Recomiendo:
0

Relato salvaje: linchamientos y «pena de muerte privada»

Fuentes: La Izquierda Diario

La construcción de un relato mediático y la legitimación macrista de la pena de muerte sumaria

Un carnicero es robado. Le sustraen, suponemos, la plata que habrá obtenido por la venta de unas tiras de asado. Si algún osado se jugó el sueldo y adquirió unas mollejas antes, los dos ladrones que viajaban en una moto Zanella se habrán llevado una suma un tanto mayor. El carnicero arranca su auto, persigue a los ladrones, los arrolla con su Peugeot 306 y aplasta a uno de ellos contra un poste, hasta matarlo ante el insulto de «vecinos» que seguramente no presenciaron el hecho pero que, por si acaso, tomaron partido por «el carnicero» contra los ladrones de la moto. Los medios machacan que era un «carnicero». Nada se sabe de la profesión del ladrón fallecido. Quizá también era carnicero, pero no interesa. Es el carnicero versus el ladrón. Usted, señor, señora, debe tomar partido.

Unas semanas antes, un médico al que quisieron robar su auto (asegurado contra robo, como todos los vehículos), fusiló al ladrón. No fue uno, ni dos, ni tres: fueron cuatro balazos. Pum, pum, pum, pum. Un fusilamiento, una ejecución sumaria. A quemarropa. El médico se paseó por los canales llorando y diciendo que tenía miedo. Conclusión: fue convertido en víctima, con ayuda de la propia Ministra de Seguridad de la Nación.

En Rosario, hace pocos días, gente que paseaba por una céntrica esquina de la Barcelona criolla, linchó a un joven. El joven había robado una camiseta de Boca Juniors en un local de ropa deportiva. Ninguno de los «linchadores» era damnificado por el robo. Sin embargo fueron llamados a ser «héroes» y golpear al joven, que fue salvado por un pelito.

Es la misma ciudad, recordemos, donde alrededor de 60 cobardes, organizados para matar, molieron a patadas, piñas y palazos a David Moreyra, quien presuntamente había robado una cartera. Una cartera a cambio de un joven muerto, apaleado y dejado muerto en el piso, ante los ojos de los vecinos que, luego de ver el show de la muerte, bajaron sus persianas, taparon sus oídos y sus bocas. La familia de Moreyra tuvo que exiliarse, irse de la ciudad y del país por las amenazas. La Justicia garantizó que hoy no haya ni un solo procesado por ese crimen. David Moreyra trabajaba. A ninguno de los análisis le importó el inquietante dato de que trabajadores sean empujados a robar.

La desproporción asesina

Nos dicen, para justificar esta ola asesina, «a mi si me afanan, me defiendo». Insisten: «yo no voy a dejar que me roben así nomás». El aluvión mediático a favor de un endurecimiento de la represión policial, de la «mano dura» y de estos «justicieros», que no es más que un eufemismo para no decir asesinos a sangre caliente, inocula su discurso en sectores populares, de los trabajadores. Buscan que se identifiquen con la situación de indefensión presunta y con la salida desesperada y fascista que escogen algunos.

Pero este «relato», que avala la propiedad privada de la pena de muerte de hecho, ni siquiera repara en que el crimen que supuestamente se busca vengar con las ejecuciones sumarias, son menores en general y sumamente inferiores a la represalia recibida, en particular. Una persona apaleada y asesinada por sesenta, por una cartera. Un joven «quemado» con cuatro balazos, por un auto asegurado. Un ladrón atropellado y aplastado contra un poste, por el monto de dinero equivalente a la venta de mollejas y tiras de asado. Ni la ley del Talión, brutal y arcaica, se cumple aquí: no es ojo por ojo. Es un bien material, por ojo, por todo, por la vida.

Dime de qué trabajas y te diré si eres culpable

Para justificar este discurso derechizante, los medios lustran sus argumentos y lo «clasifican», es decir, le asignan clase. Agregar que es un «médico» el que dispara, funciona como un atenuante social, porque la sociedad no debe esperar que los médicos maten. Debe haber estado, pues, desesperado. De los pobres sí cabe esperar esas «bestialidades».

¿Cuál es la importancia de aclarar que el que arrolla a una persona con un auto y la aplasta hasta matarla era carnicero? ¿No es suficiente con señalar el hecho, brutal y aberrante? No. Al señalar el oficio buscan que un sector grande de la sociedad, y no justamente los más pudientes, que se mueven en barrios cerrados o con seguridad, se identifiquen con esa reacción. Nuevamente: es un laburante, debe estar desesperado. Por algo debe haber reaccionado así. «Mañana te puede pasar a vos, que te roben un celular o la recaudación del día, asi que andá pensando en esta salida como opción posible», parece ser el mensaje. Medios y gobiernos buscan base popular para una política de derecha y antipopular. Y asesina.

Macri y Bullrich a favor de la pena de muerte de hecho

A falta de pan, o a sobra de ajuste y tarifazos, parece decir el gobierno macrista, démosle circo. El gobierno de Macri parece que considera que entretener con los lamentables y frecuentes casos de corrupción kirchnerista no alcanza, por lo que salió a fidelizar a una base electoral a fuerza de un discurso lindante con lo fascista. Del amarillo de los globos al rojo oscuro de la sangre en manos de los «justicieros».

Primero fue Patricia Bullrich la que llamó víctima al «pobre» médico que sin poder ser robado se tomó la libertad, igualmente, de matarlo. Luego fue el propio presidente Macri el que pidió por favor que el carnicero asesino fuera liberado, porque era una persona «sana y honrada». La Justicia, tan independiente ella, no se tardó más horas en liberarlo. El reclamo de que «los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra», tan escuchado en las marchas por seguridad, no aplican a estos «ciudadanos», parece. Total, todos saben que la gente honrada y sana, en general, persigue gente con el auto hasta matarla.

Toda la psicosis social producida por la difusión a metralla limpia de noticias de «inseguridad», tienen como finalidad disolver el rol delictivo de todas las fuerzas policiales y la gestión que hacen del crimen organizado. Desde las redes de trata hasta los desarmaderos, desde el narcotráfico hasta el robo de celulares empieza y termina en las comisarías. La imagen del joven Luciano Arruga, secuestrado, torturado y asesinado por no querer robar para la Policía, está ahí para recordarnos que no hay rama del crimen que no tenga como gerente a un comisario.

Por el otro lado, mientras se omite señalar esta participación criminal de las fuerzas represivas, se las financia, se las arma, se las cubre con impunidad y legitimidad. En varias provincias, por ejemplo ahora en Santa Fe, además se busca complementar el rol de las policías con la presencia de tropas federales, Gendarmería y Prefectura, que cargan un prestigio social no tan cuestionado como las policías. La detención de 5 gendarmes ladrones y boqueteros esta semana fue como una metáfora burlona a pocas horas de que lleguen a Rosario miles de gendarmes que fueron vendidos, es curioso, como más honestos.

No avalar este grito de guerra

La reivindicación del «justiciero» es la etapa superior de un discurso represivo y manodurista. Cada sindicato, corriente de izquierda u organización popular que apoya el discurso contra la inseguridad y a favor del endurecimiento estatal, en lugar de denunciar las causas sociales y las complicidades políticas y gubernamentales en la gestión del delito, favorecen una política de «empoderamiento», financiamiento y legitimación de la brutalidad de las fuerzas represivas que no solamente se va a utilizar contra el conjunto del pueblo trabajador, sino que además va a agravar el alcance de la actividad criminal que organiza o protege el Estado.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/