El balance de las PASO ha dejado un saldo por demás significativo: derrota del gobierno, ascenso de la derecha y centro-derecha y un giro a izquierda de un sector de la sociedad más amplio de lo previsible. Leer estos resultados en clave de una necesaria convergencia amplia de la izquierda con miras a las presidenciales […]
El balance de las PASO ha dejado un saldo por demás significativo: derrota del gobierno, ascenso de la derecha y centro-derecha y un giro a izquierda de un sector de la sociedad más amplio de lo previsible. Leer estos resultados en clave de una necesaria convergencia amplia de la izquierda con miras a las presidenciales del 2015 es el objetivo de este documento.
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El gobierno ha sufrido una derrota electoral de magnitud. Lo sorprendente no fue sólo la ventaja final en la Provincia de Buenos Aires, sino la generalizada debacle en el interior. El oficialismo perdió en lugares impensables (San Juan, Jujuy, Catamarca, La Rioja), recibió un golpe simbólico en Santa Cruz y tuvo un caudal de votos inferior al 2009. Si se repiten esos resultados podrá mantener mayorías parlamentarias pero en el mejor de los casos tendrá quórum muy ajustado en ambas cámaras. Argumentar que se mantiene como la «primera minoría» es un pálido consuelo. Quedó sepultada la re-reelección y el poder para negociar la sucesión comenzó a licuarse.
Esta derrota no ocurre por las razones que esgrime la derecha (autismo, falta de diálogo, encierro, mala praxis económica). Es cierto que incidieron la inflación, el estancamiento del empleo, el irritante impuesto al salario o la restricción externa, pero no hubo hasta ahora colapso económico, tampoco hiperinflación. La derrota obedeció, como en otras oportunidades y circunstancias históricas -1952 / 1975 / 1989- a los limitantes ideológicos de estas fracciones políticas -que se asumen como la representación del capital nacional- que no logran superar los límites estructurales del capitalismo dependiente argentino. Es su vacilante política capitalista la que termina fatigando a la población.
Así, la estatización parcial de YPF terminó con el vergonzoso acuerdo con Chevron y la intención de bajar los precios en acuerdos con las grandes cadenas no atempera la inflación. Persiste la regresividad del IVA y la contribución de los trabajadores aportando ganancias. La necesidad de divisas los llevó al blanqueo, incluso ofreciendo lavar situaciones irregulares. Se profundiza la sojización, la megaminería a cielo abierto, el negocio de las terminales automotrices y la banca que agravan la concentración y extranjerización de la producción y los servicios así como el continuado
favoritismo a los concesionarios culminan es las tragedias en el ferrocarril.
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El kirchnerismo encaró la campaña con el libreto tradicional del PJ, apoyándose en el control territorial de los barones del conurbano del Gran Buenos Aires, pero esta vez tomando distancia del movimiento sindical. El mantenimiento del piso bajo de ganancias y salarios familiares, hasta el «cajoneo» de proyectos sobre participación obrera en las ganancias, fueron factores que alejaron el apoyo sindical. Frente a la crítica situación en que lo pusieron las primarias puede reforzar este viraje derechista o intentar la recuperación con alguna medida de impacto sin embargo ya en la crisis del 2009 gastó buena parte de esos recursos con las retenciones, la nacionalización de las AFJP, la AUH, el Matrimonio Igualitario y la Ley de Medios… hoy la acumulación de desequilibrios fiscales, monetarios y productivos resultante del neo-desarrollismo en curso ha reducido el margen para realizar concesiones sociales. Mientras que se le han cerrado los caminos para nuevas ampliaciones de derechos. Este delicado escenario genera desconcierto entre todos los que confiaban en el gobierno.
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El establishment económico y mediático está colocando sus principales fichas en la reorganización del justicialismo disidente, con la ascendente figura de Massa, ligado a la embajada americana. Allí han recalado los promotores del re-endeudamiento (Redrado) y la devaluación (De Mendiguren), piensan en un sistema jubilatorio mixto para reanimar el mercado de capitales y sostienen que los salarios han aumentado más que la productividad. Con el disfraz de la renovación buscan concretar el proyecto reaccionario que demandan los grandes medios de comunicación, las corporaciones y muchos caceroleros. Promueven especialmente un giro pro-norteamericano que elimine las actitudes soberanas que, por ejemplo, adoptó el gobierno frente al secuestro de Evo Morales. A diferencia del 2009 esta vez la reconstitución derechista se nutre de los desplazados del kirchnernismo (Solá, Massa, Lavagna, Alberto Fernández…) y burócratas sindicales hasta ayer socios del gobierno. Es un cisma interior y no un desafío externo liderado por Macri o De Narváez, por eso el peligro de la temida fuga de intendentes y gobernadores. Esta migración es la forma tradicional en que se reordena el justicialismo.
De haberse disputado por medio de las internas los elementos de crisis política se desenvolverían con mayor virulencia aún. Al procesarse de esta manera queda abierta la posibilidad de algún entente neo-kirchnerista, con mayor diálogo con el poder de las clases dominantes. Además dentro del propio kirchnerismo se ha agigantado la figura de Scioli, posible portador de otra alternativa altamente compatible con los intereses del gran capital. Si la actuación del oficialismo continúa su curso actual, enseguida aparecerán los «realistas» que argumentarán que después de todo es el mejor candidato, pregonando la ilusión de tenerlo controlado en caso de asumir la presidencia.
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La otra opción del establishment es la reconstitución del pan-radicalismo, especialmente asociado al Partido Socialista, en torno a sus líderes presidenciables (Binner, Cobos, Sanz). Es una segunda posibilidad que podría materializarse si una división del PJ en 2015 conduce a repetir lo ocurrido con Alfonsín o De la Rúa. Como en la memoria popular el radicalismo clásico se continúa identificando con la impotencia para gobernar, lo que se reconstruye actualmente es un clon con figuras mediáticas autónomas al estilo Carrió-Loustau. Sin este auxilio, la UCR no podría recomponerse como lo está haciendo.
Esta reconfiguración del pan-radicalismo dejó en una situación crítica al progresismo anti-K, que comenzó apostando por Binner con banderas propias y terminó sometido al rejunte derechista de UNEN.
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Las corrientes de ese mismo espacio que acertadamente rechazaron el contubernio derechista con la UCR, se abrieron así un camino para participar en la construcción de una opción más consecuente en los próximos años. En algunos casos los tiempos de la ruptura no fueron suficientes para organizar una opción electoral que superara el filtro de las PASO. En otros donde la ruptura fue más nítida y acompañada con nuevas alianzas se pudo superar el piso proscriptivo y se alcanzó un porcentaje nada despreciable de sufragios.
Estas corrientes enfrentan ahora el desafío de profundizar el nuevo curso que han iniciado preparando desde ahora el 2015. Resulta imprescindible ratificar la oposición al proyecto conservador de Binner y cía o al eventual reacomodo que pudiera hacer Solanas, si quedara desplazado o se corriera del engendro de la UNEN. Como también sería suicida quedar paralizados sin ninguna estrategia político-electoral. En nuestra opinión debiera comenzarse una búsqueda de convergencias con la izquierda abandonando viejos prejuicios.
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Queremos enfatizar que en la Ciudad de Buenos Aires, Camino Popular pasó la primera prueba y realizó una gran experiencia militante. Al igual que otros sectores pertenecientes al mismo espectro político de la izquierda independiente (Frente Ciudad Nueva en La Plata, Marea Popular en Luján, Ciudad Futura en Rosario, Partido Pueblo Unido en Jujuy), esta incursión en el ámbito institucional se suma a la trayectoria de inserción de sus integrantes en el movimiento obrero, estudiantil, territorial, de género y lucha por múltiples reivindicaciones de nuestro pueblo.
El aporte que ha comenzado a forjarse en torno a Camino Popular se asienta en experiencias colectivas que han comenzando a superar los viejos vicios del personalismo que dominan en la tradición política argentina. En segundo lugar han sabido enarbolar las banderas de los procesos más radicales de nuestra América Latina -especialmente de Venezuela y Bolivia- demostrando cómo podrían pavimentarse los nuevos senderos al socialismo enraizados en las experiencias populares de cada país. En el caso específico de Marea Popular han desenvuelto una experiencia militante en la Universidad que ha sido capaz de debatir con posturas sectarias, sin perder de vista la necesidad de concertar alianzas para mantener las federaciones en manos de la izquierda, impidiendo así el retorno de la UCR.
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El salto cuali-cuantitativo logrado por la izquierda en general, en votos pero también en sus discursos e intervenciones, es un dato central al analizar en estas primarias. No llaman tanto la atención los esperables resultados logrados en Ciudad o Provincia de Buenos Aires, sino los obtenidos en el interior. Es en las mismas provincias donde se produjo la sorpresiva debacle oficialista donde la izquierda alcanzó votaciones mayores.
Este giro a la izquierda ha sido liderado por el FIT, pero no se reduce solo a el. Todas las expresiones de izquierda, los partidos tradicionales y las vertientes independientes; los agrupamientos con años de prédica y las corrientes más novedosas aumentaron su caudal electoral (más de 900.000 votos los primeros y otros 300.000 los segundos). Hay que considerar que otro sector de la izquierda independiente no llegó a procesar a tiempo sus debates internos y no pudo participar, pero es también un potencial no despreciable.
Este crecimiento significativo delinea una situación análoga a lo ocurrido a fines de los ’80, cuando el MAS irrumpió con enorme pujanza y construyó junto al PC la Izquierda Unida. También en ese momento declinaba un gobierno centroizquierdista y la derecha preparaba su reemplazo neoliberal. La reaparición de un gran contrapeso de izquierda constituye una oportunidad que consideramos no podemos desperdiciar. La oportunidad es propicia para atraer a quienes continúan en el kirchnerismo con grandes contradicciones, crecientes descontentos e incluso desplazamientos en las candidaturas. La izquierda debe apostar a un diálogo crítico con estos sectores militantes para construir una opción masiva y popular.
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Mientras que la centroizquierda carga con un legado de frustraciones o es falsamente presentada como sinónimo del pan-radicalismo, la identidad de la izquierda se perfila con nitidez, está cobrando fuerza como una opción política. Una parte de la población comienza a percibirla como un proyecto posible, frente a la impotencia reiterada de los partidos tradicionales, mientras que los viejos prejuicios anticomunistas han perdido influencia y el nacionalismo maccartista no tiene la efectividad del pasado.
La existencia de esta coyuntura favorable para enarbolar con fuerza su propia identidad solo puede afianzarse si se reconoce la diversidad de este espacio. La izquierda incluye una amplia variedad de tradiciones, que no se reducen al trotskismo y sus indudables aportes en la conflictividad cotidiana y en el análisis del capitalismo mundial. Es indispensable aceptar esta diversidad para no reiterar errores cometidos en el pasado. Si se propaga la creencia que «sólo el FIT es la izquierda», se repetirá el llamado a «hacer grande al MAS» que erosionó los frentes de izquierda en los años ’80. Pero tampoco es válido pensar que sólo la izquierda autónoma y la que proviene de movimientos sociales es autosuficiente para resolver a favor de las clases populares la crisis del capitalismo dependiente argentino.
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Se ha dicho y reiterado más de una vez que «el peso de la izquierda no esta en los votos, sino en los conflictos que protagoniza» pero esto no se contrapone con disputar espacios en el lugar donde dominan los dominadores. Es un espacio donde se puede presentar de conjunto lo que en la conflictividad cotidiana aparece muchas veces disperso y fragmentado. Es también territorio de disputa, no en las mejores condiciones para nosotros, que requiere madurez y realismo político para presentar una propuesta capaz de acumular también en el plano institucional. Las elecciones de renovación parlamentaria de octubre seguramente verán estos fragmentos aún dispersos, pero creemos necesario intervenir en ellas con la mira puesta en el 2015.
Estamos convencidos que estas primarias han creado las condiciones para una confluencia que incluya a todas las expresiones de la izquierda . La derecha, el gobierno y el pan-radicalismo presentan explícitamente sus campañas actuales como una predefinición de la próxima elección presidencial. Es un dato objetivo del perfil que ya tienen los comicios actuales. Situar en el mismo plano las campañas de la izquierda concitaría mayor interés por parte de los votantes. Para nosotros no entraña esto ningún apresuramiento o electoralismo, por el contrario puede dar lugar a un espacio de debate y trabajo conjunto para preparar la candidatura presidencial de toda la izquierda en el 2015 y facilitaría procesos de unidad de acción en la lucha y organización cotidiana de los trabajadores y el pueblo. Este enlace ordenaría la campaña en curso en torno a una perspectiva común futura, que potenciaría a todas las formaciones evitando rivalidades y disputas tan estériles como inútiles.
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Las internas abiertas y obligatorias fueron pensadas para filtrar candidaturas y recrear un bipartidismo fuerte. Se esperaba dejar a la izquierda fuera de juego, por eso ha pasado a ser tan importante la batalla por superarlas. Pero las internas también nos han favorecido al brindarnos la oportunidad no solo de difundir y propagandizar nuestras ideas y concepciones, sino también una forma participativa de resolver nuestros propias conflictos y candidaturas.
Quiénes suscribimos este documento de trabajo proponemos desde ya la conformación de una Mesa Política, para intercambiar ideas y debates acerca de cómo crear las condiciones para una propuesta unitaria amplia, que busque disputar efectivamente el gobierno en las elecciones presidenciales del 2015. Tenemos en cuenta ese horizonte al debatir las experiencias en Bolivia, en Venezuela, en Grecia. Apuntar a un bloque de diputados próximos para disputar en el futuro el gobierno es una forma de concebir estrategias, que reforzarían la credibilidad y la identidad de la izquierda.
Bs.As, agosto de 2013
Claudio Katz, Eduardo Lucita, Jorge Marchini, Guillermo Almeyra, Julio Gambina, Beatriz Rajland, Daniel Campione, Mercedes D’Alessandro, Gustavo Robles…
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