El reciente secuestro del periodista Marc Marginedas por rebeldes sirios pone en la picota de nuevo la peligrosidad que entraña la acción de informar. El riesgo no siempre proviene de lugares en conflicto armado. Muchas veces el campo de batalla es la política de lugares ‘en paz’ pero que libran sus guerras a miles de […]
El reciente secuestro del periodista Marc Marginedas por rebeldes sirios pone en la picota de nuevo la peligrosidad que entraña la acción de informar. El riesgo no siempre proviene de lugares en conflicto armado. Muchas veces el campo de batalla es la política de lugares ‘en paz’ pero que libran sus guerras a miles de kilómetros. Y el escenario donde el periodista se mueve no es el terreno de combate, es el mundo virtual. Desvelar o manejar información en internet también entraña un riesgo real, a veces irreversible.
La misteriosa muerte de Michael Hastings, periodista que investigaba a la CIA y al Pentágono, ha hecho crecer la inquietud y la sospecha en los profesionales que indagan en los poderes fácticos. El periodista, colaborador de la revista Rolling Stone y BuzzFeed se había especializado en los últimos años en los conflictos de Irak y Afganistán. Dedicó algunos de sus últimos grandes reportajes a personajes como Julian Assange, fundador de Wikileaks, y al aumento del uso de drones en la lucha contra el terrorismo. Ya había saltado a la fama por la publicación de un reportaje en la revista Rolling Stone en la que Stanley McChrystal, máximo responsable del ejército norteamericano en Afganistán, y algunos de sus colaboradores, criticaban a casi todo el equipo nacional del presidente Obama, incluido el propio presidente. Tras la publicación fue destituido y reemplazado por el General Petraeus.
Hastings estaba investigando esta vez al director de la CIA, John Brennan, quien anteriormente había sido asesor antiterrorista de la administración Obama y había colaborado en la elaboración de las llamadas «listas de matar» para el programa de aviones no tripulados de la Casa Blanca, tal y como publicaba el periódico digital Infowars el pasado agosto. Él mismo confesó a sus amigos que estaba muy nervioso por la vigilancia de periodistas revelada por Associated Press en el escándalo de las escuchas de la NSA. Sus pesquisas también le había llevado a trasladar sus temores a sus conocidos en la serie de mensajes que dejó antes de su muerte. En la madrugada del 18 de junio, apenas un día más tarde de enviar esos mensajes, el coche que conducía se estrelló -sin causa aparente- contra un muro, muriendo en el acto. Tenía 33 años.
Las especulaciones que han seguido a su muerte no han tenido aún visos de convertirse en nada concreto y el FBI asegura que continúan las investigaciones. Aunque un rumor se hacía fuerte en las redes y en webs especializadas por el sinsentido que supone conducir un coche a toda velocidad en línea recta contra un muro y que lo califiquen de accidente.
Richard Clarke, ex coordinador nacional para la Seguridad, Protección de Infraestructura y lucha contra el terrorismo, dijo al Huffington Post que el accidente fatal de Hastings en el Mercedes C250 Coupe que conducía era «compatible con un ataque cibernético al coche» y que «las agencias de inteligencia de las grandes potencias tienen tales capacidades».
Vídeo Michael Hastings Sent This Email Hours Before Fiery Death
No meterse con el Big Brother
Otro de los casos sangrantes en los que la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias tomó partida fue en la detención de David Miranda, novio y colaborador de Glen Greenwald, en el aeropuerto de Londres el 18 de agosto. Este último fue el reportero de The Guardian que difundió revelaciones del ex analista de la CIA Edward Snowden, sobre operaciones de espionaje de EEUU.
Miranda, proveniente de Alemania con dirección Brasil, transportaba discos duros con material de investigación para su pareja. Fue retenido durante nueve horas bajo la Ley Antiterrorista del país y denunciaba, desde su casa en Río de Janeiro, que fue intimidado por las autoridades británicas para que revelase las contraseñas de su ordenador y de su teléfono móvil.
Greenwald se había entrevistado con Snowden en junio pasado en Hong Kong, desde donde publicó el primero de varios informes que sacudieron a la comunidad de inteligencia en Estados Unidos al revelar la extensión y profundidad de los programas de vigilancia y conversaciones telefónicas por parte de la NSA. Tras la detención, y después de que la Federación Internacional de Periodistas (FIJ) advirtiera a Cameron de que su actuación en el caso Snowden podría amenazar la libertad de prensa, la ministra del Interior de Reino Unido, Theresa May, declaraba que este tipo de detenciones «son absolutamente correctas».
El periodista de The Guardian denunciaba al día siguiente en un artículo: «Esta acción ha sido obviamente diseñada para enviar un mensaje de intimidación a los que trabajamos periodísticamente en informar sobre la NSA y su homólogo británico, el GCHQ».
Una lista muy larga
Estos dos últimos casos ocurridos este verano, engrosan la larga lista de periodistas cuyas investigaciones o publicaciones les han causado graves problemas. Barrett Brown, considerado la mayor autoridad periodística actual acerca de todo el fenómeno surgido en torno a Anonymous, está ahora en la cárcel por supuesta revelación de información privada y por actuar contra la autoridad federal estadounidense.
En una conferencia por la libertad de prensa organizada por Reporteros Sin Fronteras en Viena, en diciembre de 2005, la periodista rusa Anna Politkóvskaya dijo: «La gente a veces paga con su vida por decir bien claramente lo que piensa. De hecho, una persona puede incluso ser asesinada por proporcionarme información. No soy la única que está en peligro». Murió el 7 de octubre de 2006 asesinada en la puerta de su casa por investigar la actuación del Gobierno de Putin en el conflicto Checheno.
Según el balance de Reporteros Sin Fronteras de 2012, ese fue el peor año para los periodistas desde 1995. Las siniestras cifras lo confirman: 88 periodistas y 47 internautas y periodistas ciudadanos fueron asesinados; 879 periodistas fueron detenidos, 1993 periodistas agredidos o amenazados, 38 periodistas secuestrados, 73 periodistas que han tenido que huir de su país, 6 colaboradores de los medios de comunicación asesinados, 144 blogueros e internautas detenidos y 193 periodistas fueron encarcelados.
Fuente: http://www.eldiario.es/turing/Coto-periodista_0_178832483.html