Antes de responder a esta pregunta, es necesario hacer algunas precisiones. Por evismo, me refiero a una configuración histórico-social específica, que debe diferenciarse de Evo Morales como individuo.
Esto es posible, primero, porque es básico en el análisis político: no confundir al individuo con el proceso social. Esta objeción es tan elemental que no necesita explicación. Segundo, una configuración histórico-social (coyuntura) es una singularidad producto de varios factores que se alinean de una forma determinada en condiciones únicas e irrepetibles. Algunas de estas coyunturas pueden adoptar la figura de un individuo (por ejemplo, Bismarck en Alemania o Perón en Argentina, etc.), pero eso no significa identificarlas. Tercero, está muy claro que lo que lleva a asociar a un individuo con una coyuntura histórica es más que la persona y esto sí requiere una explicación más amplia, porque aquí se definen mejor los límites del evismo.
Si afirmara que un individuo resume todo lo que una coyuntura implica, entonces estaría asumiendo que esta persona, sea quien sea, estaba destinada a ser el único líder de una configuración histórica-social determinada. Este argumento solo es válido si tengo en mente una visión determinista y mecánica de los procesos sociales, lo cual a estas alturas del partido sería básicamente un anacronismo. Por lo tanto, a menos que pertenezcamos a una feligresía fanática, no hay predestinación histórica.
La singularidad de la coyuntura hizo que la articulación histórica en este principio del siglo XXI en Bolivia convergiera desde lo “indígena” como pivote central para aglutinar al bloque popular. Esto no significa que otros anclajes políticos no pudieran confluir con este, como, por ejemplo: las reivindicaciones antineoliberales de los maestros, gremiales, los propios cooperativistas mineros (aunque resulte paradójico), las reivindicaciones políticas de los nuevos actores emergentes de las luchas del 2000 en Bolivia. Por ejemplo: los regantes en Cochabamba y las juntas vecinales en la ciudad de El Alto son una muestra de ello. Se podrían enumerar algunos más, pero la idea hasta aquí se entiende.
Esta singular articulación dio lugar a la demanda de un liderazgo sin precedentes en la historia reciente de Bolivia, no tanto por la forma, pues la Revolución del 52 tuvo algunos puntos en común con el proceso político actual, sino por el contenido, que lo distingue de manera significativa, y le da un sentido inédito. Este contenido es lo indígena como pivote político de articulación. De este marco, con hegemonía de lo indígena en el bloque popular, surge el evismo.
Los rasgos fundamentales de la coyuntura que posibilitaron la emergencia del evismo se pueden resumir en: que el liderazgo incluya lo indígena, lo que no implica debatir de forma esencialista qué es indígena y qué no. Las grandes movilizaciones sociales no suelen nacer de sutiles distinciones de categorías, sino de un conjunto de rasgos identificados y pautados como tales para lograr una articulación de sentidos políticos. Por lo tanto, la discusión sobre si Evo es indígena o no es solo una charla de café. A los grandes movimientos políticos poco les importa la “claridad” de salón; segundo, que expresen contenidos antineoliberales, ya que el mayor ciclo de acumulación política del bloque popular se dio en el marco de la lucha en contra del avance de las políticas implementadas en Bolivia con el Decreto 21060. Es evidente que el contenido político debía ser antineoliberal; tercero, que sea un articulador de los emergentes “movimientos sociales”, esta noción debe comprenderse no como una etiqueta impuesta por los intelectuales, sino como producto del proceso de constitución de identidad del bloque popular en Bolivia. Es decir, que la conciencia política del bloque popular durante el siglo XXI se autodenomina como movimientos sociales; cuarto, la necesidad de canalizar las reivindicaciones históricas y sociales dentro del campo político-electoral. Esto supone entender que las fuerzas sociales en el campo popular tendían a canalizar su lucha en el plano electoral, sin esta impronta, quizás ninguna fuerza política hubiera tenido tanto apoyo popular, y aquí no cabe duda de que el MAS fue clave para canalizar esta demanda histórica.
En este marco, se puede entender que lo que rodea a la trayectoria política de Evo Morales pudo asumir los rasgos más significativos de estas exigencias históricas que, luego de lograr convertirse en el partido gobernante desde el 2006, terminó configurándose como un proceso singular, lo que permitió que fuera posible que el evismo tuviera lugar en el escenario político boliviano. Producto de este hecho, ya objetivamente instalado en el Gobierno, es que surge la identificación del líder con el proceso histórico y no antes.
En la constitución del evismo podemos identificar dos rasgos centrales o procesos paralelos que se dan para que este empiece a tomar cuerpo. Por un lado, tenemos al evismo como un proyecto ideológico-político. Por lo general, la lectura ideológica interna suele extrapolar los rasgos únicos del liderazgo y reconstruir una cadena causal entre el rasgo singular del líder y el proceso histórico, o para decirlo en palabras sencillas, lo que es producto emergente de una singularidad histórica es leído, por los partidarios internos, como inevitable y solo atribuible al rasgo del liderazgo. Entonces, lo singular no es el proceso que dio origen al liderazgo, sino el liderazgo frente a la coyuntura. Esta lectura interna procede de manera inversa, pues olvida su carácter emergente e identifica los rasgos únicos del individuo con la coyuntura, construyendo una narrativa de inevitabilidad del liderazgo.
Es decir, el evismo se ve alimentado por la construcción ideológica del liderazgo, una formula política básica en toda coyuntura política que vino principalmente desde dentro del Gobierno, se profundizó durante la gestión y es desde el control estatal que el evismo pudo amplificarse e irradiarse. Los momentos más conflictivos y significativos de la coyuntura política fueron inmediatamente identificados y promovidos como efectos del liderazgo personalizado, esto implica que el evismo es básicamente un producto estatal. Sin Estado, no hay evismo.
Por otro lado, el evismo es producto de exigencias históricas concretas y tiene una base real, convertida en fuerza política que adquiere vida propia posteriormente como resultado, también, del cumplimiento efectivo de las reivindicaciones sociales que se originaron en el proceso político. Si bien existe una base material que vincula al proceso con el liderazgo, este se expresa en una adscripción de tipo afectiva que se acrecienta al identificar al líder con el desenvolvimiento de la coyuntura. Por lo tanto, la base de su popularidad depende mucho del éxito de la gestión. Esto implica sostener que el liderazgo se hace durante el proceso, no antes del proceso (por eso no se pueden crear líderes “probeta” a partir de cursos de formación, por ejemplo). Sin un proceso social y político, no hay liderazgo histórico.
Estos dos factores -que no son lo mismo- emergieron de la misma coyuntura histórica, pueden coexistir dando la impresión de que son una y la misma cosa, en parte porque la coyuntura lo permite. Sin embargo, como toda singularidad histórica esta tiende a desvanecerse por diferentes motivos.
Podemos entender de manera esquemática y por razones didácticas, que existen motivos externos e internos para la “extinción” de esta singularidad histórica. Optamos por el término “extinción” en lugar de “muerte” para los procesos histórico-sociales, ya que no son comparables al nivel biológico de la vida. Así como uno puede ver en el cielo la luz de una estrella lejana que ya no existe, lo que probablemente observa es el brillo de una estrella extinta. Por tanto, el límite entre su surgimiento y extinción es cuestión de tiempo y de ángulo de visibilidad antes que de fechas cronológicas. Por último, nos referimos aquí solo a algunos factores de manera rápida, pues una explicación detallada exigiría mayor desarrollo, que por la extensión de este artículo no es posible.
Cuando nos referimos al factor externo, hablamos del ataque al carácter “moral” que se le profirió al evismo, no al socavamiento político, ideológico o económico, factores también importantes que no se descartan. En principio, la más alta cualidad de un líder es su altura moral, por eso el 12 de febrero del 2016, año del referéndum para la reelección, fue una derrota electoral basada precisamente en la arremetida contra este componente ético del evismo a través de las “redes sociales” (RR. SS.) que debutaron como medio de influencia política en Bolivia. Independientemente del hecho en sí, lo relevante para nuestro argumento es que el golpe vino de un espacio totalmente nuevo para la forma de hacer política dentro del MAS.
Las redes sociales fueron el escenario del segundo golpe, que se manifestó en las elecciones de 2019. A pesar de que el MAS ganó, la campaña electoral fue difícil y el liderazgo fue cuestionado por su “moral” en los medios y RR. SS. Esto afectó los resultados, que no cumplieron las expectativas electorales del MAS y sus candidatos. Otra vez, el partido de Gobierno no pudo enfrentar con éxito esta nueva forma automatizada de hacer política.
El golpe blando contra el MAS se apoyó en la movilización de ciertos sectores de la población, y del socavamiento de la moral del evismo, impulsado sistemáticamente desde las “redes sociales”. No obstante, hay que aclarar que, aunque no se puede negar que hubo algún tipo de financiamiento, tampoco se puede ignorar que hubo mucha gente que, “voluntariamente” y sin recibir nada a cambio, se dedicó a alimentar este socavamiento moral del liderazgo del evismo, en las redes. Esto no quita la responsabilidad de los militares, los policías y los sectores de la derecha boliviana, que se coludieron para romper el orden constitucional. Sin embargo, nuestro argumento se centra en lo anterior.
Cabe aclarar que el papel de las redes sociales en el socavamiento moral del liderazgo del evismo no implica simplificar su papel en la política, sino que refleja un cambio en la estructura social y en las posiciones de los grupos y clases sociales de Bolivia. Esto se debe, en parte, a que RR. SS. tienen más influencia en una población que ha aumentado sus ingresos medios en estos 14 años, y que tiene otras formas de valorar lo político. Por lo tanto, las redes sociales son el soporte de esta reconfiguración social.
Por factores internos nos referimos a las transformaciones que el Proceso de Cambio activó consciente o inconscientemente. Por un lado, el socavamiento moral del liderazgo indica un cambio en las disposiciones subjetivas en el campo político respecto a sus referentes políticos. Esto fue una consecuencia inesperada de haber sacado de la pobreza alarmante, en la que se encontraban en 2006, más de la mitad de la población, hacia ingresos medios a siete millones de personas, aproximadamente, según los datos oficiales de 2019. El aumento significativo del dinero circulante impactó en las “expectativas” de la gente, por ejemplo, en la inversión en educación superior, lo que no ocurrió durante la época neoliberal, o en las posibilidades de ampliar el consumo y los niveles de vida hacia estilos más modernos.
Antes de la llegada del MAS, los movimientos sociales eran el eje político y el contrapeso a los gobiernos neoliberales, lo que creó un pequeño campo político dominado por ellos en el ámbito popular. Esto cambió con el MAS, que integró a los movimientos sociales en el gobierno, haciendo casi innecesaria la movilización social para lograr objetivos concretos (como en el neoliberalismo). Esto supuso un cambio de la forma de hacer política en la época neoliberal a otra distinta y novedosa, con más apoyo que antes. No compartimos la “moralina” de algunos intelectuales que contraponen al MAS y a los movimientos sociales, como el “mal” y el “bien”. Sus juicios, basados en nociones estáticas y románticas, los presentan como defensores de los movimientos sociales frente a las “malévolas” intenciones del MAS de cooptarlos, nada hay más judeocristiano que este tipo de razonamientos que abundan en los análisis políticos sobre el partido de gobierno, en todo caso entre ambos sectores hay más complicidades que meras relaciones verticales y autoritarias.
Queremos analizar esta arista de la problemática como un cambio real de la lógica política de los movimientos sociales. Aunque los dirigentes se integraron como actores clave en la política y la gestión pública, esto no evitó el alejamiento entre ellos y sus bases. En el plano político porque la subida al gobierno del MAS, implico modificar la forma de ejercicio y gestión política en Bolivia, en el plano social, las bases sociales de los movimientos se unieron a la gente de ingresos medios en Bolivia. Si indagáramos dónde estudiaron o estudian los hijos de los dirigentes de las organizaciones sociales, ministros y viceministros de ese periodo, veríamos que su estilo de vida ya no sigue la lógica de los movimientos sociales.
La complejidad del “Estado Plurinacional” es otro aspecto relevante. En más de quince años, la estructura del Estado ha cambiado mucho, por el crecimiento de Bolivia y por el proyecto político iniciado en 2006. Por un lado, las empresas estatales ofrecen nuevas estrategias políticas y económicas, que el neoliberalismo había cerrado. Por otro lado, un país con 36 idiomas indígenas oficiales y el castellano, requiere una relación compleja entre los distintos órdenes y niveles estatales, que implica una carga administrativa. El nuevo diseño de Estado implica, también, más relación interna (deslinde jurisdiccional, autonomías departamentales e indígenas, etc.), lo que cambia la forma de hacer política, con más peso técnico administrativo y menos distribución de poder a los aliados políticos. Quien tiene el poder, debe saber administrarlo.
El evismo no puede reproducirse en este viraje político, lo que limita su posibilidad de volver al gobierno bajo la figura de un liderazgo personal. Porque la personalización del liderazgo político también entró en crisis con el ataque moral al evismo que cuestionó y socavó las prácticas políticas que predominaron durante el ejercicio de su liderazgo hegemónico y personalizado. Ahora, ese modo de hacer política está desprestigiado y deslegitimado, lo que aumenta el desencanto hacia un único líder. Este es el síntoma más importante del viraje político.
Sin embargo, aquí cabe hacer una aclaración. Dentro del ámbito de disputa política en el MAS, al menos por algunos años, el intento de identificación con un líder se transformó en un capital simbólico. Incluso puede ser que la militancia inconscientemente, busque la figura de un líder histórico. Pero, hay que hacer una advertencia, este solo es un juego político interno que ya no irradia fuera de la militancia del MAS. Es solo un efecto “destello” de la desaparición del liderazgo histórico. Lo que nos deja la siguiente lección: es necesario diferenciar un liderazgo histórico, – como el que produjo el evismo- del liderazgo político. Los liderazgos políticos son inevitables y hasta deseables en la política, pero no todo liderazgo político es un liderazgo histórico.
Hay más factores internos y externos que podríamos añadir a este perfil esquemático, pero lo que se destaca como argumento central es que el evismo se basó en exigencias históricas que se han derrumbado, están en vías de hacerlo o en su defecto están obligadas a transformarse.
El eje político en Bolivia ha cambiado en los últimos años. Los ingresos económicos de las familias han despolitizado el campo político, que ya no es el mismo que hace 10 años, la tendencia está casi definida. No hay contrapeso a este fenómeno “normal” si lo miramos desde la dinámica “modernizante” que, en parte, se fomentó en Bolivia durante esto 14 años. Además, el hecho de que todos los partidos (izquierda y derecha) basen sus estrategias políticas en las redes sociales, supone una renuncia a las formas anteriores de construir el discurso ideológico y la militancia política. Esto es clave para entender la política en la época del evismo, que ahora se ha perdido. Esto implica no solo un giro en el perfil político del votante, sino también un cambio desde abajo del proyecto político, o una interpretación lejana del marco ideológico que lo originó: el Proceso de Cambio.
Otro argumento que se desprende de todo lo anterior, es que la política ya no está polarizada en los movimientos sociales, sino en la zona media (no es lo mismo que clase media) nos referimos a un sector cuyos códigos no son de derecha, pero tampoco del Proceso de Cambio. Son grandes sectores de cuya votación, posiblemente, dependa el próximo Presidente de Bolivia para las elecciones del 2025. Este desplazamiento del norte político es -en parte- producto del propio Proceso de Cambio y no es terreno fértil para el evismo, al que le es indiferente en muchos sentidos.
Otro factor importante es la resignificación del término indígena, que ya no tiene una connotación folclórica ni idealista. Los indígenas en el poder han demostrado su mundanidad, que ha transformado su percepción y autopercepción. Aunque se inició con idealizaciones y clichés inevitables (era de esperar, después de enfrentarse a la dura prueba del poder, que cambiaran las ideas que se tienen de uno mismo. Al fin y al cabo, eso también implica el poder). Si antes los prejuicios coloniales veían al indígena como un campesino refugiado en su cultura, hoy existe un alto nivel de profesionalización y de disputa abierta en los ámbitos políticos, académicos e intelectuales de los indígenas. La idea de que: “yo quiero ser presidente como él (Evo)” ya no basta. Evo Morales ya no es el indígena “modelo” que impulsó el evismo.
No se puede atribuir la debacle del evismo a una simple manipulación externa de la derecha nacional e internacional (argumento que se usa para victimizarse), sino que también hay factores materiales que lo llevan a la extinción. Nos referimos al cambio del código político, del sector los movimientos sociales hacia zonas medias de la política, que hace que las redes sociales jueguen un papel central y esto va en aumento. El evismo ya no tiene bases políticas sociales que lo reproduzcan, aunque Evo Morales seguirá teniendo peso político en Bolivia por un buen tiempo, por su capital acumulado seguirá jugando un papel específico en la política nacional. Pero eso ya no será evismo, como tal.
Los cálculos políticos que no tomen en cuenta este factor, probablemente lo padecerán. Incluso si su apuesta fuera por el desgaste: “si le va mal a este gobierno (de Luis Arce Catacora) la gente pedirá que retorne el Evo”, esta conjetura puede ser válida si el contexto político fuera el mismo que dio origen al evismo, pero en las actuales circunstancias tiene poco o casi ningún peso. El escepticismo frente al liderazgo único está más acorde a la zona media de la política, y es posible que el nuevo perfil político tenga que reunir criterios distintos al que promovió en su momento el Evismo.
Lo que hace improbable el retorno del evismo no es solo una cuestión de disputa ideológica, sino las propias transformaciones originadas por el Proceso de Cambio en la sociedad boliviana. Estamos presenciando la extinción del campo político que dio origen al evismo. Hoy existen otros códigos que definirán, en un futuro próximo, un nuevo campo político en Bolivia. Probablemente, muchos actores “romanticen” el pasado “glorioso” y pretendan “conspirar” para que el antiguo esquema vuelva, pero sus esfuerzos tendrán un efecto que, para desgracia del propio Proceso de Cambio, no se parecerá en nada a lo que ellos tienen en mente.
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