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¿Por qué sigue ganando Evo Morales?

Fuentes: InfoBae

Una encuesta publicada en estos días le da a Evo Morales más del 45% de las intenciones de voto, y 32 puntos de diferencia con su más cercano contendiente para las elecciones de fines de este año, el político y empresario Samuel Doria Medina. Como las poblaciones rurales no son incluidas en este tipo de […]

Una encuesta publicada en estos días le da a Evo Morales más del 45% de las intenciones de voto, y 32 puntos de diferencia con su más cercano contendiente para las elecciones de fines de este año, el político y empresario Samuel Doria Medina. Como las poblaciones rurales no son incluidas en este tipo de sondeos, se estima que podría ampliar el porcentaje y superar el 50%. Incluso si no lo hiciera ya ganaría, según la ley boliviana, en primera vuelta. ¿Pero a qué se debe que en su octavo año de gobierno el «primer presidente indígena» coseche esos resultados en un país conocido por la inestabilidad política y donde el 17 de octubre de 2003 su presidente -Gonzalo Sánchez de Lozada- debió abandonar apresuradamente el poder y huir en helicóptero primero a Santa Cruz y más tarde a EEUU? Sin duda, la respuesta reside en dos planos: el económico y el político-simbólico.

Morales cuenta con recursos públicos con los que ninguno de sus antecesores se atrevió siquiera a soñar, gracias al «viento de cola», pero también a una política económica que combinó nacionalización de los hidrocarburos, aumento de los impuestos a las petroleras y una gestión macroeconómica cuidadosa de los equilibrios fiscales que le permitió acumular reservas récord: casi 15.000 millones de dólares, equivalentes a más del 50% del PBI (porcentualmente unas de las más altas del mundo). Eso le da, sin duda, un gran blindaje, aunque no deja de representar una visión bastante ortodoxa del manejo de la macroeconomía nacional. No hay que olvidar que la izquierda boliviana quedó marcada por el «trauma de la hiperinflación» después de que en 1985 el gobierno de entonces, presidido por Hernán Siles Zuazo, debiera adelantar la transmisión del mando.

Pero además, Morales ha transformado exitosamente cada una de sus medidas en «actos refundacionales». Para ello contó con la ventaja de ser además de un jefe de Estado, un «presidente símbolo», de ruptura de los techos y paredes de cristal que excluían a las mayorías indígenas de muchos espacios de la vida social. Su proyecto de re-reelección va anudado a varias medidas de alto impacto, una de las cuales es el primer satélite boliviano.

En diciembre pasado fue lanzado fue lanzado en China el satélite de comunicaciones Tupac Katari (TKsat 1). Morales presenció el acto -transmitido por pantallas gigantes frente al Palacio de Gobierno- abrigado para el polar invierno chino. Antes del lanzamiento del satélite -construido por la Corporación Industrial Gran Muralla por un valor de 300 millones de dólares- puso en marcha la Agencia Boliviana Espacial y envió a 64 ingenieros a capacitarse a la Agencia China del Espacio. Ya en su órbita geoestacionaria, los chinos pasaron a Bolivia el control del satélite que lleva el nombre del caudillo aymara que en el siglo dieciocho lideró un emblemático levantamiento contra el dominio colonial español. Su meta es expandir los servicios de internet y telefonía celular especialmente a las áreas rurales, y un afiche publicitario no escatimó en exageración y habló de «descolonizar» el espacio.

La coyuntura política de este año electoral es muy distinta a 2009, cuando Evo ganó con el 64% de los votos en medio de una guerra regionalista con Santa Cruz. Si por esos años el presidente apenas podía pisar esa región agroindustrial del este del país, el año pasado fue invitado a inaugurar la Expocruz, la principal feria de la «oligarquía» cruceña, dejando ver que un sector del empresariado abandonó sus posturas radicalizadas y decidió aprovechar el boom económico para hacer más negocios y menos política. Otros se fueron del país. Ganar las regiones autonomistas es parte de la meta de su gobierno. La próxima reunión del G77 en Santa Cruz de la Sierra es también aprovechada por el gobierno para sellar acercamientos con las élites locales, con la promesa de recursos, negocios y exposición internacional. Recientemente un programa de negocios de la CNN le dio a Bolivia la «medalla de oro» por su desempeño económico y el FMI le acercó varios elogios; el New York Times destaca que muchos consideran «prudente» a Evo, pese a las expropiaciones de empresas privadas. Y subraya que «de acuerdo con el Fondo Monetario, Bolivia tiene la mayor proporción en el mundo de las reservas internacionales para el tamaño de su economía, después de haber superado recientemente en China en ese sentido», publica en diario norteamericano. («Turnabout in Bolivia as Economy Rises From Instability», NYT, 15/2/12014).

Luis Arce Catacora es uno de los ministros de economía que más duró en el cargo: está en el gabinete desde 2006 y dice que se puede tener «una política socialista con el equilibrio macroeconómico».

Para intelectuales radicales como James Petras, todo ello evidencia la traición del «más radical de los conservadores o el más conservador de los radicales» -como definió a Morales-, pero a la luz de lo que acontece en Venezuela, ese manejo «ortodoxo» de la economía podría ser agradecido por parte de la población. Todo lo cual no quita, sin duda, el hecho de que «lo que falta» sea mucho en Bolivia: salud, educación, nuevo modelo productivo -menos dependiente de las materias primas y del comercio informal, sobre todo si el boom internacional de los commodities se frena-, trabajo infantil, institucionalidad más sólida y varios etcéteras.

Evo Morales ya no es «el cambio» como en 2005, ni el «enterrador de la oligarquía» de 2009, su meta ahora es convencer a los votantes de los beneficios de la «estabilidad» -como se ve en el aumento del consumo y en un largo periodo de crecimiento. Si lo logra, tendrá el récord de ser el presidente boliviano que más tiempo duró en el poder, por encima de Andrés de Santa Cruz, el fundador de la patria.

Pablo Stefanoni es periodista, jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad

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