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Evo Morales presidente

¿Quién gana, el pueblo o el imperialismo?

Fuentes: Rebelión

Es un error caracterizar el futuro político de un gobierno a partir del origen social y racial de sus líderes o de sus grandes discursos electorales. Ni el discurso político ni el origen racial es lo que determina las ideas, la ideología y la posición de clase. Lo único que determina la esencia clasista de […]

Es un error caracterizar el futuro político de un gobierno a partir del origen social y racial de sus líderes o de sus grandes discursos electorales. Ni el discurso político ni el origen racial es lo que determina las ideas, la ideología y la posición de clase. Lo único que determina la esencia clasista de un partido, un régimen o un individuo, sea este chino, cholo, indio, negro o blanco, es su práctica y su posición política frente al Estado y al sistema de explotación. Lo determinante es también la posición que se adopta frente a las transnacionales, frente al régimen de propiedad de la tierra (la semifeudalidad), frente a los grupos de poder locales (burguesía y terratenientes), frente a la deuda externa, frente al Fondo Monetario Internacional (FMI), y frente a las reaccionarias fuerzas armadas, y todas esas instituciones (partidos políticos, iglesia, etc.) que sustentan el régimen de explotación y de dominación imperialista. José Carlos Mariátegui decía en 1928, refiriéndose a la mutación del indio de oprimido en cómplice de los poderosos que «el indio alfabeto se transforma en un explotador de su propia raza porque se pone al servicio del gamonalismo». (1).

Los discursos antiimperialistas durante las campañas electorales, la fisonomía racial y la extracción social pobre de algunos líderes políticos han servido de instrumentos esenciales de la estrategia de la burguesía y el imperialismo utilizada para sofocar las rebeliones populares y salvar la integridad del Estado y el sistema. Como una secuencia histórica social se puede ver que en los países con más intensas luchas de clases y rebeliones populares siempre han aparecido los «salvadores» supuestamente revolucionarios, antiimperialistas, nacionalistas y hasta socialistas.

En la década del 60 el Perú ingreso a una etapa de aguda crisis y de intensa lucha de clases. Se multiplicaron las rebeliones populares y estallaron diferentes frentes guerrilleros. Inmediatamente, en 1968, como por arte de magia, apareció el general Velasco Alvarado, y desde el poder se declaro antiimperialista, tercermundista, humanista y socialista. Como la historia lo ha mostrado severamente, con el velasquismo los pobres siguieron tan pobres como antes y los ricos siguieron enriqueciéndose aún más. En Ecuador fue el «indio» Lucio Gutiérrez quien se disfrazó de antiimperialista para estafar a las masas. En Perú Alejandro Toledo, «cholo» de «todas las sangres» que cuando niño lustraba zapatos para poder comer, ha devenido en el Atila de los pobres. En Brasil, el «proletario» y «antiimperialista» Lula, elegido también por las grandes masas campesinas y obreras, es ahora el principal responsable del hambre y la miseria en este país. En Argentina, Kirchner peronista y antiimperialista de pacotilla ha puesto en marcha un gobierno que sirve a los intereses del imperialismo americano y los grandes grupos de poder de este país. En Uruguay, el régimen de Tavere Vásquez y de los ex guerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), «Tupamaros» esta bien enrumbado en un régimen más rechista que los anteriores gobiernos reaccionarios.

La emergencia de esta gama de «antiimperialistas» y «revolucionarios» de todas las razas y colores, hay que analizarlo en función de la nueva estrategia de dominación americana en Latinoamérica. La misma que esta estructura para hacer frente a la grave crisis del sistema y del Estado, a la descomposición de los grupos de poder y al desarrollo creciente de las luchas populares de carácter espontáneo que en muchos países (Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú, etc.), amenazaron peligrosamente la estabilidad del sistema y del Estado. En décadas pasadas (antes de 1990) la estrategia y planes de dominación yanqui en la región se sostenían fundamentalmente en la presencia militar o en la exclusiva participación política de los grupos y partidos políticos de la burguesía y terratenientes. Dos o tres partido elitistas cubrían la escena política durante decenios, y sin discusión alguna se turnaban cada 5 o 10 años en el manejo del Estado. Se imponían dictaduras militares o civiles de «seguridad nacional» y se reprimía violentamente cualquier protesta popular bajo el pretexto de lucha contra la amenaza comunista.

Ahora se trata de la «aperturar la democracia» y «fortalecer el Estado de derecho» vía elecciones presidenciales. En este terreno se organizan estafas electorales cuyo sustento político es el circo y el engaño. En su aplicación se transgrede la conciencia social, las leyes y los derechos más elementales de la población. Para este fin los grupos de poder buscan sus aliados en el mismo seno de los pobres y más precisamente en esas fuerzas políticas que se autoproclaman socialistas y revolucionarias y que están incrustadas como alimañas en el seno de los pobres. Ya sea como autores principales o como socios menores, esta izquierda se convierte en la principal defensora del sistema de opresión y del Estado. Como se vio en Argentina, Ecuador, Bolivia, Perú, y otros países fueron estos grupos los que infiltraron las grandes lucha populares, y después de desactivarlas las puso en bandeja en los planes de los grupos de poder locales y del imperialismo. El éxito electoral de estas fuerzas (Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Uruguay, etc.), no se relacionan a un cambio de la naturaleza política en los grupos de poder ni nada parecido. No es que la burguesía, los terratenientes y el imperialismo, se hayan vuelto buenos y de la noche a la mañana respeten las decisiones de las masas, y que sin pestañar admitan los gobiernos «antiimperialistas», «socialistas» y «revolucionarios». No es así. El triunfo electoral de esta izquierda se relaciona fundamentalmente a la crisis del sistema y a la necesidad que tienen las elites políticas de proteger el Estado y el sistema de opresión que ellos mismos se ven impedidos de hacer con sus propias fuerzas como lo hacían hace 50 años atrás. Para este propósito recurren a esos grupos y partidos que se autoproclaman revolucionarios, pero cuya razón existencial es el electorerismo y servir a los grupos de poder.

Morales, las petroleras y la sagrada propiedad privada

Es en medio de este cuadro político que hay que analizar el triunfo electoral de Evo Morales y su organización llamada Movimiento al Socialismo (MAS). En política adoptar conductas de vulgares hinchas de partidos de footbol es una ceguera que no aporta nada al debate político y menos a la lucha antiimperialista. No hay ninguna prueba, ni siquiera en la suposición teórica, que con el triunfo presidencial de este líder, salen ganando las masas pobres de Bolivia. Por el contrario hay abundante información que muestran que el nuevo régimen boliviano constituye una nueva estafa electoral del pueblo, y que los únicos beneficiarios serán las grandes transnacionales, los grupos de poder locales, y en general el Estado y el sistema en descomposición.

Por ejemplo al siguiente día del triunfo electoral, Morales proclamó que su gobierno «no confiscará ni expropiará» los bienes de las compañías que están operando en el país, pero en cambio les ofrece «contratos de servicios petroleros». Agregando que «Vamos a hacer respetar el derecho a la propiedad, nuestro gobierno estará dedicado a respetar la ley, pero que las petroleras también la respeten». Hay que recordar que Morales, durante su campana electoral y en su programa de gobierno, se comprometió otorgar nuevos privilegios y compensaciones económicas a las transnacionales petroleras, las mismas que tienen el monopolio de los hidrocarburos de este país. Como señala un diario boliviano, el capital de estas empresas, en las que se encuentran las petroleras extranjeras como Repsol, Petrobras, Total, British Petroleum, Enron, Shell, Panamerican Energy, Pluspetrol, Vintage, etc., suman 100 mil millones de dólares de capital.

Por su parte Álvaro García Linera vicepresidente de Evo Morales que funge de ideólogo y teórico del nuevo gobierno, salió a la palestra para anunciar lo que será la línea maestra del programa del gobierno. El martes pasado (20 diciembre) a dos días del triunfo, dijo que el nuevo gobierno «va a gobernar para toda Bolivia, no para un sector o una clase social. Se van a instalar negociaciones directas con los empresarios y de ellas vamos a recoger recomendaciones, las cuales vamos a implementar como medidas. Ningún sector del país debe sentirse excluido y mucho menos el sector empresarial». Anuncio también que «como gobierno garantizamos: seguridad en el ámbito del negocio, la recuperación de sus inversiones, y que tengamos una ganancia a medias». (2). Hay que recordar que el brazo derecho de Morales pretende desde hace tiempo pasar gato por liebre en torno al desarrollo de un «capitalismo andino», en Bolivia, como paso previo al socialismo. «El capitalismo Andino es un régimen que se funda en la realidad de Bolivia donde las potencialidades indígenas, campesinas, familiares se articulan en torno a un proyecto de desarrollo nacional y de modernización productiva», ha dicho. (3).

El respeto a la propiedad de las trasnacionales petroleras, y de la propiedad privada en general proclamada por Morales. El gobierno de todas las clases (de «todas las sangres» decía Toledo), además del «capitalismo andino, como paso previo para el socialismo, que propone el vicepresidente boliviano, son sufrientes argumentos de la miseria política y de la estafa que una vez más ha sido víctima el sufrido pueblo de Bolivia. Los gritos antiimperialistas y la publicidad en torno al «primer presidente indígena» de este país, o el «comienzo de la historia de Bolivia», son simples taparabo para encubrir el carácter reaccionario y proimperialista de los nuevos inquilinos del palacio de gobierno de este país. Los campesinos, los obreros, los cocaleros y demás sectores pobres de Bolivia, no deben esperen nada, ni siquiera hacerse ilusiones, de esta nueva administración, que ya se alinea con los intereses de los grupos de poder y del imperialismo.

Respeto de la propiedad privada, gobierno de «todas las clases», «desarrollar el capitalismo», y después pensar en el socialismo, son viejos elementos de un discurso arcaico que desde hace mas de medio siglo han utilizado los peores grupos y gobiernos en América Latina para defender el Estado y el sistema de opresión. Por ejemplo, la seudo teoría revolucionaria de desarrollar el capitalismo para llegar al socialismo, que con tanto cinismo propagandiza el vicepresidente de Evo Morales, no es una invención de él. Esta «tesis» reaccionaria y pro gobierno yanqui fue estructurada y publicitada en 1928 por el derechista Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del partido aprista. Este líder de la gran burguesía peruana y del imperialismo pretendió cobrar notoriedad con su «tesis revolucionaria» en torno a desarrollar el capitalismo en Perú para después llegar al socialismo bajo un régimen de «trabajadores manuales e intelectuales» de todas las clases.

23 de diciembre 2005.

Notas:

1. Siete Ensayos de Interpretación de la realidad Peruana, José Carlos Mariategui, Lima, 1928.
2. Diario Correo del Sur, Martes 20 de diciembre del año 2005 Sucre – Bolivia.
3. Entrevista de Pablo Jofré Leal, de Adital en Chile.