Tanto pobreza como indigencia han crecido desde el 2011 a la fecha. Los resultados más conservadores de la medición realizada por la Comisión Técnica de ATE-Indec quintuplican la cantidad de pobres e indigentes que contabiliza el gobierno nacional. Medir la pobreza no es solo saber cuántos son las personas que pasan hambre sino pensar en […]
Tanto pobreza como indigencia han crecido desde el 2011 a la fecha. Los resultados más conservadores de la medición realizada por la Comisión Técnica de ATE-Indec quintuplican la cantidad de pobres e indigentes que contabiliza el gobierno nacional.
Medir la pobreza no es solo saber cuántos son las personas que pasan hambre sino pensar en qué otras cosas son además imprescindibles para poder transitar una vida digna. Tener cubiertas las necesidades de atención de la salud, poder acceder a una educación de calidad y a una vivienda digna, son también parte de pensar en términos de pobreza.
Conocer datos reales de cuántas personas, cuántos hogares, están en situación de pobreza, es necesario para orientar o reforzar las políticas públicas de coyuntura. Pero fundamentalmente porque son los pobres e indigentes quienes, en definitiva, señalan los límites, el éxito o el fracaso de un modelo.
Si bien es cierto que estos índices evolucionaron positivamente respecto al momento de la crisis de 2001, mirarnos siempre en esa comparación nos lleva, en algún punto, a justificar la situación actual. Es como vernos en el fondo del pozo, donde más abajo casi no era posible caer, y decir «estamos mejor», lo que obviamente es así.
Sin embargo luego de más de una década de gobierno kirchnerista, con años de grandes ganancias para el capital, hoy, y según datos oficiales, la mitad de los trabajadores ganan menos de 6.000 pesos, el 53% de los jubilados reciben el haber mínimo (aunque se haya ampliado el universo, son muchos más los que cobran un haber que apenas cubre la mitad de la canasta básica necesaria para un adulto mayor), la precarización laboral alcanza a 5 de cada 10 trabajadores y casi un millón de personas son parte de diversos planes de empleo subsidiado. Desde hace varios años la Comisión Técnica de los trabajadores estatales nucleados en ATE-INDEC realizan mediciones semestrales de pobreza e indigencia, cálculos que el gobierno kirchnerista discontinuó desde fines de 2013 y luego de haber manipulado en casi siete años de intervención, las estadísticas.
El último informe publicado actualiza los datos de pobreza e Indigencia para el segundo semestre de 2014.
La metodología utilizada por los técnicos es la misma que utilizaba el Indec para dar a conocer la línea de pobreza e indigencia: tomar los ingresos totales de cada hogar y contrastarlos con el valor de la canasta de bienes y servicios.
Si bien los ingresos siguen publicándose a través de la Encuesta Permanente de Hogares, son las canastas las que ya no son dadas a conocer por parte del organismo estadístico. El argumento esgrimido es el de la imposibilidad «técnica» de empalmar las series entre el discontinuado IPC (Índice de precios al consumidor) y el actual IPCnu (Índice de precios al consumidor Nacional Urbano)
Lo que hace la Comisión Técnica de ATE es definir esas canastas a través de dos cálculos: uno en el que toma la misma estructura de la canasta básica alimentaria (CBA) oficial que usa(ba) el Indec y otro utilizando la canasta de consumos mínimos (CCM) de la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires agregándole otros componentes que la amplían y que el Indec ya había comenzado a considerar cuando fue intervenido.
No estamos hablando de elementos suntuarios sino de incorporar a la CBA mensual los siguientes elementos para mejorarla: 12 facturas, 630 gr. de tapas para empanadas y tartas, 300 gr. de pan rallado, 810 gr. de fiambre, 1470 gr. de yogur, 1 pizza comprada fuera del hogar, 5 empanadas compradas afuera y 1260 gr. de bebidas alcohólicas.
Los resultados obtenidos
Tomando la CBA, se concluye que la pobreza alcanza al 25,1 % de personas (6.712.000) que representa 17,8 % de hogares. Y que 1.489.000 son indigentes (5,6%) es decir, 4,3% de hogares.
SI en cambio se toma la CCM, la pobreza alcanza a 44,3 % de las personas (11.839.000) y a 33.6% de los hogares. Y la indigencia llega a 11,3% de los habitantes (3.017.000), 8,2% de hogares.
Es importante aclarar que estos cálculos se realizan con valores de canastas de bienes y servicios que van desde los $ 6.100 (CBA) a los $ 12.000 (CCM) para medir la pobreza y de $ 2.600 (CBA) a $ 4.090 (CCM) para medir la indigencia.
Estos valores reflejan un promedio nacional. La situación se agrava si recorremos el territorio. Tomando los menores índices que arrojan la medición a través de la CBA vemos que en la Región Noreste (NEA) el 39,3% de las personas están en situación de pobreza, en la Región del Noroeste (NOA) la pobreza alcanza al 30,4 % y en el Gran Buenos Aires (GBA) es de 25,8%. Con la Canasta de Consumos Mínimos la pobreza alcanza a 6 de cada 10 personas en el NEA, a 5 de cada diez en el NOA y trepa a 45% en el Gran Buenos Aires y Cuyo.
Aunque para los números del gobierno la pobreza ha descendido de 6,5% en el 2º semestre de 2011 a menos de 5%, y la indigencia de un 1,7% a 1 % – según lo anunciado recientemente por la presidenta – las estadísticas de esta comisión muestran todo lo contrario: de 18,2% de pobres y 4% de indigentes en el 2º semestre de 2011, se pasó a fines de 2014 a 25,1% de pobres y 5,6% de indigentes, utilizando la canasta de valores mas bajos (CBA).
Los resultados más conservadores de la medición realizada por los técnicos de ATE-Indec quintuplican la cantidad de pobres e indigentes que dice el gobierno. En el caso del Gran Buenos Aires, concluye la comisión, «alcanzan valores similares a los que oficialmente medía y publicaba el Indec a fines de la década del 90».