Las patentes existen porque los descubrimientos, una vez realizados son un bien público, es decir tienen dos características que no poseen los bienes privados, son no excluyentes y no privativos. La primera implica que una vez descubierto, el conocimiento se disemina automáticamente y no se puede excluir mediante precio a los que no pagan por […]
Las patentes existen porque los descubrimientos, una vez realizados son un bien público, es decir tienen dos características que no poseen los bienes privados, son no excluyentes y no privativos. La primera implica que una vez descubierto, el conocimiento se disemina automáticamente y no se puede excluir mediante precio a los que no pagan por consumirlo, mientras que la segunda implica que si alguien lo consume, no reduce la cantidad disponible de dicho bien para el resto. Un iPhone tiene un precio -desorbitado- que si no se paga, no se puede acceder a él (excluyente) y además hay un número limitado de unidades de forma que si alguien compra uno queda uno menos para los demás (privativo). Dada esta situación el mercado tiende a infraproducir conocimiento, por lo que se instaura el sistema de patentes que otorga un monopolio de explotación durante un tiempo. Pero si el sistema de patentes es demasiado estricto, puede llegar a desincentivar la invención, o puede utilizarse como barrera de entrada para los nuevos competidores. Apple por ejemplo está enfrascada en demandas legales porque aparentemente ha pantentado la «rectangularidad» del teléfono.
Es tal la aberrante evolución de este derecho, nada natural, que en EEUU ha surgido el concepto, «Patent Troll». El sistema de protección de la propiedad intelectual ha alentado la aparición de numerosas empresas fantasma, que tienen un despacho en una ciudad perdida en algún estado de EEUU, pero sin apenas empleados, ni utilidad real de la oficina. Se dedican a comprar patentes por todo el mundo, y a demandar a todos aquellos que pueden… O lo que es peor, se dedican a «ofrecer» su protección a empresas, de forma muy parecida a la mafia. Así, se contacta con empresas para ofrecerles «entrar en el club» de forma que puedan librarse de demandas sobre las patentes (miles) que gestionan. La situación es realmente desastrosa porque el sistema de patentes está siendo utilizado como un activo más, de forma que está repercutiendo negativamente en la innovación. Esta situación ha sido ilustrada por Tabarrok en su famosa curva, emulando la conservadora curva de Laffer. La conclusión es clara, el sistema de patentes está mermando la innovación, lo contrario para lo que supuestamente estaba diseñado.
Tabarrok defiende que el sistema de patentes ha ido demasiado lejos, y su eliminación podría suponer un estímulo sin precedentes. Es cierto que las empresas dejarían de disfrutar los ingresos monopólicos de las patentes, pero no lo es menos que podrían utilizar los avances de otras empresas, lo que según los cálculos de este economista, sería beneficioso para todas las partes y para la economía en su conjunto. No es una cuestión Baladí, y Obama ha puesto el acento en sus últimas intervenciones en la lucha contra los «patent trolls«.
El sistema de patentes incrementa el coste por ejemplo de los fármacos de una manera desproporcionada en relación con los gastos de investigación. Pero además se ha registrado un incremento en el coste del uso del radiodiagnóstico en EEUU, cuyo principal motivo es el monopolio al que se accede mediante la patente sobre el equipamiento médico, con la ralentización consecuente en el tratamiento de ciertas enfermedades. Cualquier libro de texto de economía explicará los comportamientos ineficientes que los monopolios generan en lo que se llama «búsquedas de rentas», esto es recursos dedicados a otras cosas que no son producir: científicos de renombre que «prestan» su nombre para «legitimar» trabajos producidos por las farmacéuticas a cambio de dinero; pagos a los «científicos» que aconsejan al sector público o directamente son los lobbys los que aconsejan; distorsión en la dirección de investigación para producir «copias» de medicamentos existentes con ningún beneficio social pero muchos beneficios monopólicos; aparición de mercados negros; pagos a médicos para privilegiar medicamentos de una u otra empresa, etc. Es curioso cómo los que defienden el libre mercado y los que no, se unen para alabar el sistema de patentes como algo «justo». En realidad se parece mucho a un sistema feudal de apropiación de un bien común como el suelo, para hacer pagar a todos los que pasen por allí un canon o impuesto.
En el caso del copyright de las obras creativas, la distorsión también existe, aunque la vida humana no se ve afectada como en el de las patentes. Al menos no directamente… Creo que uno de los puntos donde estaremos de acuerdo en la polémica es que todo trabajo realizado ha de ser remunerado. No obstante, el tipo de remuneración que implica el Copyright es terriblemente ineficaz e imposible de mantener en el tiempo sin atentar contra principios fundamentales de la democracia. Aquí la defensa de la propiedad (intelectual), llega hasta el punto de interferir con el derecho a la privacidad de los individuos.
Esta tendencia está en la misma línea que la militarización de la sociedad a la que asistimos, donde todo lo que hacemos queda registrado por compañías privadas. La revolución tecnológica ha llevado a extender el estado de guerra fuera del campo de batalla hacia esferas crecientes de la vida cotidiana. Cada vez que visitamos una página web, cada vez que enviamos un correo electrónico, cada vez que pagamos con una tarjeta de crédito, paseamos por la calle, hablamos por chat con nuestra pareja o enviamos fotos de nuestros hijos, nuestros datos y movimientos están siendo registrados y utilizados como mínimo comercialmente. Si esta (pequeña) muestra de lo que las compañías hoy están registrando, fuera realizada por un gobierno, todos estaríamos de acuerdo en señalar el carácter autoritario del mismo, debido a la intromisión gratuita en la privacidad de la sociedad. ¿Cuál es la diferencia si lo hace una empresa privada? En ambos casos es sumamente peligroso. Si el escándalo de la NSA es un 1% cierto, cientos de miles de personas tendrían acceso a todo lo anteriormente mencionado, incluyendo llamadas telefónicas. Es lo más parecido a la Stasi.
Además el sistema utiliza a los individuos como «chivatos» de forma que no solo somos objeto de la militarización de la sociedad, sino que somos también sujetos, lo que se potencia gracias al carácter individualista del sistema capitalista. Se nos pide que, observando quién transgrede la ley, avisemos a la policía convirtiendo la sociedad en una especie de campo de concentración. Es necesario reivindicar ser invisibles y reivindicar privacidad en todos los aspectos (internet, manifestaciones, etc.). La privacidad es un elemento democrático esencial que bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo se está denigrando cada vez más. Pero es que además la austeridad necesita de estados autoritarios por lo que no es de extrañar que JP Morgan identifique como uno de los problemas de la periferia Europea «el derecho a protestar si hay cambios no deseados«.
El problema con el copyright es que no puede defenderse sin por ello caer en prácticas características de estados autoritarios. Y por supuesto, existen alternativas, tal y como expone Dean Baker, tanto para el ineficaz sistema de patentes, como para el intrusivo abusivo y dictatorial sistema de copyright. Al final, efectivamente el escándalo de la NSA y la propiedad intelectual tienen mucho que ver. El primero porque atenta contra la democracia y se está utilizando en la escalada represiva que estamos viviendo y que veremos incrementarse por la «austeridad». El segundo porque necesita de esos estados autoritarios para ser defendido, ese ataque a la democracia y a las libertades. Y lo peor es que no se utiliza en favor de los autores, creativos ni científicos sino en favor de las industrias que acaparan la mayor parte de los ingresos.
Iván H. Ayala es economista miembro de econoNuestra
Fuente: http://blogs.publico.es/econonuestra/2013/07/17/propiedad-intelectual-democracia-y-nsa/