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Que el árbol no tape el bosque

Fuentes: Argenpress

La situación nacional sigue siendo compleja y la realidad contradictoria lo que nos obliga a profundizar el análisis y las perspectivas a futuro para acertar en una línea de acción que consulte los intereses del pueblo. La situación nacional es compleja, entre la crisis económica -que no es sólo la global, sino que hay cuestiones […]

La situación nacional sigue siendo compleja y la realidad contradictoria lo que nos obliga a profundizar el análisis y las perspectivas a futuro para acertar en una línea de acción que consulte los intereses del pueblo.

La situación nacional es compleja, entre la crisis económica -que no es sólo la global, sino que hay cuestiones ue son responsabilidades propias y locales-, los problemas sociales -la desocupación, el hambre, la infancia desprotegida, el abandono de nuestros mayores, etc.- y la falta de una alternativa de poder popular que tenga capacidad de hacerse cargo de los destinos del país, más allá de algunas experiencias políticas que asoman con una perspectiva importante.
La realidad se muestra contradictoria; por un lado, se producen hechos positivos como la disposición gubernamental de terminar con una ley de comunicación heredada de la dictadura (que resulta un avance en el proceso de democratizar la información, aunque no parece clara en su pretensión de acabar con los monopolios), asimismo se avanza en la televisación de esa fiesta popular que es el fútbol, se cumple un papel de gran significación democrática en contra del golpe en Honduras y otros aspectos que resultan loables, pero por otro no se toma el toro por las astas de los problemas fundamentales del país, en especial en de modificar la matriz distributiva de la Argentina y, prioritaria y urgentemente, acabar con el hambre.
Toda medida, incluso las positivas, resultan sin embargo distractivas si no apuntan a resolver estos problemas fundamentales.
Estas son tareas que no pueden esperar porque está en juego la salud y vida de nuestro pueblo (todos los días mueren decenas de niños por razones evitables). Y en eso no hay tiempo que perder porque la enfermedad y la desnutrición no nos dan tiempo ni tregua.
No hay futuro de que enamorarse si no se resuelve el problema del hambre y, por ello, proponemos, ya desde hace mucho tiempo, un ingreso universal para todos los menores de 18 años, que sea la base de partida para la resolución de ese flagelo y para ganar en dignidad de todos los argentinos.