En Santa Cruz poco ha cambiado en las últimas semanas. El calor en esta ciudad amazónica sigue forzando la moda y los ritmos de la vida. La elite blanca mestiza local sigue haciendo negocios en los restaurantes de los grandes hoteles de lujo. Y hoy, pese al decreto nacionalizador del 1 de mayo, el gas […]
En Santa Cruz poco ha cambiado en las últimas semanas. El calor en esta ciudad amazónica sigue forzando la moda y los ritmos de la vida. La elite blanca mestiza local sigue haciendo negocios en los restaurantes de los grandes hoteles de lujo. Y hoy, pese al decreto nacionalizador del 1 de mayo, el gas es sin duda la moneda corriente que impulsa la riqueza y el bienestar cruceños, particularmente de los que viven ligados a las petroleras que operan en Bolivia.
En realidad, es el indígena que manda en el Palacio de Gobierno, a miles de quilómetros de aquí, en La Paz, el que está cambiando todo: desde los salarios hasta los protocolos. Y esta elite, tan autonomista y ruidosa en carnavales, tiene la clara sensación de que el presidente Evo Morales viene tras ellos. Aunque, para su fortuna, no están solos y al menos Petrobras está con ellos en estos días: la trasnacional brasileña se ha negado a negociar dócilmente con Bolivia. De hecho, según su presidente José Sergio Gabrielli, están considerando exigir indemnizaciones y, de ser necesario, recurrir incluso a los arbitrajes internacionales.
Gabrielli, quien anduvo de visita por Caracas para firmar algunos acuerdos con la petrolera estatal venezolana PDVSA, llegó a Santa Cruz la noche de ese martes para reunirse sobre todo con los ejecutivos de Petrobras Bolivia y con los miembros de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos. El miércoles 10, Gabrielli se trasladó a La Paz, donde comenzó el proceso de negociación entre brasileños y bolivianos. Para abrir fuego, el ejecutivo brasileño dejó claro que para ellos la nacionalización de Evo se «enfoca en las refinerías» que han sido sacadas de su control y, por supuesto, Gabrielli habló de indemnizaciones, de acuerdo a la Constitución política del Estado. «Tenemos que iniciar la discusión sobre eso», concluyó.
¿Espantando inversiones?
Más allá de que Petrobras, en una jugada de respuesta al gobierno boliviano, dio 45 días de plazo para renegociar sus contratos o caso contrario acudir a los tribunales internacionales, según Manuel Morales Olivera, todas las demás petroleras han mostrado más o menos buena actitud para negociar durante el período de transición de 180 días que marca el decreto supremo 28.701 para hacerlo. Según el asesor de la presidencia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), la petrolera estatal, lo mejor sería «que todo el mundo volviera a leer el decreto. Es un decreto con palabras y términos muy simples pero de implicaciones muy profundas», declaró a BRECHA.
«No hemos tocado ni la propiedad ni el capital de ninguna de las trasnacionales», abunda Morales Olivera. «Por eso decimos que la nacionalización que hemos llevado adelante no es la clásica nacionalización del pasado. Porque lo que hemos hecho es recuperar la propiedad del recurso para los bolivianos.» De acuerdo con el funcionario, los nuevos contratos que deberán signarse difieren básicamente en una cosa: antes se trataba de concesiones, muchas de ellas ilegales, y ahora de meros contratos de prestación de servicios.
Este cambio, que ciertamente afecta los intereses de las trasnacionales del sector que ya operan en Bolivia, ya habría atraído a otras compañías o habría sido bien recibido por algunas de las presentes, como Total. «Shell, de Holanda, ha mostrado ya su interés en negociar con nosotros», revela Morales Olivera, «la próxima semana están llegando sus técnicos para iniciar un proceso de negociación para exploración y explotación».
En el otro extremo del país, geográfica y políticamente, el doctor Carlos Dabdoub (considerado el ideólogo de la autonomía en Santa Cruz) tiene sus reservas. En general, para los políticos cruceños la nacionalización tiene un perfil. «Los errores del pasado fueron tan groseros, se entregaron nuestros recursos de manera tan abusiva, que esto significa un cambio positivo para el país», explicó Dabdoub. Sin embargo, para el encargado de los temas autonómicos y de la Asamblea Constituyente por el gobierno local, la nacionalización podría ahuyentar las inversiones foráneas.
En la Cámara Boliviana de Hidrocarburos tienen el mismo reparo. En una entrevista con la radio pública nacional de Estados Unidos, el presidente de la cámara Enrique Menacho entiende además que la nacionalización es un paso importante en la recuperación de los recursos naturales y para la soberanía de Bolivia. Para este ingeniero educado en Estados Unidos, el proceso tiene de todos modos algunas limitaciones y varios puntos poco claros. «Y la negociación iniciada por Petrobras puede marcar el camino a seguir», termina.
Chávez y Lula
Algo sí es muy discutido en todos los círculos cruceños, con más o menos la misma idea y diferentes intensidades: la influencia de Hugo Chávez en las decisiones que toma el gobierno de Bolivia, particularmente la nacionalización. Al respecto también, el vicepresidente Álvaro García Linera fue enfático el martes pasado por la noche: ni Chávez ni ningún otro gobernante ha dictado o aconsejado las formas y contenidos de la nacionalización de los hidrocarburos. Pero el señor Enrique Menacho, desde su fresca oficina crueña, aclara que «no se puede ignorar la influencia de Chávez en Bolivia».
Pero Menacho duda de que el presidente venezolano tenga una influencia decisiva. «Evo Morales tiene sus propias ideas. Y su idea de Bolivia es la de un país independiente y libre», explica. Este afable ingeniero que representa a las petroleras trasnacionales, y ha tratado cordialmente varios asuntos con el mandatario indígena, quiere pensar que «Evo Morales usa más a Chávez de lo que Chávez usa a Evo Morales. Y no olvidemos que, tal vez por esto, Brasil está molesto por lo que ocurre».
Luego de la reunión en Iguazú entre Brasil, Argentina, Venezuela y Bolivia de la semana pasada, para tratar temas de integración y sobre todo la nacionalización boliviana, es evidente que el escenario regional se encuentra agitado. Y que Chávez tiene su parte en la movida, porque fue el único gobernante sudamericano que apoyó incondicionalmente la medida adoptada por Evo y, para más, vino a este país no solamente a demostrarlo, sino a charlar con el presidente de Bolivia y de paso llevarlo en su avión al encuentro con Lula da Silva y Néstor Kirchner hace una semana.
Pero la partida no terminó con el encuentro y el martes 9 el canciller de Brasil Celso Amorim reveló que el presidente Lula estaba molesto no solamente por la nacionalización boliviana, sino también por la participación de Hugo Chávez en el asunto. «Fue trasmitida al presidente Chávez nuestra incomodidad y la incomodidad personal del presidente Lula con algunas de sus acciones», detalló al respecto Amorim, durante una comparecencia ante la comisión de relaciones exteriores y defensa del senado brasileño. Pero las declaraciones oficiales de Lula también hacen mención a la respetable y soberana decisión que es la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia.
Eso no es todo
Mientras, Repsol y Petrobras siguen tratando de salir del impasse, y la empresa brasileña ya comenzó a negociar límites y alcances de la nacionalización boliviana en sus dominios. De hecho, las amenazas de arbitraje internacional parecieron desvanecerse luego de la primera reunión con los funcionarios bolivianos. Básicamente, los brasileños han aceptado que el precio del gas que compran para producir energía eléctrica subirá y que, negociados los términos jurídicos para las compensaciones económicas y los contratos, no habrá pelea. Según el presidente de YPFB, Jorge Alvarado, «habrá un aumento, no vamos a continuar con los mismos precios. El porcentaje se definirá en las negociaciones».
Pero Evo Morales sigue su camino ya hacia otros derroteros. El día de la nacionalización, en su discurso en La Paz, Evo anunció que se preparaba un paquete de decretos para comenzar a resolver el problema de la tierra en Bolivia. Esta semana trascendió que ya están listas las nuevas normativas que, según una fuente gubernamental, serán conocidas como la «nacionalización de la tierra» o «segunda reforma agraria». Y eso agita el avispero. La Confederación Agraria del Oriente Boliviano (CAO), que agrupa a ganaderos y agronegocios en Santa Cruz, ya puso el grito en el cielo y pidió ser tomada en cuenta en este proceso. En esta región más del 60 por ciento de la tierra cultivable está en manos de empresarios y terratenientes (unas 150 familias).
«Todo indica que Evo Morales establece un paralelo con la revolución nacional del siglo pasado», explica el sociólogo José Mirtenbaum desde Santa Cruz. «Como en ese tiempo, este gobierno parece querer tocar tres temas fundamentales: ciudadanía, tierra y nacionalización de los recursos naturales. En ese sentido, el partido de Evo Morales es el nieto del Movimiento Nacionalista Revolucionario que comandó la revolución del 52.»
Pero igual, en los restaurantes de los grandes hoteles se siguen haciendo negocios en Santa Cruz. Se venden y se compran casas, o terrenos en las zonas francas. La elite «camba» (como es conocida, y agudamente descrita en la única canción boliviana que cantaba Zitarrosa) está inquieta pero no demasiado. Al final, el negocio no se detiene para nadie. Y mientras los extranjeros negocian, en Santa Cruz tratan de mantener el mismo ritmo de vida.