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Masacre en Buenos Aires

Paredón al verdadero asesino

Fuentes: Rebelión

A mis compañeras y compañeros de Argentina: He intentado escribir una nota para ustedes por la tragedia del día 30, y no me salen las letras, tan sólo las lágrimas. Recuerdo espantada al barrio Once, cuando en Octubre visité Buenos Aires: De seguro algún chico de los que entonces cruzaban alegres aquellas calles, tuvo la […]

A mis compañeras y compañeros de Argentina:

He intentado escribir una nota para ustedes por la tragedia del día 30, y no me salen las letras, tan sólo las lágrimas.

Recuerdo espantada al barrio Once, cuando en Octubre visité Buenos Aires: De seguro algún chico de los que entonces cruzaban alegres aquellas calles, tuvo la pésima idea de ir a un concierto de rock.

Es más, mi hijo José Julián ha visitado dos veces esa ciudad: y se llama así Julián también, como el Julián Rozengardt, uno de aquellos jóvenes que perdimos el día 30 y del cual supe por una hermosísima carta abierta de su tío Daniel… Mi hijo de 16 años, al igual que todos los de su edad, le gusta la discoteca y escuchar rock.

Esto hace, entonces, que tan sólo el azar haya decidido cuál joven era asesinado y cuál no.  Apenas estaban tratando de alegrarse un fin de año.  Sí.  Y digo «asesinado» con toda la intención del mundo.

El asesino principal de los niños del local de Cromagnon es el mismo que el de la infeliz ciudad de Faluya.  Y el mismo que «invita» a jóvenes norteamericanos que realicen atrocidades en las cárceles de la base naval de Guantánamo o de Abu Ghraib, este sistema corrupto que ha colocado a un «asno con garras» en el trono del mundo.

Un sistema perverso cuya única razón de existir es el dinero para hacer más dinero, que nos hace gastar los ahorros en las navidades, donde el primer ausente es Jesús.  Empezamos a sufrir la maldición del Rey Midas, que todo lo convertía en oro.  Vuestros chicos, que son nuestros también, fueron canjeados por un puñado de pesos.  Ese sistema fue quien cerró las puestas de emergencias, quien triplicó el número de personas en la sala buscando ganancias, quien convierte en criminales a los empresarios, y políticos.  Habrá que exigir justicia: Absoluta y ejemplar justicia.  Deberemos sumar a estos casi doscientos desaparecidos, a la de los 30 mil hermanos de décadas atrás.

Y después cuando hayamos procurado que todos paguen sus crímenes, deberemos dictar sentencia de muerte en contra de este orden social.  Establezcamos un paredón mundial contra esa sociedad perversa, de la cual nadie parece librarse.

Estamos con ustedes A nosotros los cubanos nos sucedió lo mismo en 1976: en pleno vuelo nos asesinaron a más de setenta jóvenes, la mayoría de ellos deportistas que venían de Barbados.  Y los culpables andan sueltos por Miami y Centroamérica.  Esos jóvenes fueron muertos en última instancia por el mismo móvil, por el mismo afán de lucro que mató a los doscientos niños y jóvenes argentinos.  Que en vuestro caso fuese un fatal accidente no cambia la raíz del asunto.

En aquel momento cuando el pueblo de Cuba se lanzaba a las calles lleno de dolor, Fidel sentenció «Cuando un pueblo enérgico y viril llora la injusticia tiembla».

En vuestras lágrimas de dolor están las mías, están las de mi pueblo, están las lágrimas de la humanidad.

Hagamos temblar a la injusticia crónica en que nos han condenado a vivir.