El pueblo mexicano acaba de infligir una derrota electoral histórica al régimen político de las clases gobernantes y dominantes. El PRI ya había sido derrotado antes pero por otra parte de la derecha, el PAN de Fox, y ahora PRI, PAN, PRD y demás cómplices han sido vencidos por la izquierda reformista que logró canalizar […]
El pueblo mexicano acaba de infligir una derrota electoral histórica al régimen político de las clases gobernantes y dominantes. El PRI ya había sido derrotado antes pero por otra parte de la derecha, el PAN de Fox, y ahora PRI, PAN, PRD y demás cómplices han sido vencidos por la izquierda reformista que logró canalizar el odio de las grandes mayorías. La abstención, por eso, apenas llegó al 37 por ciento y la división en la burguesía respecto a si aceptaban o no un gobierno de López Obrador redujo al mínimo el apoyo a los partidos tradicionales de la derecha y ultraderecha.
El 52,87 de AMLO es el resultado de la intervención de los jóvenes en el terremoto de 1985, de la victoria de Cárdenas en 1988, del levantamiento zapatista en Chiapas en 1994, del repudio al fraude que impuso a Calderón y a Peña Nieto, de la resistencia heroica contra un régimen de asesinatos, atentados contra los derechos y las conquistas y sumisión al imperialismo. El triunfo es de los oprimidos, no de AMLO o MORENA, que fueron el canal transitorio de una voluntad general.
El 71 por ciento de votos por MORENA en Chiapas indica que el zapatismo y todos los pobres votaron allí en masa por AMLO. El 66,27 en Guerrero y el 65,52 en Morelos revelan la misma ola social de fondo, expresan un ¡Basta ya! generalizado, un nuevo escalón ascendiente en la construcción de una conciencia anticapitalista.
AMLO, como se preveía, está siendo aceptado por los capitalistas como un mal menor, pero su elección será considerada por sus votantes como un triunfo propio, como un acceso no sólo al gobierno sino también al poder. Por eso quienes votaron por López Obrador pasarán dentro de poco a pedirle, exigirle, medidas concretas contra sus explotadores. AMLO llamó de inmediato a la reconciliación, pero sus votantes piden medidas drásticas e inmediatas contra los asesinos, los corruptos y ladrones, los dueños de minas, los hambreadores, los que venden el país. López Obrador, como nuevo Madero, quiere hacerse cargo del Estado así como está, pero quienes lo han hecho presidente luchan en cambio contra ese Estado culpable del crimen de Ayotzinapa y lleno de Huertas potenciales.
Hoy es el momento de los brindis y de los festejos y de la suma de todos los oportunistas al carro del vencedor pero ya se acercan los días de los reclamos populares y de las divisiones en MORENA y el gobierno de centroderecha que formará López Obrador para tranquilizar a sus garantes en las fuerzas armadas, en la burguesía y en Washington.
Para garantizar un cambio, para evitar las inevitables reacciones de la gran burguesía apenas AMLO deba hacer alguna concesión a la base popular de su gobierno y para construir poder desde abajo llegó la hora de formar en todo el país comités de acción popular y de unirlos entre sí para formular directamente planes de desarrollo favorables a los trabajadores. Es la hora de apoyar todo lo que sea positivo y de criticar las medidas procapitalistas o insuficientes ayudando a los votantes de AMLO, codo con codo con ellos, a organizarse y sacar sus propias conclusiones.
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