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Política y estrategia detrás del voto nulo

Fuentes: Rebelión

Los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 17 de agosto dejaron dos hechos inéditos en la historia democrática del país desde 1982: por primera vez los bolivianos acudiremos a una segunda vuelta electoral, y por primera vez el Voto Nulo se utilizó como un medio de posicionamiento político. Sobre lo primero aún queda mucho por analizar; pero en esta oportunidad me interesa reflexionar sobre el alcance y las posibilidades del Voto Nulo, más allá de Evo Morales y de la intensa disputa que este fenómeno ha generado en la izquierda boliviana e incluso latinoamericana.

Si observamos con frialdad y sin apasionamientos el contexto del que emerge el Voto Nulo, encontramos un escenario político complejo con múltiples frentes abiertos: a) la crisis económica; b) la desinstitucionalización judicial; c) la polarización política movilizada; d) las disputas con el TSE por la proscripción de candidaturas y la propiedad de la sigla; y, lo más sensible, e) la encarnizada lucha por la conducción política del movimiento popular boliviano. En todos estos ámbitos el evismo ha enfrentado un asedio constante —no de semanas ni meses, sino de años—, respondiendo con una notable capacidad de resistencia y organización. Por ello, más allá de afinidades o discrepancias ideológicas, dar por agotado y extinguido este movimiento podría significar un grave error político.

En términos cuantitativos, basta señalar que los votos nulos y blancos sumaron 1.543.884 de un total de 6.900.418 votos emitidos. Este resultado coloca al Voto Nulo detrás de Rodrigo Paz (1.717.432 votos) pero por encima de Tuto Quiroga (1.430.176 votos). Es importante destacar que esta votación se alcanzó con apenas dos semanas de campaña, sin la presencia de Evo Morales en la papeleta, sin que este saliera del Trópico de Cochabamba y sin haber podido explicar en detalle su propuesta electoral. Asimismo, sobresale la victoria obtenida en el exterior —en 22 países—, donde los nulos y blancos alcanzaron el 29,4%, superando el 19,9% de Rodrigo Paz; además de imponerse en la votación departamental de Cochabamba y lograr el segundo lugar en La Paz, Oruro y Potosí.

A nivel territorial, de los 343 gobiernos locales (municipios y autonomías indígenas), el Voto Nulo ganó en 137, y sumando el nulo y el blanco en 179, es decir, en el 52% del total. Este dato refuerza una presencia estratégica de cara a las próximas elecciones subnacionales. En cuanto a la representación legislativa, el Voto Nulo y Blanco habrían asegurado 47 diputados uninominales de los 63 posibles, lo que sumado a la representación plurinominal podría constituir una de las bancadas mayoritarias en la Asamblea.

En el plano cualitativo, más allá de las cifras, el Voto Nulo se consolidó como un posicionamiento político y estratégico sólido. Permitió al evismo, por un lado, sostener o incluso mejorar su presencia en varios de los frentes abiertos, y por otro, preservar su vigencia política frente a la derrota de sus detractores dentro de la propia izquierda. Lo extraordinario es que estos resultados se alcanzaron a pesar de haber sido proscritos de la contienda electoral.

a) En materia económica, el Voto Nulo se posicionó como un voto antineoliberal y de rechazo al ajuste económico propuesto por la derecha tradicional, reforzando el papel opositor del evismo frente a las políticas económicas de Luis Arce.
b) En el ámbito judicial, el Voto Nulo le permitió mantener su rechazo a las resoluciones inconstitucionales del Tribunal Constitucional Plurinacional sobre la reelección discontinua, evitando al mismo tiempo validar su propia proscripción mediante el apoyo a otra candidatura.

c) En el frente de la polarización política movilizada, la considerable fuerza del Voto Nulo contribuyó a cohesionar y rearticular al campo popular en torno a Evo Morales dejando descolocados a quienes desde la propia izquierda derrotada aún plantean en vano la necesidad de reorganizar al movimiento popular. Además, este voto se ha convertido también en un factor clave para la gobernabilidad del próximo gobierno, pues no se trata de un voto aislado y desorganizado: en su mayoría proviene de la base social, sindical y territorial del evismo, con capacidad real de movilización. d) En cuanto a la disputa por la sigla, los resultados obtenidos ofrecen al evismo una coyuntura favorable para crear e inscribir su propio partido rumbo a las próximas presidenciales. Y de no concretar ello a tiempo para las subnacionales, aun así su fortaleza territorial le permitirá establecer alianzas con serias posibilidades de triunfo.

e) Finalmente, en la lucha por la conducción del movimiento popular, el evismo ha logrado imponerse claramente sobre el arcismo y el androniquismo. Lo más llamativo es el proceso de acumulación política que se está gestando en su vanguardia: Evo Morales asumió el Voto Nulo cuando este ya era tendencia entre sus bases, lo que revela que su militancia ha apostado por un posicionamiento más político que electoral. Ahora, el movimiento proyecta ser la primera fuerza política en las próximas elecciones subnacionales consolidando estratégicamente su poder territorial, pero al mismo tiempo preparando el llamado a la resistencia popular, buscando convertirse en el vocero de una nueva agenda de lucha social de la izquierda y de las mayorías nacionales frente al ajuste neoliberal que se anuncia.

Los próximos desafíos serán cruciales para el evismo: si logra consolidar este proceso, mantendrá latente la posibilidad de su retorno al poder; de lo contrario, podríamos estar frente a la extinción de uno de los movimientos políticos más significativos de la historia boliviana.

Bayardo Martínez es politólogo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.