Esta mañana que te paraste a chambear, quizás pensaste como muchos «la jornada es una friega, pero lo bueno es que tengo con qué sacar para el bistec, y luego con estos chavos sí que comen de a de veras». Quizás simplemente pensaste en que después de 10 o 13 horas de estar sentado, en […]
Esta mañana que te paraste a chambear, quizás pensaste como muchos «la jornada es una friega, pero lo bueno es que tengo con qué sacar para el bistec, y luego con estos chavos sí que comen de a de veras». Quizás simplemente pensaste en que después de 10 o 13 horas de estar sentado, en el taxi o en la oficina, podrías regresar a descansar, quitarte esa molestia de la espalda, pasar tiempo con la familia, dormir un poco… y esperar al domingo para tener un día entero para hacer lo que quieras. Y eso si pensaste, porque luego por andar 12 horas encerrado haciendo un trabajo monótono y durmiendo poco, hasta se quitan las ganas de pensar. Lo que sí es que la vida no es de a gratis, y nadie tiene por qué regalarte el techo, la comida, los útiles, la ropa, la gasolina… sería como que te regalaran su trabajo, y si su trabajo es una buena parte de su vida, sería como que te regalaran su vida, y ¿quién chingaos va a hacer eso? ¿O no?
Lo canijo es que en realidad la mayoría de la gente estamos regalando nuestro trabajo y nuestras vidas, de una manera muy concreta y cotidiana. Mejor dicho, nos la expropian, legal y tranquilamente. Para explicar cómo está eso, vamos a usar un ejemplo.
Artemio trabaja en un call-center y, como habla inglés, le pagan $10 mil mensuales por andar ocho horas diarias sentado haciendo llamadas para vender seguros de vida, afores y cuentas bancarias. Las ocho horas en realidad terminan siendo nueve, ya que le descuentan el tiempo que se para a ir al baño y la pausa de la comida. Por el trabajo que hace Artemio en nueve horas, a la compañía los bancos le pagan, en promedio $2,000, de los cuales a Artemio le tocan $500. Pero la compañía gasta unos 500 pesos diarios en mantenimiento del equipo y costos de comunicaciones, más el mantenimiento de la central y costos operativos. Entonces de $1,500 limpios que Artemio generó con su trabajo, le tocan solamente $500. Es decir, que le «regala» las dos terceras partes de su trabajo a la compañía.
Pero a Artemio no le molesta tanto. Al fin no tiene familia, y lo bueno es que casi ni se enferma, porque su contrato de seis meses que ha renovado tres veces no le da derecho a seguridad social, vacaciones y ni le genera antigüedad. Además a Miguel, que no habla inglés, le pagan casi la mitad que a él en la misma compañía; entonces a Artemio «la neta le va bien».
Pero a la compañía no le basta con eso, porque necesita expandir sus operaciones y mantener los gordos bolsillos de sus directivos en España. Entonces introduce un novedoso sistema que hace que Artemio marque a 5 números al mismo tiempo y que reduce el tiempo de espera en la línea, con lo que hace más llamadas que antes. Artemio está en friega atendiendo las llamadas que entran y logra hacer más llamadas y más ventas al día y, por ese mayor trabajo, los bancos le pagan $2,500 a la compañía. Pero a Artemio le siguen pagando el mismo salario, es decir que de $2,000 limpios que produce, sólo le pagan $500. Ahora le toca una cuarta parte de su propio trabajo.
Ahora la compañía puede darse el lujo de botar a una cuarta parte de los trabajadores o, cómo ellos dirían, abstenerse legalmente de renovar el contrato -que dura sólo 6 meses-. «De todos modos están chavos», dirán los administradores medios, ellos mismos susceptibles de ser despedidos a capricho de la compañía.
Hay varias maneras en que la compañía puede aumentar la ganancia que le saca al trabajo de cada empleado. Una es aumentar el tiempo de trabajo , como cuando dice que el contrato es por ocho horas pero en realidad es de nueve o diez y no pagan horas extra. Otra es reducir el salario en pesos. Otra es reduciendo el salario indirecto: quitando derechos de seguridad social y derechos laborales que no se reflejan en el monto del salario. Pero otra también es aumentar la productividad de cada trabajador, sin aumentar el salario, como en el caso de Artemio, a quien ahora traen más en friega, por el mismo salario. El call-center ha logrado exprimirle más trabajo a Artemio por el mismo precio.
Pero la clase de los capitalistas -es decir los dueños y representantes no sólo de una compañía, sino de todas las compañías, constructoras, agroindustriales, textileras, maquiladoras, automovilísticas, exportadoras y comercializadoras, los bancos, etcétera- también hace algo parecido a nivel social. Al aumentar la productividad del trabajo, es decir la masa de mercancías que produce cada trabajador, cada vez es menor la fracción del producto social que deben pagarnos a los trabajadores como salario. Incluso cuando aumenta el salario -cosa que no se ha visto en décadas en México- disminuye la porción del producto social que nos toca a los trabajadores, y aumenta la que le toca a la clase capitalista. Este mecanismo lo llamamos aumento del plusvalor relativo, para decir que siempre nos toca una porción relativamente menor de lo que producimos.
Según un estudio del Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, un trabajador que gana salario mínimo en México repone su salario en nueve minutos; es decir que el resto de la jornada laboral oficial (7 horas con 51 minutos) trabaja para el patrón o, mejor dicho, para la clase capitalista (porque a veces ni siquiera es el patrón directo quien se apropia del trabajo).
El famoso «desarrollo» y aumento de la productividad que anuncia el gobierno como remedio a la pobreza y a todos los males, lo que en realidad busca es aumentar el plusvalor relativo que nos exprimen a la clase trabajadora. El capitalismo no permite una mejora en las condiciones de vida de la gente si no es a costa de reducir la porción relativa de esa mejora que nos toca a la gente trabajadora de todos los niveles, del campo y ciudad; al campesino y al proletariado. Es nuestra tarea redirigir la producción social a elevar el bienestar y el potencial del ser humano.
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección MARXISMO HOY del No. 7 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 29 de abril de 2015.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.