Se acerca el día de las elecciones presidenciales y, como por arte de magia, cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos organizados en los partidos electorales «progresistas» y en los grupos y colectivos afines, así como en una que otra organización «despistada», se olvidan de las luchas populares, de los grandes problemas que enfrentan las […]
Se acerca el día de las elecciones presidenciales y, como por arte de magia, cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos organizados en los partidos electorales «progresistas» y en los grupos y colectivos afines, así como en una que otra organización «despistada», se olvidan de las luchas populares, de los grandes problemas que enfrentan las mayorías del país y de la turbulenta situación internacional, para proponernos una solución igual de mágica: dejarnos de pleitos y votar por el «menos peor» para obtener «mejores condiciones» para la «izquierda».
Bastaría con observar qué ha sucedido con los «menos peores» en los países imperialistas supuestamente «democráticos» para darse cuenta del verdadero sentido de la política del voto «útil»: en el estado español, Zapatero, del PSOE (Partido Socialista Obrero Español), en Grecia, Papandreu, del PASOK (Otro partido «socialista») y en EEUUA, Obama, el candidato del «cambio», prometieron, a su modo, todo tipo de «concesiones» para el pueblo, y terminaron cumpliendo únicamente los mandatos de la clase dominante, por lo que las masas no tuvieron de otra más que salir a las calles a denunciar la farsa de la «democracia» de los poderosos.
En México, la amplia ilegitimidad de los partidos tradicionales de la oligarquía (el PRI y el PAN), así como la profunda crisis que azota a las mayorías, hacen que el candidato «progresista» pueda aprovecharse de la desesperación de las masas y ofrecerles una «salida fácil» que consiste únicamente en depositar su voto en una urna y esperar a que las promesas de campaña se cumplan. A continuación, se expondrán algunas de las razones por las cuales no debemos de tener ninguna confianza en las elecciones de un sistema antidemocrático y menos aún, en las promesas del que dicen que es el «menos peor».
El llamado «Movimiento Progresista» no nos representa, en cambio sí representa a los intereses de la oligarquía. La coalición electoral formada por el PRD, el PT, el «Movimiento Ciudadano» (antes Convergencia) y el MORENA, se presenta como la opción «de izquierda» en la contienda electoral, presumiendo que ellos sí gobernarán para «la prole». Sin embargo, esto no es más que un mero discurso, una imagen mercadotécnica para vender un producto. Porque en la política que hacen las y los de abajo, el PRD que gobierna junto con el PAN en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, que reprime, hostiga e incluso masacra en Guerrero, Chiapas y Michoacán, así como el PT que gobierna junto con el PRI en Chihuahua, no son más que distintas expresiones de una misma política que favorece únicamente a los intereses de los poderosos. Distintos colores para un mismo partido de la clase dominante.
Pero para no dejar lugar a dudas, el mismo candidato «progresista» se encarga de aclararnos quiénes son los amos a los que sirve. Primero con la reconciliación con Televisa y con otras organizaciones de la oligarquía, como el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) que declaró que AMLO ya no es un peligro para México y después, con el «destape» de los miembros de su gabinete, queda más que claro cuáles son los intereses que representa. Entre ellos, destacan:
-Para Gobernación, Marcelo Ebrard, actual jefe de gobierno del Distrito Federal, «antiguo» priista y coordinador del operativo policial de alcances nacionales, la CONAGO. Este nefasto político gobernó la ciudad de México de forma autoritaria, favoreciendo en todo momento a los intereses de los poderosos, en especial cuando se trató de reprimir al pueblo, destruir la naturaleza y violar su propia legalidad para la construcción de los megaproyectos.
-Para Economía, Fernando Turner, poderoso oligarca de Nuevo León y antiguo panista que encabeza la Asociación Nacional de Empresarios Independientes y que cuenta con inversiones en distintas ramas productivas, entre las que destaca la producción de refacciones automovilísticas para la exportación. En entrevista con la Jornada (20 de Noviembre, 2011) el empresario, consecuentemente confiesa que «estaba en el PAN por sus ideales, que son muy buenos, pero nunca los llevó a la práctica, y al compararlos con los de López Obrador se dio cuenta de que son los mismos: El chiste es que AMLO tiene la convicción de llevarlos adelante, la capacidad para hacerlos realidad».
-Para Educación Pública, Juan Ramón De la Fuente, antiguo secretario de salud durante el sexenio de Ernesto Zedillo y ex-rector de la UNAM, conocido por haber permitido la represión de los estudiantes huelguistas en el año 2000, orquestada por la Policía Federal Preventiva, en un claro acto de violación a la autonomía universitaria. Vale agregar que este personaje, recibió del 2007 al 2010, 1 millón 233 mil 600 pesos del erario público, como sueldo «extra» por haber sido rector de la UNAM (Contralínea, 15 de enero, 2012). Si la principal bandera de AMLO es la «austeridad» en los sueldos de los funcionarios, ¿cómo pudo haber pasado por alto que este burócrata se enriqueciera de tal manera?
Como dice el dicho, «dime con quién andas y te diré quién eres». Algunos más han sido «destapados» (también empresarios, banqueros e intelectuales del sistema), otros tantos lo serán pronto. No sabemos quienes ocuparán los codiciados puestos de gobierno en las secretarías, pero lo que sí podemos asegurar, es que si continúan en la misma línea, serán individuos que representen fielmente a su clase, es decir, a la clase burguesa y oligárquica. Sin embargo, aunque AMLO decida designar a algún intelectual de «izquierda», esto solo significaría un gesto demagógico y proselitista, pues de nada sirve llegar a sentarse en la silla presidencial cuando quiénes gobiernan verdaderamente al país no son los funcionarios, sino los capitalistas e imperialistas, empresarios, banqueros, terratenientes y ricos.
AMLO no representa una alternativa distinta al neocolonialismo, todo lo contrario: pretende maquillar y regenerar al capitalismo dependiente mexicano. A pesar de que muchos entienden que ningún candidato nos representa, es ampliamente difundida la ilusión de que con el «menos peor» tendremos algunas mejoras y condiciones más ventajosas para luchar. Sin tener en cuenta toda la palabrería acerca de la «república amorosa», basta con analizar los cincuenta puntos de su propio «Proyecto Alternativo de Nación» para asegurar que AMLO no solo no garantiza un cambio de rumbo en las actuales políticas anti-populares, sino que le apuesta a la profundización de las causas de la injusticia y la miseria.
De entrada, el primer punto asegura que habrá un apego total a la constitución mexicana, es decir, a la legalidad burguesa que garantiza la explotación. El programa obradorista, lleno de buenas intenciones, continúa con otra garantía: la de respetar el prestigio (¿?) del ejército y hasta promete «retirarlo» de forma paulatina. Claro que de los crímenes de lesa humanidad, las ejecuciones extra-judiciales, la tortura y la desaparición forzada no hay ni una sola palabra. De la misma manera, al imperialismo se le garantiza una relación «respetuosa» de cooperación para el desarrollo (Punto siete), en la cual se pide, únicamente, negociar el nefasto Tratado de Libre Comercio.
Así, las bases de la dependencia imperialista no se tocan en lo absoluto. De hecho, el tono «desarrollista» (tan parecido al de la «modernización» e industrialización priista que sentó las bases para la actual dependencia) con el que se expresa el programa de AMLO, que incluye acciones como fortalecer a las Pequeñas y Medianas empresas (punto 29), promover la industria del turismo (punto 37), incentivar las actividades «primarias» de extracción (la pesca, la explotación de los hidrocarburos, etcétera.) y la construcción de «infraestructura» para la vinculación comercial del país (como el caso del punto 34 que propone la conexión del Atlántico con el Pacífico), junto con las medidas abiertamente neoliberales, como la construcción masiva de industrias maquiladoras de exportación (punto 38), hacen que la «regeneración nacional» no sea otra cosa que la construcción de una semi-colonia más productiva y más efectivamente dependiente de sus amos.
Toda consideración sobre la conservación del medio ambiente y sobre la «independencia alimentaria» es sencillamente imposible bajo este modelo de desarrollo. Aunque AMLO lo prometa también, en su «proyecto alternativo» no hay una sola palabra acerca de la necesaria reforma agraria, pues esto requeriría la afectación a las poderosas agroindustrias exportadoras, y el candidato amoroso ya ha declarado que no tiene intensión alguna de meterse en las expropiaciones. Del mismo modo, ni los megaproyectos ecocidas ni la minería destructiva aparecen en la lista de prioridades, mucho menos se contempla la devastación ambiental ocasionada por la pesca, la industria y el turismo, por mencionar algunas de las actividades que AMLO dice que favorecerá. Estas contradicciones no son menores, pues a través de ellas se puede diferenciar cuáles son las «promesas de campaña» y cuáles son los compromisos con la oligarquía y el imperialismo.
MORENA es una plataforma electoral que sirve para contener con promesas a la movilización social, donde abundan las prácticas autoritarias y burocráticas. El resto de las promesas de campaña se dirigen a algunos sectores movilizados, entre ellos destacan los electricistas y los trabajadores de la aviación, ejemplos que resultan paradigmáticos pues AMLO no ha movido un dedo para apoyar la lucha de estos sindicatos que han sido reprimidos por el gobierno perredista del DF. Otro sector son los estudiantes, a quiénes se les promete becas y acceso universal a la educación superior, mientras los gobiernos perredistas desmantelan escuelas normales rurales y asesinan estudiantes en Guerrero y privatizan y golpean a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en el DF.
Solo tenemos discursos y más discursos que mediatizan la lucha para sacarla de las calles y llevarla a los parlamentos y a las urnas. Y es justo esta la razón por la que luchas sindicales como las arriba mencionadas (SME, Mexicana) han sido derrotadas de forma tan estrepitosa, cuando pudieron llegar a poner en jaque al gobierno federal. Este es el papel de López Obrador y su movimiento: contener y desviar a la movilización social con promesas para que no desborde los marcos de la lucha legal y pacífica. ¿Qué fue el plantón de reforma sino una maniobra para que sus seguidores no se le salieran del huacal? Él mismo responde: «hubiera habido derramamiento de sangre, se nos iba a desbordar el movimiento y hasta ahora no se ha roto un vidrio» (El universal, 28 de octubre, 2011). Pese a ser consecuente en su declaración, se equivoca. Cincuenta mil muertos después, el derramamiento de sangre fue producto de la derrota de la lucha contra el fraude. En el mundo árabe la Revolución no ha costado tantas vidas como en México la derrota.
Ahora que miles de ciudadanas y ciudadanos han terminado frustrados y decepcionados de la politiquería de AMLO ¿qué se puede esperar de su movimiento en estas elecciones? Si es que llega a la presidencia, será sin duda porque el amor a los poderosos ha logrado convencer a la «mafia en el poder» que este político ya no es «un peligro para México». Sin embargo, las recientes elecciones en el estado de México y en Michoacán, comprueban que el hartazgo y el repudio de la población han alcanzado también a los partidos de «oposición». No es de sorprenderse, si los métodos y prácticas burocráticas y autoritarias que caracterizan al PRI, se reproducen frecuentemente en las filas del MORENA. ¿Qué me dicen de la dirigente de MORENA-Jóvenes y estudiantes, Luisa Alcalde, designada anti-democráticamente por ser una «cara bonita», sin tener ninguna experiencia en la lucha? Ejemplos como este abundan.
Nuestra tarea no es entretenernos con ilusiones electorales, sino construir una alternativa revolucionaria ante la actual crisis. Aunque las bases obradoristas sean distintas a su dirección, sumándonos a las campañas, solo reforzamos sus ilusiones en el caudillo, cuando no podemos esperar nada si no es de nosotros mismos y de la democracia verdadera de las y los de abajo. El sistema político-electoral mexicano esta hecho justamente para impedir que las y los de abajo puedan presentar sus propias alternativas para llegar a tomar decisiones en las instancias de gobierno. La farsa de las elecciones sirve fundamentalmente para legitimar la dominación política de la clase burguesa y oligárquica, y para encauzar el descontento popular a un terreno donde es fácilmente manejable. Para las grandes mayorías, el «show» electorero y las obscenas cifras millonarias que se gastan los partidos en las campañas, no son otra cosa que un abuso más al pueblo pobre que paga con sus impuestos los spots, los carteles y la demás basura propagandística.
Sin embargo, el descontento que sienten los jóvenes, las trabajadoras, los indígenas, los campesinos, las amas de casa, y el pueblo en general que no está representado en estas elecciones, no está organizado, es en muchos casos un gesto de rebeldía individual o se encuentra fragmentado y disperso en muchos colectivos y organizaciones que no se logran coordinar. Construir un gran referente organizativo, para levantar una alternativa revolucionaria desde abajo es nuestra gran tarea, sean tiempos electorales o no. Aprovechemos pues esta coyuntura, para levantar una campaña de denuncia, ya sea de anulación del voto o de boicot, para organizar el descontento, con el pretexto de las elecciones, y empezar a dar pasos firmes para solucionar los grandes problemas que vivimos, ya que solo el pueblo organizado democráticamente y con independencia de los partidos del sistema (PRI, PAN, PRD) y de las instituciones del estado, puede salvar al pueblo. Esta es una tarea difícil y larga, no hay atajos ni salidas fáciles, tenemos que mirar la realidad de frente, aunque no nos guste lo que veamos.
Lucio Rivera – Militante de la Liga de Unidad Socialista.
Blog del autor: www.contrailusiones.blogspot.
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