Tan temprano como en 1813, el gobierno de Estados Unidos creó un programa para descentralizar y difundir la información oficial. Durante siglos las bibliotecas norteamericanas han preservado todo tipo de documentación. Pero hoy en día, gran parte de ella es nativa digital. Magnífico, ¿no? Pues no tanto: ¿cómo cerciorarse de que lo que alguien dijo […]
Tan temprano como en 1813, el gobierno de Estados Unidos creó un programa para descentralizar y difundir la información oficial. Durante siglos las bibliotecas norteamericanas han preservado todo tipo de documentación. Pero hoy en día, gran parte de ella es nativa digital. Magnífico, ¿no?
Pues no tanto: ¿cómo cerciorarse de que lo que alguien dijo en determinada comisión del Congreso no ha sido alterado? Esto no es una preocupación conspiranoica: James Jacobs, bibliotecario de las Bibliotecas de Stanford University afirma:
Ha sucedido antes. Desde mediados de la década de 1980 hasta final de los 90 la American Library Association publicó un informe anual con ejemplos de lo que el gobierno no quería que los ciudadanos conocieran, con oscurecimiento consciente del registro. Sucede más de lo que nos gustaría.
Para evitar esto se ha creado LOCKSS (Lots of Copies Keep Stuff Safe, ‘Muchas copias aseguran las cosas’ ), un consorcio internacional con base en Stanford, que agrupa más de 200 bibliotecas universitarias que recolectan y preservan contenido electrónico. Más detalles en el artículo «Stanford helps to digitally preserve mountains of documents» (gracias, Adán Griego).
¿Y quién asegura que los contenidos de los libros digitalizados no han sido alterados? Por supuesto, la existencia del mismo libro en papel. No: la digitalización de una obra no debe ser nunca excusa para descartar su original…
http://jamillan.com/librosybitios/2010/06/para-evitar-la-oscuridad/