M.H.: Silvio es arquitecto, miembro del Consejo de redacción de la revista Herramienta donde publicó un artículo que llamó mi atención, sobre Puerto Madero. Un barrio de moda entre otras cosas porque allí vivía el Fiscal Nisman. Cesar Hazaki escribió un libro que se llama «El cuerpo mediático», él es miembro del Consejo de redacción […]
M.H.: Silvio es arquitecto, miembro del Consejo de redacción de la revista Herramienta donde publicó un artículo que llamó mi atención, sobre Puerto Madero. Un barrio de moda entre otras cosas porque allí vivía el Fiscal Nisman.
Cesar Hazaki escribió un libro que se llama «El cuerpo mediático», él es miembro del Consejo de redacción de la revista Topía y allí aparece un artículo que se llama «La ciudad extraña» donde habla de Puerto Madero y lo llama: «El barrio más seguro y vigilado de Buenos Aires», sin embargo, en ese barrio se produce la muerte del Fiscal Nisman por lo que podemos pensar que de seguro y vigilado no tenía demasiado. ¿Compartís lo que plantea César?
S.S.: El concepto de «seguro» es un concepto polémico, ¿qué es la seguridad? ¿Cuál es el criterio de seguridad? ¿Qué es la sensación de seguridad?, etc. Sí coincido con que es un barrio muy vigilado, una superposición de mecanismos tanto de seguridad privada como de Prefectura, Policía Metropolitana y Federal. Lo que no significa que lo vigilado sea seguro, el problema es a quién vigilás, quién te vigila, qué intereses se custodian y demás. Un ejemplo son los barrios cerrados del conurbano, se supone que ahí la gente se recluye buscando esa sensación de protección y aislamiento frente a una sociedad salvaje que está detrás de esos muros y, sin embargo, se producen casos cotidianamente como el de María Marta García Belsunce, entre otros, de robos y asesinatos. Creo que hay que separar los conceptos de vigilancia y seguridad. La fantasía que Puerto Madero es un lugar seguro está muy acuñada, porque figura en el imaginario la idea que los sectores que manejan grandes recursos son más cuidados.
M.H.: ¿Cómo surge Puerto Madero?
S.S.: El puerto como tal surge en el siglo XIX en plena transformación del país al modelo agroexportador de la mano de la generación del ´80, con una alta demanda de proteína y materia prima mundial. El viejo puerto de la ciudad de Buenos Aires era completamente ineficaz.
M.H.: Te estás refiriendo al puerto de La Boca.
S.S.: Siempre fue un puerto difícil el de Buenos Aires, de hecho una de las Invasiones Inglesas fracasa por la complejidad que se le presentó a la tropa para acercarse a la Ciudad. En ese momento deciden, por razones de carácter político ya que Madero era un comerciante ligado al poder de Roca y su tío era el vicepresidente de la Nación, darle el proyecto a él que consigue la financiación de la banca Baring para hacerlo. Otro proyecto presentado, pero que fue rechazado porque no tenía el sponsor para hacerlo fue el del Ingeniero Huergo.
El de Madero era un puerto de características militares, de dársenas cerradas, como la base naval de Mar del Plata, de un costo operativo muy elevado y que no se adaptaba al naciente crecimiento de los buques que tenían que llegar a Buenos Aires, con lo cual fue un puerto que a los 20 años resultó obsoleto, y hubo que retomar en 1910 la idea de Huergo. Un puerto abierto, que permite un mejor acceso, con una gran escollera.
Al ser obsoleto, el puerto construido por Madero, queda paralizado y se transformó en un baldío entre el río y el resto de la Ciudad. Había proyectos para trabajar el espacio, Le Corbusier cuando vino a la Argentina en los ´30 propone un proyecto para ese espacio de 170 hectáreas ubicado en la zona central de Buenos Aires con un frente al río muy importante, era una propuesta para construir un área recreativa para la que había que ganarle terreno al río.
Siempre formó parte de la idea de los urbanistas el hacer algo con eso, con intención de integrarlo a la Ciudad, de que funcionara como una especie de hiato entre la Ciudad y el río, etc. Pero fue quedando sin acción. En la década de los ’90 vuelve a surgir producto de un cambio que se opera no solamente en el país, sino a nivel mundial, donde el capitalismo empieza a mostrar un creciente interés en la reconversión de los espacios urbanos con mega proyectos.
Se dan una serie de construcciones a nivel mundial como La Defense en París, los Docklands en Londres, el puerto de Rotterdam, el «exitoso» proyecto de la modificación de Barcelona producto de las Olimpíadas de 1982, entonces el gobierno argentino decide que es un buen momento para intervenir esas hectáreas y hacer un buen negocio, como parte de una lógica neoliberal que pensaba la Ciudad como un espacio empresario. Estaba Carlos Grosso como intendente en ese momento, que luego tuvo que renunciar al Gobierno por las denuncias de corrupción, las «escuelas shoppings», las playas de estacionamiento subterráneas, etc.
Todos los fenómenos sociales estaban pensados dentro de la lógica de la mercancía. Se contrata una empresa consultora catalana que había sido parte de la reforma de Barcelona para que haga un proyecto para Puerto Madero, dentro de la lógica de generar un buen negocio. Se generaron varias propuestas alternativas, con eso se hizo una especie de mezcla porque nunca hubo un proyecto único y se creó la corporación CAPMSA con un decreto que cumplió 25 años el pasado noviembre y que le entregó esas 170 hectáreas, inaugurando un sistema en Argentina que consiste en tomar propiedades del Estado y crear una empresa que es una Sociedad Anónima, controlada por personas asignadas por autoridades tanto de la Ciudad como de la Nación, pero con toda la lógica y funcionalidad de una Sociedad Anónima, con lo cual no tiene que rendir balances al Estado y puede disponer de sus recursos libremente.
Esto es lo que sucedió también con el Banco Hipotecario y que después se utilizó también como modelo para YPF. Esa Sociedad contaba con bienes que se calculaban entre U$S 4.000/5.000 millones, que nunca fueron rendidos a la sociedad ni se sabe cuál fue el destino de ese dinero, con lo cual se llevó a cabo uno de los actos de mayor corrupción y especulación urbana de Argentina, sustentado en un discurso que afirmaba que a la sociedad no le iba a traer costo alguno. En ese momento las ideas hegemónicas tenían esa base «mientras no tenga costo para los individuos, está bien», que es una falacia enorme, no solo por los U$S 5.000 millones, sino por otras cosas que son imposibles de mensurar como costo: la belleza escénica, el río, las vistas aéreas, la ubicación privilegiada respecto del resto de la Ciudad, etc. El arrebato de un bien público para servir a un grupo de especuladores, que se transformaron en los nuevos urbanistas, agentes inmobiliarios que conseguían los inversores y armaban el paquete para que el proyecto cierre exitosamente, dentro de esa mirada.
Llamativamente fueron muy pocos los que se opusieron y ahora que se cumplen 25 años y el proyecto se cierra y se está construyendo lo último que está aprobado, tampoco hay balances sobre Puerto Madero de urbanistas, de sociólogos urbanos ni economistas que hayan puesto la mirada en este hecho que es omnipresente, nadie puede decir que no sabe dónde queda Puerto Madero. Sin embargo, a partir de la nota que publicamos en Herramienta, algunas personas me contactaron para decirme que no tenían la menor idea de esto, y es toda gente de la Ciudad de Buenos Aires, no del interior. Gente que no pertenece a la generación más joven que piensa que tanto Puerto Madero como la Reserva Ecológica siempre estuvieron ahí, que no conocen que ahí hubo un balneario, un espacio de democracia recreativa que le fue sustraído a un sector de la población que no tiene la posibilidad de pagarse recreaciones privadas o salir de la Ciudad.
La recreación es un elemento muy importante en la sociedad y en la resolución de otros elementos colaterales como la violencia urbana, la necesidad de recrearse, de compartir, es un elemento ya demostrado que genera el alivio de tensiones. El balneario se perdió en la época de la dictadura, muchos pensaron que a su fin se iba a recuperar, sin embargo, nunca sucedió y fue ocupado por la Reserva Ecológica que en realidad es resultado del plan demoledor del intendente de la dictadura, Cacciatore, cuando hizo las autopistas, que fue rellenando ese sector sin control. En esa mínima franja quedó algo de lo que era el Paseo Italiano del balneario, que era una belleza, la Confitería Munich, la escultura de Lola Mora de «Las Nereidas», que en realidad estaba planeado ubicarla en el centro pero los vecinos se quejaron porque la encontraron muy obscena y entonces la ubicaron en un espacio residual.
Todo eso quedó comprimido entre Puerto Madero y la Reserva Ecológica, que conserva el aire popular gracias a los puestos de choripán y que sigue siendo una especie de reducto donde resiste el espíritu popular pero ha perdido mucho de su encanto original.
En el tema urbanístico hay más continuismo que otra cosa
M.H.: Puerto Madero es uno de los símbolos de las políticas urbanísticas de los años noventa, pero hablando de la actualidad, hoy recibí un mensaje del Registro de Medios de la Ciudad de Buenos Aires diciendo que de ahora en más nos van a atender en Parque Patricios, en lo que iba a ser el edificio del Banco de la Ciudad de Buenos Aires y que ahora va a ser ocupado por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, un barrio al que le están cambiando la cara, así como a otros como Barracas con el distrito de diseño o las políticas que promueven la instalación de empresas en la zona de Lugano y Pompeya. ¿Cuáles son los símbolos actuales de estas políticas urbanísticas en nuestra Ciudad?
S.S.: Si bien en algunos casos hubo un proceso de cuestionamiento sobre las políticas neoliberales en la Argentina, en el tema urbanístico hay más continuismo que otra cosa, se siguió con la misma línea de acción, donde la figura principal es el inversor y el que tiene la capacidad de atraer a esos inversores de origen tanto nacional como internacional, para producir cambios en el espacio urbano. La mirada que hay sobre Puerto Madero sigue siendo la de un proyecto exitoso, tal es así que tanto el gobierno de Cristina como el de Macri siguen involucrados.
M.H.: Recuerdo que alguna vez Cristina hizo una comparación entre Puerto Madero y el Tren Bala.
S.S.: Cuando esto surge, durante la administración de Grosso, el representante y mentor de este proyecto fue el arquitecto Alfredo Garay, que integraba el directorio de Puerto Madero por la Ciudad de Buenos Aires, en el Gobierno Nacional estaba Menem, así que había empatía absoluta. Cuando el mapa político cambia en Argentina, Garay pasa a ser el representante del gobierno nacional y sigue estando ahí, lo que expresa esa continuidad que no tuvo quiebre y que se proyecta en nuevos emprendimientos, tanto desde la Ciudad como desde la Nación.
El caso paradigmático a nivel nacional es la Isla de Marchi, del polo audiovisual, que Cristina anunció la adjudicación a la empresa Riva para hacerse cargo del proyecto. Riva junto a IRSA, Consultatio (Caputo) y la empresa de Cristóbal López son los principales operadores inmobiliarios en la Argentina.
Riva hizo el Metrobus, empezó con un proyecto de U$S 115 millones y terminó costando U$S 195 millones, hizo la estación terminal de Córdoba que cada vez que llueve se inunda y la remodelación de la cancha de Boca. Como todas estas empresas, tiene una pata en el gobierno nacional y otra en el de la Ciudad. La relación con Macri viene de la época que fue presidente de Boca y con el nacional queda claro a partir de este proyecto de la Isla de Marchi, donde se va a construir lo que sería el edificio más alto de la Argentina, con una altura casi equivalente al Empire State, de 360 metros de altura, con un modelo muy parecido al de Puerto Madero. También está el proyecto de la Ciudad Deportiva, que es de IRSA, el cual tiene su génesis de corrupción.
M.H.: Frenado por la existencia de la Villa Rodrigo Bueno.
S.S.: En parte. IRSA le ofreció al Gobierno de la Ciudad U$S 1.000.000 para zanjar el tema, pero el proyecto está, fue cambiando en el sentido que fue aumentando la apuesta, 8 torres de 50 pisos para una población de 5/6.000 habitantes. Puerto Madero fue pensado para 40.000, se achicó a 17.000 y ahora tiene 6.500.
M.H.: En tu artículo vos hacés una comparación con el barrio de San Cristóbal.
S.S.: Claro, porque San Cristóbal tiene 60.000 habitantes en una superficie similar, y es uno de los barrios con menor densidad en la Ciudad. Por ese lado hay una continuidad, existe también el proyecto del nuevo Retiro que toma toda la franja de Libertador, desde la actual estación de Retiro hasta el Parque Thays, donde hay intereses muy firmes de inversores chinos que estarían en el orden de los U$S 6.000 millones. Ahí tropiezan con un elemento muy importante que es la Villa 31.
Una de las características que tuvo la creación de Puerto Madero es que no estaba habitado y no hubo resistencia social, producto de que todavía en nuestro país existe un desapego hacia lo público. Cuando el terreno no es de «nadie», o sea, que es de todos, la lucha se diluye. En el caso de Puerto Madero los únicos que resistieron fueron los estudiantes del Colegio Buenos Aires porque les querían comprar el predio y no aceptaron, a pesar de que los funcionarios a cargo empujaban en esa dirección.
En esa manera de pensar la Ciudad, y me refiero al área metropolitana, y a todos los fenómenos que genera la mega urbe que habría que desaturar porque está colapsada, nunca se tienen en cuenta, de hecho Puerto Madero ha agudizado esto, mientras que el discurso decía que con lo que se obtuviera en beneficios con Puerto Madero, se invertiría en la Ciudad y eso nunca sucedió, todo se reinvirtió adentro y a su vez se saturó.
Es una lógica de enclave la de pensar cada lugar aislado y produce lo que mencionabas, el Distrito de las Artes en La Boca, el Distrito Tecnológico, el administrativo, el empresario, el del área deportiva que se podría armar luego de las Olimpíadas juveniles en el Parque Indoamericano. Todos son fragmentos, el de Puerto Madero es notorio porque está completamente escindido del resto de la Ciudad, no funciona como barrio, es una isla que casi no tiene nexos.
Sigue prevaleciendo esta idea en todos los proyectos que se piensan para la Ciudad, primero privilegiando al inversor, ofreciéndole ventajas impositivas a quienes se radiquen en ese lugar para que las empresas tengan un incentivo. Aprovechándose también del discurso del «proyecto verde» o «proyecto ambiental» de algunos urbanistas y aparece esta idea mentirosa de que eso va a recomponer el tejido de la zona sur de la ciudad, que siempre estuvo degradado, que siempre se sostuvo la división de la Ciudad entre norte y sur, y que de esta forma se incentiva la inversión.
La realidad es que el enclave no crea tejido, el distrito a determinada hora del día se vacía. Si querés generar una trama y urdimbre donde tenga lugar lo barrial, lo cultural, pensado como conjunto, que es lo que realmente hace a la vida de la Ciudad, la respuesta no es ésta, porque el enclave fragmenta aún más la Ciudad y genera un contraste de segregación notorio.
El contraste de Puerto Madero y la Villa 31 es obvio, pero además como funcionamiento urbano se sigue consolidando esta idea de trabajar de a pedazos. Nadie se preguntó cuándo comenzó el proyecto, cómo se relacionaría con el resto de la Ciudad, qué pasaría cuando se termine. Las conclusiones son nefastas y, sin embargo, una gran parte de la Ciudad lo ve como una vidriera para el turismo.
M.H.: En el trabajo que te mencionaba de César Hazaki, escrito hace unos cinco años atrás, decía que el turista extranjero que iba al Hotel Faena, rápidamente buscaba otro hotel al no encontrarse con lo que venía a ver de Buenos Aires. Desde el punto de vista de la hotelería señalaba que era un fracaso, porque el turista no se quedaba en Puerto Madero.
S.S.: Es un espacio árido y hostil. Se pueden cuestionar elementos de la construcción de Palermo Soho o Palermo Hollywood, pero para el turista funciona como un elemento más acogedor. Puerto Madero es despojado de vida y de historia.
M.H.: Llaman la atención inclusive los nombres de las calles.
S.S.: A varias luchadoras del movimiento feminista les he planteado por qué no han hecho algo respecto a un espacio que está al servicio de los mismos sectores que fueron enemigos acérrimos de esas mujeres como las mapuches, las feministas, Azucena Villaflor, etc. Que hagan uso de sus nombres no es un homenaje, es una ofensa. Muchos de los que viven ahí o fueron parte de esos proyectos son responsables del genocidio que se vivió en Argentina. Se mezcla con el mundillo de la política, la farándula, mencionabas el caso Nisman, Cristóbal López alquila propiedades de la familia Kirchner, ahí funciona «la Rosadita», Aníbal Fernández y Alberto Fernández tienen sus departamentos ahí como inversión o para uso. Todo esto debería ser puesto en evidencia ante el resto de la sociedad.
La apropiación de la historia es construir un tejido histórico, le pueden poner un nombre a una calle, pero ahí no están los derechos humanos ni las luchadoras. Se puede hacer referencia a las grúas, a la cuestión nostálgica del puerto granero de la Argentina floreciente, del «granero del mundo» o la idea de puerto, puerta de entrada a la inmigración, al crisol de razas, a quienes forjaron la historia de nuestro país, etc. Esa apropiación no se da en Puerto Madero, a pesar de que lo usen, la gente que viene a conocer Buenos Aires, no es lo que quiere ver, es un paisaje clonado, globalizado, es el mismo que podrían encontrar en un aeropuerto o en cualquier ciudad del mundo que inclusive han sido muy cuestionados por los arquitectos más destacados, no es atractivo desde el punto de vista arquitectónico, no hay obras importantes. A quien conoce Nueva York, París o Londres, Puerto Madero no le dice nada, le dicen más otros sectores de la Ciudad donde encuentra raíces históricas más genuinas.
En la Facultad de Arquitectura se fueron formando generaciones que medían su éxito profesional por la envergadura de los recursos que manejaban para hacer un proyecto
M.H.: ¿Qué se ve de todo esto en la Facultad de Arquitectura? Allí hay un proyecto a cargo de un grupo llamado Velatropa, en el mismo lugar donde ahora está planeándose un proyecto urbanístico vinculado a una estación de trenes y estacionamientos.
S.S.: Es difícil pensar una Universidad escindida de las ideas hegemónicas de cada momento. En la década del ´70 estaba la idea de una Universidad abierta al pueblo atravesada por las problemáticas sociales. La de los ´80 y ´90 fue virando a esta lógica liberal donde aparece el comitente como el objeto principal, quien tiene los recursos para encargar el proyecto arquitectónico a construir. Los temas de vivienda social empiezan a ser dejados de lado, con un discurso de que eso es repetitivo, de poner más hincapié en el diseño, se empieza a trabajar más en el artefacto urbano como tal.
Durante dos períodos el decano de la Facultad de Arquitectura fue el arquitecto Berardo Dujovne quien hizo el proyecto «El Faro», que durante mucho tiempo fue el proyecto paradigmático del barrio de Puerto Madero, esas dos torres que se cruzan con un puente. Muchos de los docentes que en ese período estaban al frente de las cátedras de la Facultad de Arquitectura, eran los que construían Puerto Madero o los shoppings, aeropuertos, todos los grandes edificios corporativos. Durante ese período la Facultad perdió toda su capacidad crítica sobre la sociedad. La Universidad no solamente es donde se gestan técnicos y profesionales idóneos, sino que es un campus para pensar críticamente a la sociedad, ese espíritu se perdió y se fueron formando generaciones que medían su éxito profesional por la envergadura de los recursos que manejaban para hacer un proyecto, mucho hincapié en las nuevas tecnologías que aparecían revolucionando la manera de pensar la Arquitectura y este pensamiento cosmopolita que implica pensar un proyecto acá pero que se puede aplicar en cualquier lugar del mundo o al revés.
A partir del 2000 eso empezó a revertirse parcialmente, y se debe más que a un empuje de la Universidad a algunos docentes en algunas cátedras que fueron volcando más los trabajos hacia problemáticas sociales, empezaron a haber trabajos enfocados a la problemática de las villas, a construcciones de carácter más popular, proyectos de estudio que incluían ubicar el hábitat en su conjunto. Todas iniciativas particulares, de algunos pequeños grupos docentes con el respaldo de sus alumnos entusiasmados con ese tipo de proyectos, que se han repetido en algunas otras Universidades del país, por ejemplo, en Tucumán de la mano del hermano de César Pelli, que es la contracara de su exitoso hermano.
Todavía son una minoría, la Facultad institucionalmente sigue pensando este modelo neoliberal, de una facultad que produce profesionales al servicio de inversores, promotores y que ni piensan en cuestiones interdisciplinarias. De hecho el tema del planeamiento es un tema marginal en esa escena, el que no conoce la Facultad podría pensar que el debate sobre el urbanismo y las materias vinculadas a la planificación son una parte importante y no es así, son electivas y Planeamiento es parte de una carrera de posgrado dirigido por Alfredo Garay, mentor principal de Puerto Madero, así que se podrán imaginar cuál es la orientación de la carrera.
En la Sociedad de Arquitectos pasa lo mismo. Por eso digo que hay una relación muy grande entre el pensamiento hegemónico y lo que expresa la Universidad.
M.H.: ¿Qué podemos hacer los habitantes de la Ciudad para mejorarla?
S.S.: Obviamente no hay una receta ni un camino unilateral. Creo que el tema principal es involucrarse, pensar que la Ciudad es el espacio que hemos elegido para vivir y que sociedad y ciudad son una misma cosa, no podemos pensar en un cambio social si no pensamos en un tipo de ciudad diferente. Es muy difícil que haya una sociedad diferente con este tipo de ciudad, con la manera de pensar la Ciudad desde una lógica privada, especulativa, desde la pérdida de los lazos sociales.
El primer punto es que los vecinos de toda la Ciudad, empiecen a pensar que los problemas de ésta son sus problemas, que no haga falta que el basurero no le recoja la basura para preocuparse o que se le inunde la casa o que el ruido del vecino no lo deje dormir, sino entender que todos vivimos en este espacio, que lo compartimos, y que los temas de tensión que vivimos a diario son parte de no entender cómo vivir en ese espacio y cómo relacionarnos. Es un pensamiento que debe involucrar a los habitantes, que no anula ni invalida la existencia de intereses contrapuestos, hay que tratar de revertir a quienes hegemonizan hoy ese conflicto con sus ideas, recursos y políticas y que mientras eso no se resuelva a favor de las mayorías, el tipo de ciudad en el que vamos a vivir va a seguir empeorando, no hay ninguna señal de que esto pueda mejorar.
Además, hay que pensarla desde un colectivo interdisciplinario, no es un problema de arquitectos, ni de urbanistas ni de tecnócratas, es un tema que nos involucra a todos los individuos y a todas las organizaciones sociales y políticas que se quieran involucrar.
El primer punto es la resistencia, lo que comentaba de Puerto Madero que sucede hace 25 años y que nadie haya levantado su voz crítica es un hecho que se transforma en incontrovertible porque el tejido de las relaciones que se ha establecido allí es casi imposible de recuperar. Existen otros espacios que todavía no han sido apropiados para el negocio inmobiliario que la sociedad debería defender y desde ahí empezar a pensar en construir otro tipo de ciudad.
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