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¿Qué decir sobre la dolarización?

Fuentes: Rebelión

Dolarizar es un disparate, que solo beneficia a un sector muy concentrado de la economía, que necesita convertir el excedente económico en divisas para acumular en cualquier territorio del sistema mundial.

Vale recordar al respecto los tiempos de la convertibilidad, sobre todo en la parte final, en la cual, los grandes beneficiarios del modelo Cavallo-Menem demandaban un paso adelante bajo la dolarización.

Finalmente se impuso en 2001 una salida vía devaluación, favoreciendo al sector productivo.

Ni la dolarización ni la devaluación son soluciones para los sectores empobrecidos. Con una u otro solo se consolidan fracciones del poder económico concentrado.

La convertibilidad es un ejemplo de lo que puede pasar con la dolarización, ya que cuando se acaba la posibilidad de abonar la demanda con dólares o pesos convertibles a la población, aparecieron las “cuasi-monedas” (patacones entre otros) para resolver el pago de salarios y de ingresos de la población empobrecida.

Por eso las graves consecuencias sociales de la convertibilidad, que terminó con un 57% de pobreza y un 21% de desempleo. Desde entonces, se instaló la pobreza y la indigencia como un fenómeno estructural del capitalismo local, que hoy registra un 40% de la población bajo la línea de la pobreza.

Pero junto con la dolarización se presiona en el plano ideológico-político con la cotización del tipo de cambio, o sea, con la devaluación. Se actúa sobre el tipo de cambio legal financiero y el ilegal o “blue”.

Más allá de lo legal o lo ilegal, esos dólares financieros son operados por sectores que tienen excedentes económicos disponibles. Un trabajador o una trabajadora, un jubilado o jubilada compra 100 o 200 dólares (que es el límite permitido por mes), hasta un pequeño ahorrista o un trabajador que tiene un mínimo excedente económico, pueden demandar divisas, pero eso no mueve el amperímetro del movimiento diario de operaciones.

Si verificamos el movimiento en el mercado de divisas, observamos que el Banco Central, para tratar de contener el tipo e cambio vende 100, 200 o 300 millones de dólares diarios, o al revés, cuando compra dólares porque hay liquidación de soja o de exportaciones diversas, compra por 100, 200 o 300 millones.

Lo que opera el mercado de cambios cotidianamente en la Argentina no tiene que ver con la compra de pequeños inversores. Tiene que ver con aquellos que tienen excedentes económicos y pueden operar cifras abultadas, por lo que el dólar sube y se traslada a precios en desmedro de la calidad de vida de la mayoría empobrecida.

Precios y manipulación de las conciencias

El precio de la divisa, del dólar, es uno mas de los precios que interviene en la evolución del conjunto de los precios de la economía, del fenómeno de la inflación.

Los medios de comunicación informan a cada hora como esta cotizando el tipo de cambio. No están informando a cada hora el deterioro de las condiciones de vida, sino que concentran la información en la suba del tipo de cambio.

Termina actuando en la manipulación de la conciencia social y generando un sentido sobre cuál debiera ser el tipo de cambio, construyendo sentido común en el conjunto de la sociedad.

Hemos dicho que el “sentido común” es eso que las clases dominantes instalan como lo “normal”, el “deber ser”.

Así, las clases dominantes quieren devaluación o dolarización y en ese sentido, trabajan el consenso mayoritario, aun en perjuicio de las condiciones de vida que supone el aumento de los precios, entre ellos, los de las divisas.

La mayoría del pueblo argentino vive de ingresos fijos en moneda nacional y una devaluación del peso significa menor capacidad de compra de los ingresos populares, sean salarios, jubilaciones o planes sociales.

Por eso, la campaña por la devaluación o por la dolarización se instala por los medios de comunicación e incluso a partir de la prédica de la mayoría de los “profesionales de la economía”.

Los que nos asumimos en el campo de la crítica de la economía política explicamos que el cambio de denominación de la disciplina, desde la Economía Política a la Economía fue una maniobra distorsiva para entregar el discurso sobre los asuntos económicos, o sobre las relaciones socio económicas a “técnicos” al servicio de la dominación capitalista.

El cambio se produjo para contrarrestar los avances de la crítica a la economía política de Carlos Marx, y es hacia 1890 que se le quita el apellido “política” a la economía. Así pretendieron transformarla en una “técnica”, de la que solo pueden opinar los que “saben”.

La escuela que produjo ese cambio es el antecedente de los actuales libertarios, los que gritan su ortodoxia sistémica en los medios e intentan la manipulación social aprovechando el descontento en las políticas desplegadas por décadas.

Dolarización y devaluación consolida beneficiarios y perjudicados

Si en 2001 el debate de los sectores hegemónicos era entre devaluación o dolarización, hoy se reitera de nuevas formas, con más convergencia en las posiciones y en coincidencia con el ajuste y la reestructuración definidas por reaccionarias reformas laborales y previsionales.

Nunca se propone desde el poder una reforma laboral para mejorar derechos y condiciones de ingreso y de vida de los trabajadores y trabajadoras. Tampoco están pensando en reformas previsionales para mejorar la calidad de la vida de los jubilados y jubiladas.

El objetivo apunta a crear mejores condiciones para la obtención de ganancia, la acumulación de capitales y la reproducción de la lógica de dominación del capitalismo.

Por eso la devaluación y/o la dolarización, interviene en la generación de la manipulación del consenso de la sociedad para que sectores empobrecidos y perjudicados por devaluaciones y políticas de dolarización breguen, pugnen, peleen y voten por ese proyecto económico que sustenta medidas antipopulares.

A veces me consultan si no hace falta un “consenso político” en la Argentina para evitar esta situación.

En rigor, lo que hace falta es romper el consenso en torno a la deuda y al FMI. Hay que buscar otro consenso, ya que oposición y oficialismo acordaron la renegociación con el FMI. Ese acuerdo sustenta el ajuste perpetuo y recurrente de la economía argentina y la búsqueda de subordinación y dependencia a la dinámica del endeudamiento público externo.

Por eso, sustentamos una campaña popular para la suspensión de pagos de la deuda y una auditoria con participación popular; por la anulación del acuerdo con el FMI. Se trata del punto de partida, en tanto premisa básica para cambiar la política económica en la Argentina. Es el punto de inicio para reestructurar las relaciones económicas y proponer otro modelo productivo y de desarrollo.

Se trata de romper los límites de gobiernos constitucionales que en 40 años de gobiernos constitucionales mantiene vigentes instrumentos definitorios de la inserción internacional subordinada, caso de la Ley de Entidades Financieras del año 1977.

Esa ley de entidades financieras y la de inversiones externas de la dictadura militar fue la forma de insertar a la Argentina en la división internacional del trabajo que inauguró la concepción neoliberal de la económica, y el endeudamiento fue ese mecanismo de subordinación.

“La Argentina esta necesitada de dólares” dicen. Claro, son dólares que se requieren para que el sector concentrado de la economía fugue los capitales pagando la deuda, remitiendo utilidades al exterior y constituyendo activos en el extranjero, sean depósitos en bancos, en acciones, en títulos o en propiedades.

Hace falta la voz de los de abajo

Por lo cual, el problema de la Argentina es que la voz de los que mandan, del poder concentrado es la que se instala en la disputa del consenso social y en todo caso el desafío es que aparezca otra voz.

¿Qué voz? La voz de los que hoy no están conformes con la situación económica argentina y que ese descontento se transforme en una protesta social, política, ideológica organizada que transforme en programa las reivindicaciones del movimiento popular, de los trabajadores y trabajadoras por salario, condiciones empleo y condiciones de vida; de los jubilados y jubiladas por una jubilación digna acorde a la canasta del adulto mayor.

En definitiva, por reivindicaciones en contra del orden capitalista, del imperialismo y del patriarcalismo. El programa en la Argentina existe, pero no está articulado en una fuerza política que lo asuma como proyecto por la emancipación.

Lo que se requiere es un consenso popular que genere una iniciativa política de confrontación con la lógica mayoritaria que acuerda con este modelo de producción y desarrollo que concentra el excedente económico en muy pocas manos, mayoritariamente extranjeras.

Por eso al discurso de la devaluación y la dolarización hay que imponerle otro discurso: por la soberanía, en defensa de los intereses de los trabajadores y trabajadores activos, pasivos y del conjunto del pueblo argentino.

Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.