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Reformas estructurales y Bienes comunes

Fuentes: Rebelión

El dinosaurio de papel… parte II: sobre los cambios de la estrategia de acumulación capitalista en el contexto de la restauración del PRI La «guerra contra el pueblo», hasta ahora disfrazada de «guerra contra el narco», tiene como principal objetivo sostener y profundizar, a la vez que ocultar, la verdadera guerra contra los pueblos, el […]

El dinosaurio de papel… parte II: sobre los cambios de la estrategia de acumulación capitalista en el contexto de la restauración del PRI

La «guerra contra el pueblo», hasta ahora disfrazada de «guerra contra el narco», tiene como principal objetivo sostener y profundizar, a la vez que ocultar, la verdadera guerra contra los pueblos, el proletariado y la naturaleza, que es la reproducción ampliada del estado-capital en el período actual, que puede ser llamado neoliberalismo. Es la guerra contra la vida. El neoliberalismo es la culminación del proceso de colonización, es decir de la transformación del mundo a la imagen y semejanza del estado-capital. Por tanto, sus objetivos son destruir, mercantilizar, despojar y privatizar, la vida humana, el tiempo, el espacio, la naturaleza y todos los bienes comunes. Los bienes comunes naturales así como del territorio, han sido históricamente el sustento material del desarrollo del estado-capital y actualmente, con el avance tecnológico, la destrucción/extracción se ha acelerado enormemente en todos sus aspectos, siendo capaz de generar una gran muerte y devastación irreversible a su paso. Las máquinas neoliberales lo devoran todo, para seguir produciéndose a sí mismas, para seguir produciendo esta sociedad de mercancías y de policías. Desde hace siglos, la colonización insaciable trata de destruir todo a su paso, pero es hasta ahora, en la culminación de la crisis, de este sistema de crisis, que solo con la desaparición de todo bien natural, el estado-capital llegará a su fin «naturalmente».

Ante esto, las vías que promueven la espera, chocan terriblemente con la realidad, pues dentro de ellas existe la esperanza de que el estado-capital se detenga a través de elecciones, o también que podamos salir al «campo» (?) y vivir «fuera» del estado-capital, sin tener relación con la colonización. Por desgracia, a menos que huyamos muy muy lejos, aquí en México, las fuerzas que impulsan la crisis del estado-capital no se van a detener hasta que nos arrasen a todos… o las detengamos. Puede que seamos cómodos espectadores durante un tiempo más largo que otros, pero la destrucción de la vida lo alcanzará todo. Dentro de la composición «interna» de estado-capital colonial mexicano, podemos decir que confluyen dos fuerzas o dos procesos de crisis que explican el inexorable empuje del proceso colonizador:

a. La crisis económica-financiera mundial de 2008-2009, que aun hasta hoy continúa, y que aun sin salir de ella, se anuncian las nuevas crisis. Esta gran depresión económica, tal vez la más grande de la historia, le debe su carácter a la creciente financierización de la economía, que subordina cada vez más la producción industrial, agrícola, comercial y de servicios a la ganancia y a la especulación financiera, que va de la mano con la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, un fenómeno de la economía capitalista propio de una fase de extrema monopolización, en el cual, entre más grandes ganancias haya, más será necesario incrementarlas para incrementar la tasa de ganancia y que por tanto lleva a la voracidad extrema en la super-explotación y el saqueo y privatización de bienes comunes y empresas estatales de los sectores estratégicos, así como otras medidas privatizadoras y rapaces.

b. La crisis, descomposición y agrietamiento del estado mexicano que, con la creciente fragmentación, lleva al desmantelamiento y privatización de las instituciones ideológicas-educativas como escuelas y universidades que ya no le sirven al estado-capital para mantener la dominación, pues se vale de técnicas más efectivas que profesores y licenciados, como Televisa. Muchas de estas instituciones, alguna vez fueron el pilar del régimen, pero ahora el PRI mata dos pájaros de un tiro en su reconfiguración, pues abre grandes oportunidades de ganancias para los capitalistas que «inviertan» en el saqueo del conocimiento y la des-educación, y a la vez genera la nueva ideología, el nuevo «adiestramiento», que requerirán las futuras proletarias super-explotadas. Del mismo modo sucede con las viejas instituciones y políticas del estado de «bienestar» de los ámbitos de salud y seguridad social, que, previo proceso de privatización, serán destinadas también al control y la dominación ideológica por medio del engaño, la cooptación y la dependencia.

En el caso de la naturaleza, a pesar de haber llevado hasta un extremo la destrucción, todas las obras de infraestructura, como carreteras, puentes y demás, de las que se presumía tanto en los «spots» del pasado gobierno federal del PAN, son precisamente para poder saquear los bienes comunes naturales de todos los lugares donde la violencia estatal-capitalista «disciplinó» o no, a la población, mediante asesinatos, secuestros, desapariciones tortura… Del gobierno del PRI no podemos esperar otra cosa que la continuación y profundización de destrucción de la naturaleza a niveles cada vez más peligrosos. El despojo de agua en el norte del país, que padece de una gran sequía, es obsceno y genocida. Las minas, las ciudades, la agroindustria, la ganadería, las maquilas, todo consume una cantidad grotesca de agua que se les niega a la población. Asesinatos por el agua ha habido en Durango. En Chihuahua las guerras por el agua estuvieron casi al punto de ebullición. En Sonora y Sinaloa, ductos, despojos, envenenamientos, despilfarro, como en todos lados.

Los megaproyectos industriales, vistos como una panacea por las mentes modernistas, por «traer empleo» y por «traer progreso», proponen esperar a que el estado-capital solucione de alguna manera los mismos problemas que genera a partir de grandes «fuerzas productivas». Sin embargo, son precisamente esas hidroeléctricas, esas presas, esas carreteras, esas plantas nucleares, esas industrias eólicas en los disntos lugares del país, que ya existen y que están planeadas, como en Morelos, Jalisco, Veracruz, Sonora, Oaxaca, son solo las nuevas formas que la tecnología de la colonización ha desarrollado para apropiarse de cada aspecto de la vida y lucrar con la muerte. Otra forma favorita del despojo y la privatización, que tuvo su impulso en el período 2006-2012 y que podremos esperar, se expanda y se profundice, son los megaproyectos de la industria de servicios, relacionados con el negocio colonial del «turismo», como hoteles, restaurantes, instalaciones y todo tipo de «construcciones» y «destrucciones» destinadas a despojar y privatizar los bienes comunes naturales, para que puedan ser «gozados» por los ricos y poderosos, que pagan una fortuna por apropiarse de las migajas de la naturaleza en forma de mercancía luego de que es devastada y erosionada. En última instancia, no importa la tecnología y las avanzadas formas de las máquinas del estado-capital, el saqueo y la destrucción siempre serán la esencia y el contenido del supuesto «progreso» de la colonización, como lo demuestran y lo expresan las millones de hectáreas de bosque talado para mercantilizar la madera y las miles de hectáreas de tierra por completo destruida por la minería a cielo abierto, que se ha adueñado de un 15% de todo el territorio de México.

En las ciudades, donde la naturaleza y los bienes comunes se encuentran más en peligro, el despojo del territorio y sus servicios, del patrimonio común, producto de generaciones de trabajo de la población y de todos aquellos bienes que constituyen parte de la calidad de vida, como el aire limpio, el silencio, los espacios de esparcimiento y recreación, se realiza en base también a la imposición violenta de mega-proyectos que apuntan a la acumulación capitalista y el control policial del espacio, como mega-carreteras, mega-torres, mega-estadios y demás. Al mismo tiempo, en las ciudades, donde se concentran los servicios, la instituciones y las políticas de «bienestar» y seguridad social, conquistadas con grandes esfuerzos de las luchas populares en el pasado, se vive el desmantelamiento y la privatización de las mismas, en especial en los aspectos de salud, seguridad social y educación. Tal es el caso del IMSS, el ISSSTE, las escuelas y universidades, como el IEMS (Instituto de Educación Media y Superior), el IPN y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, viejos pilares del estado mexicano, que durante el sexenio 2006-2012, sufrieron una serie de grandes golpes y reformas encaminadas a terminar con los restos del carácter «público» de estas instituciones, y recomponer las nuevas, como el «seguro popular» y los nuevos proyectos de «seguridad social», que no solo se ajusten a los requisitos ideológicos de cooptación de la población necesarios para la nueva dictadura, sino que también puedan traer obscenas ganancias con la cada vez mayor pauperización de la población y la clase proletaria.

La llamada «reforma educativa», uno de los ejes centrales de la restauración del PRI, es uno de los golpes decisivos que culminan la confrontación abierta entre las organizaciones independientes y autónomas de la clase proletaria y los pueblos, que defienden el conocimiento y la educación popular como un bien común, que está vinculado indisolublemente con las necesidades y la lucha de la población, contra el charrismo sindical, las instituciones y funcionarios y los gobiernos en todos sus niveles, distintos brazos del estado-capital. La Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, una de las organizaciones populares independientes y combativas más antiguas del país, y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, organización sindical combativa, que ha jugado un papel central en las luchas populares, son los principales enemigos del estado-capital para concretar su «reforma educativa», que expropiando y negando todo conocimiento transformador, pretende desaparecer las normales rurales, que tantos problemas le han dado a la colonización, con sus heroicos hijos e hijas, y disolver las profundas relaciones que aun existen entre estudiantes y profesores combativos con la población, para crear una educación robotizada de máquinas, «técnica», que le sirva efectivamente a la dominación.

Sangre, ha sido el precio que han pagado siempre los pueblos en su resistencia heroica. Sangre y más sangre, como en Ayotzinapa, cuando la FECSM se enfrentó a la policía estatal y federal para detener las máquinas capitalistas en la autopista del Sol y Alexis y Gabriel fueron asesinados a sangre fría, los gobiernos del PRD y del PAN se mancharon nuevamente de sangre joven. Sangre y más sangre. Y aunque no sea producto de las balas, sino de los «accidentes» de la industria energética petrolera y eléctrica que trae la precarización y la sobre-explotación de la privatización «encubierta» de PEMEX y CFE, es la población la que pone la sangre y el estado-capital quien lucra con la muerte. A pesar que durante el sexenio pasado, la privatización abierta de esta industria central, no pudo concretarse, se dieron pasos sustanciales en los contratos con mega-empresas japonesas y norteamericanas, a la vez que se dio un golpe fundamental con la desaparición del Sindicato Mexicano de Electricistas y la para-estatal «Luz y Fuerza del Centro» y también «Mexicana de Aviación» y su sindicato. Sin duda, la privatización de las industrias para-estatales es un objetivo central para el PRI restaurado, pero también, en la situación actual en que se encuentran, por ejemplo PEMEX, que recientemente descubrió yacimientos enormes de gas natural, es «ordeñada» en todos los sentidos por grupos narco-paramilitares, y es muy rentable. Lo será más una vez 100% privatizada, y también será más el peligro de destrucción de la naturaleza y la muerte de la población con los «accidentes» de la sobre-explotación. Sin embargo, este proceso tiene una perspectiva más amplia de «modernizar» el conjunto de la clase proletaria, para convertirla en fuerza de trabajo que «compita» en la productividad, con la reducción de los salarios, la prolongación de la jornada, la intensificación del trabajo y la anulación de los derechos laborales y sindicales.

En esto consiste la «reforma laboral», sangrar aún más a la clase proletaria. Es una realidad también, que los derechos laborales y sindicales, en la práctica, eran ya casi totalmente nulos. La subcontratación y otras formas se habían generalizado ya, pese a no ser totalmente legales. Ahora, con la reforma laboral vuelta una realidad, será posible que las prácticas de sobre-explotación tengan un marco jurídico para su regulación y la incorporación masiva de fuerza de trabajo efímera, desorganizada y además aterrorizada por la violencia del estado de los patrones. Ahora, con grandes sindicatos destruidos, otros en la mira, mientras que la mayoría absoluta de los trabajadores carecen de sindicato, y la ínfima minoría que cuenta con uno, se ve sometida al charrismo sindical o a sindicatos patronales, será posible pensar que México «compita» con China, y pueda servir para que el desorden colonial capitalista del mundo se sostenga, principalmente estados unidos, pues la sobre-explotacióon ha sido la única solución propuesta por el estado-capital en el mundo entero para salir de la crisis económica, y cada país de sus propias crisis políticas, como lo demuestra la reforma laboral en el estado español y otros intentos de reformas similares en estados gringos como Wisconsin, que detonaron la lucha popular y la resistencia.

En México, la resistencia a la reforma laboral fracasó. Las fuerzas de los sindicatos que resistieron resultaron del todo insuficientes, así como las acciones de marchas, «paros» y «plantones», que no contaron con la contundencia ni con la participación necesaria de la población, debido en gran parte a la dependencia política e ideológica de estos sindicatos a los partidos y las instituciones del estado-capital, dentro de los que se encuentra el PRI, como el caso de la CROM, pero más dañino aún, el PRD con respecto al SME y la UNT, por mencionar un ejemplo. Pero más allá de la limitación política de estos sindicatos, que desde hace mucho tiempo han jugado un papel favorable al estado-capital en momentos clave, la lucha fallida contra la reforma laboral expone la poca fuerza «acumulada» por las organizaciones populares, así como el poco interés de la población por movilizarse en torno a la defensa de derechos e intereses obreros y de los trabajadores. Para explicar esto, podemos referirnos a la situación particular de México, como país colonial, que desde hace décadas ha sufrido un proceso de marginación y descomposición de la clase obrera, a tal grado que el «trabajo por cuenta propia», de la economía popular y solidaria, ocupa a una parte importante de los trabajadores, que viven fuera de la relación salario-capital. Aun así creo, que la razón de la fallida resistencia es más bien política. Ni el movimiento #yosoy132 ni la Convención Nacional Contra la Imposición, se plantearon seriamente parar la reforma laboral, pues esto no sería posible sin parar la restauración del PRI…

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