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Entrevista con Andrés Ruggeri, antropólogo e investigador

Realidades y desafíos de las empresas recuperadas en Argentina

Fuentes: Rebelión

Manifestación de trabajadores en defensa de Cerámica Zanon y otras empresas recuperadas del sector, en 2003 (Foto: Indymedia Argentina) En esta entrevista hablamos con Andrés Ruggeri, antropólogo e investigador que dirige el programa Facultad Abierta, de la Universidad de Buenos Aires, dedicado a investigar y apoyar a las empresas recuperadas por sus trabajadores. Ruggeri nos […]


Manifestación de trabajadores en defensa de Cerámica Zanon y otras empresas recuperadas del sector, en 2003 (Foto: Indymedia Argentina)

En esta entrevista hablamos con Andrés Ruggeri, antropólogo e investigador que dirige el programa Facultad Abierta, de la Universidad de Buenos Aires, dedicado a investigar y apoyar a las empresas recuperadas por sus trabajadores. Ruggeri nos cuenta acerca de la historia de este movimiento, las dificultades que enfrenta, las relaciones con los gobiernos recientes en Argentina, y mucho más.

¿Puedes explicar qué es este programa de la Facultad Abierta?

Facultad Abierta es algo que acá en América Latina se suele llamar Extensión Universitaria, se supone que es la función de la universidad destinada a la comunidad. Generalmente son cuestiones culturales, cursos, talleres, inclusive últimamente se ha mercantilizado mucho este tema.

Nosotros empezamos con el programa en el año 2002. En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires armamos una pequeñísima unidad de extensión para trabajar con movimientos sociales, movimientos populares que estaban en auge en aquel momento, uno de ellos era de las empresas recuperadas. Muy rápidamente, nosotros nos volcamos al tema de la autogestión obrera, las empresas recuperadas, en una parte investigando y en otra también participando en los procesos, tratando de apoyar el sostenimiento de las organizaciones que surgen.

Entonces no es un caso de, simplemente, investigar y documentar. ¿Cuál es, por decir, la contribución en el otro sentido? ¿Qué buscan las empresas con Facultad Abierta?

Nosotros nunca tratamos de decirle a los trabajadores «ésto es lo que hay que hacer,» sino de generar un camino de análisis conjunto de esas cuestiones, que pueden ayudar a desarrollar la autogestión. Hay varios aspectos. Por un lado la participación efectiva: difusión, apoyo a las ocupaciones, colaboración en cuestiones concretas, así como también, articular con otros profesionales. Por ejemplo, trabajamos con ingenieros, abogados, contadores, gente de la ciencias exactas, que pueden colaborar puntualmente con determinada empresa.

Al mismo tiempo a través del relevamiento de las empresas recuperadas, y los informes que siempre discutimos con los trabajadores, vamos generando un cuerpo de conocimiento. Creo que a esta altura el trabajo de Facultad Abierta ya es algo que el movimiento ha incorporado como una herramienta propia. Hay un centro de documentación de empresas recuperadas que funciona dentro de una cooperativa que es la Imprenta Chilavert. Ahí se documenta, se comparte también el día a día de esa cooperativa, una infinidad de cosas que han ido fomentando esta relación, y ya a esta altura a veces es difícil distinguir qué es Facultad Abierta y qué es el movimiento.

¿Y el Movimiento también extiende sus relaciones más allá de las fronteras?

Sí, otro punto importante son los encuentros internacionales que se llaman La Economía de los Trabajadores. Eso también fue una iniciativa nuestra, en 2007, pero a esta altura excede amplísimamente lo que es Facultad Abierta.

Son encuentros donde confluyen trabajadores, activistas, movimientos y académicos. Este encuentro internacional inicialmente era cada 2 años, después se empezaron a hacer encuentros por regiones en los años intermedios. El año pasado fue el sexto encuentro internacional, con gente de más de 30 países, muchas empresas recuperadas de distintos lugares del mundo, y tuvo lugar en Textiles Pigüé – una fábrica recuperada al sur de la provincia de Buenos Aires.

Las Empresas Recuperadas por los Trabajadores (ERT) surgen con gran fuerza hacia finales de 2001. ¿Es esta una tradición que ya existía?

Argentina, dentro de Latinoamérica, es posiblemente el país que tiene historia cooperativa más antigua, desde fines del siglo XIX. Tiene que ver con las olas migratorias y con el mismo surgimiento del movimiento obrero, igual que en Europa. El movimiento obrero, los sindicatos y cooperativas surgen más o menos paralelos, luego se van separando con el correr del tiempo. Acá pasó lo mismo. Pero quedó una cierta tradición de cooperativismo, aunque generalmente separado de la cuestión de la producción.

Con la implantación del modelo neoliberal, a fines de los 80 y principios de los 90, se produce un cambio de la estructura económica: se empieza a desindustrializar el país, se destruyen muchas cadenas productivas, lo que resultó en muchos trabajadores desocupados. Y algunos sindicatos, pocos, empiezan a promover y formar cooperativas en las empresas que estaban cerrando. Generalmente pequeños talleres metalúrgicos, imprentas, ese tipo de empresas. Fueron esencialmente sindicatos metalúrgicos, del sur del Gran Buenos Aires, de Quilmes, y de la Federación Gráfica Bonaerense. Luego en otros lugares del interior también surgieron algunas cooperativas, que eran formas de resistir a todo este proceso.

¿Podemos decir que son más casos de empresas abandonadas que de empresas tomadas?

Las dos cosas. En realidad se toman empresas que están abandonadas, es generalmente un proceso simultáneo. Es en el momento en que los patrones están tratando de cerrar, o cuando hay una quiebra fraudulenta, cuando se produce la toma. En los años 90, calculamos que hubo alrededor de 30 casos donde se llegó a formar cooperativas, porque hubo muchos otros en los que se intentó y no se pudo.

En 2001 lo que pasa es que esto se transforma en un movimiento. Este movimiento adquiere una identidad, se llama a sí mismo «empresas recuperadas,» se organiza, plantea reivindicaciones y de alguna manera forma una estrategia de qué hacer cuando una empresa es abandonada para poder conservar el trabajo, que es formar cooperativas y luchar por la expropiación. El lema del movimiento, que en realidad es tomado del MST [Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, de Brasil], lo dice todo: «Ocupar, Resistir, Producir.»

¿Después de 2001 siguieron existiendo nuevos casos de ERT?

Según nuestro cálculo de empresas recuperadas que hay ahora, que es alrededor de 380 con unos 16.000 trabajadores, ya hay más empresas recuperadas posterior al 2001 que las que hubo en aquel momento. Lo que pasa es que hubo en 2001 una tremenda concentración de ocupaciones, con muchas movilizaciones, con mucho impacto social y político.

Entrevista a Andrés Ruggeri durante el VI Encuentro Internacional (Captura de pantalla, vídeo disponible en este enlace).

En cuanto a la relación con el Estado, ¿cuál fue la relación de los gobiernos de los Kirchner con las ERT? ¿Cuál era su perspectiva?

El kirchnerismo fue bastante contradictorio con el tema de las empresas recuperadas, como con muchos otros. Sin embargo, no fueron gobiernos hostiles a las empresas recuperadas, aunque tampoco las hayan favorecido especialmente. Dentro de su concepción neo-desarrollista, neo-keynesiana de la economía, la autogestión y todo este tema, no tenía mucha cabida. Toda la política del Estado para la recuperación económica estaba orientada – y con bastante éxito en general – a recuperar empleo y producción apostando al mercado interno, pero con una burguesía nacional que liderara eso.

Y a medida que se recuperara la economía, todas estas expresiones cooperativas, micro-empresas, movimientos sociales incluidos, iban a tender a desaparecer porque la gente recuperaría el empleo, se fortalecerían los sindicatos. Esto era lo que se iba a imponer. Por lo tanto, colaboraron con las ERT, con algunos programas de subsidio y apoyo, pero nunca con una política económica, sino con una política social, de contención del conflicto, con la perspectiva de apoyar a gente que se había quedado sin trabajo y formado cooperativas. Pero lo ideal era que esa gente volviera a conseguir trabajo en el mercado formal.

Evidentemente toda la política del kirchnerismo estuvo con esa idea matriz pero se fue modificando con el tiempo. Llega un momento, sobre todo con la crisis internacional de 2008-2009, que se ve que la economía seguía con dificultades y no lograba ese objetivo de pleno empleo. Ahí surgen programas estatales de formación de cooperativas, aunque eran «cooperativas» donde el Estado pagaba los sueldos y decía lo que había que hacer. Todo eso fue conformando una especie de doble política, una en que no cabían las cooperativas pero que al mismo tiempo las fomentaba.

Podemos decir que todo el apoyo hacia las cooperativas y a las ERT fue por necesidad…

Precisamente. Y una deuda grande que creo que tuvo el kirchnerismo con las empresas recuperadas fue no haber contribuido a solucionar los problemas jurídicos que fueron quedando y que ahora son el punto débil de muchas, como es el caso del Hotel Bauen (1). Son generalmente disputas por el tema de la propiedad. No necesariamente con los dueños, sino que, como generalmente son empresas quebradas, siguen con procesos legales, sigue habiendo acreedores, que quieren cobrar las deudas con la propiedad. La propiedad está en manos de los trabajadores, pero no legalmente, y eso genera muchos problemas.

¿Cuál ha sido el impacto de la llegada de Macri al poder sobre este sector?

Nosotros hicimos un informe a mitad de 2016 y a nuestra lectura, el tiempo la fue confirmando. La política económica general del gobierno de Macri afecta a las cooperativas de la misma manera que afecta a toda la economía productiva destinada al mercado interno, pequeñas empresas y grandes igual. Son los efectos típicos de los programas neoliberales, sobre todo en América Latina.

Se trata de una política destinada a debilitar a la clase trabajadora, a bajar los salarios para beneficio de una economía destinada a la exportación de materias primas y de energía, y al predominio del capital financiero. Los resultados son muchos despidos, sea en el empleo público o privado, y una baja en el poder adquisitivo y la capacidad de consumo de la población. Por lo tanto empieza a bajar la producción, baja la demanda, las cooperativas no pueden luchar contra eso, tienen que acomodarse. A eso hay que sumarle la apertura importadora. Están entrando productos muy baratos sobre todo de China, con los que la producción nacional no puede competir, sea cooperativa o no.

Y después está el tarifazo, que es una cosa bestial que ha multiplicado los precios de las tarifas de una forma que quiebra totalmente las cooperativas. Muchas empresas recuperadas en este momento tienen, por ejemplo, costos de gas superiores a su facturación. Entonces o simplemente no pagan o tratan de resistir a que se les corte la electricidad, pero eso no evita que se acumule deuda. El objetivo de cierta forma es ganar tiempo, esperando a ver si cambia la situación política.

Más allá de la política económica en general, ¿hay una posición ideológica del gobierno hacia las ERT?

Además del ahogo económico hay una hostilidad constante y, cuando surge la oportunidad, el gobierno actúa en contra de las empresas recuperadas. El caso más típico y claro es el Hotel Bauen que nunca tuvo su situación regularizada, nunca se expropió. Se intentó hacerlo en la última sesión parlamentaria con la correlación de fuerzas que tenía el kirchnerismo antes, quedó para votar después en el Senado y en ese momento ya estaba Macri y Macri vetó la ley.

Lo mismo pasó sistemáticamente con cada ley de expropiación que salía. La ley de expropiación fue un mecanismo que se había logrado instalar como forma de legalizar las ERT. Macri siempre usa algún pretexto, pero ideológicamente está claramente en contra de toda esta idea de autogestión. Y eso se traslada a los jueces, que son cada vez menos favorables a ayudar a los trabajadores.

Pero el sistema judicial, en principio, no sería un aliado natural…

No lo es. No obstante, en el fuero laboral muchas veces se han logrado fallos más o menos favorables, y el poder judicial también es permeable a las movilizaciones, a la situación política. Cuando la situación política fue un poco más favorable, hubo algunas resoluciones que priorizaron la continuidad productiva, la continuidad laboral frente al remate de los bienes. Se modificó la ley de quiebras para dar, en 2011, una posible salida legal a fábricas o empresas quebradas para que pasaran a ser de la cooperativa de los trabajadores. Pero esto implica siempre presión sobre los jueces.

Lo que está resultando es que ahora es mucho más difícil. Los jueces que ya naturalmente son muy anti-obreros, ahora son aún más. Otra cosa que está haciendo el macrismo es intentar evitar que se recuperen fábricas. La fábrica cierra y allí está la policía garantizando el cierre de la fábrica, evitando la toma. Se anticipan a la situación para impedir que los obreros intenten la ocupación.

¿Cuál ha sido la relación entre los sindicatos y las ERT? Porque son lógicas diferentes, la reivindicación y la toma del medio de producción.

Los sindicatos, con la consagración del esquema fordista y del Estado de bienestar, han ocupado un lugar que se entiende y es entendido por las mismas organizaciones en el marco de la lucha, o la negociación, entre el capital y el trabajo. Pero la base tradicional, del trabajador asalariado, formal, se viene reduciendo con el aumento de la precariedad y de la informalidad, y la mayoría de los sindicatos mantienen una visión «clásica,» no han encontrado forma de representar estas nuevas formas.

En general es difícil para ellos pensar en lo que pasa con un trabajador después de que pierde su puesto. A algunos no les interesa porque ya no pueden sacar nada de ese trabajador, ni una cuota sindical ni un aporte para la seguridad social (2). Sacando los sindicatos corruptos, que participan en los cierres fraudulentos a cambio de algo de las patronales, el sindicato tradicional, a lo máximo que llega es a intentar evitar que cierre la empresa, que los trabajadores pierdan sus empleos. Pero una vez que los perdieron, ya no tienen nada que hacer. Esa es un poco la concepción.

Entonces hay algunos sindicatos que se han planteado: si no logramos impedir que cierre, porque hay una política general, un marco económico que lleva a eso, ¿qué hacemos? Ahí es donde aparece el apoyo a las posibles empresas recuperadas. Algunos sindicatos lo entendieron hace mucho de esta manera, y otros lo están entendiendo ahora.

¿Estos son en su mayoría sindicatos más pequeños?

En general sindicatos bastante más pequeños. Tiene que ver también con los intereses que tienen esos sindicatos. Los sindicatos también funcionan como corporaciones que negocian. Para los sindicatos grandes, sobre todo los industriales, es muy difícil que admitan una estrategia así.

Los sindicatos chicos, o de determinadas profesiones, están cada vez más interesados en este tema, también porque prácticamente todas sus empresas están cerrando. Por ejemplo, el sindicato de marroquineros, que serían los que hacen las carteras de cuero, es un sindicato que si no interviene activamente para evitar que cierren las empresas o para que se recuperen de alguna manera, desaparece porque no van a quedar trabajadores. Por lo tanto, yo veo que cada vez hay mayor apoyo por parte de los sindicatos a estas luchas.

Facultad Abierta edita también los «Cuadernos para la autogestión,» producidos en la Imprenta Chilavert.

Hablando ahora de partidos políticos, en Argentina existe este movimiento fuerte de ERT pero no hay un partido fuerte «obrero.» ¿Cuál es la perspectiva de los partidos de izquierda respecto a las ERT? ¿Es una lucha común a todos?

No, los partidos de izquierda no siempre han sido favorables al tema de las empresas recuperadas. Algunos sí, y acá la izquierda es una izquierda minoritaria. Dentro del peronismo uno puede decir que hay una izquierda, y en general la izquierda del peronismo es muy favorable a las empresas recuperadas. Creo que en la gran mayoría de las empresas recuperadas, los dirigentes se identifican, con todas sus contradicciones, dentro de esa línea.

La izquierda no peronista, sea trotskista o de otra corriente, tiene una idea también muy clásica de la lucha de clases, donde la autogestión en general no entra. Inclusive algunos se declaran en contra de la autogestión porque no contribuye, en su mirada, al camino hacia la revolución. Sobre todo en 2001-2002 esa discusión estuvo muy al día . Hubo empresas recuperadas cuyas conducciones se identificaban con algunos de esos p artidos de la izquierda trotskista, y que estaban en contra de formar cooperativas. Su planteamiento era nacionalización o estatización con control obrero.

Esa es una consigna que puede estar bien como horizonte, pero que es impracticable con un Estado que no sea el Estado revolucionario, digamos. Entonces muchos de esos casos llevaban la lucha a un callejón sin salida. Con cada una de las empresas recuperadas, uno puede pensar que de estas experiencias se derivan muchas cosas que cuestionan el capitalismo en sus pilares: la propiedad, la democracia en el lugar de trabajo, la división del trabajo, la horizontalidad, todo eso. Pero no necesariamente es el objetivo de la empresa recuperada. El objetivo principal, primero, es salvar el trabajo.

Más que tener el horizonte correcto, hay que dar respuesta a los problemas inmediatos de los trabajadores…

Exacto. Si la propuesta es maximalista y no hay salida para la situación concreta, los trabajadores te van a dar la espalda. Este es un problema de la izquierda. Mientras quizás el peronismo no tiene ese horizonte de la autogestión, ni tampoco la revolución socialista, sin embargo, entiende esta situación de los trabajadores de defensa del trabajo. De la izquierda, donde uno podría esperar eso, rechazan muchas de estas experiencias porque no se amoldan al manual…

La incomprensión de cierta izquierda es por falta de flexibilidad ideológica, pero también de falta de inserción en la clase trabajadora. Porque si tuviera delegados, trabajadores en cada una de estas experiencias, creo que las entendería mucho más. Al no tenerlos, y venir siempre desde afuera, termina chocando.

Para poner un ejemplo, en 2001-2002 había dos casos que todo el mundo escuchaba, en Argentina y afuera, que eran Zanon y Brukman (3), que tenían vínculos con el PTS [Partido de los Trabajadores Socialistas], un partido trotskista que ahora integra el FIT [Frente de Izquierda y de los Trabajadores]. En Zanon los dirigentes eran militantes trotskistas y su concepción era bastante compartida por el colectivo, pero al final Zanon terminó formando su cooperativa, y haciendo el mismo camino que hicieron todas las demás, aunque sea una experiencia muy interesante y muy creativa. En Brukman no era así. Los trabajadores no tenían ni siquiera sindicato, los militantes llegaron desde afuera tratando de darle rumbo, pero el rumbo era lo que decía el manual. Y con el manual fueron al fracaso.

En un artículo de 2006 hablabas de un componente de «innovación social» en las ERT. ¿Cuál es la importancia de la relación con la comunidad para esas empresas?

Ahora creo que no hablaría tanto de «innovación social» porque es un término que también se está usando mucho del lado neoliberal. Pero sí, claramente, hay cambios dentro de la lógica económica de una empresa recuperada, que se articula con lo social y con lo político. Y eso sería esta cuestión comunitaria, que yo creo que es importante.

No todas las empresas recuperadas tienen esa preocupación o esa estrategia. En general, la apertura comunitaria es algo que los trabajadores piensan que está bien, pero también es una estrategia para fortalecerse junto con el barrio, junto con los vecinos, articularse con organizaciones, etc. Porque las ERT suelen ser empresas pequeñas, medianas, y cada caso aisladamente no tiene la fuerza necesaria para imponer la autogestión sin esos apoyos sociales, esas redes, todo lo que se moviliza alrededor de la empresa recuperada.

Creo que cada vez que hay algo similar a una empresa recuperada se genera un componente de apoyo y movilización muy fuerte, que excede muchísimo a la propia fuerza de los trabajadores. Entonces hay una conciencia de eso y una voluntad de ser coherente con eso, de retribuir ese apoyo. Pero después, siguiendo esa idea de innovación, o de los cambios en la lógica productiva, muchas actividades de las ERT no tienen sentido dentro de la lógica empresaria. Más allá de todo lo que es la «responsabilidad social empresarial,» no tiene nada que ver con eso. No tiene una lógica, no genera economía…

Sin embargo, la idea es también trascender esa separación entre las esferas económica, social, política…

Por supuesto. Como trasciende esa lógica, rompe con la idea de que la empresa es solamente una herramienta para acumular capital. Se rompe por dos vías. Una, porque a los trabajadores no necesariamente les interesa acumular capital. Lo que les interesa es conservar su trabajo, y posiblemente les alcanza con mucho menos que lo que necesita el capitalista para, dentro de su lógica, mantener en funcionamiento la empresa.

Al mismo tiempo, existe ese riesgo, de que una empresa de manera algo conservadora, haga el mínimo necesario para sobrevivir, sin crecimiento ni renovación. Hay empresas recuperadas que ya tienen bastantes años, y es bastante claro que cuando todos se jubilen o se mueran, desaparezca la cooperativa. Pero si a eso sumamos toda esta apertura de lo comunitario, de lo social, de lo político también, ese es otro camino de crecimiento que no tiene necesariamente que ver sólo con la acumulación.

Un estudio de aproximadamente 100 ERT indicaba que alrededor del 20% de su actividad económica es con otras ERT o con la economía solidaria. ¿Crees que esto es un avance en la creación de un sub-sistema que no sea 100% capitalista?

Sí, pero es mucho más difícil de lo que parece. Los números creo que son todavía menores, tenemos eso también relevado en nuestros estudios. Pero es necesario, es lo que estamos tratando de impulsar. A veces, justamente en el contexto económico de crecimiento que había, de actividad del mercado interno, también iba en contra de esto porque cada empresa podía sobrevivir por sí misma en el mercado.

Ahora, que justamente pasa todo lo contrario, empieza a entrar la idea que hace falta asociarse, encadenarse, inclusive crear mecanismos de una especie de mercado propio, con otras reglas, que ayude tanto a la sobrevivencia como al crecimiento. Con esto también se demuestra una alternativa. Sin embargo, eso es bastante más complicado de lo que parece, inclusive con las más de 400 empresas recuperadas solas. Hace falta ampliar a otras cooperativas, otro tipo de organizaciones.

En un ejemplo se está tratando de articular Textiles Pigüé, una ERT muy reciente que produce ropa para niños, y otra cooperativa que fabrica tela en el norte del país, en el Chaco, y se está trabajando en un producto común. Una de las ideas también es colocar el producto en redes solidarias en Europa, no solamente para venta sino también llevar esos productos a los migrantes y refugiados.

Yo no creo que el reto sea solamente encadenar dentro de un mismo sector. Las textiles no solamente usan productos que vienen de otras textiles, lo mismo con las metalúrgicas, esos productos se pueden integrar en otras cadenas y sus insumos pueden venir de otros sectores. Hay que crear esas redes más amplias y también dar la disputa por el consumo. Tratar que la gente consuma productos de sectores donde no se explota el trabajo, por lo menos no se explota de la misma manera que en la empresa capitalista, y donde se tome en cuenta la cuestión ambiental. Hay un montón de disputas que hay que dar. Pero es una disputa con el capitalismo en su núcleo económico.

En tu opinión, ¿dónde se queda el Estado? Por veces se difunde una visión muy romántica de que se pueda crear un ecosistema al margen del capitalismo, ¿pero no sigue la necesidad de pelear por el Estado?

Sí, yo creo que no hay que abandonar la pelea por el Estado. Existe esa visión romántica por ahí, de crear un ghetto donde estamos nosotros los buenos, sin el capitalismo y el Estado. Pero el Estado va a seguir existiendo. Tanto el Estado como el capital no se van a quedar tranquilos mientras nosotros construimos la economía del futuro. De hecho, la experiencia de las recuperadas lo demuestra una y mil veces, que siempre es una pelea a 2 o 3 bandas, contra el mercado capitalista, contra el Estado, incluso cuando el Estado piensa que está ayudando.

Por lo tanto, obviamente que a las herramientas de política de Estado que se puedan utilizar para fortalecer el movimiento, hay que usarlas. Por más que uno quiera mantenerse al margen y diga que no quiere nada con el Estado, el Estado sigue queriendo algo con vos. Esa es la cuestión. Y aunque el Estado neoliberal sea débil para dejar que el capital financiero y las grandes corporaciones saquen lo que quieren, con nosotros sigue siendo fuerte, represivo y no tiene ningún tipo de apego por la legalidad.

Casi todas las ERT conforman cooperativas. ¿Existe una diferencia entre éstas y cooperativas que se forman sin ser de esta perspectiva de lucha por salvar el trabajo?

Sí. En general el discurso que uno puede encontrar por parte de los trabajadores de las empresas recuperadas es que son cooperativas por necesidad. Porque también existe una versión romántica del cooperativismo como la que discutíamos.

Inclusive dentro del movimiento cooperativo más tradicional, durante mucho tiempo se cuestionó a las ERT porque no eran verdaderos cooperativistas, lo eran por necesidad y no por voluntad, no tenían los valores, etc. Y en realidad este sector está revitalizando ese viejo cooperativismo, le está dando un contenido que se había perdido, de un cooperativismo que no es de solamente empresas que conviven con el capitalismo sin ningún tipo de problemas. Al contrario, forman parte ya de la misma economía capitalista casi sin contradicciones.

Por supuesto que una cooperativa no es igual que una corporación, una empresa capitalista con un patrón, pero en muchos casos cuesta diferenciarlas. Generalmente la forma jurídica que se llama cooperativa de trabajo, en el caso de las ERT son cooperativas de trabajadores. Esto no es lo mismo que una cooperativa de consumo, o de crédito, o de vivienda, o una que brinda servicios, y que a su vez contrata trabajadores.

No está el componente de autogestión…

Precisamente. Incluso la no explotación del trabajo no es un principio cooperativo, por ejemplo. Las cooperativas suelen sub-contratar o explotar como las demás empresas. Creo que el surgimiento de estas cooperativas, las ERT, generó una contradicción importante dentro de ese cooperativismo más tradicional, es un aire nuevo que permite utilizar una vieja herramienta que en su principio fue una herramienta de los obreros.

En su lucha por sobrevivir en un mercado capitalista, las ERT tendrán también la tentación de sub-contratar trabajadores, o recurrir a otras prácticas de las empresas capitalistas. ¿Son contradicciones que las ERT tienen que confrontar constantemente?

Yo creo que sí. Las ERT surgen de las luchas de trabajadores de distinto tipo. Entonces, por lo menos al principio, es como si estuvieran vacunadas contra la explotación de otra gente. No necesariamente contra su propia auto-explotación, que es un asunto igual de complicado. Ahora con el correr del tiempo, los mecanismos del mercado también influyen y condicionan a las empresas de autogestión que surgen dentro del capitalismo, porque no es que hay un movimiento que está confrontando y está armando otro modelo, sino que están surgiendo como respuestas a los propios problemas y la propia falta de salida que le da al trabajo el capitalismo actual.

Por lo tanto, dentro de eso perfectamente pueden producirse fenómenos como una burocratización, o identificación de los dirigentes con esos valores del mercado, la competitividad, la eficacia, etc., y que empiezan a ver que para que la empresa sea viable económicamente, hay que recurrir a cierto tipo de prácticas. No porque se trabaje dentro de autogestión se tiene la convicción de que la autogestión es el sistema económico que hay que promover. Es una tarea que sigue para aprender de la experiencia autogestionaria y cambiar la forma de ver el trabajo.

Notas

(1) El Hotel Bauen es simbólico como ERT debido a su ubicación central en la ciudad de Buenos Aires. Es también un espacio de encuentro de movimientos populares. Andrés Ruggeri ha escrito un libro sobre la historia del Hotel Bauen.

(2) En Argentina una parte de la seguridad social es gestionada por los sindicatos.

(3) La fábrica Brukman es una fábrica textil en Balvanera, Buenos Aires. La Cerámica Zanon, ahora nombrada FaSinPat (Fábrica Sin Patrones) es una fábrica de baldosas de cerámica ubicada en la ciudad de Neuquén.

Andrés Ruggeri es antropólogo y dirige desde 2002 el programa Facultad Abierta, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, dedicado especialmente al tema de las empresas recuperadas por los trabajadores. Es autor y co-autor de numerosas obras sobre este tema, incluyendo Qué Son Las Empresas Recuperadas y Crisis y Autogestión en el Siglo XXI. Ruggeri es también el director de la revista Autogestión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.