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Rayos de esperanza

Fuentes: Rebelión

Si miramos las noticias y los últimos acontecimientos globales, nacionales y locales, no resultaría tan fácil hablar de esperanza y de un comienzo de año nuevo (2024) alentador, pues, entre otros temas, la caravana autonombrada “Éxodo de la Pobreza”, esa expresión desesperada de miles de latinoamericanos que caminan juntos los senderos de la desesperanza rumbo a lo que se llamara el “sueño americano”, quizás creyendo en él o simplemente abstrayéndose de los riesgos para redimir el sufrimiento al que se les condenó en sus naciones de origen, en todo caso, ese andar cargado de sufrimiento es una muestra agónica de la crisis de humanidad que sufrimos desde hace tiempo, pero que al agonizar el 2023 se manifiesta con estruendosa tragedia, tal y como se escuchan y viven las bombas en Palestina, con un genocidio descarado y apoyado por las principales potencias globales, teniendo como puntero al imperialismo estadounidense y al sionismo, que hoy se manifiesta como una variedad del nazismo que alguna vez oprimiera y asesinara a los propios judíos.

De igual forma, la agudización de la contradicción entre trabajo y capital, donde se manifiesta y se erige la opresión de las y los trabajadores bajo el régimen capitalista, va mostrando nuevos niveles de agudización con el incremento de la pobreza (aunque se jure que se ha reducido) y la reducción del poder adquisitivo del salario, y esto no es sólo durante la cuesta de enero que pronto viviéremos, sino que es la naturaleza del sistema que despoja del producto de su trabajo a los proletarios y convierte la fuerza de trabajo al mismo tiempo en una mercancía más que se oferta o descarta según los ciclos económicos globales, no se trata de una coyuntura, es, en realidad, la continuidad del despojo premeditado y alevoso que da origen al capitalismo. Por eso, en periodos de crisis, lo primero que se observa es el incremento del llamado ejército de reserva de trabajadores y trabajadoras, o mejor dicho, el incremento del desempleo y/0 de la precariedad del trabajo, pues puede haber trabajo, pero con sueldos paupérrimos e inestabilidad permanente, algo que vivimos desde hacer décadas tras las reformas neoliberales en el mundo y, especialmente, en Latinoamérica y el Caribe.

Lo anterior, sin olvidar que la violencia se incrementa y que las guerras en el mundo van extendiéndose a nuevas regiones, junto a la competencia armamentista entre las grandes potencias e imperios, que ya desde hace mucho han encontrado en la industria de las armas su principal industria, al tiempo en que el despojo y la destrucción del ecosistema se acelera, dejándonos a los pueblos en una encrucijada que nos ha de llevar al final de una era caracterizada por una creciente desvalorización de todo lo humano. Por eso vivimos hoy una crisis de humanidad que exige nuevas formas de entender las relaciones humanas y socio-económicas, y una lógica de relación entre naciones muy diferente a la arremetida violenta que la competencia impone.

Y sí, aún así, tras lo escrito anteriormente y muchas más situaciones urgentes, aún hay rayos de esperanza, grandes luces que alumbran en esta noche tan mencionada y tan larga, espacios de utopía que se reconstituyen continuamente escuchando sus voces en un diálogo interno y una constante dialéctica que conduce a su fortalecimiento sin importar las borrascas y las agresiones, y hoy hablo de los espacios de autonomía y autodeterminación que el zapatismo ha edificado en lo profundo de la selva, pero que se extienden a diversos rincones del mundo, donde la esperanza nace y renace a diario, como desde hace 30 años de luz.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.