del Putumayo decía»… los obreros que no satisfacían las exigencias eran torturados y muertos de inmediato, en tanto los rebeldes eran compelidos a machetazos y tiros a cumplir las órdenes. Cuanto mayor era el número de asesinatos, era mayor la producción, gran parte de la producción era obtenida con sangre y cadáveres» (7). Otra fuente dice que los trabajadores vivían permanentemente endeudados con «La Casa» e imposibilitados por tal razón de abandonar el lugar. La huida era castigada inclusive con la muerte y las deudas eran hereditarias. Un oficial reveló, en 1918, que en Riberalta y Villa Bella se encadenaba de noche a los siringueros sospechosos que querían huir, y el que lograba huir caía en manos de otro cauchero, tan ávido y cruel como el anterior. Los indígenas por su parte eran sencillamente esclavos de por vida. Fermín Merizalde escribió entre 1880 – 90, que hubo prefecto del Beni, que ordenó una matanza inmotivada en la plaza de Trinidad para poder remitir a una compañía del Brasil, 250 hombres que nunca regresaron. Hechos de este tipo, produjeron el despoblamiento y miseria del Beni. Cuando se «revirtieron» las concesiones al Estado en 1953 la colonización era nula y, el Beni y Pando estaban despoblados: menos de un habitante por km2 en Beni y casi un décimo de un habitante en Pando. (1)
Un autor de los 60, revela que el siringuero cumplía una jornada de 14 horas, 30 minutos y, un recorrido mínimo de 30 km diarios, 4 días por semana, dedicando los otros dos y parte del domingo a la atención de su chaco. (8) Además debían pagar, en goma fina, un alquiler por las barracas. «A cambio de los alquileres», el barraquero les brindaba crédito y habilito, lo cual le permitía descargar sobre el siringuero los costos de producción, y también la explotación de su mano de obra a un precio bajo, la especulación con los precios de los artículos del habilito y la usura por los créditos otorgados. Además la familia del siringuero aportaba también trabajo, pero esto no se tomaba en cuenta, como ocurre hasta hoy incluso en el pelado de la castaña.
El Decreto Barraquero del «maldito centralismo» fue derrotado
Hasta el fin definitivo de la explotación de la goma en 1987, hubo un sistema donde sumando la ocupación en la goma, la castaña y la agricultura se tenía un año completo de trabajo. Con el fin de la goma, los barraqueros despidieron a sus siringueros, ocasionando una migración masiva hacia los centros urbanos, principalmente Riberalta; pero otros miles se sumaron a la población de las comunidades existentes o fundaron nuevas. (9)
La barraca no cumplía una función económica-social: la relación con el siringuero se basaba en el monopolio de la tierra y el bosque, de ahí la relación de inquilinato; y, en la organización de la producción, el barraquero sobraba. Con la caída de la goma, esta falta de función social quedó aún más al descubierto porque la barraca sólo se utilizaba unos meses al año. Según J. Aramayo, casi el 100% del pago por el trabajo era en especie, no había inversiones, ni implementación de medios técnicos. Ante esto fue natural que surgiera, por parte de los siringueros, la demanda de justicia en la tenencia de tierra y que se produjeran movilizaciones.
Cuando eso se dio, había una gran concentración de la tierra. En 1984, pese al descontento de las elites locales con la reforma agraria, en la provincia Vaca Diez (Beni) y en Pando, el 93,5% de las unidades tenían solo el 14.7% del total de tierras (10). Según datos recientes, el 90% de las unidades agropecuarias tenían sólo el 10% de la tierra. (11)
La Federación Única de Trabajadores Campesinos de la Provincia Vaca Diez (FUTCPVD) en un documento de 1998, expresa que mientras los pobres quedaron sumidos en una crisis cada vez más aguda, con la caída de la goma, empresarios locales, y otros provenientes del interior del país, se valieron de sus influencias políticas y económicas para hacerse de amplias extensiones de tierra por compra o concesión. Ante este proceso, decía la FUTCPVD: son cada vez mayores los conflictos por tierra entre empresarios y comunidades indígenas y campesinas.
Habían pasado años desde la promulgación de la Ley del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), pero en 1999, la FUTCPVD aún se hallaba exigiendo a las autoridades, que se iniciara el proceso de saneamiento, y denunciaba que los responsables locales de la INRA eran los mismos terratenientes. Al mismo tiempo, el Estado neoliberal, bien cubierto por su discurso indigenista, había otorgado 86 concesiones forestales a empresas madereras, de las cuales 27 se sobreponían a 6 tierras comunitarias de origen contraviniendo la legislación nacional y el Convenio 169 OIT.
En esta situación, el gobierno de Banzer decretó el reconocimiento de las barracas como concesiones forestales de productos no maderables (DS 25532), que podrían gozar del derecho exclusivo a los productos maderables según la ley 1700 Art. 29-II. Los derechos otorgados por el decreto se basaban en la ley de la goma del 12/12/1895 (Art. 2; b), desconociendo la reforma agraria y toda la legislación subsiguiente.
El Decreto pretendía consolidar de 3 a 3.5 millones de has a 200 barraqueros, entre ellos, senadores, diputados, ministros y un reducido número de «empresarios» de la región (12). Alrededor de 500 comunidades campesinas quedarían al interior, cautivas, y se eliminaba la posibilidad de nuevas demandas Tierras Comunitarias de Origen (TCO) o de compensaciones a estas (13). Ante esto, la bases de Federación de Campesinos de Pando protagonizaron movilizaciones nunca vistas exigiendo la anulación del decreto.
El movimiento integrado por la Federación Sindical única de Trabajadores Campesinos de Pando; la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de la Provincia Madre de Dios; la Central Única de Trabajadores Campesinos de la Provincia Vaca Diez, la Central Indígena de la Región Amazónica de Bolivia; y la Central de Pueblos Indígenas de la Amazonía de Pando, cobró tal fuerza que después de grandes movilizaciones logró la abrogación del DS 25532, el 7 de julio, 2000. Aparte de esto, lo más importante del acuerdo con el gobierno era: la dotación en el norte amazónico de 500 has por familia como mínimo; la declaratoria de área de saneamiento simple de oficio al departamento de Pando, provincia Vaca Diez del Beni y provincia Iturralde de La Paz, por un año; Chaco y resto del Beni por 2 años; y, finalmente el inicio del proceso de saneamiento en Pando.
Pese al acuerdo, en los años siguientes, se sucedieron una serie de medidas de los diferentes gobiernos, -del maldito «Estado centralista»- a favor de los que habían inspirado el decreto barraquero, entre otros: el pago de patentes forestales por volumen de madera aprovechada, ya no por área concesionada según mandaba la ley vigente; la certificación de la Función Económica Social de las medianas y grandes propiedades, por la sola presentación del Plan de Ordenamiento Predial, ya no por la inspección en terreno como parte del saneamiento; y, la desconcentración del INRA, otorgando amplias facultades a los Directores Departamentales, normalmente subordinados a los terratenientes, especialmente en tierras bajas. (11)
También se hicieron varios intentos de resucitar el decreto barraquero, entre estos el de BOLFOR, financiado por USAID, que elaboró las Normas Técnicas del Plan de Manejo Forestal (RM 164) y el formulario técnico (11-11-2003) y los presentó como un instrumento de sustentabilidad, pero las organizaciones de base y ONGs denunciaron que la norma era un sustituto del decreto barraquero y que destinaría recursos del Estado a labores que consolidarían las barracas. (13)
La muy bien publicitada política de tierras y de derechos indígenas seguida por los gobiernos neoliberales de este periodo, les trajo un magnífico prestigio sobre todo a nivel internacional. En cuanto a los indígenas, sin embargo, a septiembre 2005, en las tierras altas sólo se tituló 0,47% del total demandado para TCO’s y en las tierras bajas un 18,16%. La situación en la Amazonía fue distinta, especialmente en Pando, donde se tituló el 49,6% de lo demandado. Esto es que los terratenientes de esta zona recibieron el golpe más duro. También se redujo su influencia política y en cierto grado, su unidad interna (14). Esto coincidía ante un gobierno debilitado por las movilizaciones rurales en todo el país, y otras, en las ciudades, como la guerra del agua en Cochabamba. Entonces, los terratenientes comenzaron a chillar por autonomía.
Lo del Porvenir no es casualidad
Pasó la guerra del Acre; una guerra orquestada por movimientos separatistas alentados por la oligarquía brasilera, la culminación de un proceso que cercenó casi medio millón de km2 a Bolivia. En 1903, Brasil, como compensación a Bolivia por la pérdida del Acre, convino una indemnización de dos millones de libras esterlinas y la conclusión del ferrocarril Madeira – Mamoré. Como vimos, esa obra se hizo pero fue inútil. La indemnización pecuniaria, por otra parte, fue largamente retrasada. En el Acuerdo de Navidad de 1928 se redujo a la mitad, pero tampoco fue cancelada. Diez años después, la guerra del Chaco y sus proyecciones en el equilibrio continental indujo al Brasil a considerar la integridad territorial de Bolivia como «problema continental» y las riquezas petrolíferas de Santa Cruz, como un esplendido aliciente para la «marcha hacia el oeste», una vieja aspiración subimperialista. Aquí se empezaba a dibujar la República Soyera. Entonces, en 1938, Brasil decidió pagar su deuda construyendo el ferrocarril Corumbá-Santa Cruz, una vía de penetración en una zona estratégica eminentemente petrolera (15). Así, la oligarquía brasilera convirtió la compensación que no quería pagar en una victoria geopolítica que extendía su influencia al sur de Bolivia.
Volviendo a lo del caucho, esta fue una historia que en un principio envolvió solo a los pueblos de la Amazonía. Con el robo de semillas de caucho perpetrado por los civilizados rateros ingleses, se extendió a Malasia, Ceilán y Singapur, cuyos pueblos fueron puestos, por los rateros, a cultivar lo robado; y a partir de 1910 la producción del caucho cultivado desplazó a la producción amazónica. Pero, este, a su vez, sería desplazado más tarde por el caucho sintético. Y los malayos, de trabajar en los 1,4 millones de hectáreas de sembradíos de caucho robado, pasarían a trabajar 1,75 millones de hectáreas de palma, también robada; y los bolivianos, después de haber estado entre los primeros exportadores de goma, de haber aportado con goma, estaño y wólfram baratos en la 2da Guerra, contra el nazismo, pasaron a los primeros puestos de exportadores de castaña, pero siguieron igualmente pobres y con una población que apenas crece. En Brasil, al concluir la era de la goma, las compañías extranjeras simplemente se fueron, y los siringueros que, ola tras ola, llegaron traídos en parte por las hambrunas, y que tenían prohibido abandonar la tierra, en la década del 70, tuvieron que dejar campo a las vacas, que llegaban al influjo del desarrollo impulsado por los EEUU. Los que no quisieron irse, se las vieron con las balas y el fuego.
El desarrollo que prometía el capital extranjero, el trabajar sin derechos laborales, terminó como siempre, en sólo el miserable jornalito que recibieron los pobres por cargar sus propias riquezas en el carro del ladrón que se las estaba robando. Sólo quedaron las rencillas regionales e internacionales creadas, entre los pobres, por la inversión extranjera. Ahora, vivimos otra etapa en que el capital internacional ha reajustado su agarre en la Amazonía, pero esta vez se trata de la soya y los biocombustibles; y también de las plantas, los bichos, los microorganismos, los tejidos humanos, la biodiversidad, minerales, todo, con tal voracidad que, -para dar una idea-, uno solo de sus equipos «científicos» puede recoger 2000 muestras de microorganismos vivos de una zona por año.
En este contexto, el imperio ha trazado una especie de red de «Ferrovías de la Muerte» llamada IIRSA, que en esta parte de la Amazonía, se justificó por los intereses inmediatos de la oligarquía soyera del Brasil de salir al Pacífico por Bolivia, pero que en lo histórico, representa el objetivo expansionista hacia el oeste de esa oligarquía aliada a los intereses económicos y geopolíticos de los EEUU. Lamentablemente Bolivia, en especial el norte amazónico, se halla en un área clave, que comprende el rio Madera, para el transporte, el agronegocio, la biodiversidad y la geopolítica.
Como hace un siglo, el capital ha expuesto su forma más primitiva, generando hambre con los monocultivos y los biocombustibles, produciendo nuevos esclavos, ilegalidad y violencia; apoyándose en sectores que social, cultural y económicamente son los más primitivos y oscurantistas: los terratenientes, madereros, soyeros, burócratas, curas y jueces corruptos, narcos y demás, a quienes ha fortalecido durante dos décadas de «cooperación internacional». En la «cultura» de estos sectores, la vida humana, como la del ganado, nunca ha tenido otro valor que el monetario, y en esto han coincidido con el imperio, que en estos días, patentando o pirateando se apropia de todo y a todo le pone un precio y, así, la vida humana ya no puede ser más algo «invaluable»; sólo puede ser parte de los costos de cualquier negocio.
Habíamos citado al EIA de las represas del Madera, de donde extrajimos algunos de los horrores de la Ferrovía de la Muerte, pero veamos cómo juzgan sus autores esta vía. Así: «…estigmatizada, polémica, criticada en Brasil y en el exterior, con mala fama y sin haber cumplido sus objetivos, el ferrocarril Madera-Mamoré fue fundamental para la formación económica, social, geográfica y política de Rondonia, por haber estimulado la formación del primer centro urbano de esa área. A lo largo de su recorrido aparecieron poblaciones, Abuná y Guajará, Porto Velo, y otras». (16)
Como vemos, todas las desgracias humanas que los autores del EIA reportan en sus páginas, están justificadas para ellos. Si este es el pensamiento de los científicos encargados de velar por el medio ambiente y social, que no nos extrañe el pensamiento y la acción de la gente que los ha comprado y que se va a beneficiar con la IIRSA y con todos los negocios implicados en esta nueva etapa del capitalismo en la Amazonía.
La masacre de Pando no fue casual; no fue la sola maldad de una banda, ni solo el odio al Presidente indio; es el engendro de un sistema económico global que ha redibujado el mapa de la región para controlarla y saquearla, y para ello, está dispuesto a tumbar cualquier cultura, religión, valor moral o ética que se le oponga, y a poner fin a cualquier vida. Las víctimas de Pando podrían ser sólo las primeras.
E-mail: [email protected]
NOTAS: (1): Peñaloza, Luis. . 1984. Nueva Historia Económica de Bolivia: Comercio, moneda y bancos. La Paz, Bolivia: Los Amigos del Libro, 1984.
(2): Adams, Patricia. . 1991. Loose Lending, Corruption, and the Third World’s Environmental Legacy: Probe International, Earthscan, 1991.
(3): Davis, Mark. . 2001. Late Victorian Holocaust. El Niño Famines an the Making of the Thirld World. London – New York : Verso, 2001.
(4): Condarco, Ramiro. . 1983. Zarate, el Temible Willka (2da Ed). La Paz, Bolivia: Renovación, 1983.
(5): Parejas A., Hogier. . 2006. Los cruceños y el auge de la goma. El Deber. , 30 1 2006.
(6): Colby, Gerard and Dennet, Charlotte. . 1995. Thy Will be Done. New York: Harper Collins Publishers, 1995.
(7): Botelho, Raúl. . 1977. Proceso del Subimperialismo Brasileño. Nueva York: Maity Publishing Co. Nueva York, 1977.
(8): Taboada C. B., José. . 1966. Economía Boliviana. Segunda Parte. La Paz, Bolivia: Taboada C. B., José, 1966.
(9): FUTCPVD. . 1998. Análisis de la situación de la tenencia y acceso a recursos naturales para las poblaciones campesinas e indígena en la amazonía boliviana. Riberalta, Beni: Federación Única de Trabajadores Campesinos de La Provincia Vaca Diez, junio, 1998.
(10): CEDLA, 1987.
(11): Rada V., Alfredo. . sfe. Pais: Bolivia. Ponencia Sobre Tierra y Territorio: Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social.
(12): Aramayo, Javier. . 2004. La Reconstitución del Sistema Barraquero en el Norte Amazónico. Análisis jurídico del Decreto Supremo Nº 27572. Santa Cruz, Bolivia: CEJIS, 2004.
(13): FOBOMADE. . 2003. La Economía de la Castaña. Desde las barracas hasta el mercado mundial. Seminario: Cobija 21 y 22 de noviembre. Cobija: FSUTC, CEJIS, CIOEC Y FOBOMADE, 2003.
(14): Ruiz, Sergio Antonio. . 2005. Rentismo, conflictos y bosques en el norte amazónico boliviano. CIFOR.
(15): Paredes, Maximiliano. . 1960. Roboré y el Militarismo Brasileño. La Paz, Bolivia: Letras, 1960.
(16): FURNAS, Construção, Odebrecht Engenharia E and LEME. . 2006. Sumário dos Estudos de Impacto Ambiental – EIA. Tomo B – Volume 8/8: FURNAS; ODEBRECHT Engenharia e Construção, 2006.