Cuando aún no terminaron de evaluarse los alcances del último Encuentro Nacional de Mujeres de Córdoba, una dura polémica comenzó a enfrentar a las militantes de la izquierda y las feministas independientes con varios agrupamientos y personalidades identificadas con la política de las dirigentes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.Fue así […]
Cuando aún no terminaron de evaluarse los alcances del último Encuentro Nacional de Mujeres de Córdoba, una dura polémica comenzó a enfrentar a las militantes de la izquierda y las feministas independientes con varios agrupamientos y personalidades identificadas con la política de las dirigentes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.
Fue así como Dora Coladevsky, una de las personalidades más emblemáticas de la lucha por los derechos del género, sentenció: «Ahora, más que las católicas, el problema en el Encuentro son los partidos de izquierda» (Le Monde Diplomatique, nov. 2007)
Coladevsky expresó la posición que asumieron varios agrupamientos, los cuales, arrogándose la representatividad del movimiento feminista, salieron a cuestionar a la izquierda con una virulencia que nunca se animaron a utilizar en contra de las instituciones del Estado Patriarcal.
Estas mujeres declararon a las activistas de los partidos revolucionarios (en particular a las militantes del PO y Pan y Rosas/PTS) y a las feministas combativas como «enemigas» del movimiento de mujeres, ubicándolas en pie de igualdad con la Iglesia, que es la principal institución que defiende el patriarcado, la ideología oscurantista, los genocidios y demás aberraciones.
Semejante acusación, que retoma – peligrosamente – la teoría reaccionaria de los «dos demonios» es inaceptable. Por eso nos preguntamos: ¿Coladevsky y los sectores que apoyan sus declaraciones condenarían la presencia de las militantes de izquierda y las feministas radicalizadas en los próximos encuentros, de la misma manera que las compañeras cordobesas condenaron en el documento de apertura del último encuentro la presencia de la Iglesia Católica?
No somos las militantes de izquierda quienes tenemos que demostrar que nunca nos arrodillamos frente a las/os representantes de las instituciones que quieren perpetuar la opresión de las mujeres y la explotación capitalista. Deberían hacerlo quienes prefirieron callarse cuando la mayoría de las dirigentes de la Campaña se integraron a la «institucionalidad», aún cuando era irrefutable que desde ese mismo Poder Ejecutivo se defendía la ingerencia de la Iglesia en la vida pública.
Quienes comparan a la izquierda con «el lobo que acecha» dentro del movimiento de mujeres, deberían explicar por qué la Campaña, lejos de avanzar hacia la conquista del aborto legal, empezó a debilitarse desde el primer día en que asumió el actual gobierno Kirchnerista.
Fue así porque quienes estuvieron al frente de la misma actuaron – por acción u omisión – en acuerdo con los representantes del régimen y el sistema que nos niega un derecho humano elemental a las mujeres.
Paradójicamente, cuando repudian a la izquierda omiten que no somos nosotras quienes tenemos que explicar el balance de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto ni los resultados obtenidos después de 4 años de actividad, como tampoco de qué manera habría que continuarla.
No somos las mujeres de izquierda quienes alentamos confianza en la gestión de los funcionarios, ni fuimos nosotras las que callamos frente a la cooptación individual de varias «personalidades feministas», quienes fueron seducidas por la política «progre» del gobierno de la misma manera que otros/as referentes de los derechos humanos.
El cuestionamiento a la izquierda no es una cuestión «ideológica» ni abstracta. Representa un repudio visceral hacia quienes alentamos la decisión -mediante el método asambleario- de las mayorías. Un enorme desprecio hacia las que impulsamos asambleas resolutivas en vez de «asambleas informativas», en las que sólo se garantizan los informes de las coordinadoras, pero nunca se resuelve nada…
El planteo de que la Asamblea por el Derecho al Aborto decida, ya sea dentro de un recinto cerrado o en la propia calle, violentó el método de las dirigentes de la Campaña de hacer política sin tomar posición, una metodología que en los hechos significa seguir atadas al carro del oficialismo.
No fue la izquierda sino las contradicciones de estas mujeres, las que provocaron la irrupción en la asamblea de más de 1500 mujeres exigiendo pasos concretos para luchar por nuestros derechos.
Un paso adelante las obligaría a ubicarse en el terreno de la oposición al gobierno, ya que es indiscutible que la nueva presidenta no sólo ratificó su negativa a legalizar el derecho al aborto, sino que en consonancia con los demás gobiernos «progresistas» del continente, anunció un curso aún más reaccionario, defendiendo la penalización, de manera de lograr una mayor integración de la Iglesia con el Estado. (Reportaje a Cristina en Página 12, 25 noviembre 2007).
Estas dirigentes, que le dieron la espalda a la asamblea que ellas mismas convocaron, mostraron su impotencia a la hora de defender la política que las llevó a minar su propia autoridad como referentes de la lucha por los derechos de la mujer.
Sin embargo ahora, que el movimiento comenzó a extenderse, adquiriendo un carácter masivo e independiente y una metodología de lucha de acción directa y de autoorganización, más temprano que tarde, quienes sostienen posiciones vacilantes, deberán rendir cuentas…
Es que ya no es como antes, cuando la movilización de las mujeres se limitaba a los círculos «esclarecidos», una época en la cual el accionar de la izquierda resultaba intrascendente.
Ahora, cuando el proceso desbordó los cenáculos académicos, la izquierda no hizo más que poner en evidencia la resistencia de la mayoría de las dirigentes de la Campaña a romper con su tradicional centrismo frente a un gobierno que nada tiene de centrista, ya que se ubica categóricamente en contra de los derechos de la mujer.
Esta y no otra es la verdadera causa por la cual atacan a la izquierda y a las feministas independientes. La misma causa por la cual los/as representantes de las clases medias históricamente han identificado a los sectores radicalizados como enemigos, cada vez que las convulsiones y los conflictos sociales no les permitieron mantenerse en el limbo del «equilibrio» y la indefinición.
¡No señoras! ¡El problema no está en la izquierda…, son ustedes! Sus contradicciones y su centrismo político son la causa fundamental del divisionismo en el Movimiento de Mujeres. Por lo tanto ¡Háganse cargo!
La lucha continuará porque continuarán las mismas necesidades insatisfechas que la motorizan. En ese contexto, la unidad del movimiento dependerá de identificar claramente al enemigo. La búsqueda de chivos expiatorios sólo sirve para ocultar las responsabilidades y la inconsecuencia, dividiendo a la hora de salir a luchar por nuestros derechos.