El presidente Evo Morales concluye sus 11 meses de gestión y su primer fin de año en el Palacio Quemado con su mayor éxito, allí donde algunos menos lo esperaban: los números de la macroeconomía.Según datos difundidos por el Ministerio de Finanzas, Bolivia registró, por primera vez en décadas, superávit fiscal -equivalente al 6% del […]
El presidente Evo Morales concluye sus 11 meses de gestión y su primer fin de año en el Palacio Quemado con su mayor éxito, allí donde algunos menos lo esperaban: los números de la macroeconomía.
Según datos difundidos por el Ministerio de Finanzas, Bolivia registró, por primera vez en décadas, superávit fiscal -equivalente al 6% del PBI-, las exportaciones se duplicaron en 2006, el Banco Central posee reservas de 3.000 millones de dólares y la inversión extranjera, que durante años mostró guarismos negativos, ascendió a 170 millones de dólares.
Se espera un crecimiento del PBI del 4.5%. Uno de los pilares de la política de Morales fue la austeridad en la administración pública -incluyendo la reducción del 50% de su salario y los de sus ministros- y la contención de los reclamos sindicales. Para el próximo año se aprobó un aumento del 5% para los trabajadores de salud y educación que ya fue rechazado por los sindicatos.
La oposición dice que las cifras macroeconómicas no son mérito del gobierno sino del contexto internacional favorable a las materias primas, gas y minerales, que constituyen el 75% de las exportaciones bolivianas. Y añaden las dificultades para ejecutar el presupuesto, lo que incrementa el ahorro fiscal.
Pero desde el oficialismo apuntan a la «recuperación de la renta de los hidrocarburos» mediante fuertes aumentos impositivos a las petroleras y al papel activo del Estado -por ejemplo en la renegociación de los precios del gas a Argentina- como artífices de la coyuntura.
«Encontramos un país fragmentando, económicamente quebrado, pero ahora Bolivia no pide limosna. Les dimos cátedra de economía a los neoliberales», apuntó el vice Álvaro García Linera al celebrar el aniversario del triunfo electoral de diciembre de 2005. En los discursos fue claro que el desarrollismo es tan o más fuerte que el indigenismo en un país en donde la población pide a gritos algo de la modernidad de la que gozaron pequeñas elites carentes de un proyecto de nación.
Hoy casi la totalidad de los planes sociales va al campo donde vive el 38% de la población. Allí, donde están los bolivianos más postergados, llegaron 2.000 médicos cubanos, tractores venezolanos y bonos escolares. El presupuesto 2007 -ya aprobado por el Congreso- transformará el superávit en un déficit «controlado» para impulsar el boom productivo propuesto por el gobierno, con una inversión pública de 1.100 millones de dólares. Otro «récord» que, según el ministro de Hacienda Luis Alberto Arce, confirma que «es posible combinar racionalidad económica y política progresista y nacionalista».