Evo Morales se sacudió el martes la responsabilidad por la represión de la marcha indígena en protesta por la construcción de la carretera del TIPNIS y, sin dar detalles, dijo que ese proyecto quedaba paralizado. Pero la estrategia del Ejecutivo no ha dado resultado. La marcha sigue, el paro nacional se desarrolla hoy y Anonymous […]
Evo Morales se sacudió el martes la responsabilidad por la represión de la marcha indígena en protesta por la construcción de la carretera del TIPNIS y, sin dar detalles, dijo que ese proyecto quedaba paralizado. Pero la estrategia del Ejecutivo no ha dado resultado. La marcha sigue, el paro nacional se desarrolla hoy y Anonymous ha atacado varios sitios oficiales. ¿Qué está pasando en Bolivia?
La distancia hace creer que los titulares son la vida, pero los procesos, como el de Bolivia, ni son lineales ni son sencillos. El complejo cambio que sufre el país, desde que Evo Morales llegara al poder en 2006, es imparable y está lleno de tensiones. El pulso a la historia es grande y así parecen ser las consecuencias. El vuelco cultural para pasar de un Estado racial y excluyente a un Estado Plurinacional y participativo no es rápido ni fácil.
Esta vez, el detonante de las tensiones ha sido el proyecto carretero que el Gobierno pretendía (no está claro si ha reunciado a ello) realizar en contra de las comunidades indígenas a través del Territorio Indígena y Parque Natural Isiboro Sécure (TIPNIS). Los medios de comunicación se han centrado en el tema de la carretera, asunto fundamental porque pone en jaque el modelo territorial, el de explotación de recursos naturales y la autonomía política de las Tierras Comunitarias de Origen (TOC), pero ese sólo es el primer punto de las reivindicaciones de la VIII Marcha Indígena (¡octava!) en Defensa del Territorio, la Vida, la Dignidad y los Derechos de los Pueblos Indígenas del Oriente, Chaco y Amazonia Bolivianas.
Una marcha con mucho fondo
Los indígenas movilizados por la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) incluyen en su plataforma reivindicativa, además de la paralización del proyecto del TIPNIS, 15 demandas más: la paralización de las exploraciones de hidrocarburos en el Parque Aguarague; titulación y saneamiento de los TOC; desalojo de los colonos ilegales; respeto a los pueblos indígenas en aislamiento voluntario; el fin de las trancas y los cobros ilegales por parte de colonos, ganaderos y otros intrusos que limitan la movilidad de las comunidades del área; recepción directa (y no através del Gobierno) de los fondos económicos en compensación por servicios ambientales (Fondo Verde y REDD); desarrollo normativo del derecho a Consulta de los pueblos indígenas en todos aquellos proyectos que afecten a su territorio; proyectos productivos para los 34 pueblos y naciones que habitan las denominadas Tierras Bajas; desarrollo de la autonomía indígena consignada en la Constitución; participación en el diseño de la nueva Ley de Bosques; elaboración de un censo en la zona; un plan de manejo de la cuenca del Río Pilcomayo, y especifican un largo listado de acciones concretas en las áreas de Educación, Salud y Vivienda.
Como se ve, pues, no se trata de una marcha ecologista, sino de una movilización para profundizar el modelo del Estado Plurinacional consignado en la Constitución de 2008 que ya desde su primer artículo define el nuevo modelo surgido de la Constituyente así: «Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país«.
Ese sería el primer pulso a la historia: cumplir lo soñado y hacer realidad una Constitución innovadora y sorprendente donde tiene cabida la cosmovisión indígena y el modelo de hiperautonomía local o comunitaria que es, por cierto, el mismo que ha permitido la supervivencia de estas culturas durante siglos de explotación y exclusión. Las formulaciones del Gobierno y los discursos de Evo Morales -cada vez más tamizados por las necesidades económicas del Estado y por la decisión de no romper con el modelo capitalista- son habitualmente sobrepasadas por una sociedad boliviana implicada, politizada y dispuesta a no dejarse arrebatar de nuevo el control de sus vidas.
También se está jugando un complejo pulso que tiene raíces históricas entre los indígenas de las Tierras Altas, los andinos mayoritarios, y los indígenas de las Tierras Bajas, concentrados en la Amazonia, el Oriente y el Chaco boliviano.
Pero quizá, y en conexión con ese primer pulso de hacer realidad lo escrito, el pulso definitivo se está jugando entre un modelo neodesarrollista y aquellas comunidades que insisten en profundizar el proceso de cambio y apostar por una Bolivia que juegue en una liga lejana al capitalismo depredador.
No es fácil la posición del Gobierno. La apuesta por la nacionalización de las empresas de la industria extractiva se tuvo que quedar reducido a un aumento más que significativo de los impuestos que estas entregan a Bolivia y en un cambio contractual que las convierte en prestadoras de servicios al Estado, cuando eran todopoderosas concesionarias. Los proyectos sociales para sacar al país del atraso secular en el que lo habían enterrado las élites criollas requieren de recursos y la única inversión privada extranjera en el país tiene que ver con megaproyectos extractivos y/o con los intereses del subimperio vecino: Brasil.
Los más críticos del Gobierno, consideran que el poder ha carcomido a Morales, que el proyecto ‘revolucionario’ hace tiempo que salió de la agenda oficial. Maria Galindo, de Mujeres Creando, lo explicaba así a Otramérica: «El contenido de este gobierno es un contenido profundamente contradictorio y su contradicción principal se mueve entre la necesidad de responder a la agenda política planteada por la revuelta y las propias fuerzas conservadoras integrantes del Movimiento Al Socialismo y, sobretodo, su mayor atadura es la angurria de poder y el asalto del Estado para beneficio del equipo que está a cargo o que goza de oportunidades».
La crisis
Algunos medios de comunicación internacionales han titulado con ansiedad en estos días asegurando que Evo rompe con sus bases o que Evo pierde el apoyo indígena. Parece esta una afirmación que concuerda más con un deseo que con la realidad o que, cuando menos, ignora la complejidad boliviana.
Para que el proceso de Bolivia funcione es imprescindible la movilización permanente de la sociedad. Por eso no parecen haber sido suficientes las dimisiones del ministro y viceministro (Sacha Llorente y Marcos Frafán) de Gobierno que, sin asumir que ellos dieron la orden de reprimir la marcha en Puente San Lorenzo el pasado domingo, sí han cargado con la responsabilidad «para no ser instrumentos de la derecha ni de la campaña para desprestigiar al presidente [Morales]», escribía Llorente. Otros tres altos cargos han dimitido pero en protesta interna por la brutal acción policial. Se trata de la ministra de Defensa, Cecilia Chacón, la directora del servicio Nacional de Migración, María René Quiroga, y una alta funcionaria del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, Roxana Liendo.
Los marchistas también exigen las cabezas políticas del Canciller, del ministro de Obras Públicas y del de Presidencia. La Central Obrera Boliviana (COB) mantuvo la convocatoria de paro para hoy miércoles y las vigilias se mantienen en diversos puntos del Beni y Pando. Por si faltaba algo, ayer Anonymous hizo un ataque coordinado a varios sitios webs del Gobierno y anucnió que la acción sería por una sóla vez y en defensa del TIPNIS.
El pulso a la historia no ha acabado y el pulso a las tentaciones verticales desde el Ejecutivo, tampoco. La argentina Isabel Rauber, con motivo de la anterior gran crisis -el llamado ‘gasolinazo’-, escribía en Rebelión: «Bienaventurado sea el gasolinazo si se transforma en sacudón político, en punto de inflexión capaz de revertir la creciente tendencia superestrutural gubernamental a decidir desde arriba sin contar con los de abajo, adoptando la vieja cultura política del poder que considera que gobernar es tarea de quienes supuestamente ‘saben y tienen razón’, que es cosa de iluminados, o de ‘tener espalda’. Pero la revolución es tarea de pueblos, de mayorías conscientes, organizadas, discutiendo y definiendo Su proyecto en la medida que lo van construyendo».
Otros autores, más cercanos a las tesis del Gobierno, cren que detrás de la Marcha hay intereses internacionales (especialmente, de Estados Unidos) y que no se está diciendo toda la verdad acerca del TIPNIS. Quizá, y solo quizá, la verdad es que este pulso no tiene que ver sólo con el TIPNIS.
Fuente: http://otramerica.com/radar/bolivia-pulso-a-la-historia-mas-alla-del-tipnis/640