El diario Clarín y otros calificaron como un cambio «ultra K» la designación de Héctor Timerman, hasta entonces embajador en los EE.UU., como Canciller al frente de la política de relaciones exteriores después de la renuncia de Jorge Taiana. En medios del oficialismo que cubren el flanco de la centroizquierda de los Kirchner, se lo […]
El diario Clarín y otros calificaron como un cambio «ultra K» la designación de Héctor Timerman, hasta entonces embajador en los EE.UU., como Canciller al frente de la política de relaciones exteriores después de la renuncia de Jorge Taiana. En medios del oficialismo que cubren el flanco de la centroizquierda de los Kirchner, se lo defiende, insólitamente, como parte del progresismo y del «proyecto nacional y popular».
Sin embargo, como señalan los más rancios opositores al gobierno desde una editorial del diario La Nación: «El tiempo dirá si la designación de Timerman al frente de la Cancillería deberá interpretarse como el intento de una señal de acercamiento a los Estados Unidos, dadas las posiciones públicas del actual embajador en Washington contrarias a los regímenes de Cuba e Irán, o bien como la simple llegada al Gobierno de un hombre que ha dado muestras de gran fidelidad a la Presidenta, pese a que en su momento fue un confeso admirador de Elisa Carrió y militante de su fuerza política».
La trayectoria pronorteamericana de Timerman no deja lugar a dudas. Lo paradójico del momento en la designación del nuevo Canciller, es que Timerman asume cuando el ex embajador argentino en Venezuela, Eduardo Sadous, declara en el Congreso por su denuncia sobre coimas en el comercio con el gobierno de Chávez, y la oposición parlamentaria pide que, por lo mismo, sea interpelado el Ministro de Subsidios De Vido. La radical Silvia Giudice, una espada del Grupo Clarín durante el debate sobre la Ley de Medios, sintetizó la definición que unifica al arco «pan radical» y han adoptado los medios: «la diplomacia paralela». Es decir, que a la vera de la diplomacia formal e institucional, De Vido maneja otra, de negocios, entre los empresarios y los estados de ambos países.
Básicamente lo mismo, pero a una escala menor de las burguesías latinoamericanas, del tipo de diplomacia que acaba de venir a hacer Bill Clinton a la Argentina en su carácter doble: institucional, como ex presidente de los EE.UU., y lobbista de compañías imperialistas norteamericanas. La Coalición Cívica de Elisa Carrió, y la mayoría de la oposición, buscan, como con el caso de las valijas de Antonini Wilson, abrir brechas en las relaciones de los Kirchner con el gobierno de Chávez. Se valen, incluso, de las denuncias sobre el pasado de Timerman como periodista bajo la dictadura. «Es la llegada tardía de Timerman a la democracia», declaró Patricia Bullrich en referencia a las limitaciones que puso el nuevo Canciller a Sadous antes que declarara en el Congreso. «Los embajadores no pueden revelar información confidencial. En caso de hacerlo estarían cometiendo un delito», había dicho Timerman.
El jefe de la Comisión parlamentaria que interrogó a Sadous, el duhaldista Alfredo Atanasoff, respetó el carácter «secreto» de la reunión, a puertas cerradas para los medios. Los voceros del Grupo Clarín, ponen ahora un interrogante sobre «hasta donde está dispuesto a declarar Sadous» y si aportará pruebas que le permitan a la oposición una bandera política.
Habrá que ver si Timerman sostiene ese difícil equilibrio ya que, como sentencia el diario Ámbito Financiero, nada menos: «¿Imaginó alguien que los Kirchner iban a tener un canciller antichavista, anticastrista y, menos novedad, tan anti-Irán? Tendrán que poner barbas en remojo los D’Elía, pero también los críticos del Gobierno que se quejaban de una inclinación hacia el eje del mal en materia de política exterior. Sincera Timerman algo que el discurso oficial trataba de ocultar para no herir a sus aliados de izquierda: las buenas relaciones con Washington que el ex embajador ha construido desde que asumió como cónsul en Nueva York y después como embajador». No nos olvidemos que aún en los tiempos que Bush estaba en la presidencia de EE.UU. los Kirchner hicieron aprobar la «ley antiterrorista» y apoyaron la ofensiva sobre Irán respaldando el bochornoso dictamen del fiscal Nisman respecto del atentado a la AMIA.
En definitiva, ser «ultra K» en política exterior significa ser alguien como Timerman, un militante diplomático proyanqui contra Irán y contra Cuba que debe mantener una buena relación con Chávez, un aliado de Irán y de Cuba. La «diplomacia bipolar» de un gobierno que, en lo que hace al alineamiento con el imperialismo norteamericano (especialmente desde la asunción de Obama), está a la derecha no ya de Evo Morales o Hugo Chávez sino del gobierno de Lula.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.