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Rebelión.org: ¡Valga que valga!

Fuentes: La Jiribilla

Cualquier sistema de significación depende, permítanme despegar con esta simple obviedad semiológica, del código en que sea puesto en pertinencia. Si usted considera, pongamos, que ser homosexual constituye una desviación de salud, o de la moral, dejará fuera del círculo humano a sobrevivir a todo aquel que ejecute en semejante línea sus inclinaciones sexuales. Si […]

Cualquier sistema de significación depende, permítanme despegar con esta simple obviedad semiológica, del código en que sea puesto en pertinencia. Si usted considera, pongamos, que ser homosexual constituye una desviación de salud, o de la moral, dejará fuera del círculo humano a sobrevivir a todo aquel que ejecute en semejante línea sus inclinaciones sexuales. Si opina, digamos además, que sólo en un biotipo ario se puede conseguir la perfección para la especie humana, hallará normal y necesario exterminar a todo aquel que no se ajuste al patrón de superioridad. En ambas circunstancias, el código que establece el nivel de significación incluye la estricta dirección de la respuesta; por sí misma no permite ninguna introducción alternativa. Pero si usted, aún sustentando con firmeza los anteriores estamentos mencionados, ha perdido la guerra y parte del terreno, tendrá que camuflar sus predicciones asertivas y hasta negar que pueda alguien pensar de esa manera. Ese acto, en el más elemental semántico sentido, se llama hipocresía. Hipocresía moral. Hipocresía política. Hipocresía social. Hipocresía mediática. E incluso con otros apellidos. De ese modo, y en nombre de ella misma, se somete a la libertad de expresión a un único canal de comunicación, con código cerrado y vigilando con celo las fisuras.

La alteridad, vista sin negar de ningún modo la posibilidad del otro, no debe, sin embargo, remitir a circunstancias en sí polarizadas. Es de suponer que entre los polos opuestos, sobre todo si nos referimos a asuntos de opinión en este mundo de hoy que tantas ha agotado, existan gradaciones variables que deben acondicionarse para entrar en comunicación y hacer valer sus nociones de sentido. Y aunque es obvio además que el código en el cual se introduce el sistema de sentido que implica tanto a la información como a la opinión pública global, responde a una declamada neutralidad concomitante con la ideología hegemónica, las propias circunstancias de codificación obstruyen la barrera del significado. Si ha gobernado usted su finca con rígidas tautologías morales, con valores políticos asidos a un prejuicio estricto, verá como anormal cualquier desvío político, y hasta se las arreglará para asociarlo a los desvíos morales que usted mismo se ha estado encargando de execrar.

Desviarse de la ruta, aun cuando las sendas se obstruyan, se bifurquen o se cierren, no significa siquiera cortar a sabotaje las sendas existentes, o sabotear sin más otras que surjan, como lo hace la oligarquía en Suramérica ahora mismo, en perjuicio de muchos y sin que sus conciencias reciban la escandalosa presión de las grandes autopistas de la información, jamás y nunca bloqueadas. Señala el desvío, eso sí, que hay rutas por abrir y que, con autopistas semejantes, no todos nos sentimos en buen viaje. Así, cambiando lo cambiado de la parábola al diario acontecer, se proyecta la publicación digital Rebelión.org. En ella encuentras un amplio espectro del pensamiento de izquierda que a diario se publica en el mundo en castellano, inglés y francés (principalmente), con la procedencia al pie e incluso con la calificación profesional de los autores y el crédito de traducción. Son normas que el rigor de la edición reclama y merecen ser incluidas como de requisito para los sitios Web que pretenden transmitir y retransmitir el criterio a la sociedad global, dado que usted no permitiría ni siquiera en el más recreativo equipo de fútbol, a un jugador que se volviese a anotar gol en su propia portería o patease el balón por la línea de banda cada vez que lo golpease. Y aunque su equipo no parece demasiado preocupado por camuflar sus radicales criterios en materia política, mantiene el profesional recato de incluir opiniones que yo mismo, puesto en condición de editor, hubiese preferido desechar. Los editores, a no dudarlo, también se valoran por lo que no incluyen, algo que el flujo informativo de la era del medio como punto tautológico para el mensaje pone en peligro constante de profundidad. La noticia, incluso aquella que implica el exterminio de miles de personas, se da por concertada sólo porque proviene del paquete hegemónico de flujo. Aún cuando quede desmentida, aún cuando carezca de espesor, seguirá siendo excusa.

Y así también la opinión. Una vez asentado el canon hegemónico, se hace superfluo argumentar. El diario panorama que Rebelión.org va revelando lo confirma. Aunque, dados los excesos de la hegemonía, comienza a fluir la simpatía, del mismo modo en que fluye la diversidad de criterio y hasta el enfrentamiento polémico de fondo. Rebelión.org ha descubierto el valor de la contracorriente, no sólo en materia de opinión, sino además en relación con el concepto de acceso y factibilidad mediática. A diferencia de la gran mayoría de las publicaciones que en Internet encontramos, Rebelión.org no está cargada de imágenes que relumbran su pátina virtual, de propaganda disuasoria ni de profusos hipervínculos que acaso llaman a salir de un solo clic de la cuestión en sí (kantianamente dicho), u orientan a moverse en círculo vicioso. En general, sus hipervínculos remiten, o bien a fuentes probatorias de lo dicho, con lo cual cumplen un punto elemental para ejercer el criterio, o bien a un referente discordante, o contrario, con lo que queda salvada la causa del temor a cortar la libertad de expresión. Su página de actualidad contiene todo el contenido diario, lo que también viabiliza la elección y la búsqueda, es decir, el tiempo del lector que prefiere no conformarse con el rol de usuario dirigido que el sistema digital está imponiendo.

La propia izquierda se ha adentrado en polémicas de fondo a través de sus páginas, lo que bien vale un apoyo (de la izquierda, por supuesto) y lo que parece estar preocupando a los tanguistas de derecha hegemónica. Es sabido que, una vez que el criterio se ve totalizado, cualquier alternativa discordante consigue un alto efecto. Así entra Rebelión.org al panorama global. De ahí el intento por relacionarla con tópicos que la codificación hegemónica convierte en iconos de lo negativo. De ahí la satanización a ultranza. Y el escozor de los que se han estado moviendo con libertina amplitud por los cerrados dominios de su finca. Si usted piensa que la opinión discordante de la suya debe ser de inmediato exterminada, hallará natural concentrar entre cercas a las personas que opinen diferente, para negarles que salgan al debate y ganar por forzosa no presentación.

A veces, es cierto, cuando en Rebelión.org encuentro opiniones que, a mi modo de ver, desorientan los turbios y siempre obstaculizados caminos de la izquierda, mi mente reacciona con un gesto que implica tachaduras. Tachar es la más simple manera de deshacerse de ideas que incomodan, incluso de ideas que no se sustentan en ningún argumento que sólo de sí mismo no dependa. Es decir, una tautología. No haber tachado las voces discordantes, incluso aquellas que a las claras dinamitan las causas que dicen defender, cabe además entre sus méritos. También hemos tocado a su puerta los cubanos polémicos para tratar cuestiones que debían desperezar por fin a nuestra propia prensa. Y aunque su bandera del carácter gratuito se use como escudo contra la acusación anagramática, si se asumiera el acto de colaboración como retribución del trabajo, sin temor, toda vez que, como lo advierte Vattimo, la intelectualidad ha entrado en un proceso progresivo de proletarización, su veta cultural podría abrirse a sorprendentes resultados.

Rebelión.org ha demostrado, aun contra las propias excepciones que alberga, que la opinión y las causas requieren argumentos y que si en ellos colocamos respeto, seriedad, conciencia de hacer bien, las ideas crecerán, en dimensión y reclamo; en contención y en crítica. Valga que valga entonces, a pesar del asedio y los enrevesados intentos de bloqueo.


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