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Perspectivas y contradicciones en la defensa de nuestro petróleo

Fuentes: Rebelión

No cabe la menor duda que en ninguna parte del mundo puede considerarse sensatamente el control de un recurso tan vital para la economía mundial, como lo es el petróleo, como algo tangencial. Por el contrario, éste energético es y por lo visto será todavía por varios años más, el energético por excelencia, un recurso […]

No cabe la menor duda que en ninguna parte del mundo puede considerarse sensatamente el control de un recurso tan vital para la economía mundial, como lo es el petróleo, como algo tangencial. Por el contrario, éste energético es y por lo visto será todavía por varios años más, el energético por excelencia, un recurso que puede ser un elemento dinamizador de la economía y fundamental en la generación y control de las cadenas productivas más importantes. El control del mismo ha desatado por varias décadas una indeterminada conflictividad civil y bélica; desde movilizaciones de masas, golpes de estado, financiamientos millonarios y guerras de gran escala. Cualquiera con la más ínfima lógica económica o geopolítica sabe que el control del petróleo y de la renta petrolera es sinónimo de poder, el control de las cadenas productivas y los recursos económicos derivados de este generan enormes recursos económicos e incrementan el poder político de quien controle las mismas, así mismo, cualquier fuerza política o militar emplea parte de ésta para allegarse, en la medida de lo posible, mayor influencia y control sobre el mercado petrolero pues esto incrementará su poder real reflejado en aspectos económicos.

A este respecto es importante apuntar algunos elementos para analizar la situación real del petróleo en México, los alcances y limitaciones que ha tenido su control a manos del Estado, pero tomando en cuenta que es un estado capitalista y dependiente quien lo regentea, así como discutir algunos aspectos trascendentes de la lucha por la defensa del mismo, discutiendo con ello algunos aspectos políticos que habrán de influir en algunas definiciones.

La disputa por el petróleo no se limita nunca a un solo eslabón de las cadenas productivas, en principio hemos visto como esta batalla se libra cotidianamente, en el terreno de su extracción, su transformación, su comercialización y su consumo[2]. Ninguna de estas partes juega ningún papel secundario, y siempre se ha considerado óptima la condición de quien ejerce control sobre todas estas etapas, mientras que es considerada una desventaja parcial en éste terreno el sólo control de algunas de las mismas. Las grandes empresas petroleras mundiales así como los gobiernos imperialistas compiten cotidianamente por ampliar su control sobre el recurso, pasando en muchos casos por conflictos políticos, legales y militares.

De tal forma resulta lógico que las empresas más poderosas en este ramo sean las norteamericanas pues son ellas las que han logrado mayor control sobre el conjunto del mercado petrolero, influyendo además en prácticamente todas las cadenas productivas que de él derivan, es decir, prácticamente todas las cadenas productivas. Esto no sólo se debe a que Estados Unidos cuente con importantes recursos petroleros y que tenga una activa extracción de petróleo, de hecho, sus reservas han sido administradas dado el control directo que ejercen sobre la extracción de crudo en otros países. Tomando en cuenta el poderío militar y económico norteamericano, el petróleo de ese país difícilmente puede considerarse botín factible para las ambiciones de otras empresas petroleras, sin embargo, el petróleo ubicado en los países dependientes es considerado por la lógica imperialista cómo un botín a disputar, su control ha desatado y seguirá desatando la más encarnizada competencia inter imperialista por su control, dicho de otra manera, los recursos naturales de los países sometidos son considerados por el capital imperialista como un territorio a conquistar. Principalmente en aquellos contados reductos en donde el dueño de ese petróleo no es directamente una potencia económica – militar.

Así pues, el petróleo mexicano es considerado por el imperialismo como «sin dueño», como si se tratara de un animal silvestre con licencia para ser cazado, así como a este no se le considera dueño legítimo de su vida y por tanto el primero en cazarlo será su legítimo dueño, el imperialismo reclama desesperadamente la licencia para cazar, misma que habrá de ser expedida por el gobierno mexicano para así desatar la rapiña sobre el mismo.

Así mismo, es importante recordar cuáles fueron las condiciones en las cuales se nacionalizó el petróleo mexicano así como el papel que ha jugado en nuestra economía durante los años de gestión estatal.

La emblemática expropiación petrolera tuvo lugar durante el empuje el llamado «nacionalismo revolucionario» y durante la presidencia de Lázaro Cárdenas del Río en 1938. No es ocioso recordar que en el ámbito internacional nos encontrábamos en la antesala de la Segunda Guerra Mundial, en aquellos momentos la clase capitalista se encontraba irreconciliablemente dividida y al borde del conflicto bélico. Las empresas británicas y norteamericanas (en su mayoría) que explotaban el petróleo mexicano se hallaban cobijadas por gobiernos imperialistas, pero en un momento en que derivado de la crisis del 29 enfrentaban todavía serias dificultades económicas, y gravemente preocupados por la inminente pérdida de su supremacía militar.[3] Amenazados por potencias imperialistas emergentes, resultaba muy poco hábil el iniciar hostilidades militares en sus propias fronteras. En cuanto a México se refiere, se vivía una importante etapa de reconstrucción del capitalismo mexicano, cobijado y gestionado en gran parte por el Estado. Este parecía ser el único camino posible para la reorganización del capitalismo en México, donde se vivía en aquellos años un auge importante en el movimiento de masas, tanto en el campo como en la ciudad, los cuales pugnaban por la profundización y continuación de la llamada «Revolución Mexicana», exigiendo al régimen que decía representarla, mayor congruencia al respecto.[4]
Es decir, las contradicciones interimperialistas relajaron un tanto la presión estricta sobre México, la economía nacional requería cierto grado de autonomía y generación de un mercado interno para poder satisfacer algunas de las exigencias populares que hasta cierto punto amenazaban con salirse nuevamente de control, mientras que las potencias que preparaban la confrontación militar que habría de iniciar el próximo año, se encontraban ávidas de aliados y eran exigidas a no permitirse hostilidad con sus vecinos pues estos podían tomar partido adverso en la confrontación mundial. Esto de ninguna manera quiere decir que el imperialismo haya visto con beneplácito la expropiación, simplemente la tuvo que tolerar y limitarse a exigir algunas garantías, además, claro, de su indemnización.

Es cierto que PEMEX llego a ser un importante dinamizador de la economía mexicana, pero no por ello debemos perder de vista que su lógica de producción nunca rompió con la propia del capitalismo dependiente. PEMEX ocupó un lugar importante en la producción y distribución de petróleo en México, pero nunca se presentó como un competidor mundial para las grandes petroleras, por ejemplo nunca compitió en la exploración de pozos en otros países ni en el comercio mundial del mismo, su negocio siempre ha sido con el petróleo mexicano, y además, dichas empresas siempre han estado asociadas con PEMEX quien ha suministrado crudo barato de manera constante y puntual a las empresas imperialistas, principalmente a las norteamericanas. Además, si algo nos dice el detalle, nunca se prestó a retar al imperialismo vendiendo petróleo a Cuba.

El control estatal del petróleo en México no supone ni mucho menos la ruptura con el orden capitalista, ni tampoco con el imperialismo. Sin embargo es importante recordar que la época en que PEMEX servía a la economía nacional como dinamizadora de la misma, estaba acompañada del contexto de la llamada «Guerra Fría», en donde el imperialismo consideraba importante proteger a sus zonas de influencia de «la amenaza comunista». En ese contexto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), creo la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) quien promovió lo que se dio en llamar «desarrollismo» para los países de América Latina, lo cual contemplaba la necesidad de generar desarrollo en los países subdesarrollados a partir del estímulo de mercados nacionales que si bien no competían con el norteamericano, llegaban a generar ciertas condiciones de autonomía económica, siempre limitada y parcial. Así mismo, el gobierno norteamericano quien consideró importante preservar la «seguridad hemisférica», trazó una política hacia América Latina que aseguraba su hegemonía militar y económica en la región, a través de la negociación y otorgamiento de algunas concesiones a los estados latinoamericanos, tal fue el caso de la llamada «Alianza para el progreso» impulsada a través de la administración Kennedy. Esto por supuesto, acompañado y condicionado al compromiso de los gobiernos latinoamericanos de combatir por los métodos que fuera a los comunistas.

Así pues, cobijado por la tensión geopolítica internacional, PEMEX logró desarrollar una importante industria petrolera mexicana que controlaba, aún con las limitaciones señaladas, su propia cadena productiva; exploración-extracción, refinación, comercialización y consumo. Pero una vez más, México no ha escapado a las tendencias del capitalismo mundial, el régimen que supuestamente defendía los principios de la Revolución Mexicana, no tuvo siquiera condiciones para seguir defendiéndolos, ni supuestamente. La crisis de la deuda, la crisis mundial de reproducción capitalista y el fin de la guerra fría metieron a México en el mismo carril del resto de los países de Nuestra América, el neoliberalismo arrasó con el de por sí limitado mercado interno, con las empresas paraestatales y con una gran cantidad de derechos de los trabajadores.[5] Solamente algunos rubros han escapado de las garras neoliberales, y sólo parcialmente. Esto no se ha debido, ni mucho menos a la voluntad del capital, simplemente ha sucedido que aquellos aspectos que podrían disparar descontroladamente la conflictividad social, o bien que han encontrado resistencia organizada y popular, han sido dejados para después, pero nunca se puede pensar que el capital ha renunciado a avanzar en esos terrenos. Como ejemplo tenemos el intento de privatización de la educación superior que fue detenido por los estudiantes de la UNAM organizados en el Consejo General de Huelga, o bien, el intento por privatizar la industria eléctrica detenido por las constantes movilizaciones del Sindicato Mexicano de Electricistas.[6]

¿Qué ha pasado entonces con PEMEX? ¿Por qué no lo han privatizado si el petróleo es estratégico y su sindicato está perfectamente corrompido. Hubimos decenas de generaciones de mexicanos que crecimos venerando a nuestros héroes, que nos enseñaron, aunque sea de manera parcial y bastante confusa, la historia de la Revolución mexicana, que nos enseñaron que la expropiación petrolera había constituido un gran acto de patriotismo y que el petróleo que había en México era de los mexicanos. Por ello a pesar de ser un recurso estratégico, su privatización ha sido más bien silenciosa. Hace ya varios años que las empresas petroleras extranjeras están lucrando con el petróleo mexicano, lo cual se ha dado principalmente vía contratos de servicios múltiples mediante los cuales PEMEX contrata empresas extranjeras para hacer labores de exploración y extracción, y donde permite a éstas conservar la mayor parte de las ganancias, pues paga por estos servicios cantidades muy superiores a las necesarias si PEMEX mismo realizara éstos trabajos, como lo había hecho anteriormente.[7] Al mismo tiempo, se halla abandonada la actividad de refinación, la cual anteriormente era pujante y activa, provocando como consecuencia el aumento de las importaciones de los derivados del petróleo.

Durante años se ha venido privatizando PEMEX sin necesidad de una reforma energética. Entonces ¿Para qué la Reforma? El capital imperialista no reclama parte de PEMEX, lo reclama completo, y está decidido a apoderarse de él, en ese contexto, ésta reforma es una etapa más en dicho proceso. Tal vez ni siquiera la última.

¿Qué hacer ante tal situación? No queda otra, la única posibilidad de detener dicho proceso es a través de la movilización organizada y popular, decidida a afrontar una lucha que sin duda no será fácil, sin embargo es importante distinguir algunos aspectos y aprender de nuestra historia, incluso de algunos hechos recientes.

López Obrador y la defensa del petróleo.

Andrés Manuel López Obrador, ha encabezado recientes movilizaciones en contra de la reforma energética, sin embargo no debemos ilusionarnos con las mismas pues sus perspectivas son, como siempre cortas, y sus contradicciones muchas.

Para empezar habríamos de preguntarnos qué es exactamente a lo que se están oponiendo, si a la presente reforma, a la privatización de PEMEX, al neoliberalismo, al capitalismo o a qué. Según el discurso que AMLO y sus seguidores han venido desarrollando durante estos meses, se oponen a la reforma energética que ahora presenta Felipe Calderón por considerarla en sí misma la privatización de PEMEX. En cambio no hay pronunciamientos claros acerca de la privatización que estaba en marcha desde antes de la presente iniciativa de reforma, ni mucho menos un planteamiento claro alternativo de la situación petrolera.
Cómo todo partido que se dice democrático y que entiende por tal el sometimiento a las condicionantes de la democracia burguesa, cae en sus propias contradicciones cuando aparece aparentemente enfrentado con una tendencia del capitalismo mundial. Suponer que la privatización de PEMEX se va a hacer porque Felipe Calderón es el presidente y no López Obrador, es simplemente una bobería de lo más infantil, sería atribuirle a un personaje bastante gris, un poder tal que hasta el mismo capital se subordina a sus caprichos. Sin embargo es imprescindible dar cuenta de que es Felipe Calderón y su gobierno quienes representan al capital y no el capital al gobierno de Felipe Calderón. Así pues, queda claro que los recursos que a su disposición cuenta el presente gobierno en turno, pues son los del Estado capitalista que representan: medios de comunicación, policía, ejército, burocracia, etc. Con esos recursos es que el gobierno panista piensa abanderar las causas del capital.

Lo anterior está claro, lo que pareciera no estarlo es ¿A quién representa Andrés Manuel López Obrador? ¿A un gobierno legítimo que no gobierna ni su propio partido? ¿A las amplias masas populares que tratan de defender nuestra soberanía? ¿O tal vez a empresarios como Carlos Slim quienes han hecho cuantiosas ganancias con proyectos como la remodelación del centro Histórico de la Ciudad de México? Éstas contradicciones parecen estarse agotando, AMLO parece pretender tener un pie en cada lado, pretende defender los intereses del capital con apoyo popular.

Ésta ambición es propia de algunas fuerzas políticas que han aparecido en diversas ocasiones en la Historia de Nuestra América, particularmente cuando la crisis social se viene agudizando. Lo que está haciendo López Obrador y su gente, es demostrar entre otras cosas, que el PAN es incapaz de garantizar una venta segura y estable de nuestro petróleo, ¿No será que trata de demostrar que la única fuerza política capaz de hacerlo es a la que él representa? No sería extraño, recordemos que algunos gobiernos actuales y recientes de América Latina, los cuales han llegado al poder movilizando masas y reivindicando una posición de izquierda, han sido los únicos capaces de concretar algunas reformas neoliberales que las opciones abiertamente de derecha no han podido. Los gobiernos de Lagos y Bachelett en Chile, Lula en Brasil o Tabaré Vázquez en Uruguay lo han podido hacer, dejando muy satisfechos a los intereses del capital imperialista.
Lo que es incapaz de plantear López Obrador, es que existe una contradicción antagónica entre el pueblo que sale a las calles a defender sus derechos y las supuestas «instituciones democráticas» que dice también defender. Él no puede ni quiere reconocer que el Estado Mexicano es un Estado de clase, que las instituciones están hechas por y para la burguesía y por tanto de facto, contra el pueblo trabajador.

No podrían reconocerlo así, porque a final de cuentas ese Estado y esas mismas instituciones son las que pretenden gestionar llegando ellos al gobierno, por lo mismo, el cuestionamiento que han hecho al congreso, al Instituto Federal Electoral, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, etc., son meramente formales, no se critica a dichas instituciones sino únicamente a las personas que en ellas laboran. Dicho de manera más clara, López Obrador no ofrece, ni mucho menos transformar o destruir un Estado Mexicano diseñado para la opresión de las mayorías, por el contrario, ofrece perfeccionar ese mismo Estado.
Por tanto no ha resultado extraño que su discurso se torne a menudo contradictorio, permitiendo así que muchos de sus representantes sean cuestionados y presionados durante las entrevistas que han dado a distintos medios de comunicación. Defienden las instituciones pero las critican, no validan las discusiones que se dan en el congreso pero al mismo tiempo reconocen en él, el órgano legislativo válido y legítimo, no validan los resultados del IFE pero dicen reconocer en él a una institución democrática, no reconocen discursivamente la presidencia de Felipe Calderón, pero en los hechos permitieron que la asumiera y lo reconocen como gobernante. López Obrador trata de defender instituciones que para el pueblo resultan indefendibles y al mismo tiempo criticarlas dentro del marco de la crítica burguesa. Por ello también los representantes de la burguesía les exigen una definición, exigen garantías de protección a las instituciones y al Estado, mientras el Frente Amplio Progresista mantiene un discurso vacilante que pretende servir a dos amos. Lo cual provoca naturalmente profundos rasgos de desconfianza tanto de parte de los representantes del capital como también del pueblo.

Así pues, López Obrador juega un doble papel en la lucha de masas, por un lado como agitador, pero por el otro como contenedor de la misma. Es cierto que ha llamado al pueblo a salir a las calles, pero también es cierto que al pueblo en la calle lo ha llamado a regresar a sus casas. Con millones de personas movilizadas en las calles en el 2006 en claro auge del protagonismo popular, el FAP, optó por llamar a la desmovilización, la toma de posesión de Calderón exigía un posicionamiento claro, se iba a permitir o no, y finalmente optaron por la conservación del orden dentro de los márgenes del Estado al servicio de los capitalistas. Claro, no se le podía pedir otra cosa a una serie de personajes que de ninguna manera se han propuesto entregar el poder al pueblo. En ese sentido, lo que se buscó fue lo que se da en llamar una «salida política», que consistió en nombrar a AMLO presidente legítimo y a Calderón presidente ilegítimo. Como si el problema del poder y del Estado pudiera ser reducido a simbolismos idealistas, siendo que el poder de un Estado es una cosa material, es presidente legítimo o ilegítimo quien tiene la capacidad de gobernar, teniendo bajo su cargo los instrumentos básicos de dominación y de administración del propio Estado, quien controla el ejército, la policía y las instituciones que cuentan con el respaldo violento de éstas mismas. Calderón y la gente a la que representa, optaron desde el principio por una presidencia ilegítima pero real; López Obrador por la simulación de la resistencia.

Así pues, después de vociferar a los cuatro vientos que el triunfo electoral de AMLO sería defendido a como diera lugar, porque el mismo representaba la «voluntad popular», después de haber logrado concentraciones y movilizaciones históricas, después de que millones de mexicanos se encontraban decididos a defender su voluntad de hacer presidente a AMLO, él mismo les pidió que desistieran de ello, repitiendo así la hazaña de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 quien también logró desmovilizar al pueblo después de un auge histórico. A final de cuentas parecía ser el dueño de esa bandera.

Con el caso del petróleo es distinto, Felipe Calderón le ha dado la razón a todas las fuerzas políticas que han venido alertando a la población de que tanto el PAN como el PRI estaban listos para ofertar PEMEX al mercado capitalista mundial, ha logrado generalizar y radicalizar la indignación así como seguir mermando la de por sí escasa legitimidad del Estado mexicano. Esto ha pretendido ser capitalizado por López Obrador para ostentarse nuevamente como el dirigente que simboliza en sí mismo la voluntad popular.

Sin embargo, el FAP sabe que sacar a las masas a las calles es jugar con fuego, ante una situación tan apremiante como la defensa de nuestra soberanía, resultará más difícil regresarlas a sus casas que sacarlas de ellas, de hecho buena parte de las acciones de resistencia callejera que se han dado recientemente, han provocado la preocupación y hasta el deslinde de algunos personajes prominentes del FAP, principalmente del PRD; incluso se han visto obligados a realizar éstas acciones ante la fuerte presión de las masas que no están dispuestas a aceptar que sus dirigentes se echen para atrás.

¿Pero hasta dónde puede extenderse dicha situación? El FAP ha declarado que proponen que el debate se de durante 120 días y reconocen en el congreso una instancia válida para librar buena parte del mismo, pero ¿Qué pasaría si al cabo de los 120 días, el congreso con mayoría del PRI y PAN deciden finalmente aprobar la reforma? ¿Declararán ilegítimo el congreso del cual forman parte? ¿Hasta dónde están dispuestos a continuar con la resistencia?

El FAP ha propuesto recientemente la celebración de un referéndum para solucionar el problema. Supongamos por un momento que se logran las condiciones necesarias para que el asunto se decida en un referéndum, que éste se celebra y triunfa la negativa a la propuesta. ¿Esto aseguraría que no habrá privatización? Yo pienso que no.

Detener la privatización de PEMEX implica ni más ni menos que oponerse a la tendencia dominante del capitalismo mundial, por lo que cualquier fuerza política que se proponga realizar seriamente dicha tarea tendrá que ser conciente de quién es el enemigo al cual se enfrenta, pero resultaría de lo más ingenuo pensar que el PRD, el FAP, o el mismo López Obrador están pensando en ello. ¿Qué harían ante un nuevo proceso electoral? ¿Acaso declararían la guerra a la tendencia dominante del capitalismo? ¿Cómo la enfrentarían? ¿Por qué habríamos de pensar que si el estado impuso un fraude electoral para impedir que una fuerza política que ni siquiera es de izquierda llegara al gobierno, aceptaría que ahora sí llegara una vez radicalizada?

La coyuntura exige definiciones, y seguramente el FAP seguirá optando por conservar el orden establecido y seguirá tratando de jugar con fuego sin quemarse, seguirá optando, por un tiempo, por sacar a las masas a las calles y pensar que cuando ellos lo decidan las masas volverán a sus casas.

Pero supongamos por otra parte que el Congreso no acepta el referéndum y decide votar la reforma. ¿Qué va a hacer el FAP? Forzosamente tendrá que definirse. Puede volver a intentar la simulación de la resistencia, permitiendo en los hechos que la reforma se lleve a cabo y que las transnacionales no sólo gocen de las ganancias derivadas de nuestro petróleo sino además disfruten al mismo tiempo de la renta petrolera y con ello aumenten el saqueo a nuestros recursos, teniendo enfrente solamente aspectos simbólicos de resistencia. O bien, puede optar por la resistencia firme y decidida, popular, teniendo esto como costo el renunciar a muchos de los privilegios de los cuales gozan por ser coadministradores del Estado Mexicano; tendrían que acompañar una lucha popular que tienda a la desestabilización y pérdida de poder del Estado, relegar sus compromisos con el capital y reafianzar sus compromisos con el pueblo. ¿De qué depende?

Depende principalmente de aspectos económicos y materiales, no podemos olvidar que el PRD, y las fuerzas que lo acompañan en el FAP, son parte también del Estado y difícilmente aceptarán dirigir golpes que van contra ellos mismos. Las gubernaturas, los puestos administrativos y sus escaños en el congreso implican y han implicado jugosos compromisos económicos con una buena parte de la burguesía que controla la riqueza de nuestro país, incluyendo por cierto al narcotráfico. ¿Será que los gobernadores del PRD están dispuestos a renunciar a los beneficios políticos y económicos que gozan, cambiándolos por la dignidad que representa defender la soberanía nacional? ¿La defienden desde sus gubernaturas? Lo que nos dice la historia reciente es que no. Los espacios que ha ocupado el PRD en la administración del Estado, lejos de haber incrementado sus vínculos con el pueblo trabajador, han incrementado sus vínculos con la burguesía con quienes han suscrito importantes acuerdos. Ha sido el caso del Gobierno del Distrito Federal que reprime transportistas, estudiantes y vendedores ambulantes a la vez que logra contratos millonarios con empresas constructoras, inmobiliarias y magnates como Slim, o como el gobierno de Cárdenas Batel en Michoacán que promovió descaradamente el aumento del lavado de dinero proveniente del narcotráfico en aquella entidad, también el de Zeferino Torre Blanca en Guerrero que ha promovido la construcción de la presa «La Parota» y ha reprimido a campesinos, normalistas y profesores, y así podríamos citar muchos casos en Chiapas, Zacatecas, Baja California Sur, etc.

Así pues, podemos esperar que el FAP siga simulando un rato más la resistencia, pero que en algún momento, si la continuación de la misma compromete la estabilidad del estado mexicano, tratará de frenarla. La diferencia entre la presente coyuntura y la del 2006 es que AMLO no puede pedirle al pueblo que renuncie a la defensa de nuestros recursos igual que le pidió renunciara a su voluntad de hacerlo presidente. Esa bandera no le pertenece y la situación se les puede salir de control, eso explica el enorme nerviosismo tanto de las Cámaras de Empresarios, Fuerzas Políticas e incluso de fracciones del mismo PRD quienes temen por sus inversiones y por su poder.

A final de cuentas lo que está enfrente no es un problema entre Calderón y Obrador, sino entre la voluntad del capital y la del pueblo, hasta ahorita pareciera Calderón representante del capital y Obrador del pueblo, pero ninguno de los dos son en sí mismos, ni el capital ni el pueblo. Si la crisis se agudiza, el mismo Calderón será rebasado y cobrarán mayor protagonismo los representantes más fieros del capitalismo internacional, el gobierno norteamericano comenzará a tomar parte abierta en el asunto, lo harán también en mayor medida los empresarios, y todos buscarán respaldarse en los medios de poder más violentos y que consideran más seguros, es decir, las riendas las tomarán directamente los capitalistas y harán uso de instituciones como el ejército para apaciguar la movilización popular. Así mismo, el pueblo habrá de ir tomando protagonismo e iniciativa, y no será éste quien tenga que decidir si apoya o no a López Obrador, sino será López Obrador quien tenga que decidir si apoya o no al pueblo. Si verdaderamente existe dignidad entre algunos perredistas o miembros del FAP, tarde o temprano tendrán que renunciar a sus privilegios y sumarse a la resistencia auténticamente popular, pero no podrán hacerlo sin antes romper con dichas fuerzas políticas y los intereses capitalistas que representan. De esta manera, la historia pondrá a cada quien en su lugar.

Conclusión

Nos sería imposible entender el problema del control de un recurso estratégico si lo ceñimos a una disputa entre dos personajes o entre dos partidos políticos. Ni la privatización ni la nacionalización de los hidrocarburos así como el manejo de los mismos, ha dependido de voluntades personales sino de aspectos económicos de fondo y de la lucha de clases. El petróleo no puede ser privatizado sólo porque lo diga Calderón, ni puede ser administrado por el Estado sólo porque lo diga López Obrador. Lo fundamental es hallar los intereses que se encuentran en juego y quienes representan dichos intereses.

Por tanto, no podemos hacernos ilusiones de que encomendando la resistencia a un personaje público que toda su vida ha sido un dirigente de fuerzas políticas burguesas, se convertirá de la noche en la mañana en un revolucionario que defenderá los intereses del pueblo trabajador por encima de los del capital.
Así como el verdadero agente de la privatización es el capital, tenemos que subrayar que el único que puede convertirse en agente seguro y confiable de la resistencia es el pueblo trabajador, y si no asume su papel en ello, seguramente será derrotado y terminará subordinado simplemente a la voluntad de una parte de la clase en el poder, y en el mejor de los casos sólo logrará retrasar por unos cuantos años la privatización de un recurso estratégico, a la vez que el capitalismo neoliberal lo sigue explotando y empobreciendo todos los días.

Es cierto, defender el petróleo es una tarea apremiante e irrenunciable para todos los hijos dignos del pueblo mexicano, la verdadera izquierda, los revolucionarios, deben ser parte de esa defensa, pero al mismo tiempo, su tarea debe ser el lograr que ésta resistencia se vaya librando con cada vez más independencia de clase. Asumir la defensa de nuestro petróleo no implica necesariamente sumarse a las convocatorias de López Obrador, mucho menos sujetarse a sus tiempos y a sus formas, los revolucionarios nunca hemos necesitado que algunas fuerzas políticas de la burguesía nos señalen nuestras prioridades, nosotros las conocemos, y sí nos lanzamos a librar esta lucha será porque es nuestro criterio el que lo considera necesario. A diferencia de ellos, podemos garantizar que nuestra posición no será negociada con la burguesía ni con los partidos políticos que la representan.

Así pues, nuestra labor es generar las condiciones para evitar no sólo la privatización del petróleo sino también para combatir y derrotar al capitalismo que a diario explota a nuestro pueblo, y al Estado que a diario lo reprime, nuestra lucha no será por el perfeccionamiento del Estado capitalista sino por la construcción de la patria socialista, sólo entonces podremos comenzar a ser auténticos constructores de nuestro destino y auténticos dueños de nuestra riqueza.

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[1] Maestro en Estudios Latinoamericanos y Licenciado en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Militante del Comité de Lucha por el Movimiento de Emancipación Nacional (COLMENA).
[2] En el caso del petróleo el consumo cobra una singular relevancia puesto que el mismo implica en su mayoría, un nuevo proceso de producción, y prácticamente todos los procesos de producción requieren del consumo de algún derivado del petróleo. Por esto mismo, un objetivo fundamental de cualquier bloqueo económico es impedir precisamente la adquisición de petróleo.
[3] No debemos olvidar que la recuperación económica viene empujada por la propia guerra y principalmente durante la post-guerra.
[4] Después de los primeros gobiernos del PNR, algunas contradicciones irresueltas durante los intentos de pacificación del país, (ésta siempre parcial), el movimiento de masas exigía al régimen un posicionamiento claro sobre algunas reformas prometidas desde el constituyente de 1917 pero que no estaban siendo aplicadas, tales como derechos laborales, reparto agrario y la propiedad nacional de los recursos naturales.
[5] Se han reformado una buena cantidad de leyes y reglamentos que han abierto al capital privado y transnacional prácticamente toda la economía mexicana, muchas de estas transformaciones atadas al Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
[6] Por supuesto existen más ejemplos, pero llamo la atención sobe estos por su alcance nacional y por ser de todos conocidos.
[7] De hecho ha sido en este tipo de empresas en dónde se han registrados los casos más lamentables de negligencia, mismos que han provocado accidentes que han costado la vida de decenas de obreros.