Hace casi 200 años, se imponía sobre nuestro territorio río platense, la visón más revolucionaria e igualitaria jamás conocida hasta entonces. José Gervasio Artigas dictaba su reglamento provisional de «Los pueblos libres». Según el extraordinario escritor uruguayo Eduardo Galeano «Seguían a Artigas, lanza en mano, los patriotas. En su mayoría eran paisanos pobres, gauchos […]
Hace casi 200 años, se imponía sobre nuestro territorio río platense, la visón más revolucionaria e igualitaria jamás conocida hasta entonces. José Gervasio Artigas dictaba su reglamento provisional de «Los pueblos libres». Según el extraordinario escritor uruguayo Eduardo Galeano «Seguían a Artigas, lanza en mano, los patriotas. En su mayoría eran paisanos pobres, gauchos montaraces, indios que recuperaban en la lucha el sentido de la dignidad, esclavos que ganaban la libertad incorporándose al ejército de la independencia.»
El reglamento provisorio de 1815, firmado por Artigas decía que «los mas infelices serán los mas privilegiados. En consecuencia los Negros Libres; Los Sambos de esta clase, los Indios, y los criollos pobres todos podrán ser agraciados en Suertes de Estancia, si con su trabajo y hombría de bien, propenden á su felicidad» además, aquel reglamento, preciosa legislación de los pueblos, afirmaba que «los terrenos repartibles son todos aquellos de Emigrados, malos Europeos y peores Americanos».
Para Galeano, con quien coincido, José Artigas encarnó la revolución agraria. Este caudillo, encabezó a las masas populares de los territorios que hoy ocupan Uruguay y las provincias argentinas de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Córdoba, en el ciclo heroico de 1811 a 1820. Artigas quiso echar las bases económicas, sociales y políticas de una Patria Grande en los límites del antiguo Virreinato de Río de la Plata, y fue el más importante y lúcido de los jefes federales que pelearon contra el centralismo aniquilador del puerto de Buenos Aires. Luchó contra los españoles y los portugueses y finalmente sus fuerzas fueron trituradas por el juego de pinzas de Río de Janeiro y Buenos Aires, instrumentos del imperio británico, y por la oligarquía que, fiel a su estilo, lo traicionó no bien se sintió, a su vez, traicionada por el programa de reivindicaciones sociales del caudillo.
Esta visión de sociedad igualitaria, basada en la igualdad en la propiedad de la tierra, demuestra que políticos como Artigas son inoxidables al paso del tiempo, también explica que los problemas de los hombres están vinculados primordialmente a la manera cómo los hombres en sociedad solucionan y organizan su vida material: su alimento y su trabajo. Y por supuesto, demuestra que las soluciones para una vida mejor para todos, no necesitan ser buscadas en los edificios del Banco Mundial o del FMI, que los parches (léase retenciones) a un sistema injusto no modifican nada, y que en lo más profundo de nuestra historia podemos encontrar la guía para la lucha: una frase simple: «Que los más infelices sean los más privilegiados». Una frase que se impone en la historia y en la realidad política actual.
El conflicto dicotómico, es decir campo contra gobierno, planteado de esa forma desde los grandes medios, desde las entidades rurales y por último también desde el gobierno sigue su marcha. ¿A quien apoya usted? Es la pregunta del millón de dólares. ¿Es obligación comprar la antinomia?
Estamos ante una situación en la cual es difícil afirmar quién puede tirar la primera piedra. Las piedras, para arrojarlas bien fuerte en protesta, deben estar en manos de los peones rurales, de los pequeños productores y de las muchas personas que tuvieron que dejar el campo por falta de empleo a causa de la concentración de tierras en pocas manos. Pero tal vez esta no sea una respuesta, entonces volvemos a la oposición, con quién esta usted, con el campo o con el gobierno. Otra vez la dicotomía se come los matices. ¿A dónde lleva esta oposición? A la mentira de que el país hoy se divide entre «campo» y «gobierno».
En una nota publicada en el diario Critica de La Argentina, la Licenciada en Filosofía y Doctora en Sociología, Maristella Svampa, afirma que «En estos días asistimos también a la súbita reactivación de un esquema binario de hondas raíces históricas, una matriz que tiende a absorber las figuras de la división configurando así dos bloques monolíticos a partir de los cuales se pretende obtener una mirada omnicomprensiva de la política argentina.» A lo cual Svampa agrega que «Así como el cacerolazo debe ser comprendido dentro de la memoria corta, la matriz binaria debe entenderse en el marco de la memoria larga de los argentinos: civilización o barbarie, pueblo versus oligarquía, peronismo o antiperonismo fueron en otros tiempos sus consignas más ilustrativas. Históricamente este esquema conduce a una peligrosa reducción de la política, reactiva los prejuicios clasistas y racistas más elementales y desplaza el conflicto por fuera de toda disputa democrática.»
En resumen y de un modo mucho más complejo y fundamentado, Maristella Svampa reafirma lo que se viene planteando desde aquí. La oposición campo contra gobierno no nos deja ver lo que esta detrás. No nos permite ver el problema estructural que subyace en este conflicto, problema que, sí tenía claro Artigas hace casi 200 años. La reducción no nos permite ver que el campo no es homogéneo, y que la tierra debe ser de quien la trabaja: en la mayoría de los casos, primero el peón rural y luego el pequeño propietario. En última instancia la dicotomía se le plantea al gobierno, toda la sociedad esta esperando su actuación, como hace mucho no pasaba. El gobierno está ante la chance histórica de comenzar reformas en serio que beneficien al peón y al pequeño productor, y con esto también beneficiar a los sectores urbanos sistemáticamente marginados, es decir la mayoría de los asalariados. Veremos qué sucede.
Desde aquí, escépticamente, creemos que el gobierno y los grandes propietarios rurales van a llegar a un acuerdo, porque ambos se necesitan. El Estado garantiza el sistema capitalista, es decir la propiedad privada y la explotación del peón rural. Los grandes propietarios le garantizan a los partidos políticos mantener este sistema, y dentro de este, su lugar de privilegio y sus negocios privados utilizando su rol de funcionarios públicos. En el fondo, la dicotomía no existe: el Estado y los grandes y medianos propietarios se retroalimentan, se necesitan. En el fondo, las dicotomías son otras: el peón sin acceso a la propiedad de la tierra contra el propietario; Todos los asalariados despojados del fruto de su trabajo porque este queda en manos de los dueños de las fabricas, de los financistas, y del Estado, que hoy es un agente más que explota al asalariado. Los salarios reales, es decir, la capacidad para comprar alimentos, ha caído a causa de la inflación.
Entonces me pregunto sino deberíamos volver a escribir los carteles, sino deberíamos volver a formularnos las preguntas: ¿Con quien esta usted? ¿A quien apoya? Ante estas preguntas, la frase de Artigas resuena en mi memoria «Que los más infelices sean los más privilegiados». Y los hechos de Artigas deben repicar como guía: Reforma agraria, pero ¡ya!
Fuentes:
- Critica de la Argentina
- Eduardo Galeano, «las venas abiertas de América Latina»
- Reglamento provisional 1815