Hemos visto en el último tiempo a muchos intelectuales y académicos apoyando y mostrando su simpatía por las protestas estudiantiles, occupy wall street, las protestas contra la ley SOPA, PIPA, entre otros. Todos estos movimientos protestan contra la usurpación de lo común: lo común en la educación, lo común en la producción de conocimientos, lo […]
Hemos visto en el último tiempo a muchos intelectuales y académicos apoyando y mostrando su simpatía por las protestas estudiantiles, occupy wall street, las protestas contra la ley SOPA, PIPA, entre otros. Todos estos movimientos protestan contra la usurpación de lo común: lo común en la educación, lo común en la producción de conocimientos, lo común en la producción biotecnológica, en fin, la privatización de lo que se considera común a la humanidad y que así debería quedar. Sin embargo, los principios que guían estos movimientos ¿han modificado en algo la práctica académica de producción y transmisión de conocimientos?. Muy poco diría yo…
En este comentario, que tiene dos partes, me voy a centrar específicamente en la práctica de las humanidades, donde la gran mayoría de sus disciplinas han ejercido históricamente una función crítica. Por otro lado, son las disciplinas que más se han visto afectadas con el modelo universitario actual, uno que cada vez más se ve influenciado por la racionalidad económica y política del neoliberalismo. Sin embargo, es totalmente extensible a todas las áreas del conocimiento.
Humanidades y cultura libre
Me llama la atención que los intelectuales de las humanidades se encuentren tan ajenos a la discusión sobre la cultura libre. Sí, apoyan los movimientos estudiantiles, las luchas de las minorías y, en general, expresan su crítica a las prácticas económicas y privatizadoras del modelo capitalista. Sin embargo, específicamente en relación al tema de la privatización del conocimiento, he visto que en Chile las disciplinas asociadas a estas áreas del conocimiento se han mostrado ausentes de la discusión. En general, ésta se ve más bien dominada por las áreas del derecho, las ingenierías y quienes provienen del área de los estudios económicos. ¿Por qué sucede esto? Lo primero que se me viene a la cabeza es que la producción de conocimiento en estas disciplinas, en la práctica universitaria, está asociada fuertemente a una dinámica donde la identidad intelectual se construye en torno a las publicaciones y la investigación, donde la autoría es una fuente de legitimación y autoridad. Los intelectuales se ven sujetos a una universidad que se convierte cada vez más en un negocio, donde el acceso a los artículos académicos es cada vez más caro y la publicación está asociada a un modelo que fuerza cada vez más a los académicos a publicar en revistas que les prohíben compartir sus artículos en otras revistas de acceso abierto, ejerciendo así un monopolio sobre el conocimiento producido. ¿No deberíamos recuperar la capacidad crítica de nuestras disciplinas y pensar un modelo alternativo que permita modificar las prácticas de publicación y difusión del conocimiento, uno que transforme las relaciones sociales en las que nos encontramos inmersos actualmente en la práctica académica?
Hace poco leí un artículo titulado «Pirate Radical Philosophy», escrito por Gary Hall y publicado en la web del Journal Radical Philosophy. El comentario de Hall se refiere precisamente a la posibilidad de un cambio en las prácticas y las relaciones sociales presentes en la labor académica. Y si bien él se refiere específicamente a la filosofía, sus argumentos son extrapolables a todas las disciplinas. Su argumento es el siguiente. Los académicos se han enfocado en sólo decir «no» a la idea de universidad que opera como un negocio, a favor del sistema económico, y demandan un retorno al tipo de universidad financiada públicamente y que tiene como misión educar a la gente y no sólo producir profesionales funcionales al sistema. Sin embargo, la labor de los intelectuales, en las luchas estudiantiles por ejemplo, se ha limitado a «actuar por» o «con» los estudiantes, protestando con ellos, aceptando invitaciones para hablar y escribir acerca de sus demandas.Pero, ¿Por qué no actuar en «sus términos»?, es decir, ¿por qué no pensar en la forma de generar acciones que nos muevan fuera de modelo de producción y difusión del conocimiento imperante en la academia?
El problema de la autoría
Hall está en lo cierto cuando señala que el modo de producción de conocimientos y de investigación en las humanidades continúa relacionado con la idea indivisible, individual y liberal del autor humanista. Incluso los escritos de aquellos intelectuales más radicales de la filosofía, como Agamben, Latour, Badiou o Zizek (lista extensible por supuesto a la literatura, sociología, antropología, historia, etc.), se encuentran inmersos en una forma de generación de ideas, teorías, publicación y distribución del conocimiento que busca hacer una contribución autoritaria, contundente y magistral, que les permite reclamar sus producciones como su trabajo original y ejercer una propiedad sobre ellos. Es ese su capital simbólico, la fuente de la legitimación intelectual. Por más que usen blogs, google+, facebook o twitter, la inclusión de las tecnologías dentro de la práctica intelectual y académica no busca cambiar las formas de producción de conocimiento en las humanidades y ciencias sociales. Por el contario, la intelectualidad refuerza ahí su autoridad, se promocionan a sí mismos y legitiman su posición dentro del círculo intelectual.
La estrategia entonces no debería ser la adaptación a las redes y la tecnología, sino que la apropiación de éstas para explorar otras formas de producir y difundir el conocimiento.
Entonces, la pregunta que queda planteada es cómo pensar en un sistema donde la práctica académica no siga reforzando la privatización del conocimiento al seguir centrada en la protección del autor y sus obras bajo derechos de propiedad, pero que, por otro lado, el hacer invisible al autor o matarlo signifique una circulación de obras como mercancías sin dueño, lo cual hace un gran favor al sistema capitalista al tener acceso a «free gifts», es decir, conocimientos que son fácilmente incorporados en los circuitos de producción dominante.
Este artículo continuará…
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