Hermanas y hermanos Permítanme expresar el dolor, la indignación y la impotencia que siento desde la distancia ante los hechos ocurridos el 24 de mayo en la ciudad de Sucre. La «Culta Charcas» es uno de los nombres de la capital de Bolivia. Triste ver sin embargo que en la celebración del aniversario del grito […]
Hermanas y hermanos
Permítanme expresar el dolor, la indignación y la impotencia que siento desde la distancia ante los hechos ocurridos el 24 de mayo en la ciudad de Sucre.
La «Culta Charcas» es uno de los nombres de la capital de Bolivia. Triste ver sin embargo que en la celebración del aniversario del grito libertario, la Culta Charcas haga gala de incultura, de salvajismo, de ignorancia. Un grupo de indígenas fue asaltado, maniatado, se los hizo pasear por la plaza pública con el torso desnudo, se les obligó a ponerse de rodillas y mirar cómo quemaban sus ponchos, su cultura. ¿Esa es la cultura de la Culta Charcas?
Resulta doblemente triste ver que todo eso pasó en el aniversario del «Grito libertario» de Chuquisaca, grito de libertad contra el yugo colonial. En ese día, en celebración de la libertad, se ha humillado y agredido a una veintena de personas. Se ha atentado contra su libertad en el aniversario del grito libertario.
Las imágenes de la humillación han dado la vuelta al mundo y están ahora como grabadas en un disco que quedará para el recuerdo. Es un documento del escarnio, de la vergüenza, del racismo más vergonzoso que cohabita con nosotros. Este disco va a quedar y lo vamos a tener que ver constantemente y espero que un día podamos curarnos de esta vergüenza. En estos días me pregunto cómo podemos mirarnos a los ojos sabiendo que estas cosas pasan en este tiempo en nuestro país. Como podemos saludarnos, darnos la mano, sabiendo que estamos dejando que esas cosas pasen sin hacer nada, sin hacer una condena enérgica, sin haber salido a la defensa de las hermanas y hermanos indios humillados.
En momentos así pienso con amargura: «qué pocos amigos tenemos los indios». Qué poco importamos. Se nos puede vejar, humillar, torturar, insultar… ¿A quién le indigna? ¿Dónde está la voz de indignación de nuestros intelectuales? ¿Y nuestros artistas dónde están? En el colmo de la infamia, Jorge Quiroga, ex presidente de la República, como sola reacción ante los hechos, tiene el descaro de afirmar que Evo Morales debe reconciliarse con Sucre, disculparse con Sucre. ¿Y quién va a disculparse por las agresiones a los indios? ¿Quién va a hacer acto de reparación de esta humillación?
Con tristeza y decepción, luego de ver que no hubo nadie para defender a las hermanas y hermanos humillados, pienso: «qué rápido se abandona a los indios». Quedamos bien en los discursos de los intelectuales, justificamos el financiamiento de las ONGs, justificamos los proyectos de los políticos, unos y otros nos usan para mejorar su imagen, servimos de masa votante… pero cuando nos agreden, nunca están para tendernos una mano. Es doloroso hacer pasar ese trago amargo.
El apartheid está lejos de haberse acabado. Peor aún, hemos vivido creyendo que el racismo era cosa del pasado, pero ahora nos despertamos sabiendo que no es así, que lo llevamos dentro, que convivimos con él. ¿Seremos capaces de desterrarlo? Para eso, tenemos primero que aceptar que el racismo rige en las relaciones sociales en nuestro país. Tenemos que mirarnos a la cara y aceptar que somos capaces de hacer lo que se hizo el 24 de mayo, que somos capaces de permitirlo, que somos capaces de estar ahí como espectadores. Las imágenes de ese día me traen al recuerdo las imágenes de las ejecuciones públicas… triste constatar que no estamos tan lejos de eso.
– Luzmila Carpio Sangueza (Embajadora de Bolivia en Francia / Artista compositora de la cultura quechua)