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¿Por qué la derecha argentina se avergüenza de serlo?

Fuentes:

Las elecciones legislativas se aproximan, y tanto el oficialismo como la ultraderecha plantearán que la cosa es sólo entre ellos, tratando de lograr algo así como una democracia Made in USA, donde todo el arco político no fundamentalista católico es convencido de que hay que votar al partido demócrata porque la otra opción es el […]

Las elecciones legislativas se aproximan, y tanto el oficialismo como la ultraderecha plantearán que la cosa es sólo entre ellos, tratando de lograr algo así como una democracia Made in USA, donde todo el arco político no fundamentalista católico es convencido de que hay que votar al partido demócrata porque la otra opción es el republicano, y si no te gusta votar por nosotros, mirá cual es la otra opción. Y viceversa. Este escenario es el que más les conviene a ambos, oficialismo y derecha: a Kirchner, porque renueva, agitando el fantasma del menemismo-duhaldismo, el «No le ates las manos al presidente» de Raúl Alfonsín, y a la ultraderecha lopezmurphysta-macrista-menemista, porque así puede asustar a la patética clase media argentina con la invasión de los bárbaros, antes llamados «cabecitas negras».

La extrema derecha argentina cierra filas, temerosa de que en octubre «se venga el zurdaje» oficialista y quién te dice, llega el día del arquero y largan una Reforma Impositiva, o aumentan las retenciones un uno por ciento, aunque ninguna de las dos están en la agenda oficial siquiera. Al canto de «Que se mueran los feos» la nueva alianza derechista entre López Murphy y Macri nació con mucha prensa y mucho márketing, como todo nuevo producto: ha sido llamada «coalición» para evitar la poco «cool» palabra «alianza», y es promovida como de «centro», para evitar la más exacta palabra «ultraderecha».

El diario La Nación se ha encomendado a la misión de hacer dicho márketing para transformar ese tan poco atractivo aunque certero nombre al de «centroderecha», o como lo ha estado haciendo esta semana, ya más descaradamente, al de «centro». Tal vez el objetivo de la campaña no sea imponer el término «centro» para esta nueva alianza, sino el término «centroderecha». Este último es tan inexacto como el anterior, pero suena menos a «meta bala». La idea sería que con el uso frecuente de la palabra «centro», decir «ultraderecha» o «derecha» a secas parecerá exagerado obligando a utilizar «centroderecha».

La Nación es un diario que se dice serio. Sin embargo, embarcándose en campañas de este tipo se está pareciendo cada vez más a los medios derechistas de Venezuela, o a los de la mafia cubana de Miami. Sin ir más atrás que el año 2002, primero fue la campaña «los piqueteros son violentos», tratando de generar la violencia que no venía de ellos y que terminó con mercenarios golpeando taxistas en medio de un piquete, y una bomba en un tacho de basura que hirió a varias personas en medio de una protesta. Luego vinieron las sucesivas «olas» de secuestros, de robos, de frío, de falta de energía, olas de todo lo que pueda molestar al gobierno o a la clase media, que es lo mismo. Luego vino Blumberg y sus velas, la «justicia» contra los pobres pero el «perdón de los pecados» del pasado. Y ahora es la curiosa campaña «la derecha es de centro». Evidentemente, en la carrera electoral el diario La Nación ya ha largado y sabe a qué caballo apuesta. Que haya que marear un poco al público con palabras engañosas para ganar algún centímetro de poder, es un detalle menor que no cambiará radicalmente la reputación de la empresa.

Ahora bien, si los candidatos López Murphy y Macri fueran caras nuevas en la política, sería entendible una triquiñuela de este tipo. Pero dada la historia de ambos, uno en el ámbito empresarial y el otro en el político, el intento es tan burdo que queda tan al descubierto como cuando Menem habla de que, ahora sí, si fuera presidente por tercera vez, lanzaría la revolución productiva.

El nombre Macri, inexorablemente asociado a las privatizaciones de los noventa y a la fiesta menemista, no necesita de mayores consideraciones. Se podría decir que representa para los argentinos uno de los tantos sinónimos de esos años, como Hadad, Yabrán, Moneta, Alsogaray y tantos otros. Macri no hará gala de su honestidad, sino que atraerá los votos «Boquita», a través millones de dólares y de relatores y comentaristas de fútbol varios, dando la imagen del argentino langa y ganador, una suerte de Isidoro Cañones de la empresa.

Pero López Murphy se vende como honrado, y no me consta que no lo sea. Ahora bien, ¿es suficiente con ser honrado para no ser de derecha? Sucede que en Argentina la derecha se corrompió tanto, mató tanto, torturó tanto, robó y vendió tanto, que todo lo que se considera mínimamente cercano a la decencia debe ser de centro, porque sólo sería de «derecha» si incluyera robo o coimas. Así Elisa Carrió es de centro, porque aspira a un capitalismo sin corrupción. Si uno va más allá de la mera honradez económica y apela a una sociedad con cierta honradez ética y menciona los derechos humanos, entonces uno ya es de izquierda. Así entonces se califica al gobierno de Kirchner, de «centroizquierda», porque ha impuesto mínimas retenciones y pretende respetar los derechos humanos, aunque en la práctica regala millonarias rentas petroleras a las multinacionales y mantiene miles de presos políticos (ninguno de derecha), lo que le ha valido el «reto» de Amnesty Inernational.

Por suerte no hay que ir muy lejos en el tiempo para desentrañar dónde está parado López Murphy en el espectro político: en el año 2001 fue ministro de economía de Fernando De la Rúa, durante un par de lamentables semanas. En ese breve lapso entre el éxtasis y el fracaso, tomó muchas medidas muy drásticas y cosechó muchas reacciones. Algunas a favor y otras, ¡ay, la mayoría!, en contra. ¿Cuáles fueron las medidas que tomó el ministro de economía López Murphy, que el diario La Nación considera de centro? Repasemos:

-Recorte del gasto público, en medio de la recesión, de $1.962.000.000, de los cuales casi el 90% correspondían al área educativa.(1)

-Privatización de la totalidad del grupo previsional del Banco Nación (Según el diario La Nación: «En principio…[López Murphy] pretendía vender la entidad bancaria, pero el presidente Fernando de la Rúa se opuso y se optó por vender el 100% de las firmas satélite»).(2)

-Privatización de Lotería Nacional, la Casa de Moneda y los terrenos de los ferrocarriles que aún están en poder del Estado.» (3)

-Despido de 80.000 trabajadores públicos (un tercio del total).(4)

-Reforzar la reforma laboral sancionada bajo acusaciones de coimas en el Senado, reduciendo aún más el «costo laboral», extendiendo aún más el período de prueba, sin tocar el salario.(5)

¿Son éstas medidas de centro, o siquiera de centroderecha? El lector sabrá discernir.

Un dato útil para definir cuán cerca del centro se encuentran estas medidas, es notar quiénes las recibieron con agrado en ese momento. Según informó el mismo diario La Nación al día siguiente del anuncio, «el ministro de Economía, Ricardo López Murphy, recibió ayer un fuerte apoyo por parte de los 700 empresarios que respondieron a su convocatoria a la Bolsa de Comercio… los empresarios aplaudieron con entusiasmo la decisión de recortar gastos por un total de 2000 millones de pesos.»(6) ¿Esos 700 empresarios serían de centro?

El paquete nunca se aplicó por el rechazo de la población y luego vino Cavallo a hacer lo mismo de manera más creativa, para terminar dando clases en Harvard tras su renuncia y escape en medio de los cacerolazos.

Pero hay que darle a López Murphy el derecho a la duda. Podríamos pensar que el hombre cambió, que cambió mucho, muchísimo, y que ahora sí es de centro. Podemos suponer que aprendió la lección de la forma que más duele y de la que más se aprende: la derrota. Así que para comprobar si este es el caso, podemos tratar de ver cuáles son sus planes ahora. Como es dudoso que haga campaña promoviendo medidas como «despido masivo de empleados públicos», «recortes del gasto público en educación», «flexibilización laboral» y «más privatizaciones», es mejor mirar con quién anda, para ver quién es.

En el pasado se alió con el ex-comisario Luis «eléctrico» Patti, hombre que es difícil colocar en el «centro». Ahora se asocia con Macri y tal vez Sobisch, a quien él mismo acusó de corrupto, y quien tiene una gran relación con Menem. Pero no sólo eso. También se rodea de Jaime Durán Barba, asesor de Menem e impulsor de la dolarización en Ecuador (con los resultados que todos conocemos), y con Jorge Castro, ex secretario de Planificación Estratégica de Menem.(7)

Basándonos en estas compañías, cabe preguntarse por qué periodistas como Laura Capriata de la redacción de La Nación consideran a este hombre de centro.(8) ¿Es que queda algo a la derecha de Menem? ¿Es López Murphy menos derechista que Menem? Y si lo es, ¿por qué utiliza sus mismos asesores?

Llama la atención que en otros países, en vez de ocultarse tras la palabra centro, la derecha se autoproclama derecha, y está orgullosa de serlo. La derecha en EEUU no está avergonzada de ser la derecha, lo mismo que en Canadá y otros países. Pero en Argentina tiene las manos manchadas de sangre, los bolsillos llenos de plata sucia, y una población que conoció el hartazgo con su fundamentalismo económico.

Así, la derecha argentina misma fue la que deslegitimó a la derecha, asociándola con violaciones a los derechos humanos, corrupción, saqueo y robo del Estado, y hasta la frivolidad absoluta, amén de la destrucción económica y social del país. La derecha, luego de haber robado a cuatro manos y riéndose a carcajadas de los chicos desnutridos que se morían como moscas a su alrededor, luego de haber violado la democracia con sus golpes militares y violado todos los derechos humanos incluyendo el del trabajo digno, el de comer, el de tener un médico o una medicina cuando uno la necesita, está dispuesta a volver por más. Pero ahora ya no quiere llamarse derecha, porque le da vergüenza o, más probablemente, porque pianta votos. Por eso se pone el camuflaje, quiere que creamos que es lo que no es ni será, y para eso utiliza campañas masivas que se reproducen en los diarios y demás medios que posee. La derecha argentina, con este intento risueño de llamarse centro, se ve como un niño que cree engañar a la madre escondiéndose detrás de un palo de escoba.

Tal vez, como dijo Sandra Russo, las palabras centro o derecha indiquen más bien de dónde se los mira más que adónde están parados.(8) En el caso de La Nación, es de entender que cuando miren a la nueva alianza ultraortodoxa la vean en el centro. Al fin y al cabo, sólo se están mirando en el espejo.

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1. http://old.pagina12web.com.ar/2001/01-03/01-03-17/pag03.htm
2. http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=56217&origen=acumulado&acumulado_id=&aplicacion_id=12&aplicacion_id=12
3. http://old.pagina12web.com.ar/2001/01-03/01-03-17/pag07.htm
4. http://old.pagina12web.com.ar/2001/01-03/01-03-17/pag11.htm
5. http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=56419&origen=acumulado&acumulado_id=
6. http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=707982&origen=acumulado&acumulado_id=
7. http://www.pagina12web.com.ar/diario/elpais/1-51662.html
8. http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=707982&origen=acumulado&acumulado_id=
9. http://www.pagina12web.com.ar/diario/contratapa/13-51598-2005-05-28.html