Argentina comienza 2022 paralizada, en total oscuridad. Después de la aplastante derrota panperonista en las legislativas de medio término, el 14 de noviembre, el gobierno no ha logrado tomar la iniciativa política. Tampoco la oposición victoriosa consiguió ocupar ese lugar, aunque las relaciones de fuerza se invirtieron, siempre en el terreno de las fracciones del capital.
El rechazo a la caricatura de Presupuesto presentado por el Ejecutivo, fue un paso más en la desagregación institucional y la ingobernabilidad. Aparte la gravedad del hecho en sí, mostró un oficialismo dividido, impotente e incapaz de comprender su situación, frente a una oposición pulverizada en más fragmentos que su oponente, unida circunstancialmente en el rechazo a la inverosímil propuesta oficial. Faltan dos años para las presidenciales y el país queda sin timón ni timonel, sin plan ni perspectiva visible para el conjunto social.
Enfrente, a corta distancia, están los vencimientos de deuda externa sin reservas en el Banco Central para afrontarlas. La elevadísima inflación cada día amenazando con transformarse en híper. La pobreza sin cesar creciente. Acompañado por un espectáculo de insufrible hipocresía, vuelve a flamear el fantasma de cesación de pagos, sin que nadie atine a esbozar otra respuesta que “reducir el gasto” para poder pagar.
Las instancias políticas representativas del gran capital espejan la fragmentación de sus mandantes. Y estos parecen haber optado por aguardar el colapso. No imaginan otra vía para sanear la economía, desquiciada hasta lo inmanejable. Facciones incontables de la corrupta burguesía industrial y de advenedizos protoburgueses más corruptos aún, (incluyen ejecutivos sindicales, igualmente desmenuzados), se despedazan no ya en lucha por el poder, sino por retazos a menudo ínfimos de la renta nacional. Chacales y aves de rapiña ante una presa inerme: Argentina.
Desmanejo y corrupción multiplicaron los efectos de la pandemia: más de 117 mil muertos. Ni aún así hubo reclamo sensible. Antes bien, el flagelo sirvió para doblegar las escasas reservas de buena parte de la franja consciente de la sociedad. Y acabó como oxígeno adicional para un gobierno ahogado, que tuvo así espacio para un ensayo general de poder totalitario. Malestar, iracundia, sorda desesperación, dibujan el perfil social argentino, acompañado por una prensa dividida entre macrismo y peronismo, sin espacio para la racionalidad y el compromiso serio con el devenir argentino. Sea con adhesión mentirosa al proyecto de unión suramericana y choque con el gran capital, sea con explícito apoyo al imperialismo y a las concepciones más reaccionarias desde la época del macartismo, ambas facciones han llevado el ejercicio del periodismo a extremos de degradación sin precedentes en nuestra historia.
¿Cuánto tiempo puede navegar un barco a la deriva, incluso sin contar el maremoto en ciernes de la economía mundial? Los de arriba no pueden gobernar por los medios tradicionales de la democracia burguesa. Los de abajo, desarmados y desorientados, sometidos a la tenaza de cúpulas sindicales y fracciones de un activismo arribista con disfraz progresista.
Gravita de manera decisiva un sustrato de conciencia policlasista en decenas de miles de militantes. Conductas inverosímiles como haber apoyado a Scioli en 2015 y a Alberto y Cristina Fernández en 2019, con el argumento de impedirle el paso a Mauricio Macri, aniquilaron una franja sustantiva del activo político, en constante degradación desde hace tres décadas, cuando la militancia fue arrastrada hacia el Frepaso. Esa corrupción ideológica, acompañada en la mayoría de los casos por conductas de sumisión a un cargo o una prebenda, continúa alimentando confusión y parálisis de trabajadores y jóvenes. Una ínfima proporción, por el momento, huye por la vía de un pseudoanarquismo desesperado y tan nocivo como la conducta de quienes vendieron su alma por una banca, una asesoría legislativa o incluso posiciones menores.
Factura a pagar
Ahora viene el reajuste de tarifas. Quienes de un lado y otro se niegan a asumir la imperativa necesidad de una transición al socialismo, tampoco quieren aplicar las reglas obvias del capitalismo. Desde fines de 2019, durante el gobierno de Mauricio Macri, especulaciones electorales luego reiteradas por los Fernández desfasaron hasta el absurdo los precios de transporte, gas, electricidad, combustibles y otros rubros de servicios. Los subsidios y otras medidas asistenciales llevaron el déficit fiscal a un punto insostenible (hay quienes lo estiman para 2021 en más del 7% del PIB). Con o sin acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), esos desfasajes buscan el equilibrio y tenderán a imponerse, sea por decisiones políticas o por imperio de las leyes de la economía capitalista.
Si la clase trabajadora tuviese organización y política propias, habría otra opción. En el estado actual no la hay. El mazazo caerá sobre un conjunto social indefenso. Habrá reacción de las clases afectadas. Pero gobierno y oposición, asistidos por cúpulas sindicales, fracciones políticas degradadas y estructuras asistenciales financiadas por el Estado, conducirán a un callejón sin salida a quienes se movilicen. No es descartable que la violencia latente en cada milímetro de la sociedad salga a la superficie, incluso en escala mayor. Pero sin otro destino que el aplastamiento en el corto plazo. La perspectiva menos gravosa en lo inmediato es la continuidad de la anomia, en tanto sirva para que la vanguardia real resuelva tomar las riendas.
Mientras tanto, en la última semana de diciembre el gobierno pagó 1855 millones de dólares al FMI a la vez que multiplica declaraciones de supuesta resistencia y negativa a negociar. Durante 2021 Fernández/Fernández pagaron más de 4000 millones de dólares y agotaron las reservas del Banco Central. Al tiempo, tomaron deuda a través de las Leliq (Letras de liquidez) y otros instrumentos semejantes por alrededor de 5 billones de pesos, por la cual se paga un 38% de interés. Medido en dólares -al precio del dólar oficial- esto lleva el endeudamiento a cifras astronómicas. La transferencia de ingresos hacia los bancos (únicos autorizados a comprar Leliq) haría palidecer de envidia a Martínez de Hoz.
Ahí no termina el saqueo. Para el gobierno la manera de no sucumbir ahogado por el maremoto de Leliq es devaluar en grandes proporciones. Con opositores a menudo vociferantes, sólo discuten el ritmo y el mecanismo a utilizar. La inflación reduce entonces el endeudamiento y el déficit fiscal (a los intereses los llaman “déficit cuasi fiscal”, en un alarde de cuasi inteligencia). Como contracara, el mecanismo disminuye el déficit mediante el drástico recorte de las jubilaciones y los salarios de empleados públicos. Eso ocurrió sin pausa durante 2021 y continuará, acelerado, en 2022.
Hay legisladores que se vanaglorian por haber votado un aumento de los impuestos para medianas y grandes fortunas. Parecen ignorar el mecanismo por el cual esa disminución en la ganancia del gran capital se neutraliza metamorfoseándose sin demora, hasta meter la mano en el bolsillo de los de abajo.
Claro que no es sólo ignorancia. Es adaptación al statu quo capitalista; es cinismo, primer paso distintivo de los renegados.
Aprendizaje… o todo lo contrario
Una franja muy amplia de la sociedad vivió en los últimos años un duro proceso de aprendizaje. Interpreta ahora el significado real de la palabra “democracia” en este momento histórico. Si bien ese proceso no ha dado todavía lugar a la comprensión del mecanismo capitalista y a la conciencia de clase, es claro que el paisaje bochornoso de la institucionalidad argentina, resaltado cada día por el comportamiento de los así llamados “políticos”, sobrepasó el escepticismo y tras el rechazo avanza sin rumbo a la búsqueda de otra respuesta. Los niveles de condena a las principales figuras de las coaliciones gobernante y opositora, superiores al 70%, son indicativos de un malestar profundo, irreversible en el cuadro actual. El camino que tome ese rechazo casi unánime al sistema depende enteramente de la voluntad y capacidad militante de una vanguardia hoy inexistente en el escenario político nacional, aunque no por ello menos real. Su aparición y vigencia requiere un gran esfuerzo de educación y organización, ajeno por completo a la pugna por cargos legislativos.
Oficialismo y oposición ofrecen un espectáculo repugnante de corrupción en todos los órdenes, a todos los niveles. A falta de una respuesta cabal desde una perspectiva anticapitalista, durante 2021 creció una versión caricaturesca del liberalismo, con personajes cortados sobre el molde del fascismo y el nazismo. En una primera fase, camuflada esa condición bajo el torpe disfraz de “libertarios”, personajes de pacotilla han obtenido el respaldo de sectores juveniles, especialmente en barrios pobres de la Capital Federal. Las izquierdas fueron arrasadas por esa corriente, pero no toman nota del campanazo de alarma y celebran su patético “tercer lugar”, presentándolo como un triunfo. Es todo lo contrario. En medio de una crisis arrolladora y con las dos coaliciones burguesas sumando el 95% de los votos, las izquierdas mantuvieron sus porcentajes frente a la abrupta aparición del naziliberalismo, que los cuadruplico en votos en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires. Fueron además ampliamente superadas por la abstención y por votos en blanco y anulados. No obstante, al igual que el gobierno, fingen haber obtenido una victoria.
Dicho de otro modo: el rechazo al sistema no encuentra cauce y se manifiesta en respaldo a caricaturas nazi-fascistas en las urnas y en conductas de irracional violencia en la vida cotidiana.
El gobierno asienta su estrategia propagandística en culpar a la deuda externa y el FMI por el desastre social en curso y su inexorable aceleración. Mienten como único recurso. En 2025 esta columna señalaba, en una simplificación pedagógica, que el matrimonio Kirchner había recibido el gobierno con 200 mil millones de dólares, había pagado en 12 años 200 mil millones y había entregado el poder con una deuda de 200 mil millones (en realidad era de 260 mil millones).
El endeudamiento es un cáncer que carcome al país desde la última dictadura militar. Una lucha sistemática para explicar a la sociedad el papel de la deuda externa se libra sin cuartel desde 1983. Un periódico de frente único antimperialista, titulado “Deuda E(x)terna” dio esa batalla durante muchos años. No pocos de los participantes de ese esfuerzo acabaron saltando con armas y bagajes al campo enemigo. El primero fue Julio Guillán, secretario del sindicato telefónico, quien tomó la delantera y se vendió a las privatizaciones del peronismo menemista. Muchos años después, los despojos del así llamado Partido Comunista, se entregaron a la farsa del peronismo kirchnerista; y por esa vía, a la estafa histórica de la que es víctima la población. Mientras tanto, en las siderales cifras de riqueza (trabajo humano) robada al país mediante mil desdoblamientos del pago por capital e intereses de la deuda pública, se halla la base para explicar el devastador empobrecimiento del país. Con las políticas en curso ese proceso continuará, hasta hacer estallar al país.
Por el camino que sea, la degradación avanzará. Sólo la conciencia social de la magnitud de la crisis, organizada y dispuesta a construir un nuevo país, podrá detenerla y revertirla. Durante 2022 quedará plasmada e irreversible la posición de cada actor frente a este punto de no retorno para Argentina.
@BilbaoL
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