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En relación a la próxima elección presidencial

¿Qué nos espera si gana Peña Nieto?

Fuentes: Rebelión

Enrique Peña Nieto es el actor principal del libreto elaborado por Televisa rumbo a las elecciones de este año. En los programas de la televisora, siempre a modo, se muestra a un hombre elegante, de habla pulcra y pausada, seguro de sí mismo. No es para menos, los maquillistas, guionistas, camarógrafos, reporteros, periodistas, se afanan […]

Enrique Peña Nieto es el actor principal del libreto elaborado por Televisa rumbo a las elecciones de este año. En los programas de la televisora, siempre a modo, se muestra a un hombre elegante, de habla pulcra y pausada, seguro de sí mismo. No es para menos, los maquillistas, guionistas, camarógrafos, reporteros, periodistas, se afanan en presentar el mejor ángulo del político mexiquense. Mostrando lo mejor ocultan lo peor: el rostro de la soberbia, la ignorancia y el desprecio al pueblo mexicano.

Mientras bombardean a la población sobre sus múltiples logros en el Estado de México, ocultan que en esa entidad el desempleo creció y creció también la inseguridad y la delincuencia. Mientras en sus anuncios publicitarios señalan el cumplimiento de sus compromisos, ocultan que durante su gobierno la deuda del Estado de México se disparó. Y se dispararon también los feminicidios, mismos que negaron y luego, ante lo inocultable, minimizaron. Mientras cuentan su historia de amor con una actriz de poca monta, nada dicen sobre su participación directa en el operativo Atenco en 2006. Peña Nieto se ufanó en medios de comunicación estadounidenses de ser quien ordenó aquel atropello. Ocultan, por tanto, que es responsable intelectual de la violación de 27 mujeres y el asesinato de dos jóvenes. Mientras hablan de sus grandes obras, ocultan que pretendió echar abajo toda la historia de las pirámides de Teotihuacán intentando montar sobre éstas un espectáculo de luces, al estilo Disney World.

Cuando no sale del libreto, todo parece marchar sin ninguna complicación. Pero, sin sus apuntadores y tarjetas, Peña Nieto se presenta tal cual es ante «la prole» a la que quiere gobernar. Sus pifias literarias son un chiste en comparación con su ignorancia de la realidad mexicana. La reacción de Paulina Peña, hija del candidato, a raíz del traspié en la Feria Internacional del Libro, es reveladora. El mensaje escrito por ella: «Un saludo a toda la bola de pendejos, que sólo forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian», no es simplemente una reacción «normal» de una niña defendiendo a su padre, es sobre todo la evidencia de una forma de concebir al país. Prole fue utilizado por la niña Nieto como un insulto, como un adjetivo despectivo y humillante. Prole es igual a pobre, jodido, asalariado. La prole, para Paulina Peña, merece solamente desprecio, como los «indios» a los que Angélica Rivera, La Gaviota, se refiere al hablar de los campesinos de Atenco. «Osea (sic), yo creo que si los indios quieren salir de donde están que se pongan a trabajar y dejen de estar de flojos o violentos, como en Atenco». «Enrique no se arrepiente nada por lo que pasó en Atenco, la verdad se lo merecían, sólo perturban la paz de todos los que sí queremos trabajar», ellas dos, a través de lo que escriben, hablan del México que quieren: uno donde los proles, los indios, no valgan o, mejor aún, no existan.

Su reacción es apenas un botón de muestra de lo que la clase política y empresarial mexicana es y piensa. No es casual que la hija de Peña Nieto y su esposa digan lo que dicen. Enrique Peña Nieto ignora lo que el México de abajo es. Ignorándolo lo repudia. No conocer de libros puede ser, para el grueso de la población, algo pasable pero desconocer el salario que los «proles» ganan es imperdonable. Que Peña Nieto ignore los costos de la canasta básica es aterrador porque ello significa que ignora lo que la gente pobre padece para sobrevivir; ignora las dificultades para que una familia coma día a día; ignora los mil sacrificios cotidianos que los pobres proles del país realizan para vestirse, calzarse, alimentarse, tener una vivienda, ir a la escuela. Esos sacrificios diarios, de carne y hueso, son desconocidos, ignorados, despreciados. Es aun más preocupante y aterrador porque México, aunque no lo sepan él, su hija y su esposa, es un país de proles: más de la mitad de los mexicanos viven en la pobreza, la mitad de ellos en pobreza extrema. Como corolario Peña Nieto se justifica señalando que no es «la señora de la casa», doble desprecio, primero a la pobreza, después a la condición de mujer.

Enrique Peña Nieto no es distinto de los panistas que, entre muerte y miseria, han gobernado nuestro país los últimos 12 años. Aplaudió con entusiasmo las modificaciones a la Ley del ISSSTE impuestas por Calderón, haciendo añicos las jubilaciones de millones de trabajadores actuales y futuros. Apoyó decididamente la liquidación de Luz y Fuerza del Centro señalando que la empresa «no era ya competitiva». Ambos son los peores golpes asestados a los trabajadores mexicanos en este siglo. El golpe al SME es sin duda el más duro que la clase trabajadora ha recibido en las últimas décadas. De un día para otro dejó sin trabajo a 43 mil trabajadores, tratando de borrar de un plumazo a una organización nacida al calor de la lucha y que, con errores y aciertos, lleva más de noventa y ocho años en el frente de lucha del movimiento obrero mexicano.

El ex gobernador mexiquense, pretende venderse como parte de un «nuevo PRI», pero su historia personal lo desmiente. Nacido entre el grupo Atlacomulco, amo y señor del Estado de México, desde joven formado en las filas del priismo, su vida ha sido la del poder. Su familia ha estado vinculada a gobernadores y presidentes municipales. Arturo Montiel, su tío directo, fue el artífice de su arribo a la gubernatura mexiquense. Sus acercamientos a Carlos Salinas de Gortari y a Elba Esther Gordillo hablan de «lo nuevo» que él representa.

El «nuevo PRI» es sólo una versión fresca de lo antiquísimo, del gran dinosaurio del que Peña Nieto es heredero. Es representante del PRI responsable de la masacre del 2 de octubre del 68; del halconazo en junio de 1971; del fraude electoral de 1988; de la represión contra el EZLN en 1994; de la masacre de Acteal en 1997; del FOBAPROA y el rescate carretero; del intento de privatización de la UNAM en 1999; de la irrupción de la PFP contra la huelga en la UNAM en el año 2000. Peña Nieto es el rostro de una camada de ex gobernadores priistas que, como él, gozan de impunidad ante la ley. Mario Marín, protector de pederastas en Puebla; Ulises Ruiz Ortiz, responsable de reprimir, con todo el peso de la ley, a la APPO en 2006; Humberto Moreira, que dejó a Coahuila en la ruina.

Si Peña Nieto llega a la presidencia, el «nuevo PRI» arribará con él y con él la ignorancia, la soberbia, y el desprecio constante a los «proles» de este país.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.