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México 2018

Polarización

Fuentes: Rebelión

No se trata solamente de dividir y vencer; hay que destruir cada uno de los nudos del tejido social, para así poder construir el individualismo: el maleable individualismo. La polarización se logra mediante el distanciamiento de opiniones y posturas, mediante el endurecimiento de las convicciones y la estrechez de perspectivas. Dado que, la ausencia de […]

No se trata solamente de dividir y vencer; hay que destruir cada uno de los nudos del tejido social, para así poder construir el individualismo: el maleable individualismo.

La polarización se logra mediante el distanciamiento de opiniones y posturas, mediante el endurecimiento de las convicciones y la estrechez de perspectivas. Dado que, la ausencia de puntos de acuerdo entre grupos de personas es imposible, la polarización acude a la negación como argumento primordial: la negación del otro. Y la negación transgrede los significados y el sentido de las cosas: algo que a nivel personal llamamos necedad, en el ámbito de la polarización adquiere tintes de identidad: identidad de grupo. Negar a los otros, confrontarlos de manera gratuita es algo que no haríamos en nuestra casa, en nuestra calle, en nuestro barrio. Pero lo que en un ambiente local podría considerarse como un acto inmaduro, se vuelve en el argumento legítimo de un líder, cuando este ejerce el oficio de la política. La polarización concede crédito a quién no lo tiene; revitaliza a viejos líderes decadentes y los dota de poder. Porque aquí se trata de tomar una opción entre dos extremos, donde no caben la negociación ni, mucho menos, el acuerdo. Es una guerra a muerte contra el otro, que es nuestro enemigo: la representación del mal. Hay que ganar a toda costa o el mundo sucumbirá abrazado por las llamas del infierno: las inaceptables ideas de nuestros semejantes.

En México la contienda política abandonó, desde hace mucho, el discurso coherente. La confrontación y el insulto son ingredientes de todo debate, sea este entre ociosos de las redes sociales o candidatos a la presidencia. Gana el que contesta más rápido y de forma más ingeniosa, como en la secundaria. El imperativo ganar rebasa toda moderación y/o civismo. Y no solamente en la discusión virulenta de la campaña: los valores se derrumban en todos los ámbitos, empujados por la rivalidad y la competencia sin tregua. Es válido aliarse con el enemigo, con tal de engrosar las filas de la militancia; es correcto incurrir en la contradicción, en el absurdo, abandonar los propios principios, traicionar la ética, siempre que esto sume votos a nuestro candidato; cualquier suciedad es aceptable con tal de aplastar al oponente (aunque el oponente se encuentre en nuestra lista de plurinominales).

Las diferencias solo conocen una forma de dirimirse: la derrota. De nada sirven los grandes argumentos de la política y la democracia; la vieja escuela sucumbió ante la fuerza muscular y el encanto varonil de Maquiavelo, ¡ese semental!

Qué es lo que hay que hacer para que la gente abandone su capacidad de comunicación, su capacidad de diálogo, su capacidad de ponerse de acuerdo. En qué momento se perdió la pluralidad de pensamiento, la pluralidad de opiniones, la pluralidad de opiniones políticas. LA PLURALIDAD. Respeto. Tolerancia.

Esta elección nos confronta a nosotros mismos: los unos contra los otros. Los partidos políticos y sus asesores, en su afán pueril por conseguir la mayor cantidad de votos, no pueden (o no quieren) ver que, más allá del placer inmediato, están las consecuencias a largo plazo: la radicalización y el extremismo. Los fantasmas de una historia mal aprendida dibujan un horizonte sombrío e incierto. Lo único seguro es que la próxima elección será ganada por el puntero indiscutible: la polarización.

Blog del autor: http://modernidadespeculativa.wordpress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.