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Patrimonio histórico, vivo y en disputa, el caso de “El caballito”

Fuentes: Rebelión

Ahora que suceden en diversas latitudes derribos de estatuas como parte de movilizaciones sociales, que son también disputas por la historia, quisiera escribir sobre una muy especial.

Me refiero a la “Estatua Ecuestre de Carlos IV” de Manuel Tolsá actualmente ubicada en la plaza que lleva el nombre del escultor en el centro histórico de la Ciudad de México. Esta estatua fue inaugurada en 1803 y colocada en la Plaza Mayor (hoy Zócalo capitalino) de la entonces Nueva España.

Este patrimonio histórico no era neutro ni representaba a toda la sociedad. Era un monumento de los peninsulares a su rey, que buscaba consagrar la conquista y el poder de España en estas tierras. La escultura producto del genio de Manuel Tolsá lo era también de la sociedad colonial que la producía. Como la propia Ciudad de México, ciudad de los palacios, esta no sólo fue obra de los genios que la diseñaron sino de la vida sacrificada de miles de indígenas que la levantaron en un sistema de esclavitud y explotación brutal.

La nada inocente “Estatua Ecuestre de Carlos IV” recién lograda la independencia fue motivo de disputas. Se le cubrió y posteriormente retiró de su lugar privilegiado para ubicarla en un patio de la Universidad con un acceso restringido, por varios intentos de derribo por parte del pueblo y algunos líderes políticos. Pasado el tiempo cabalgó de nuevo y se colocó en el cruce de Paseo de la Reforma y Paseo de Bucareli. No dejó de ser polémica, ya que siguió siendo blanco de ataques de manifestantes, por lo que estuvo protegida por rejas.

La batalla por la historia fue parte de las diputas políticas de los primeros años del México independiente. La relación con respecto a España siguió siendo punto de enfrentamiento entre diversos sectores sociales. La sociedad mexicana no dejó sus rasgos coloniales con la independencia, los blancos-criollos ocuparon una posición privilegiada cuya raíz se unía con la herencia española y la conquista. La escultura ecuestre de Carlos IV siguió representando a sectores dominantes, como lo hace hoy el Colón de Reforma o las estatuas de conquistadores que existen aún en muchas ciudades importantes de México.

La historia no había terminado para la escultura de Carlos IV. En 1979 cabalgó por última vez, hasta el momento. Se le colocó en su actual sitio frente al Museo Nacional de Arte y el Palacio de Minería. La disputa con respecto a esta escultura continuó. En su última mudanza le fue colocada una placa en su pedestal con el siguiente mensaje: “México la conserva como un monumento al arte”. Lo que es una intervención puntual de gestión del patrimonio histórico, que deja claro la razón por la que se mantiene esta escultura, por su valor estético y nada más. En sintonía con esta intención la escultura perdió toda referencia a Carlos IV para convertirse en simplemente “El caballito”. Es acaso la única escultura ecuestre dónde el caballo es más importante que el jinete.

El patrimonio histórico no es intocable, le pertenece a la sociedad y su sentido se establece en las disputas sociales, en el devenir de la historia. No debería tomarse a este patrimonio como adornos, nada más, de las ciudades. Tienen que ver con relatos históricos, con representaciones del poder, están vivos. En ellos se recrea la memoria y las disputas políticas. La historia y el patrimonio, se vive desde un presente, con sus inquietudes y sus contradicciones. Involucrarse con el patrimonio histórico es abrir debates y actualizar la memoria. La historia de “El caballito” muestra la disputa por el sentido del patrimonio y es un ejemplo de una intervención del patrimonio a fin de resignificar su sentido.