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¿Por qué el gobierno de Arce no podrá salir de la inercia que lo ha atrapado?

Fuentes: Rebelión

La hipótesis que sostenemos es que el gobierno ha llegado a un límite en su capacidad de dirigir o de tomar iniciativas que le permitan sortear las dificultades de la actual coyuntura. Esto se debe a que está atrapado en una red de presiones que el mismo gobierno se ha autoimpuesto.

Hemos llegado a un punto donde lo que gobierna es una forma particular de inercia, donde decisiones que ya no tienen posibilidad de prosperar (la reelección del Luis Arce), se mantienen como la guía de acción del gobierno, impidiendo atender las necesidades urgentes de la gente.

Si uno ve a detalle lo que está pasando con la manera en cómo los actores económicos actúan en el contexto de crisis económica que vive el país, se puede evidenciar un comportamiento peculiar que podríamos sintetizar en la siguiente idea: se sabe que el contexto de inflación devalúa el valor de la moneda nacional, pero se debe seguir vendiendo a los precios anteriores para no paralizar el flujo de ventas, ya que se tiene que pagar las deudas adquiridas en el contexto anterior. Tal es el peso de las fuerzas que un actor económico debe sopesar para sostener un precario equilibrio en sus cuentas.

Se trata de una cadena de presiones. Alguien que ya programó el pago de deudas necesita ingresos constantes (que bajarían si encarece sus costos), así como alguien que tiene necesidad de efectivo no puede darse el lujo de esperar unos meses o años a que se aclare la situación económica dejando de vender sus bienes, porque la necesidad apremia.

En la obra de Bourdieu se habla de histéresis como el proceso de inercia de los hábitus que lleva de forma inconsciente a los actores a desarrollar sus acciones, pero dentro de un campo que tiene nuevas prerrogativas diferentes al campo donde su práctica se había constituido y era pertinente.

Lo que describimos al inicio tiene una cercanía al proceso que logra captar Bourdieu, pero hay una diferencia sustancial. Acá existe una certeza inicial: el agravamiento de la crisis, que está en un nivel consciente. Entonces, se es consciente del nuevo campo que se está configurando, por eso las prácticas se realizan con duda e incertidumbre (sin la convicción anterior). Este proceso se da porque los actores son presionados por una red de coerciones explicitas, que limitan el margen de las acciones posibles. Si no tuviera deudas o la necesidad de seguir invirtiendo, no vendería los bienes a un precio que no es estable y que va variando en mi contra.

En el caso de la política, cuando la devaluación de la legitimidad de un gobierno se desborda, se avizora el ingreso a la crisis. En este caso, cualquiera pensaría que los actores, más si son gobierno, podrían redefinir los escenarios de la disputa política si lograran imponer su iniciativa (a diferencia de lo que sucede en el campo económico). Pero las decisiones políticas también son presas de la inercia o la red de coacciones que se han configurado en las coyunturas precedentes.

En este caso, también los actores son conscientes de los cambios en el campo donde se actúa, se puede evidenciar que se ingresó en un espacio de crisis de legitimidad, hasta se puede tener conciencia de que las acciones que se realizan en el nuevo espacio no tienen correspondencia con las exigencias del nuevo campo, el problema es que a pesar de eso se sigue haciendo las cosas que las coacciones acumuladas obligan a hacer, aunque el sentido de hacer esas acciones se haya perdido.

En este marco se puede comprender lo que le pasa al gobierno de Luis Arce, que está siendo dominado por una inercia producida por las coacciones que se ha autoinflingido en sus años de gobierno. Estas redes de coacciones están compuestas por los intereses personales, de grupo, acuerdos previos de alianzas, pactos y deudas que se han ido acumulando en su despliegue, así como los antagonismos ideológicos, de clase, de grupo, los odios a determinado sector u odios personales, que se conjugan con la subordinación acrítica de los funcionarios ante sus superiores.

Una de las fuerzas que imprime mayor peso dentro de las redes de coerción que tienen atrapado al gobierno, está relacionado a la decisión de generar un movimiento contra Evo para apropiarse del instrumento político MAS – IPSP. Cuando el gobierno toma la decisión de sacar a Evo del ruedo político, el contexto era diametralmente diferente al actual, gozaba de un amplio respaldo y su mayor capital (la estabilidad económica) estaba intacto. Hoy ese escenario ya no existe, vivimos una crisis económica que ya está desatada y tiende a agravarse, además que el nivel de aceptación de la gestión del gobierno ha colapsado a niveles mínimos.

En ese contexto, la pregunta es, ¿por qué el gobierno insiste en acciones que no tienen perspectivas de prosperar y que lo desgastan más?

Poniendo como ejemplo el movimiento de oposición a Evo que inició el gobierno, junto con su estrategia de apropiación del instrumento político MAS – IPSP, el cálculo de los actores del gobierno que ya han empeñado su imagen en esta campaña es que si Evo termina venciendo, ellos quedarían fuera de los espacios políticos, quedarían anulados, por tanto, esa presión los hace presa de continuar reafirmando las decisiones anteriores que tomaron, aunque en términos reales cada vez tengan menos posibilidades de lograr sus objetivos. Se trata del ejemplo más claro de cómo se produce la inercia autómata de la política, donde ya no hay posibilidades y margen de acción para articular las decisiones a las exigencias del contexto; sino, las decisiones asumidas funcionan como la orientación irreflexiva de todo un gobierno. Así se construye el dominio de la inercia que tiene forma de un automatismo ciego, que se solo conduce en una dirección muy restringida.

Por eso los representantes del gobierno pueden llegar al absurdo en sus análisis, culpando de la crisis económica, de golpes y las desgracias que le suceden al gobierno a una sola persona (a Evo). El gobierno hace rato no gobierna, está en campaña para defender su pellejo. Lo que gobierna es la inercia cuyo contenido son mezquinas ambiciones de grupo o los amarres previos realizados que operan como las redes de coacciones que no son otras cosas que las deudas que deben pagar.

Con los mismos criterios se puede entender la parálisis de la gestión en varias áreas del Estado, el presidente no tiene margen de acción para hacer cambios estratégicos en los ministerios, porque está amarrado a deudas asumidas con varios sectores y actores económicos. En términos generales el gobierno es rehén de los gremios más influyentes del país, el ejército (que ahora es un factor de poder que quiere irrumpir en las decisiones políticas), la policía, los cooperativistas mineros, el magisterio, los sindicatos de trabajadores, los gremialistas y un largo etcétera. El gobierno no gobierna, deja que la presión que ejercen esos sectores moldeen la forma del país. Tal es el contenido de un gobierno débil.

Estas coacciones fácticas, materiales, ideológicas y simbólicas tienen un peso tal que pueden llevar a un gobierno por el camino de un automatismo suicida si no se tiene la fuerza y la voluntad para redireccionar las acciones.

Los actores que son presa de esta forma de movimiento deberán sopesar si vale más las trabas que se pusieron respecto a los pactos y defensa de intereses de grupo o personales, sus convicciones ideológicas o las consecuencias que puede tener si siguen en ese rumbo de desgaste incesante que les impone la inercia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.