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¿Quo vadis Manfred?

Fuentes: Bolpress

Exigencias desmedidas por instaurar un régimen autonómico en el país ha convulsionado nuevamente la precaria paz de estos últimos tiempos en Bolivia. Nuestro país es hoy lo que seguramente algunos sectores estaban esperando: escenario de confrontaciones y posiciones irreconciliables. Hasta el momento de escribir este articulo ya hay un muerto que en días más, será […]

Exigencias desmedidas por instaurar un régimen autonómico en el país ha convulsionado nuevamente la precaria paz de estos últimos tiempos en Bolivia. Nuestro país es hoy lo que seguramente algunos sectores estaban esperando: escenario de confrontaciones y posiciones irreconciliables. Hasta el momento de escribir este articulo ya hay un muerto que en días más, será bandera política de unos bandos y de otros. Los heridos cobraran factura a la Prefectura de Cochabamba y al Gobierno. La prensa nuevamente se vestirá de imágenes dantescas y discursos incendiarios incrementando sus ventas y sus audiencias morbosas irán en busca de mas sangre y mayor violencia. Mientras la ira esta en ascenso, también hay gente que está batiendo palmas detrás de bambalinas.

En la retaguardia, esta Manfred Reyes Villa. Su propuesta de un nuevo Referendum para consultar a la población sobre la posibilidad de instaurar un régimen autonómico en Cochabamba– pese a que en el ultimo Referéndum la opción mayoritaria de la población se manifestara por el no– calentó los ánimos mas allá de lo previsible y hoy pide al Gobierno parar las consecuencias de una postura que, por decir lo menos, estuvo fuera de contexto. El capitán parece estar enredado en su propio laberinto de poder. En paralelo suyo, parecen estar junto a él los que lo pusieron en el brete para ganarse el liderazgo de la derecha en el país. ¿ Hacia donde va el Capitán?.

El gobierno, por su parte, parece no ser lo suficientemente perceptivo de sus errores al cumplirse un año de administración de la cosa pública. La insuficiente gestión junto a la agudización de los conflictos, los bloqueos y la violencia lo debilitan y parece regodearse en la soberbia, mala compañera de una planificación eficiente del poder. Entre medio y en perpetuo conflicto, está la patria agobiada. Parece que pretende creer aún en la tolerancia como presupuesto fundamental para la construcción de una cultura de la democracia, sobre la base de una reflexión profunda en torno al reconocimiento del otro y al respeto por la diferencia. Sin embargo, hoy en Cochabamba nuestra interculturalidad–eternamente asociada problemas de comunicación deficiente; a situaciones de asimetría entre grupos étnicos o culturales distintos y; a problemas relacionados con la discriminación a grupos raciales diversos-ha mostrado una situación de franca erosión.

La propuesta autonómica «per se» no puede ser–menos en estas circunstancias– la panacea para resolver todos los problemas estructurales de fondo que arrastramos de larga data, menos el justificativo para agudizar las distancias entre bolivianos y generar violencia toda vez que, ella misma, esta en cuestión en el único Estado autonómico que existe cual es el de España al haber sido concebida en función de grupos minoritarios como son los vascos y los catalanes. La reformulación del Estado autonómico en España esta en proceso y nuestras ansias de consolidarlo en Bolivia, como una forma de modernizar nuestro Estado, deberán pasar revista también a esta situación antes de repetir frases hechas o de reeditar una autonomía por encargo de intereses extranjeros.

En estas condiciones, mirar de palco no sirve. Tampoco atizar el caldero. El Gobierno y la oposición están obligados a hacer un alto en el camino y a ser altamente efectivos en su capacidad de encontrar verdaderas soluciones, lejos del discurso demagógico. Están obligados a ser constructivos y delinear Bolivia con visión de país, en respuesta a las posturas irreconciliables, provocadas por intereses políticos y económicos. El diálogo distractivo tampoco será suficiente. Solo– eso espero-servirá la tolerancia y la franca disposición de apuntalar Bolivia para evitar que, en nombre de la autonomía, se genere una absurda confrontación y mayores atrocidades de las que ya hemos soportado.