Ayer se llevó a cabo en territorio nacional, y en varios países del mundo solidario (entre ellos, Francia, España, Grecia y Estados Unidos), una jornada en contra de la militarización de los territorios y las comunidades zapatistas, que ha sido denunciada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y estudiada metódicamente por el Centro […]
Ayer se llevó a cabo en territorio nacional, y en varios países del mundo solidario (entre ellos, Francia, España, Grecia y Estados Unidos), una jornada en contra de la militarización de los territorios y las comunidades zapatistas, que ha sido denunciada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y estudiada metódicamente por el Centro de Derechos humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba).
El Frayba, mediante la documentación que realizan las Brigadas Civiles de Observación (BriCO), registra un aumento de 100 por ciento en el número de incursiones del Ejército Mexicano, patrullajes terrestres y sobrevuelos desde helicópteros a partir de diciembre de 2018, y, concluye, con fundadas razones, que estos actos de intimidación y hostigamiento significan una agresión a su derecho a la autonomía y representan un riesgo a la vida, integridad y seguridad de toda la población. Se observó que los vehículos militares muchas veces pasan a alta velocidad por las comunidades, sin preocuparse de personas, niñas y niños, animales en el camino
. El Frayba registró, también, actos de espionaje en el campamento de observación internacional de La Realidad, que vulneran, igualmente, la integridad y seguridad de quienes realizan el monitoreo.
Este proceso de militarización se está efectuando, además, mediante un incremento en la actividad de los grupos paramilitares, que la Sedena, por cierto, en una reinterpretación de la vieja metáfora de quitar el agua a los peces revolucionarios
(aislarlos del pueblo), considera, en sus manuales de contrainsurgencia, que da mejores resultados en el accionar contrarrevolucionario, introducir peces más bravos
en el teatro de la guerra. Recordemos el crimen de Estado de Acteal, o la labor que realiza el sicariato en los territorios en resistencia para entender esta contribución metafórica
de los militares mexicanos a la contrainsurgencia mundial.
El EZLN, en el comunicado que denuncia la ofensiva militar, señala: «Los patrullajes y sobrevuelos no siguen la ruta del narcotráfico, ni de las agobiadas caravanas de las hermanas y hermanos migrantes que huyen de una guerra que se niega a decir su nombre… para entrar a otra que se esconde detrás de un Ejecutivo federal parlanchín y pendenciero. No, esa amenaza de muerte recorre por aire y tierra las comunidades indígenas que han decidido mantenerse en resistencia y rebeldía para defender la tierra, porque en ella está la vida. Ahora, además, miembros del Ejército y Fuerza Aérea se adentran en las montañas y aparecen en las comunidades diciendo que viene la guerra y sólo están esperando ‘órdenes de mero arriba’. El interrogante obligado en este punto es: ¿Quién está dando las órdenes?»
En el resto del país, la militarización (y paramilitarización) se concretan, por un lado, en la puesta en marcha de la Guardia Nacional, que constituye una entrega a los militares de la seguridad pública, ahora legalizada, y, por el otro, en el papel asignado a la delincuencia en los asesinatos de dirigentes indígenas defensores del territorio y la Madre Tierra, concejales del CNI-CIG, muchos de ellos comunicadores de radios comunitarias, como Samir Flores Soberanes, ejecutado 10 días después de anunciarse la continuidad del Proyecto Integral Morelos.
Este proceso de militarización y paramilitarización en territorios zapatistas, o en resistencia anticapitalista, se lleva a cabo, sin que los intelectuales orgánicos de la Cuarta Transformación se inmuten, ocupados como están en escribir epístolas de apoyo incondicional al Ejecutivo federal, o aceptando carteras claves del gabinete para el eventual otorgamiento de los permisos necesarios para continuar con los megaproyectos de muerte.
La actual crisis civilizatoria global detona una radical destrucción de las bases de la vida. Entre sus principales formas se juegan el etnocidio, el ecocidio, o el capitalismo necropolítico. (Ver el excepcional libro de Luis Arizmendi / Jorge Beinstein, Tiempos de Peligro: Estado de excepción y guerra mundial. UAZ-Plaza y Valdés Editores, México, 2018). El pensamiento crítico contemporáneo está profundizando en la denuncia de las nuevas formas de destrucción que conlleva, necesariamente, relacionar la acumulación por desposesión de bienes públicos, de bienes comunes y de bienes genéricos (como los códigos genéticos o el agua)
(Arizmendi, ibíd. p. 20), hasta llegar a la política de muerte como fundamento de una acelerada acumulación basada en la economía criminal.
El proceso de militarización en Chiapas abre el peligro de un nuevo Acteal. La desmilitarización, el desmantelamiento de los grupos paramilitares y el respeto a las comunidades zapatistas, sus territorios y sus procesos autonómicos tienen que ser acatados de inmediato. ¡El EZLN no está solo!
Fuente: http://www.jornada.com.mx/2019/05/31/opinion/021a2pol
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