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Pobreza infantil y educación desigual en Argentina: presente doloroso, futuro trágico

Fuentes: Rebelión / CLAE

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) ha dado a publicidad los datos -para el primer semestre de este año- sobre la pobreza infantil en Argentina, surgidos de la Encuesta Permanente de Hogares.

Ese dato junto con otros sobre la desigualdad educativa, llaman la atención sobre las perspectivas de futuro del país.

La pobreza infantil (0 a 14 años), para la primera mitad del año, ascendió al 50,9% y afectó a 5,54 millones de menores, de los cuales 1,38 millones son indigentes. En términos generales hubo una leve reducción de la pobreza, pero –por la mayor inflación de los productos de consumo básico- hubo un aumento de la indigencia.

Si hablamos del conurbano bonaerense – 229 localidades y barrios, dentro de los 24 municipios de la Provincia de Buenos Aires, además de la ciudad de Buenos Aires – la pobreza infantil subió al 60%.

Cuando ampliamos esos datos a los menores de 17 años, algo más de la mitad está en la pobreza y uno de cada 10 no está suficientemente desarrollado, comprometiendo su vida adulta, porque no pudo acceder a la canasta mínima de alimento.

Todo ello a pesar de los cerca de nueve millones de personas que son beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que cubre a 4,4 millones de niños, de los cuales 3,7 millones, reciben la Ayuda Escolar; el Plan Alimentar incluye 2,5 millones de beneficiarios y cubre a 4,1 millones de personas; otro 1,3 millón de personas perciben el Plan Potenciar Trabajo.

Como contrapartida de los llamados “planes sociales”, según el INDEC, aumentó la precariedad laboral. Por cada empleo en blanco se generan dos en negro.

Educación: adiós a la igualdad social

Para completar este panorama es bueno incorporar a estos datos lo que está pasando a nivel educativo, con sus desiguales niveles de acceso, contención y desarrollo. En ese sentido la educación ha ido perdiendo su rol de igualador social, para transformarse en un factor más de consolidación y aumento de las desigualdades preexistentes.

Según la Encuesta Permanente de Hogares, el 93% de los mayores de 25 concluyeron sus estudios primarios, pero solo el 58% de la misma edad cumplieron con el ciclo secundario. A esta diferencia hay que agregar que el 87% perteneciente al decil –de ingresos- más alto completó esos estudios, mientras que solo el 32% del decil –de ingresos- más bajo pudo hacerlo.

La escuela, con su actual organización institucional, es heredera de este fenómeno al que –a su vez- contribuye a fortalecer. Todo ello se verifica en el acceso al sistema, en su equipamiento tecnológico, la eficacia de su funcionamiento y la calidad de los contenidos aprendidos.

Este conjunto de situaciones, cada vez más diferenciadas, profundizan la brecha entre la educación pública –de segunda categoría- (que sigue la línea decadente de la mayor parte de los servicios estatales) respecto a la educación privada (de mayor nivel y eficiencia), donde se forma –de manera creciente- la dirigencia de esta sociedad.

Todo eso legitimó la existencia de dos tipos de escuelas: una, para ricos (o aspirantes a tales), para pobres la otra.

Este choque de tendencias, que contiene a dos sociedades muy distintas en un mismo y solo país, estalla ante nuestros ojos. Pero, da la impresión que cada día que pasa se va haciendo “tan natural” como el sol que sale para suceder a la noche.

La pobreza infantil es la base material que garantiza la continuidad de esta normalidad y la escuela, entrampada en esa realidad, es el instrumento institucional para que esa “normalidad” no cambie.

Salarios e inflación

La inflación fue del 6,9 por ciento en septiembre, según el Instituto Estadístico de los Trabajadores de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET). El registro es medio punto superior al del mes anterior, marcando una aceleración de los aumentos de precios. Es el tercer mes consecutivo donde la inflación supera al 6 por ciento. En el período junio-agosto los salarios retrocedieron 4,2 por ciento en términos reales

En nueve meses del año, la inflación se ubicó en 67,4 por ciento, en tanto la acumulada en el último año llegó al 84,4. Es el registro más elevado desde 1991. A su vez, no debería superar el 6 por ciento en los próximos meses para que el Índice de precios al consumidor (IPC) de 2022 no supere el 100 por ciento.

Estas proyecciones coinciden con la encuesta del Banco Central entre consultores y especialistas, donde se prevé una inflación del 6,8 por ciento para septiembre y del 100,3 para fin de año, con un ritmo del 6 por ciento hasta marzo de 2023.

Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.