En 1942, un representante especial de Hitler declaró: «El nuevo orden en los Balcanes, de conformidad con los deseos del Führer (Hitler), consiste en asegurarse que nadie pueda tolerar a su vecino.» Como consecuencia de esta política Yugoslavia (los Balcanes) fue desintegrada. Bolivia vive hoy una tendencia similar que amenaza su integridad nacional ¿de dónde […]
En 1942, un representante especial de Hitler declaró: «El nuevo orden en los Balcanes, de conformidad con los deseos del Führer (Hitler), consiste en asegurarse que nadie pueda tolerar a su vecino.» Como consecuencia de esta política Yugoslavia (los Balcanes) fue desintegrada. Bolivia vive hoy una tendencia similar que amenaza su integridad nacional ¿de dónde viene este peligro?
El gonismo inició la desintegración del país
El gonismo[2] es recordado por su carácter neoliberal. El indigenismo y la democracia que fueron esenciales para darle al neoliberalismo un rostro humano y ocultar que se estaba enajenando el país han sido curiosamente olvidados; esto implica que ese indigenismo, esa democracia y sus representantes continúen vigentes.
El indigenismo fue para dominar a la población, no para el bien de los indígenas. Por ejemplo, la cuestión de «tierra y territorio», plasmada en la otorgación de TCOs (Tierras Comunitarias de Origen) fue de gran peso en la propaganda gonista. Sin embargo, de 39,355,096.32 has demandadas por los indígenas sólo les fueron tituladas el 12,7 % (4,998,380.83 has). Pero, el restante 87% ¿para quién fue?. Al parecer el otorgamiento de TCOs más favoreció a los latifundistas. Detrás de esto estaba el Banco Mundial pretendiendo solamente que se dinamizara el mercado de tierras y para esto era necesario propietarios legalizados, sean estos indígenas o no (García, SFE)[3]. Tierra, no les dieron, a los indígenas, pero se pretende hacerles creer que quebrarían el «colonialismo interno» haciéndose reconocer dueños del subsuelo. Este es un viejo sueño de las transnacionales, pues siempre será más fácil meterle un tiro a un indígena cuyo terreno esté sobre un yacimiento, que enfrentarse con un Estado Nacional y con ciudadanos que aunque no radiquen en el área en cuestión, lo consideren parte del «todo nacional».
Este indigenismo logró que todos los problemas del país fueran etnificados. Todo se redujo al «colonialismo interno», haciéndonos creer que el origen de nuestros problemas éramos solamente nosotros.
Fue el indigenismo de las elites. Goni en su discurso presidencial el año 1992, dijo que la multiculturalidad le liberaba de cambiar su acento norteamericano. Con el tiempo, los de su clase también adquirieron el mismo acento para distinguirse del resto. Y más tarde, el 2000, ante la creciente resistencia popular, los de su clase, comenzando por los latifundistas, se dieron a hablar de autonomía y decidieron convertirse en nación.
El objetivo del neoliberalismo era destruir al Estado Nacional, que Bolivia -como dijo Goni- dejara de ser un país para convertirse en una región de contactos. Esto es que el país quedara atravesado por corredores de saqueo y exportación; enmarcado en un sistema de libre mercado y sometido a los acuerdos internacionales, de modo que ya no contaran sus fronteras.
El origen de la lucha contra el Estado Nacional
El origen de la política de destrucción del Estado nacional se halla fundamentalmente en la creación de la Trilateral en 1973, que surgió por iniciativa de David Rockefeller ante el embargo petrolero de la OPEP. Se conformó con EEUU, Japón y Europa, y con lo peor de estos países: representantes de las transnacionales, destacados intelectuales de universidades de esos países y miembros de las monarquías europeas. El poder del mundo se concentraba aquí.
La Trilateral dejó en claro que el problema de los países trilaterales no era solamente el embargo o el comunismo, sino todo el Tercer Mundo: «… las nuevas aspiraciones de… los países subdesarrollados y los de la OPEP representan la AMENAZA MAYOR».
El contenido del problema era que gran parte de las materias primas fundamentales para el funcionamiento de los trilaterales estaban en el Tercer Mundo. Ante esto, manifestó la Trilateral que: «… debe establecerse una sólida estrategia que garantice el flujo seguro de esas materias primas.», y concluyó drásticamente con que: «El acceso a suministros no puede ser negociado (Subrayado mío) sino en el contexto de un sistema internacional más satisfactorio.» (Gardner y otros, 1974)[4].
Ese sistema «más satisfactorio» vino a ser la reducción de la soberanía de los Estados Nacionales sometiendo su legislación nacional a normas y acuerdos internacionales: «Tanto países ricos como pobres deberían dar mayor peso al diseño de políticas relacionadas con su creciente interdependencia.» (Gardner y otros, 1974). Se estableció que «El nuevo sistema debe respetar la independencia e igualdad bajo la legislación internacional de todos los miembros de comunidad mundial.» Respecto a la inversión extranjera se dijo que «… todos los países tienen derecho a un tratamiento justo a los inversores y a su propiedad…». Siendo que países como Bolivia no invertía en el exterior, los únicos que recibirían un tratamiento justo serían las transnacionales.
Pero la Trilateral, identificó un obstáculo al libre flujo de materias primas y a este orden intenacional más satisfactorio: el nacionalismo y los Estados nacionales. Entonces declaró la pena de muerte para los Estados Nacionales. Según Rockefeller: «La soberanía supranacional de una élite de intelectuales y banqueros es preferible a la autodeterminación nacional practicada en los últimos siglos.».
El momento en que esto tenía lugar, el mundo trilateral se hallaba en una crisis que ellos mismos calificaron de profunda. De acuerdo al informe de Cxrozier, y otros (1975)[5], los líderes políticos de los países trilaterales estaban perdiendo autoridad y por tanto, el control político de su gente. El informe dejó expuesta la concepción trilateral de la democracia: la inflación es la enfermedad económica de la democracia; un exceso de democracia implica un déficit de gobernabilidad; las demandas de los sectores sociales disgregan al Estado, por tanto, la tarea de los políticos es «agregar», entendiéndose por esto que de alguna manera se eliminen dichas demandas.
Por otra parte, los países trilaterales sufrían de un gran desprestigio ante el mundo y ante su propia gente. Esto era porque habían apoyado a Hitler; por el colonialismo y el racismo que practicaron y que se relanzó con renovado vigor después de la segunda guerra contra el Congo, Argelia, etc…; por las bombas de Hiroshima y Nagasaki; las guerras sangrientas contra Indochina y Latinoamérica, entre otros. Sin embargo, a pesar de este prontuario, para algunos, el mundo desarrollado, estaba todavía limpio en su interior. Pero he aquí que surge el escándalo Watergate demostrando lo contrario. Por eso, los EEUU en especial, estaban a la espera de alguien que les lavara la cara ante el mundo y ante su propia gente; este fue Carter.
Carter restauró la confianza en el gobierno que fue perdida a raíz de Watergate[6]. Carter dejó saneadas las relaciones de los EEUU con la mayor parte de los países del mundo[7], abriendo otra vez las puertas de estos países a la penetración de la «autoridad moral» del imperio.
Carter logró el fortalecimiento del liderazgo militar americano con la OTAN, recuperando el apoyo de Europa e hizo los arreglos militares que fueron indispensables para la Operación Tormenta del Desierto (Afoaku, 2000)[8]. Lanzó una «doctrina Monroe» para el Golfo Pérsico, estableciendo que cualquier «Intento por cualquier fuerza exterior de adquirir el control de la región del Golfo Pérsico será considerada como una agresión a los intereses vitales de los Estados Unidos de América, y tal fuerza será repelida por todos los medios necesarios, incluyendo la fuerza militar.[9]»
Carter no tenía una política coherente sobre derechos humanos. Lo prueba entre otras cosas su apoyo al Sha de Irán. Carter pretendía convertir a los EEUU en un modelo y en la única esperanza de los pueblos; «…no que podíamos traerles la ayuda instantánea, pero … Tenían que saber que había un pueblo abierto en algún punto fuerte en el mundo[10]«. Así, la autoridad que adquirió EEUU sobre los DDHH, fue la de «punto fuerte»; de país imperialista, sobre naciones sometidas. En este marco, los DDHH derivaron en el intervencionismo militar «humanitario»; parte del militarismo actual de los EEUU y sus aliados.
Fue Carter quien comenzó, en los EEUU, con la desregulación de la economía que sería conocida como neoliberalismo. Lo hizo para ganar votos entre los conservadores. Al mismo tiempo, amagó con asuntos tales como la participación de las minorías y de las mujeres en el gobierno, y la cuestión del medio ambiente y -en sus palabras-«…ese tipo de cosas a fin de conservar un electorado básico demócrata.»[11] La democracia defoliante en Bolivia
Como resultado de la recuperación de su autoridad moral y de la crisis de la deuda externa, el imperio pudo imponer sobre Bolivia, su propio modelo de democracia. Además, los EEUU se valieron de la lucha antinarcóticos para imponer su política, más allá de lo exclusivamente relativo al narcotráfico.
El «desarrollo alternativo» en Bolivia fue solo una concesión de los EEUU, porque históricamente, su política antinarcóticos, pretendía únicamente meter bala y defoliantes a los cocaleros. La lucha antinarcóticos puso las áreas cocaleras al margen de las leyes nacionales y de los derechos ciudadanos. Por ejemplo, aparte de las masacres periódicas, las instituciones de Estado condicionaban la prestación de servicios, como la educación, a que los cocaleros se sometieran a la política de reducción de plantaciones de coca.
La embajada de EEUU en virtud de su apoyo a la democracia-gobernabilidad intervenía en la conformación de las instituciones de Estado; junto a sus países aliados influía sobre la elección de los ministros y otros; se pronunciaba sobre funcionarios del Estado boliviano como si fueran suyos; la DEA se permitía purgar las listas electorales de candidatos de los partidos políticos.
Respecto a la descentralización, esta fue introducida como una profundización de la democracia y por ciertos beneficios que proveía dejó desarmados a los opositores. Empero, parte esencial de la descentralización fue la cuestión impositiva, pues estaba claro que el Estado iría a perder los ingresos de las empresas del Estado porque las iba a enajenar. Por tanto, los ciudadanos debían pagar impuestos, ya que sólo recibirían si aportaban de sus bolsillos huecos.
La descentralización pretendía que los problemas de la pobreza se redujeran a una pelea entre los pobres y sus respectivos municipios. Pero he aquí que ocurrió algo inesperado: la pelea estalló en un gran municipio, El Alto, junto a la cede de gobierno. Los alteños habían comprendido que detrás de esta democracia se escondía la política impositiva originada en la enajenación de los bienes del país, y se levantaron. Esto es que el conflicto municipal contra los impuestos en El Alto fue parte de la lucha contra la estructura misma del neoliberalismo, como lo fue febrero negro; eventos encaminados a octubre 2003.
Del Pacto Militar Campesino al indigenismo neoliberal
En 1974, el premio novel de la paz, Kissinger, planteó a su gobierno la necesidad del control de la natalidad en los países pobres a fin de garantizar el flujo de materias primas. Entonces, una brutal campaña se desencadenó por el mundo, especialmente en la India, con el ejército cazando como animales a los hombres pobres para esterilizarlos. Más tarde la guerra se volcó contra las mujeres, cosa que continúa hasta nuestros días. La dirección de esta guerra en la India se la dieron a otro premio nobel, el Dr. Swaminathan, arquitecto de la Revolución Verde en ese país. La coincidencia entre la Revolución Verde y el control de las mujeres demostraba la estrecha relación entre el control de las materias primas y el control de la población. A partir de ello, las mujeres, bajo la seductora «igualdad de género», se convirtieron en blanco de una refinada guerra de anticonceptivos patrocinada por trasnacionales farmacéuticas que las desposeyó de sus vientres. Finalmente, las verdaderas luchas de las mujeres fueron secuestradas por las expertas en género de occidente.
Los requerimientos del control de la población dieron un renovado estímulo a la penetración del Primer Mundo en lo más íntimo de los pueblos y las personas: la sexualidad, el régimen familiar, la salud, la religiosidad, la cultura. Desperdigados por el mundo, los académicos de los países trilaterales, los modernos misioneros, elaboraron montañas de estudios sobre todos estos aspectos para implementar la ola de penetración ideológica más grande desde la colonización. Un resultado fue que imprimieron en el Tercer Mundo, especialmente en sus intelectuales, la idea de que el origen de todos nuestros males es interno; nuestra culpa, no del imperialismo. Así, los más grandes tiranos y racistas del mundo, nos convencieron que somos antidemocráticos; que somos los peores racistas; que somos corruptos, reprimidos sexualmente, violentos, sin autoestima, etc… Uno de los efectos fue, en muchos casos, el sometimiento instintivo a la autoridad moral de los blancos y que en numerosos países pobres, la salud, la reproducción, la cultura, etc… terminaran bajo la dirección y el financiamiento de occidente.
Bolivia tiene un problema indio que es cultural y un problema de nacionalidades que es político; pero el proceso que al respecto estaba siguiendo el país, fue capturado por un indigenismo importado. Sus esbirros en el país, fueron una pandilla de intelectuales jailones[12], de los que A. Céspedes llamó «rentistas de la denigración», los encargados del trabajo sucio de vender una imagen lastimosa del pueblo boliviano, que justifique la intervención de las potencias y que les permita a ellos, los «rentistas de la denigración», sentirse blancos.
En 1985, un selecto grupo de intelectuales manifestó en un evento de alto vuelo[13], que era «necesario que los intelectuales rompan con la… identificación con posiciones políticas e ideológicas cerradas» y que «La estrecha vinculación de la ciencia social con la política llevaron a la sobrepolitización de la actividad intelectual.» El análisis realizado por estos intelectuales redujo la realidad política nacional exclusivamente a la contradicción entre el Estado y la sociedad. Las empresas, los latifundistas[14], las trasnacionales, el orden económico internacional, la deuda externa no fueron nombrados nunca. Los problemas nacionales se volvieron solo internos, «endémicos»: «¿podremos -se preguntaron- sostener la vida política del país bajo las actuales formas autodestructivas y la endémica carencia de reglas de juego comunes en la lucha política?.» [15]
De aquí, concluyeron en que el rol de los intelectuales era impulsar la democratización, y esto implicaba: «…crear instituciones de mediación en el ámbito de la sociedad civil capaces de democratizar al Estado desde abajo impidiendo que éste se constituya en un aparato burocrático que suplante a la propia sociedad.» Esto coincidía totalmente con Santa Fe II: «El régimen democrático es aquel en el cual el gobierno tiene la responsabilidad de preservar la sociedad existente de ataques externos o intromisión por parte del aparato estatal permanente.[16]«.
Sus vertientes teóricas son intelectuales de occidente que experimentaron el desarrollo económico de la década del 50 en los países desarrollados como un proceso de deshumanización y pérdida de la posesión de sí, de la imposición de la ideología del consumo y la desaparición de los valores comunitarios. Frente a esto, se pusieron contra el Estado e idealizaron utópicamente las sociedades tercermundistas (Lanternari, 1976)[17], ajustando este ideal a sus problemas de país desarrollado. Pero sus manifestaciones, entre ellas el hipismo, terminaron tristemente: su música fue devorada por las discográficas, su amor libre por la industria de la pornografía; sus utopías, por la drogadicción alentada por la CIA y su interés por las culturas exóticas resultó absorbido por la industria de la cooperación internacional. Estos utopistas modernos, con tal de mantener sus sueños en pie, se vieron obligados a hacer concesiones vergonzosas: se convirtieron en agentes de la política exterior de los Estados colonialistas e imperialistas.
Por sus objetivos y sus métodos, el indigenismo neoliberal en Bolivia fue la versión renovada del Pacto Militar Campesino, pero sin militares. El expresidente Gral., Barrientos (1964-1969) iniciador del Pacto junto a los militares de los EEUU, también defendió las tradiciones de los indígenas. Hablaba perfectamente el quechua y, que otro militar, Escobar Uría, aymara-hablante, pretendiera disputarle el liderazgo en el altiplano muestra la importancia para las elites de manipular la cultura para controlar la población.
El Pacto Militar Campesino fue valioso para aislar al sector obrero, en especial el minero, y proteger al campesinado de la influencia del «comunismo». Había que desarmar y despolitizar a campesinos y obreros que según Zondag (1968)[18] hacían que el pueblo norteamericano desconfiara de la democracia boliviana. Por ello Barrientos se identificó con el humanismo, porque era neutral entre capitalismo y socialismo; -algo propio del nacionalismo militar de derecha-, asumiendo un carácter apolítico y negando la lucha de clases. Este apoliticismo y anticomunismo es también característico del indigenismo neoliberal.
En las elecciones de 1989 le fue mal a Goni en el campo, y ante las de 1992 invitó a la candidatura a la vicepresidencia a Víctor Hugo Cárdenas, un prestigioso intelectual indigenista. Cárdenas fue elegido, según Goni porque: «… no es como los otros que se han ido por el camino de la insurgencia armada.» Su presencia daría mayor credibilidad al programa electoral: «…y afuera -decía Goni- tendrá un gran impacto…. La gente no le tendrá miedo a Sendero Luminoso, ni a ningún levantamiento, verán que Bolivia … va a crear un ambiente para bolivianos y extranjeros (Sanchez, 1993)[19].
Cárdenas, en la campaña electoral se ocupó de mostrar sus distancias de la izquierda, criticándole el haber combatido a la dictadura de Banzer usando la violencia y a la guerrilla de la Unión de Campesinos Pobres por luchar: «…por la tierra sin necesidad, asaltando, invadiendo, o expropiando propiedades ajenas (Cárdenas, 1993)[20]. La etnificación de todos los problemas nacionales, el «colonialismo interno», llevó a Cárdenas a apoyar el «21060», el plan económico introductorio del neoliberalismo en Bolivia, sosteniendo: «El 21060 y su intención de frenar la hiperinflación va a enfrentar los problemas del colonialismo interno que aún existe en nuestro país (Cárdenas, 1993). Una vez en el poder, Cárdenas peregrinó hasta su majestad, Georges Bush padre y rindió a sus pies los venerados símbolos de mando de los líderes comunales de Bolivia.
La política indigenista del neoliberalismo logró grandes victorias políticas. A nivel de Estado, la concepción de la sociedad en varios grupos étnicos convirtió a la mayoría indígena en varias minorías; y se convirtió en blancos y opresores a quienes saliendo de las mismas familias rurales se fueron a las ciudades. Para aquellas «minorías» se creó un Vice Ministerio (uno solo) de Asuntos Indígenas.
A nivel político, se generó un tipo de líder apropiado a estas minorías inducidas. Por ejemplo, el Mallku, fue un líder que adquirió proyección a nivel nacional; pero en pleno levantamiento de Octubre-2003, lanzó la consigna de la independencia de la nación aymara reduciéndose, con ello, a una fracción del departamento de La Paz.
Estos son los líderes bienamados por el imperio; líderes enfeudados en localismos y enfrentados entre sí, como los que en octubre del 2003, llevaron sus disputas personales a un nivel de groserías que la prensa aprovechó muy bien …mientras el pueblo luchaba contra el neoliberalismo,
Otro gran triunfo de este indigenismo fue la introducción en el pensamiento nacional, de la culturalización y etnificación de todos los problemas políticos, económicos y sociales del país, su reducción a «colonialismo interno». La actual coyuntura mundial se caracteriza por un militarismo y un replanteo geopolítico creciente. Frente a esto debía primar un sentimiento de país y de seguridad nacional. Pero, nuestras perspectivas, tanto a nivel institucional (Constituyente y otros), como en las calles, están apestadas por una gran cantidad de proyectos de autonomías de todos los tipos, muchos con la conocida influencia del financiamiento externo, que amenazan convertir al país en un montón de pedazos, donde no cabrá más desarrollo que el de mini proyectos de la beneficencia internacional; donde el Estado no podrá hacer proyectos de alcance nacional y los grandes negocios serán solo para las transnacionales. Esto llevará (ya lo está haciendo) el sentimiento de patria a su desaparición. Lo que le pase a uno de esos pedazos, no le importará al resto, y así, quedará el país a disposición de los perros.
Montenegro ha dicho que: «El territorio, parte básica y esencial de la conexión afectiva del pueblo, no se fracciona materialmente sin que se quiebren también los vínculos emocionales que cohesionan la comunidad. Contra ese todo territorial que ata espiritualmente a los hombres, luchan por eso las asociaciones internacionales políticas, religiosas, ideológicas, culturales, y, los grupos de la finanzas internacionales cuya esencia consiste, precisamente, en la negación y supresión del lazo que les une a una determinada localidad».
Bolivia ha perdido el 62% de su territorio original, gran parte por vías diplomáticas, lo que muestra la penetración del Estado por intereses extranjeros y la traición de nuestros líderes; pero hemos sobrevivido. Sin embargo, ahora enfrentamos el peligro más grande de nuestra historia: la desintegración, y que luego vengan los cascos azules para consolidar el «derecho a la autodeterminación» de los pedazos resultantes.
Las autonomías, capitalía plena, etc, no tocan problemas urgentes del país, como la nacionalización de los sectores estratégicos, la industrialización, el desarrollo de la ciencia, la soberanía alimentaria, la salud pública, la seguridad social, el problema de la tierra, la política exterior, la seguridad nacional, etc. La lucha en pro y en contra del traslado del gobierno a Sucre, es parte de los planes para que nadie pueda tolerar a su vecino. Y existen en el país más problemas esperando que los perros los desentierren.
La eliminación del sentimiento nacional, dice Montenegro, es clave para que el colonialismo se abra paso[21]; pero los indigenistas y demócratas neoliberales, atados por su fidelidad a sus autores extranjeros y enredados en su terminología hueca, no quieren ni tienen la capacidad de mantener unido al país. Solo pueden ofrecernos el mismo producto que los separatistas pero con otra marca y eso sí, una terminología refinada con sabor a comida francesa[22].
[1] Montenegro, C. (1953) Nacionalismo y Coloniaje (3ra Ed). Alcaldía Municipal. La Paz.[2] De «Goni», mote de Gonzalo Sánchez de Lozada, líder máximo del neoliberalismo en Bolivia.[3] García H., P. (SFE). Pueblos y territorios indígenas de la amazonía andina ante un nuevo milenio: situación y perspectivas. CEJIS.[4] Gardner R. N.; Okita S.; Udink B. J.:(1974) A turning Point in North – South Economic Relations. The Trilateral Commission [5] Cxrozier M. J.; Huntington S. P.; Watanuki J.:(1975) The Crisis of Democracy. Report on the Gobernability of Democracies to the Trilateral Commission. The Trilateral Commission.[6] J. McIntyre Interview, Miller Center, University of Virginia, Jimmy Carter Presidential Oral History Project, October 28-29, 1981.[7] J. McIntyre Interview, Miller Center, University of Virginia, Jimmy Carter Presidential Oral History Project, October 28-29, 1981.[8] Afoaku, Osita G.: U.S. foreign policy and authoritarian regimes: Change and continuity in international clientelism. Journal of Third World Studies, 2000.[9] La doctrina Monroe decía sobre Latinoamérica que «El objetivo de seguridad de Estados Unidos era prevenir que cualquier poder europeo en expansión obtuviera avances estratégicos en el Nuevo Mundo». La Doctrina fue multinacionalizada y compatibilizada con la OEA por la Declaración de Caracas de 1954 que señalaba: «La dominación o el control de las instituciones políticas de cualquier Estado del continente americano por el movimiento comunista internacional, que extienda a este Hemisferio el sistema político de un poder extracontinental, constituiría una amenaza a la soberanía e independencia política de los Estados americanos, poniendo en peligro la paz del continente, y exigiría la realización de una reunión de consulta para considerar la adopción de una acción apropiada de acuerdo con los tratados existentes» (Bouchey, y otros, sfe).[10] Alonzo McDonald Interview, Miller Center, University of Virginia, Jimmy Carter Presidential Oral History Project, March 13-14, 1981.[11] Jimmy Carter Interview, Miller Center, University of Virginia, Jimmy Carter Presidential Oral History Project, November 29, 1982.[12] De «High Life». Mote popular para los ricachones y los que se creen.[13] Democracia a la Deriva. Dilemas de la participación y concertación social en Bolivia. René A. Mayorga (Comp). CERES, La Paz, 1987.[14] Más bien dijeron: «…una nueva ley de Reforma Agraria, como medio de garantizar la permanencia de la tierra en manos de quienes la trabajan y viven de ella … tampoco es el problema central del campesinado. «[15] Bush, hijo, diría «Las sociedades exitosas limitan el poder del Estado… En lugar de dirigir su odio y resentimiento contra otros, las sociedades exitosas apelan a las esperanzas de su propia gente.»(G. W. Bush: 20th Anniversary of the National Endowment for Democracy. November 6, 2003)[16] Santa Fe II. Una estrategia para América Latina en la década de 1990. (1988). L.Francis Bouchey; Dr. Roger Fontaine; Dr. David C. Jordan, editor Tte. Gral. Gordon Summer, hijo.[17] Lanternari, V. (1976) Altérité extérieure et altérite intérieure.[18] Zondag, C. H.: (1968) La Economía Boliviana 1952-1965. La Revolución y sus Consecuencias. Amigos del Libro, La Paz-Cochabamba.[19] Entrevista a G. Sánchez. De Cerca Nº 41. PAT & BBA, 1993, La Paz.[20] Entrevista a V. H. Cárdenas. De Cerca Nº 38. PAT & BBA, 1993, La Paz.[21] Montenegro, C. (1953) Nacionalismo y Coloniaje (3ra Ed). Alcaldía Municipal. La Paz.[22] Un candidato presidencial autodenominado indígena, a la pregunta de cuál era su plato preferido en una entrevista televisiva respondió: «el fondue» (Plato típico de Francia)